Tiempo litúrgico: Pascua
Celebración: Jueves de la VII Semana de Pascua o San Beda el Venerable, Presbítero y Doctor de la Iglesia, o San Gregorio VII, Papa, o Santa María Magdalena de Pazzi, Virgen
Tipo de misa: Feria o Memoria Libre
Ornamentos: Blanco
Limitaciones: Se permiten Misas rituales, exequiales, de aniversario de muerte, noticia de muerte o sepultura.
Jornadas y colectas: No
Calendarios: RR. de María Inmaculada: Santa Vicenta María López Vicuña, virgen (S). Bilbao: (MO). Madrid, Pamplona y Tudela: (ML). RR. del Sagrado Corazón: Santa Magdalena Sofía Barat, virgen (S). Carmelitas: Santa María Magdalena de Pazzi, virgen (F). Carmelitas Descalzos: (MO). Benedictinos, O. Cist. y OCSO: San Beda el Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia (MO). Canónigos Regulares de Letrán y Orden Premonstratense: San Gregorio VII, papa (MO). Marianistas: María Auxiliadora (MO).
En el nombre del Padre, ✠ y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan.
R/. Amén
El Señor esté con vosotros.
O bien:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
ANTÍFONA DE ENTRADA Heb 4, 16
Comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno. Aleluya.
ACTO PENITENCIAL
Hermanos: Para celebrar dignamente estos sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Llevando la mano al pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios nuestro Señor.
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
KYRIE
Señor ten piedad.
R/. Señor ten piedad.
Cristo ten piedad.
R/. Cristo ten piedad.
Señor ten piedad.
R/. Señor ten piedad.
O bien:
Tú que has enviado a sanar los corazones afligidos: Señor ten piedad.
R/. Señor ten piedad.
Tú que has venido a llamar a los pecadores: Cristo ten piedad.
R/. Cristo ten piedad.
Tú que estás sentado a la derecha del Padre para interceder por nosotros: Señor ten piedad.
R/. Señor ten piedad.
ORACIÓN COLECTA
Te suplicamos, Señor, que tu Espíritu infunda con tal fuerza sus dones en nosotros, que nos conceda un corazón que te agrade y, propicio, nos haga conformes a tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo.
R/. Amén.
Sentados.
PRIMERA LECTURA Hch 22, 30; 23, 6-11
Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles.
En aquellos días, queriendo el tribuno conocer con certeza los motivos por los que los judíos acusaban a Pablo, mandó desatarlo, ordenó que se reunieran los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno y, bajando a Pablo, lo presentó ante ellos. Pablo sabía que una parte eran fariseos y otra saduceos y gritó en el Sanedrín:
«Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo, se me está juzgando por la esperanza en la resurrección de los muertos».
Apenas dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, y la asamblea quedó dividida. (Los saduceos sostienen que no hay resurrección ni ángeles ni espíritus, mientras que los fariseos admiten ambas cosas). Se armó un gran griterío, y algunos escribas del partido fariseo se pusieron en pie, porfiando:
«No encontramos nada malo en este hombre; ¿y si le ha hablado un espíritu o un ángel?».
El altercado arreciaba, y el tribuno, temiendo que hicieran pedazos a Pablo, mandó bajar a la guarnición para sacarlo de allí y llevárselo al cuartel.
La noche siguiente, el Señor se le presentó y le dijo:
«¡Ánimo! Lo mismo que has dado testimonio en Jerusalén de lo que a mí se refiere, tienes que darlo en Roma».
Palabra de Dios.
R/. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL Sal 15, 1b-2a y 5. 7-8. 9-10. 11 (R.: 1b)
R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios». El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano.
R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me abandonarás en la región de los muertos ni dejarás a tu fiel ver la corrupción.
R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.
R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
ALELUYA Jn 17, 21
En pie.
Que todos sean uno –dice el Señor–, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, para que el mundo crea que tú me has enviado.
SANTO EVANGELIO Jn 17, 20-26
Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que anuncie dignamente tu Evangelio.
El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
Lectura del ✠ Santo
R/. Gloria a Ti, Señor.
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo: «No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».
Palabra del Señor.
R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.
Que las palabras del Evangelio borren nuestros pecados.
PROPUESTA PARA ORACIÓN DE LOS FIELES
PROPUESTA PARA ORACION DE LOS FIELES
Oremos, hermanos, al Señor, y pidámosle, que acuda en auxilio de aquellos que ha querido alegrar con la resurrección de su Hijo.
- Por los niños que en estos días de Pascua son incorporados a la Iglesia por el bautismo o reciben la confirmación y la primera comunión. Roguemos al Señor.
- Por todos los hombres que se esfuerzan por el estudio o el trabajo, por hacer progresar el mundo y acrecentar los bienes de la creación. Roguemos al Señor.
- Por los que vacilan en la fe, por los que se han apartado de la senda del bien, por los que no saben descubrir a Dios en su camino. Roguemos al Señor.
- Por nosotros mismos, por nuestros familiares y amigos, por los que nos odian a causa de la fe, y por nuestros difuntos. Roguemos al Señor.
Señor Dios nuestro, que nos concedes cada año la alegría de celebrar las fiestas pascuales, haz que el júbilo de estos días se vea acrecentado con la consecución de los bienes que te hemos pedido. Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.
Sentados.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
El sacerdote se acerca al altar, toma la patena con el pan y, manteniéndola un poco elevada sobre el altar, dice en secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del Universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos: él será para nosotros pan de vida.
R/. Bendito seas, por siempre, Señor.
El diácono, o el sacerdote, echa vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto:
El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana.
Después el sacerdote toma el cáliz y, manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, dice en secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del Universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos: él será para nosotros bebida de salvación.
R/. Bendito seas, por siempre, Señor.
A continuación, el sacerdote, inclinado, dice en secreto:
Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro.
Luego el sacerdote, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en secreto:
Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.
Orad, hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
En pie.
R/. El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Te pedimos, Señor, que, en tu bondad, santifiques estos dones, aceptes la ofrenda de este sacrificio espiritual y nos transformes en oblación perenne. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
PLEGARIA EUCARÍSTICA
(Si se va a decir la PE IV, avanzar hasta la misma)
El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo; muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.
El sacerdote con las manos extendidas dice:
Padre misericordioso te pedimos humildemente por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que aceptes y bendigas estos ✠ dones, este sacrificio santo y puro que te ofrecemos, ante todo por tu Iglesia santa y católica, para que le concedas la paz, la protejas, la congregues en la unidad y la gobiernes en el mundo entero, con tu servidor el Papa [N.], con nuestro Obispo [N.], y todos los demás Obispos que, fieles a la verdad, promueven la fe católica y apostólica.
Acuérdate Señor, de tus hijos [N.] y [N.]
Puede decir los nombres de aquellos por quienes tiene intención de orar u ofrecer la Santa Misa.
y de todos los aquí reunidos, cuya fe y entrega bien conoces; por ellos y todos los suyos, por el perdón de sus pecados y la salvación que esperan, te ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen, este sacrificio de alabanza a ti, eterno Dios, vivo y verdadero.
Reunidos en comunión con toda la Iglesia, veneramos la memoria, ante todo de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de
Jesucristo, nuestro Dios y Señor; la de su esposo, San José, la de los santos apóstoles y mártires Pedro y Pablo, Andrés,
[Santiago y Juan, Tomás, Santiago, Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo; Lino, Clemente, Sixto, Cornelio, Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián,]
y la de todos los santos; por sus méritos y oraciones concédenos en todo tu protección.
Por Cristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa; ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos.
Por Cristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
El sacerdote extiende las manos sobre la ofrenda.
Bendice y santifica, oh Padre, esta ofrenda, haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti, de manera que sea para nosotros Cuerpo y Sangre de tu Hijo amado, Jesucristo, nuestro Señor.
El cual, la víspera de su Pasión, tomó pan en sus santas y venerables manos, y, elevando los ojos, hacia ti, Dios, Padre suyo todopoderoso, dando gracias te bendijo, lo partió, y lo dio a sus discípulos, diciendo:
TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL, PORQUE ESTO ES MI CUERPO, QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.
Del mismo modo, acabada la cena, tomó este cáliz glorioso en sus santas y venerables manos, dando gracias te bendijo, y lo dio a sus discípulos diciendo:
TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL, PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS Y POR MUCHOS PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS. HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.
V/. Éste es el Sacramento de nuestra fe.
De pie.
R/. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
El sacerdote, con las manos extendidas, dice:
Por eso, Padre, nosotros, tus siervos, y todo tu pueblo santo, al celebrar este memorial de la muerte gloriosa de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor; de su santa resurrección del lugar de los muertos y de su admirable ascensión a los cielos, te ofrecemos, Dios de gloria y majestad, de los mismos bienes que nos has dado, el sacrificio puro, inmaculado y santo: pan de vida eterna y cáliz de eterna salvación.
Mira con ojos de bondad esta ofrenda y acéptala, como aceptaste los dones del justo Abel, el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe, y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquisedec.
Inclinado, con las manos juntas, prosigue:
Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, hasta el altar del cielo, por manos de tu ángel, para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, al participar aquí de este altar, seamos colmados de gracia y bendición.
Por Cristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
Conmemoración de los difuntos:
Acuérdate también, Señor, de tus hijos [N.] y [N.], que nos han precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz.
A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo, concédeles el lugar del consuelo, de la luz y de la paz.
Por Cristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos, que confiarnos en tu infinita misericordia, admítenos en la asamblea de los santos apóstoles y mártires Juan el Bautista, Esteban, Matías y Bernabé,
[Ignacio, Alejandro, Marcelino y Pedro, Felicidad y Perpetua, Águeda, Lucía, Inés, Cecilia, Anastasia,]
y de todos los santos; y acéptanos en su compañía, no por nuestros méritos, sino conforme a tu bondad.
Por Cristo, Señor nuestro, por quien sigues creando todos los bienes, los santificas, los llenas de vida, los bendices y los repartes entre nosotros.
V/. Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
El sacerdote extiende las manos sobre la ofrenda.
Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad; por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu, Espíritu, de manera que se conviertan para nosotros en Cuerpo y ✠ Sangre de Jesucristo, nuestro Señor. El cual, cuando iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente aceptada, tomó pan, dándote gracias lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL, PORQUE ESTO ES MI CUERPO, QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos, diciendo:
TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL, PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS Y POR MUCHOS PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS. HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.
V/. Éste es el Sacramento de nuestra fe.
De pie.
R/. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
Así pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, te ofrecemos el pan de vida y el cáliz de salvación, y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia.
Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra; y con el Papa [N.], con nuestro Obispo [N.], y todos los pastores que cuidan de tu pueblo, llévala a su perfección por la caridad.
Acuérdate también de nuestros hermanos que durmieron en la esperanza de la resurrección, y de todos los que han muerto en tu misericordia; admítelos a contemplar la luz de tu rostro.
Ten misericordia de todos nosotros, y así, con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos, por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas.
V/. Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
El sacerdote extiende las manos sobre la ofrenda.
Santo eres, en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso.
Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que se conviertan para nosotros en Cuerpo y ✠ Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios.
Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL, PORQUE ESTO ES MI CUERPO, QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, dando gracias te bendijo, y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL, PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS Y POR MUCHOS PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS. HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.
V/. Éste es el Sacramento de nuestra fe.
De pie.
R/. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de tu Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y los mártires, y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que esta víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa [N.], a nuestro Obispo [N.], al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
V/. Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
El sacerdote extiende las manos sobre la ofrenda.
Te alabamos, Padre santo, porque eres grande y porque hiciste todas las cosas con sabiduría y amor. A imagen tuya creaste al hombre y le encomendaste el universo entero, para que, sirviéndote sólo a ti, su Creador, dominara todo lo creado.
Y cuando por desobediencia perdió tu amistad, no lo abandonaste al poder de la muerte, sino que, compadecido, tendiste la mano a todos, para que te encuentre el que te busca. Reiteraste, además, tu alianza a los hombres; por los profetas los fuiste llevando con la esperanza de salvación.
Y tanto amaste al mundo, Padre santo, que, al cumplirse la plenitud de los tiempos, nos enviaste como salvador a tu único Hijo. El cual se encarnó por obra del Espíritu Santo, nació de María, la Virgen, y así compartió en todo, nuestra condición humana menos en el pecado; anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo. Para cumplir tus designios, él mismo se entregó a la muerte, y, resucitando, destruyó la muerte y nos dio nueva vida. Y porque no vivamos ya para nosotros mismos, sino para él, que por nosotros murió y resucitó, envió, Padre, al Espíritu Santo como primicia para los creyentes, a fin de santificar todas las cosas, llevando a la plenitud su obra en el mundo.
Por eso, Padre, te rogamos que este mismo Espíritu santifique que estas ofrendas, de manera que se conviertan para nosotros en Cuerpo y ✠ Sangre de Jesucristo, nuestro Señor, y así celebremos el gran misterio que nos dejó como alianza eterna. Porque él mismo, llegada la hora en que había de ser glorificado por ti, Padre santo, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Y, mientras cenaba con sus discípulos, tomó pan, te bendijo, lo partió y se lo dio, diciendo:
TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL, PORQUE ESTO ES MI CUERPO, QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.
Del mismo modo, tomó el cáliz lleno del fruto de la vid, te dio gracias y se lo pasó a sus discípulos, diciendo:
TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL, PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS Y POR MUCHOS PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS. HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.
V/. Éste es el Sacramento de nuestra fe.
De pie.
R/. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
Por eso, Padre, al celebrar ahora el memorial de nuestra redención, recordamos la muerte del Cristo y su descenso al lugar de los muertos, proclamamos su resurrección y ascensión a tu derecha; y mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos su Cuerpo y su Sangre, sacrificio agradable a ti y salvación para todo el mundo.
Dirige tu mirada sobre esta Víctima que tú mismo has preparado a tu Iglesia, y concede a cuantos compartimos este pan y este cáliz, que, congregados en un solo cuerpo por el Espíritu Santo, seamos en Cristo víctima viva para alabanza de tu gloria.
Y ahora, Señor, acuérdate de todos aquellos por quienes te ofrecemos este sacrificio: de tu servidor el Papa [N.], de nuestro Obispo [N.], del orden episcopal y de los presbíteros y diáconos, de los oferentes y de los aquí reunidos, de todo tu pueblo santo y de aquellos que te buscan con sincero corazón.
Acuérdate también de los que murieron en la paz de Cristo y de todos los difuntos, cuya fe tú sólo conociste. Padre de bondad, que todos tus hijos nos reunamos en la heredad de tu reino, con María, la Virgen Madre de Dios, con su esposo san José, con los apóstoles y los santos; y allí, junto con toda la creación libre ya del pecado y de la muerte, te glorifiquemos por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
V/. Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
En pie.
Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios, digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Líbranos de todos los males, Señor y concédenos la paz en nuestros días, para que ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
R/. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles:
'La paz os dejo, mi paz os doy', no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
La paz del Señor esté siempre con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
Luego, si se estima oportuno, el diácono o el sacerdote añaden: Daos fraternalmente la paz.
El Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, unidos en este cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio saludable.
O bien:
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo, diste con tu muerte la vida al mundo, líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre, de todas mis culpas y de todo mal. Concédeme cumplir siempre tus mandamientos y jamás permita que me separe de ti.
Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
R/. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Cf. Jn 16, 7
Os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito, dice el Señor. Aleluya.
Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio el alimento que acabamos de tomar, y que el don que nos haces en esta vida nos aproveche para la eterna.
Oremos.
ORACIÓN PARA DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te pedimos, Señor, que el sacramento recibido nos ilumine con su luz y nos transforme con su participación, para que merezcamos alcanzar los dones espirituales. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
En pie.
El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, ✠ Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
Podéis ir en paz.
R/. Demos gracias a Dios.
Elogios del día 26 de mayo
Memoria de san Felipe Neri, presbítero, que, consagrándose a la labor de salvar a los jóvenes del maligno, fundó el Oratorio en Roma, en el cual se practicaban constantemente las lecturas espirituales, el canto y las obras de caridad, y resplandeció por el amor al prójimo, la sencillez evangélica y su espíritu de alegría, el sumo celo y el servicio ferviente de Dios (1595).
2. También en Roma, san Eleuterio, papa, al que los famosos mártires de Lyon, apresados entonces, escribieron una célebre carta para que mantuviera la paz en la Iglesia (189).
3. También en Roma, en el cementerio de Priscila, en la vía Salaria Nueva, san Simetrio, mártir (s. in.).
4. En Todi, de la Umbría, santa Felicísima, mártir (c. s. III/IV).
5. En el territorio de Auxerre, en la Galia, martirio de san Prisco y sus compañeros (s. in.).
6. En Canterbury, en Inglaterra, sepultura de san Agustín, obispo, cuya memoria se celebra mañana (604/605).
7. En el territorio de Lyon, en la Galia, martirio de san Desiderio, obispo de Vienne, que fue enviado al exilio por la reina Brunequilda, a la que había recriminado sus relaciones incestuosas y otras depravaciones, y más tarde, por mandato de la misma, fue coronado con el martirio por lapidación (c. 606).
8. En el monasterio de Saint-Papoul, en la Galia, san Berengario, monje (1093).
9. En Vence, de la Provenza, san Lamberto, obispo, antes monje de Lérins, que cuidó de los necesitados y fue amante de la pobreza (1154).
10*. En Siena, de la Toscana, beato Francisco Patrizi, presbítero de la Orden de los Siervos de María, que con admirable celo se entregó a la predicación, la dirección espiritual y el ministerio de la penitencia (1328).
11*. En Pistoya, de la Toscana, beato Andrés Franchi, obispo, quien, después de la peste negra, como prior de la Orden de Predicadores reformó la vida regular en los conventos de su Orden en esta región y aprobó en su ciudad las cofradías de penitentes, para favorecer la paz y la misericordia (1401).
12. En Quito, en Ecuador, santa Mariana de Jesús de Paredes, virgen, que consagró su vida a Cristo en la Tercera Orden de San Francisco y empleó sus fuerzas en ayudar a los pobres indios y negros (1645).
13. En Fuzhou, en Fujian, provincia de China, san Pedro Sans y Jordá, obispo de la Orden de Predicadores y mártir, el cual, habiendo sido detenido junto con otros sacerdotes y llevado preso hasta el tribunal a través de un largo recorrido, se arrodilló en el lugar del suplicio y, terminada su oración, ofreció de buena gana su cuello al hacha (1747).
14. En Seúl, en Corea, san José Chang Song-jib, mártir, que, ejerciendo el oficio de farmacéutico y convertido al cristianismo, fue detenido y llevado a la cárcel, donde murió entre atroces tormentos (1839).
15. En la ciudad de Dong Hoy (hoy Annam, en Vietnam), santos mártires Juan Doan Trinh Hoan, presbítero, y Mateo Nguyen Van Phuong, padre de familia y catequista, el cual hospedaba a su compañero sacerdote, siendo ambos torturados y degollados cruelmente a la vez por su fe, en tiempo del emperador Tu Duc (1861).
16. En el lugar de Numyanyo, en Uganda, san Andrés Kaggwa, mártir, jefe de los timbaleros y miembro del séquito del rey Mwanga, que, apenas convertido a Cristo, enseñó la doctrina del Evangelio a los paganos y catecúmenos, por lo cual fue cruelmente asesinado (1886).
17. En la aldea de Ttaka Jiunge, también en Uganda, san Ponciano Ngondwe, mártir, quien, escolta del rey, recibió el bautismo cuando apremiaba la persecución y enseguida se le encarceló, siendo traspasado con una lanza por el verdugo mientras era conducido al lugar del suplicio (1886).