1Palabras de Jeremías, hijo de Jilquías, uno de los sacerdotes de Anatot, en territorio de Benjamín. 2Vino la palabra del Señor sobre él en tiempos de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, el año decimotercero de su reinado,3y después en tiempo de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, hasta el final del año undécimo de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá; hasta la deportación de Jerusalén en el quinto mes.4El Señor me dirigió la palabra:5—Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te constituí profeta de las naciones.6Yo repuse: —¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que solo soy un niño.7El Señor me contestó: —No digas que eres un niño, pues irás adonde yo te envíe y dirás lo que yo te ordene. 8No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte —oráculo del Señor—.9El Señor extendió la mano, tocó mi boca y me dijo: —Voy a poner mis palabras en tu boca. 10Desde hoy te doy poder sobre pueblos y reinos para arrancar y arrasar, para destruir y demoler, para reedificar y plantar.11El Señor volvió a dirigirme la palabra: —¿Qué ves, Jeremías? Respondí: —Veo una rama de almendro.12El Señor me dijo: —Bien visto, porque yo velo para cumplir mi palabra.13El Señor me dirigió nuevamente la palabra: —¿Qué ves? Respondí: —Veo una olla hirviendo que se derrama por la parte del norte.14Añadió el Señor: —Desde el norte se derramará la desgracia sobre todos los habitantes del país. 15Voy a convocar a todas las tribus del norte —oráculo del Señor—. Vendrán y pondrá cada una su trono junto a las puertas de Jerusalén, en torno a sus murallas y a la vista de todas las ciudades de Judá. 16Entablaré pleito con ellas por todas sus maldades: porque me abandonaron, quemaron incienso a otros dioses y se postraron ante los ídolos que fabricaron sus manos.17Pero tú cíñete los lomos: prepárate para decirles todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, o seré yo quien te intimide.18Desde ahora te convierto en plaza fuerte, en columna de hierro y muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y al pueblo de la tierra.19Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte —oráculo del Señor—.
Capítulo 2
1El Señor me dirigió la palabra:2—Grita y que te oiga todo Jerusalén: Esto dice el Señor: Recuerdo tu cariño juvenil, el amor que me tenías de novia, cuando ibas tras de mí por el desierto, por tierra que nadie siembra.3Israel era sagrada para el Señor, fruto primero de su cosecha: quien probaba de ella lo pagaba, la desgracia caía sobre él —oráculo del Señor—.4Escuchad la palabra del Señor, casa de Jacob, tribus todas de Israel.5Esto dice el Señor:¿En qué falté a vuestros padres para que fueran alejándose de mí? Siguieron vaciedades y se quedaron vacíos.6No fueron capaces de preguntarse: «¿Dónde está el Señor, que nos trajo de Egipto, que nos guió por el desierto, por estepas y barrancos, por tierra sedienta y oscura, tierra que nadie atraviesa, en donde nadie se asienta?».7Os traje a una tierra de huertos, para comer sus frutos deliciosos; pero entrasteis y profanasteis mi tierra, hicisteis abominable mi heredad.8Los sacerdotes no preguntaban: «¿Dónde está el Señor?». Los expertos en leyes no me reconocían; los pastores se rebelaban contra mí, los profetas profetizaban por Baal, fueron tras ídolos que no sirven de nada.9Por eso, vuelvo a pleitear con vosotros, —oráculo del Señor—, y con los hijos de vuestros hijos pienso pleitear.10Navegad hasta las costas de Quitín, y mirad, despachad gente a Cadar, e investigad si allí ha sucedido cosa semejante:11¿Cambia de dioses un pueblo? —y eso que no son dioses—; pues mi pueblo cambió su Gloria por dioses que no valen nada.12Espantaos, cielos, de ello, horrorizaos y temblad aterrados —oráculo del Señor—,13pues una doble maldad ha cometido mi pueblo: me abandonaron a mí, fuente de agua viva, y se cavaron aljibes, aljibes agrietados que no retienen agua.14¿Era un esclavo Israel o había nacido siervo? ¿Pues cómo sirvió de botín?15Se lanzaron contra él rugiendo como leones: dejaron el país desolado, sus poblados incendiados, sin nadie que los habite.16Hasta la gente de Menfis y Tafnes vinieron a raparte el cuello.17¿No te ha pasado todo esto por dejar al Señor, tu Dios, que te iba guiando en tu camino?18Ahora, dime, ¿qué buscas yendo camino de Egipto?, ¿beber el agua del Nilo? ¿O qué buscas rumbo a Asiria?, ¿beber las aguas del Río?19En tu maldad encontrarás el castigo, tu propia apostasía te escarmentará. Aprende que es amargo y doloroso abandonar al Señor, tu Dios, y no saber temerlo —oráculo del Señor del universo—.20Desde siempre has roto tu yugo y has hecho saltar las correas, diciendo: «No he de servir». En cualquier collado alto, bajo todo árbol frondoso, te acostabas y te prostituías.21Yo te planté vid selecta, toda de cepas legítimas, y tú te volviste espino, convertida en cepa borde.22Por más que intentes lavarte con sosa y lejía abundante, queda presente ante mí la mancha de tu culpa —oráculo del Señor—.23¿Cómo te atreves a decir: «Yo no me he contaminado, tras los ídolos no anduve»? Recuerda tu conducta en el valle, reconoce todo lo que has hecho, camella liviana de extraviados caminos,24asna salvaje criada en la estepa, cuando en celo aspira el viento; ¿quién domará su pasión? Quien la busca no ha de cansarse, siempre la encuentran encelada.25Ahorra calzado a tus pies, guarda a tu garganta de la sed; mas tú respondes: «¡Ni hablar! Me gustan los extranjeros y tras ellos pienso ir».26Como queda azorado el ladrón sorprendido, lo mismo ha quedado la casa de Israel: sus reyes y gobernantes, sus sacerdotes y sus profetas.27Dicen a un leño: «Padre mío», y a una piedra: «Tú me has parido». ¡Me han dado la espalda, no la cara! Pero luego, llegan los apuros y me dicen: «¡Ven a salvarnos!».28¿Dónde están ahora tus dioses, aquellos que te habías fabricado? ¡Que vengan ellos ahora, que os salven en la hora aciaga! Pues cuantas son tus ciudades, Judá, otros tantos son tus dioses.29¿Por qué os querelláis conmigo si vosotros me habéis traicionado? —oráculo del Señor—.30En vano castigué a vuestros hijos, pues no aceptaron la corrección. Vuestra espada acabó con los profetas, como león que todo lo destroza.31(Vosotros, los de esta generación, atended a la palabra del Señor). ¿He sido un desierto para Israel, o quizá una tierra tenebrosa? ¿Entonces por qué mi pueblo me dice ahora: «Nos vamos, no volveremos contigo»?32¿Olvida una chica sus joyas, o quizá una novia su traje? Pues mi pueblo sí me ha olvidado desde hace tiempo y tiempo.33¡Qué bien conoces el camino para ir en busca del amor! ¡Qué bien conoces el mal camino!34En tus manos hay restos de sangre de gente pobre e inocente a la que no sorprendiste robando.35Y con todo dices que eres inocente, que se aparte de ti la ira del Señor. Pues por eso te voy a juzgar, por decir que no eres culpable.36¡Cuidado que eres ligera para cambiar tu estilo de vida! Egipto te va a decepcionar, igual que ocurrió con Asiria.37También de allí volverás con las manos en la cabeza al ver que el Señor ha rechazado a aquellos en quienes confiabas, y que no tendrás éxito con ellos.
Capítulo 3
1Si un hombre repudia a su mujer, y ella se va de su lado y luego se casa con otro, ¿podrá volver al primero? ¿No ha quedado profanada esa mujer? Y tú, que has andado fornicando con todos los amantes que has querido, ¿podrás volver a mí? —oráculo del Señor—.2Fíjate bien en las colinas: ¿Dónde no te mostrabas disponible? Salías a los caminos a ofrecerte, lo mismo que un nómada en el desierto. Y así profanaste la tierra con tantas fornicaciones y delitos.3Las lluvias tempranas fallaron, tampoco llegaron las tardías. Mostrabas aires de ramera, eras incapaz de avergonzarte.4Y ahora me gritas: «Padre mío, tú eres el amor de mi juventud».5Pensabas: «¿Seguirá irritado? ¿Me guardará rencor para siempre?». Así hablabas mientras hacías todas las maldades que podías.6En tiempos del rey Josías me dijo el Señor: —¿Has visto lo que ha hecho Israel, la apóstata? Ha ido por todos los altozanos y se ha prostituido bajo cualquier árbol frondoso. 7Y pensé: «Después de todo lo que ha hecho, volverá a mí». Pero no volvió. 8Judá, su hermana infiel, vio que yo había despedido a Israel, la apóstata, y le había dado el acta de divorcio por los adulterios que había cometido. Pero la infiel Judá no hizo caso. Al contrario, también ella se prostituyó sin ningún miedo, 9tanto que su liviandad contaminó el país, al cometer adulterio con la piedra y con el leño. 10A pesar de todo, su hermana Judá, la infiel, no volvió a mí de corazón, sino fingidamente —oráculo del Señor—.11El Señor me dijo: La apóstata Israel hasta parece inocente comparada con la infiel Judá. 12Ve y pregona estas palabras en dirección norte: Vuelve, apóstata Israel —oráculo del Señor—, que no os pondré mala cara, porque yo soy compasivo —oráculo del Señor—; no guardo rencor por siempre.13Reconoce empero tu culpa, puesto que te has rebelado contra el Señor, tu Dios. Prodigaste tus amores a extranjeros debajo de cualquier árbol frondoso, sin prestar oído a mis palabras —oráculo del Señor—.14Volved, hijos apóstatas —oráculo del Señor—, que yo soy vuestro dueño. Os iré reuniendo a uno de cada ciudad, a dos de cada tribu, y os traeré a Sión. 15Os daré pastores, según mi corazón, que os apacienten con ciencia y experiencia. 16Os multiplicaréis y creceréis en el país. Y en aquellos días —oráculo del Señor— ya no se hablará del Arca de la Alianza del Señor: no se recordará ni se mencionará; nadie la echará de menos, ni se volverá a construir otra.17En aquel tiempo llamarán a Jerusalén «Trono del Señor». Todas las naciones se incorporarán a ella en el nombre de «El Señor que está en Jerusalén», y ya no se dejarán guiar por su corazón perverso y obstinado. 18En aquellos días Judá e Israel se juntarán y volverán del país del norte a la tierra que di en herencia a sus antepasados.19Yo me había dicho: —Quisiera contarte entre mis hijos y darte una tierra envidiable en heredad: la perla de las naciones. Esperaba que me llamaras «padre mío», que nunca te apartaras de mí.20Pero lo mismo que engaña una mujer a su marido, así me engañó Israel —oráculo del Señor—.21Se escucha un clamor por las colinas: el llanto afligido de los hijos de Israel por haber extraviado el camino, olvidados del Señor su Dios.22Volved, hijos apóstatas, yo curaré vuestra apostasía. —Aquí estamos, volvemos a ti, Señor, tú eres nuestro Dios.23¡Qué mentira eran los collados, todo el estrépito de los montes! Solo en el Señor, nuestro Dios, está la salvación de Israel.24La ignominia acabó devorando todo el trabajo de nuestros padres ya desde que éramos jóvenes: sus rebaños de ovejas y vacas, lo mismo sus hijos que sus hijas.25Tendremos por lecho nuestra vergüenza, nos taparemos con nuestra humillación, pues pecamos contra el Señor, nuestro Dios, nosotros igual que nuestros padres, desde la juventud hasta el día de hoy, y fuimos incapaces de oír la voz del Señor, nuestro Dios.
Capítulo 4
1—Si quieres volver, Israel, vuelve a mí —oráculo del Señor—. Si apartaras de mí tus abominaciones, no tendrías que andar extraviada;2si jurases «¡Por vida del Señor¡» con verdad, justicia y derecho, todas las naciones se bendecirían, se darían parabienes entre sí utilizando el nombre del Señor.3Esto dice el Señor a los habitantes de Judá y Jerusalén: —Roturad bien los campos, no sembréis entre cardos.4Circuncidaos en el nombre del Señor, quitad el prepucio de vuestros corazones, habitantes de Judá y Jerusalén, no sea que estalle mi cólera como fuego; arda y no haya quien la extinga a causa de vuestras malas acciones.5Esto dice el Señor: —Anunciadlo en Judá, pregonadlo en Jerusalén, tocad la trompeta en el país, gritad a pleno pulmón: «Congregaos para marchar a las ciudades fortificadas;6izad la bandera: ¡a Sión!; aprisa, no os detengáis», pues traigo del norte la desgracia, una espantosa calamidad:7sube el león de la maleza, avanza un asesino de pueblos; ya está saliendo de sus dominios dispuesto a arrasar tu país; tus ciudades serán incendiadas, todas quedarán deshabitadas.8Por eso, vestíos de sayal, en actitud de duelo, y gemid: «¡Ay, no se aparta de nosotros la cólera ardiente del Señor!».9Aquel día —oráculo del Señor— se acobardarán el rey y los nobles, los sacerdotes quedarán aterrados, los profetas andarán espantados.10Dije entonces: «¡Ay, Señor, cómo engañaste a este pueblo prometiendo paz a Jerusalén cuando tienen la espada en el cuello!».11En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén: «Un viento ardiente sopla por todas las dunas del desierto, camino de la capital de mi pueblo: no un viento de aventar o de cribar,12sino viento huracanado a mis órdenes. Ahora me toca juzgarlos.13Miradlos avanzar como nube, sus carrozas igual que un huracán, sus caballos más rápidos que águilas». ¡Ay de nosotros! Estamos perdidos.14«Lava la malicia de tu corazón, Jerusalén, si quieres salvarte; ¿hasta cuándo anidarán en tu pecho tantos planes desatinados?15De Dan llega la voz de un mensajero, malas noticias de la sierra de Efraín.16Advertid a los gentiles, anunciadlo en Jerusalén: de tierra lejana llega el enemigo, lanzando gritos contra los pueblos de Judá;17como guardas de campo la cercan, por haberse rebelado contra mí —oráculo del Señor—.18Han sido tu conducta y tus acciones la causa de este amargo castigo, cuya herida te llega al corazón».19¡Ay mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las paredes del corazón, me palpita con fuerza, no puedo callar. Escucho el toque de trompeta, oigo el alarido de guerra,20se anuncia derrota tras derrota: ¡el país ha quedado devastado! En un instante, las tiendas destrozadas; en un momento, los pabellones arrasados.21¿Hasta cuándo veré las enseñas y escucharé la trompeta a rebato?22Mi pueblo es insensato, no me reconoce; son hijos necios que no recapacitan: diestros para el mal, ignorantes para el bien.23Miro a la tierra: caos informe; miro al cielo: ni rastro de luz;24miro a los montes: tiemblan; miro a las colinas: se estremecen;25miro: no había ni un hombre, las aves del cielo volaron;26miro: el vergel es un páramo, los poblados están arrasados: ¡por el incendio de la ira del Señor!27Esto dice el Señor: —El país quedará desolado, pero no acabaré con él.28Por eso, la tierra se enlutará, el cielo arriba se ennegrecerá; lo dije y no me arrepiento, lo pensé y no me vuelvo atrás.29Al grito de jinetes y arqueros huye la gente de la ciudad: se meten por los bosques, trepan por las peñas. Los poblados quedan abandonados, sin nadie que los habite.30Y tú, ¿qué harás devastada? Por mucho que te vistas de grana, que te adornes con joyas de oro y pongas sombra en tus ojos, en vano te vas a embellecer: tus amantes te han rechazado, ya solo buscan tu muerte.31Oigo quejidos de parturienta, gritos como de primeriza: la voz de Sión, la capital, que gime abriendo las manos: «¡Pobre de mí, desfallezco entregada a merced de asesinos!».
Capítulo 5
1Recorred las calles de Jerusalén, mirad bien y averiguad, buscad por todas sus plazas, a ver si encontráis a alguien capaz de obrar con justicia, que vaya tras la verdad, y yo lo perdonaré.2Pero dicen: «¡Por vida del Señor!» y en realidad juran en falso.3Tú velas, Señor, por la verdad, los heriste y no les afectó, los destrozaste y no se corrigieron; endurecieron su cara como roca, se resistieron a volver a ti.4Pensaba: «Serán los pobres, se comportan sin malicia: desconocen lo que quiere el Señor, lo que espera de ellos su Dios.5Voy a dirigirme a los principales, pues conocen lo que quiere el Señor, lo que espera de ellos su Dios». ¡Pero habían quebrado el yugo, habían arrancado las correas!6Por eso, los atacará el león de la selva, un lobo estepario los va a destrozar, un leopardo acechará por sus ciudades: todo el que salga será destrozado por haber acumulado rebeldías y haber amontonado apostasías.7¿Cómo te podría perdonar? Tus hijos me han abandonado, juran por los que no son dioses; después de haberlos saciado, se han convertido en adúlteros, amigos de frecuentar el lupanar.8Son caballos lustrosos, sin freno, que relinchan tras la mujer del vecino.9¿Y no he de pediros cuentas? —oráculo del Señor—; a un pueblo que actúa de ese modo, ¿no le he de dar su merecido?10Subid por las hileras de la viña, destruid, pero no aniquiléis; podéis arrancar sus sarmientos, pues ya no son del Señor.11¡Qué bien han sabido traicionarme la casa de Judá y la de Israel! —oráculo del Señor—.12Han renegado del Señor, andan diciendo: «No es nadie; no nos alcanzará la desgracia, ni espada ni hambre veremos.13Sus profetas solo son viento, no tienen palabra del Señor».14Pues esto dice el Señor, Dios del universo: —Por haber hablado así, así les va a suceder: haré que sean mis palabras igual que fuego en tu boca; el pueblo será la leña, todos serán consumidos.15Voy a traer contra vosotros, gente de la casa de Israel, una nación lejana —oráculo del Señor—; una nación que no merma, una nación con solera, nación cuya lengua ignoras, y no entiendes lo que dicen.16Sus flechas siembran la muerte, son guerreros aguerridos.17Comerán tu cosecha y tu pan, comerán a tus hijos e hijas, comerán tus vacas y ovejas, comerán tus viñas e higueras; a espada destruirán las fortalezas, esas en que tanto confías.18Sin embargo, en aquellos días —oráculo del Señor— no os exterminaré por completo. 19Y si te preguntan: «¿Por qué nos ha tratado así el Señor, nuestro Dios?», les dices en mi nombre: «Del mismo modo que me abandonasteis para servir a dioses extranjeros en vuestra tierra, así serviréis a gente extranjera en una tierra que no es vuestra».20Anunciad esto a la casa de Jacob y haced que lo sepan en Judá:21—Oíd bien lo que voy a decir, gente insensata, sin juicio (tienen ojos y no ven, oídos, pero no escuchan):22¿Es que a mí no me teméis?, ¿no tembláis en mi presencia? —oráculo del Señor—. Yo puse la arena como límite al mar, una frontera que jamás traspasará; se agitan las aguas, pero son impotentes, mugen sus olas, pero no lo traspasan.23En cambio, este pueblo tiene corazón indócil y rebelde; se apartan de mí, se van,24y son incapaces de pensar: «Temamos al Señor, nuestro Dios, que nos da la lluvia temprana y la lluvia tardía, a su tiempo. Él ha asignado las semanas necesarias para el tiempo de la siega».25Todo esto lo han cambiado vuestras culpas, vuestros pecados os privan de la lluvia,26pues abundan los canallas en mi pueblo, al acecho, como quien pone lazos; y cazan hombres con trampas.27Como un cesto repleto de aves, sus casas rebosan de fraudes. Así prosperan y se enriquecen,28engordan y se ponen lustrosos. También rebosan malicia, no juzgan conforme a derecho, desatienden la causa del huérfano, no defienden el derecho del pobre.29¿Y no he de pediros cuentas? —oráculo del Señor—; a un pueblo que actúa de ese modo, ¿no le he de dar su merecido?30Algo espantoso y horrible está ocurriendo en el país:31los profetas profetizan en falso, los sacerdotes actúan en su provecho, y a mi pueblo le agradan estas cosas. ¿Qué haréis cuando llegue el final?
Capítulo 6
1¡Huid, benjaminitas, de Jerusalén! Tocad la trompeta en Técoa, izad la bandera en Betaqueren, que llega del norte un desastre, se cierne una ruina imponente.2A un pastizal delicioso puede compararse Sión;3allí entran pastores y rebaños, plantan sus tiendas en torno y pasta cada cual en su porción.4¡Declaradle la guerra santa! ¡Ataquémosla en pleno mediodía! ¡Ay de nosotros, que el día declina y se alargan las sombras de la tarde!5¡Adelante, ataquemos de noche, arrasemos todos sus alcázares!6Que esto dice el Señor del universo: «Talad árboles, construid un talud contra Jerusalén: es una ciudad condenada, repleta toda de opresión.7Como guarda el agua una cisterna, así guarda ella su maldad: se oyen atropellos y rapiñas, soy testigo de golpes y heridas.8Aprende la lección, Jerusalén, no sea que me aparte de ti, no sea que te deje desolada, convertida en lugar deshabitado».9Esto dice el Señor del universo: —Rebusca en el resto de Israel como en una viña los racimos; pasa tu mano por los pámpanos, lo mismo que un vendimiador.10—¿A quién me voy a dirigir, a quién conjurar y que escuchen? Tienen el oído incircunciso, son incapaces de entender; se mofan de la palabra del Señor porque ya no les agrada.11¡Y estoy lleno de la ira del Señor, me siento incapaz de contenerla! —Derrámala sobre los niños en la calle, también sobre los grupos de jóvenes; que alcance a hombres y a mujeres, a adultos junto con ancianos.12Sus casas pasarán a extraños, junto con campos y mujeres, pues voy a extender mi mano contra los habitantes de esta tierra —oráculo del Señor—.13—Es que del pequeño al grande todos van tras su provecho; del profeta al sacerdote todos andan entre fraudes.14Han curado la herida de mi pueblo, pero solo en apariencia, diciendo: «Todo va bien», y nada iba bien.15Tenían que estar avergonzados de tanta abominación cometida, y no fueron capaces de avergonzarse, ni siquiera conocen el pudor. Pero caerán cuando todos caigan, tropezarán cuando venga a castigarlos —dice el Señor—.16Esto dice el Señor: Paraos en los caminos a mirar, preguntad por las rutas antiguas: dónde está el buen camino y seguidlo, y así encontraréis reposo. Pero dijeron: «No lo seguiremos».17Entonces os di centinelas: «¡Atención al toque de trompeta!», pero ellos dijeron: «Ni caso».18Por tanto, naciones, escuchad, sabed lo que va a ocurrir;19escucha también tú, tierra, la desgracia que traigo a este pueblo: el fruto de sus maquinaciones, pues no escucharon mis palabras, no atendieron mis advertencias.20¿A qué me traes incienso de Saba, caña aromática de tierras lejanas? No me agradan vuestros holocaustos, no me complacen vuestros sacrificios.21Por eso dice el Señor: «Pondré a este pueblo obstáculos de modo que tropiecen en ellos los padres junto con sus hijos, que perezcan vecinos y amigos».22Esto dice el Señor: Viene un ejército del norte, se despierta una nación poderosa allá por los confines de la tierra.23Van armados de arco y jabalina, son crueles, no tienen compasión. Sus gritos son un mar encrespado, cabalgan a lomos de corceles, formados como un solo hombre para atacarte, Sión capital.24Al oír la noticia, nos fallaron las fuerzas; la angustia nos oprime, dolor de parturienta.25No salgáis al campo ni andéis por caminos, la espada enemiga siembra todo de terror.26Capital de mi pueblo, vístete de saco, acuéstate en ceniza; haz duelo como por un hijo único, un llanto amargo, pues llegará de improviso nuestro devastador.27Te nombro examinador de mi pueblo para que pruebes y examines su conducta.28Todos son rebeldes y difamadores, bronce y hierro de mala calidad.29Sopla el fuelle, y el fuego va consumiendo el plomo; pero en vano refina el fundidor: no se desprende la escoria.30Los llaman plata de desecho, pues el Señor los ha desechado.
Capítulo 7
1Palabra que el Señor dirigió a Jeremías: 2«Ponte a la puerta del templo y proclama allí lo siguiente: ¡Escucha, Judá, la palabra del Señor, los que entráis por esas puertas para adorar al Señor! 3Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: “Enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, y habitaré con vosotros en este lugar.4No os creáis seguros con palabras engañosas, repitiendo: ‘Es el templo del Señor, el templo del Señor, el templo del Señor’. 5Si enmendáis vuestra conducta y vuestras acciones, si juzgáis rectamente entre un hombre y su prójimo,6si no explotáis al forastero, al huérfano y a la viuda, si no derramáis sangre inocente en este lugar, si no seguís a dioses extranjeros, para vuestro mal, 7entonces habitaré con vosotros en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres, desde hace tanto tiempo y para siempre. 8Mirad: Vosotros os fiáis de palabras engañosas que no sirven de nada. 9¿De modo que robáis, matáis, adulteráis, juráis en falso, quemáis incienso a Baal, seguís a dioses extranjeros y desconocidos, 10y después entráis a presentaros ante mí en este templo, dedicado a mi nombre, y os decís: ‘Estamos salvos’, para seguir cometiendo esas abominaciones? 11¿Creéis que es una cueva de bandidos este templo dedicado a mi nombre? Atención, que yo lo he visto —oráculo del Señor—.12Andad, id a mi templo de Siló, donde habité en otro tiempo, y mirad lo que hice con él, por la maldad de Israel, mi pueblo. 13Pues ahora, por haber cometido tales acciones —oráculo del Señor—, porque os hablé sin cesar y no me escuchasteis, porque os llamé y no me respondisteis, 14haré con el templo dedicado a mi nombre, en el que confiáis, y con el lugar que di a vuestros padres y a vosotros, lo mismo que hice con Siló: 15os arrojaré de mi presencia, como arrojé a vuestros hermanos, la estirpe de Efraín”.16 Y tú no intercedas por este pueblo, no supliques a gritos por ellos, no me reces, que no te escucharé. 17¿No ves lo que hacen en los pueblos de Judá y en las calles de Jerusalén? 18Los hijos recogen leña, los padres encienden lumbre, las mujeres preparan la masa para hacer tortas en honor de la reina del cielo, y para irritarme hacen libaciones a dioses extranjeros. 19¿Es a mí a quien irritan —oráculo del Señor— o más bien a sí mismos, para su confusión? 20Por eso, esto dice el Señor: “Mirad, mi ira y mi cólera se van a derramar sobre este lugar, sobre hombres y ganados, sobre el árbol silvestre y sobre el fruto del suelo, y arderán sin apagarse”.21Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: “¡Ya podéis añadir vuestros holocaustos a vuestros sacrificios y comeros la carne!22Cuando hice salir a vuestros padres de Egipto, nada les dije ni nada les prescribí sobre holocaustos y sacrificios. 23Esta fue la orden que les di: ‘Escuchad mi voz. Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo. Seguid el camino que os señalo, y todo os irá bien’. 24Pero no escucharon ni hicieron caso. Al contrario, caminaron según sus ideas, según la maldad de su obstinado corazón. Me dieron la espalda y no la cara.25Desde que salieron vuestros padres de Egipto hasta hoy, os envié a mis siervos, los profetas, un día tras otro; 26pero no me escucharon ni me hicieron caso. Al contrario, endurecieron la cerviz y fueron peores que sus padres”. 27Ya puedes repetirles este discurso, seguro que no te escucharán; ya puedes gritarles, seguro que no te responderán. Aun así 28les dirás: “Esta es la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios, y no quiso escarmentar. Ha desaparecido la sinceridad, se la han arrancado de la boca”.29Córtate la melena y tírala; entona una endecha por los calveros: el Señor ha rechazado y repudiado a la generación que excitaba su cólera.30La gente de Judá ha hecho lo que yo detesto —oráculo del Señor—: han instalado sus abominaciones en el templo dedicado a mi nombre, y lo han profanado. 31Han construido los recintos sagrados del Tófet (que está en el valle de Ben Hinnón) para quemar en ellos a sus hijos e hijas, algo que yo no les mandé ni se me pasó por la cabeza. 32Por eso, llegan días —oráculo del Señor— en que ya no se les llamará “Tófet” ni “valle de Ben Hinnón”, sino “valle de la Matanza”, y enterrarán en el Tófet por falta de sitio. 33Los cadáveres de la gente de este pueblo servirán de pasto a las aves y a los animales carroñeros, y no habrá nadie que los espante. 34Haré que en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén enmudezcan las voces alegres de fiesta, las voces del novio y de la novia, pues todo el país quedará desolado».
Capítulo 8
1En aquel tiempo —oráculo del Señor— sacarán de sus tumbas los huesos de los reyes de Judá, los de sus príncipes, sacerdotes y profetas, y los huesos de los habitantes de Jerusalén. 2Los expondrán al sol, a la luna y a todo el ejército del cielo, a quienes amaban y daban culto, a quienes seguían, consultaban y adoraban. No serán recogidos ni enterrados; quedarán como estiércol en el campo. 3Y el resto de esta raza perversa que sobreviva preferirá la muerte a la vida en todos los lugares adonde yo los disperse —oráculo del Señor del universo—.4Diles: «Esto dice el Señor: ¿No se levanta el que cae?, ¿no regresa el que se fue?5¿Por qué, pues, se extravía este pueblo, y Jerusalén se rebela sin tregua? Se aferran al engaño, se niegan a regresar.6He escuchado atentamente: nadie habla como es debido, nadie se duele de su maldad diciendo: “¿Qué es lo que he hecho?”. Cada cual sigue su carrera, como caballo lanzado al ataque.7Hasta la cigüeña en el cielo conoce el momento de emigrar; tórtolas, golondrinas y grullas barruntan el tiempo de regresar. Mi pueblo, en cambio, desconoce el orden establecido por el Señor.8¿Cómo decís “Somos sabios, poseemos la ley del Señor” cuando resulta que la ha falseado la falsa pluma de los escribas?9Los sabios quedarán avergonzados, asustados, serán atrapados. Si desechan la palabra del Señor, ¿de qué les servirá su sabiduría?10Por eso, daré a otros a vuestras mujeres, vuestros campos pasarán a nuevos amos. Porque del pequeño al grande todos van tras su provecho; del profeta al sacerdote todos andan entre fraudes.11Han curado la herida de mi pueblo, pero solo en apariencia, diciendo: “Todo va bien”, y nada iba bien.12Tenían que estar avergonzados de tanta abominación cometida, y no fueron capaces de avergonzarse, ni siquiera conocen el pudor. Pero caerán cuando todos caigan, tropezarán cuando venga a castigarlos —dice el Señor—».13Intento cosechar algo de ellos —oráculo del Señor—, pero no quedan uvas en la cepa ni aparecen higos en la higuera; tienen las hojas marchitas. ¡Pues les daré quien les pegue fuego!14—¿Qué hacemos aquí tan tranquilos? Vayamos juntos a las fortalezas, y acabemos allí de una vez, pues es el Señor, nuestro Dios, quien quiere hacernos morir; nos da a beber agua envenenada, pues hemos pecado contra el Señor.15Esperábamos paz, y nada va bien; tiempo de curación, y llega el terror.16Se oye desde Dan resoplar de caballos, relinchar de corceles: la tierra se estremece. Llegan devorando el país con todo lo que contiene, ciudades y habitantes.17—Yo envío contra vosotros serpientes venenosas inmunes a encantamientos, y os morderán —oráculo del Señor—.18Me siento abrumado de dolor, veo que me falla el corazón19al oír elevarse a lo lejos el grito angustioso de la capital: «¿No está el Señor en Sión? ¿No mora en ella su rey? (¿Por qué me irritaban con sus ídolos, con esas naderías extranjeras?).20Pasó la cosecha, se acabó el verano, pero nosotros no estamos a salvo».21La aflicción de la capital me tiene afligido, ando entristecido, presa del pánico.22¿No queda bálsamo en Galaad?, ¿no quedan médicos por allí? ¿Pues por qué continúa enconada la herida de la capital de mi pueblo?23¡Ojalá mi cabeza se hiciera fuente y mis ojos fueran manantial de lágrimas para llorar de día y de noche a las víctimas de la capital de mi pueblo!
Capítulo 9
1¡Ojalá encontrase refugio en el desierto para dejar a mi pueblo y alejarme de ellos! ¡Todos son adúlteros, hatajo de traidores!2«Su lengua es un arco: dispara mentiras; se imponen en el país, pero no con la verdad. Salen del mal y recaen en el mal, y no me conocen —oráculo del Señor—.3Guardaos los unos de los otros, no os fiéis de vuestros hermanos, pues el hermano pone zancadillas y el compañero airea calumnias.4Cada cual engaña a su vecino, ninguno dice la verdad, enseñan a sus lenguas a mentir; todos están pervertidos,5son incapaces de cambiar. Fraude y más fraude, estafa y más estafa; y es que no quieren conocerme —oráculo del Señor—».6Por eso, esto dice el Señor del universo: «He pensado refinarlos y probarlos, ¿pues qué puedo hacer ante su maldad?7Su lengua es flecha letal, su boca profiere mentiras; saludan amables al prójimo, y urden por dentro celadas.8¿Y no he de pediros cuentas? —oráculo del Señor—; a un pueblo que actúa de ese modo, ¿no le he de dar su merecido?».9Entonaré endechas por los montes, una elegía por los pastos de la estepa: están quemados, nadie los transita, no se oyen los mugidos del ganado; desde las aves hasta los animales, todos se dispersaron y huyeron.10Convertiré Jerusalén en escombros, será una guarida de chacales; arrasaré los poblados de Judá, todos quedarán deshabitados.11¿Quién es tan sabio que entienda todo esto? ¡Que lo explique un confidente del Señor! ¿Por qué está deshecho el país, calcinado, como estepa intransitable?12Respondió el Señor: «Por abandonar la ley que les propuse, por desoír y abandonar mi palabra;13por seguir su corazón obstinado a los baales, lo mismo que sus padres.14Por eso, esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Daré a este pueblo ajenjo por comida, les haré beber agua corrompida.15Los dispersaré por países extraños, que ni ellos ni sus padres conocen; mandaré que la espada los persiga hasta que los haya exterminado».16Esto dice el Señor del universo: «Mandad que traigan plañideras, llamad a las más expertas».17Que se den prisa y entonen una elegía por nosotros. Que nuestros ojos derramen lágrimas, que nuestros párpados destilen llanto.18Se oye una endecha en Sión: «¡Qué desolados estamos! ¡Qué vergüenza tan tremenda! Nos hacen abandonar el país, han destruido nuestras casas».19Escuchad, mujeres, la palabra del Señor; estad atentas a la palabra de su boca. Enseñad a vuestras hijas esta endecha, unas a otras la siguiente elegía:20«La muerte escaló nuestras ventanas, se metió en nuestros palacios; exterminó a los niños de las calles, de las plazas a los jóvenes».21Pronuncia este oráculo del Señor: «Yacerán los cadáveres humanos como estiércol en medio del campo, como espigas que deja el segador y nadie se molesta en recoger».22Esto dice el Señor: «Que el sabio no presuma de su saber, ni el fuerte de su fuerza, ni el rico de su riqueza.23Quien presuma, presuma de esto: de tener entendimiento y conocerme, de saber que yo soy el Señor, que pone en práctica la lealtad, la justicia y el derecho en el país. Estas son las cosas que me gustan —oráculo del Señor—».24Está llegando el tiempo —oráculo del Señor— en que pediré cuentas a todos los que practican la circuncisión: 25a Egipto, Judá, Edón, los amonitas y Moab, y a la gente del desierto que se afeita las sienes. De hecho, todos estos pueblos son incircuncisos de corazón, lo mismo que la casa de Israel.
Capítulo 10
1Casa de Israel, escuchad la palabra que os dirige el Señor. 2Esto dice el Señor: «No imitéis lo que hacen los gentiles, ni os asustéis de los signos celestes. ¡Que se asusten los propios gentiles!3Las costumbres de esos pueblos carecen de sentido: talan un árbol del bosque, lo trabaja el artesano con la gubia;4lo decora con oro y con plata, lo sujeta con clavos y martillo, de modo que no se tambalee.5Igual que espantajos de pepinar, son incapaces de hablar; tienen que ser transportados, son incapaces de andar. No les tengáis ningún miedo, pues no hacen ni bien ni mal».6¡Nadie es como tú, Señor! ¡Eres grande de verdad! ¡Grande y poderoso es tu nombre!7¿Quién no te ha de temer, si eres el rey de las naciones? Es algo que tú mereces, pues entre todos los sabios y todos los reyes paganos, nadie se te puede comparar.8Todos son estúpidos y necios, educados por ídolos de leño,9de plata refinada de Tarsis y de oro importado de Ofir: obras de orfebres o fundidores, revestidas de púrpura y de grana; todos son obra de artistas.10Pero el Señor es el Dios verdadero, es el Dios vivo, rey eterno; su cólera sacude la tierra, las naciones no aguantan su ira.11Esto les diréis: «Los dioses que no hicieron el cielo y la tierra serán exterminados de la tierra y de debajo el cielo».12Él hizo la tierra con poder, cimentó el orbe con sabiduría, extendió los cielos con inteligencia.13Cuando él levanta la voz, retumban las aguas del cielo y asoman las nubes por el horizonte. Él hace los rayos para la lluvia y saca los vientos de sus depósitos.14Los hombres se atontan sin ciencia, los orfebres se avergüenzan de sus ídolos: sus estatuas son pura mentira, pues no hay espíritu en ellas;15son vacío, obras engañosas, desaparecerán cuando llegue el castigo.16No es así la Porción de Jacob, pues es el creador de todo; Israel es su heredad privada, se llama «Señor del universo».17Recoge del suelo tu hatillo, tú que te encuentras sitiada,18pues esto dice el Señor: «Esta vez lanzaré con la honda a los habitantes de este país; voy a ponerlos en aprieto, de modo que no puedan escapar».19¡Pobre de mí, qué desastre, tengo una herida incurable! Y pensar que me decía: «Solo es un mal soportable».20Mi tienda ha sido saqueada, las cuerdas han sido arrancadas; mis hijos me han abandonado, ya no los tengo conmigo. Ya no hay quien monte mi tienda, no hay quien levante mis toldos.21Los pastores carecían de juicio, ya no consultaban al Señor; por ello no acertaron y se ha dispersado el rebaño.22Se oyen rumores. Ya llega un estruendo del país del norte: convertirá los poblados de Judá en desierto, en guarida de chacales.23Lo sé, Señor. El hombre no dirige su propia conducta, que no es dueño el caminante de ir orientando sus pasos.24Corrígeme, Señor, pero con tino, pues tu ira acabaría conmigo.25Derrama tu ira sobre las naciones que no te conocen, sobre los pueblos incapaces de invocar tu nombre. Pues han devorado a Jacob, lo han devorado y consumido, han desolado su morada.
Capítulo 11
1Palabra que el Señor dirigió a Jeremías:2—Escucha los términos de esta alianza y transmíteselos a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén. 3Les dirás: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: Maldito quien no haga caso de los términos de esta alianza, 4que impuse a vuestros antepasados cuando los saqué de Egipto, del horno de hierro, cuando les dije: “Hacedme caso y obrad conforme a lo que os mande. Así seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios, 5y de ese modo mantendré el juramento que hice a vuestros antepasados de darles una tierra que mana leche y miel”, como sucede ahora». Yo respondí: —Así sea, Señor.6Me dijo el Señor: «Anuncia en los poblados de Judá y en las calles de Jerusalén lo que te digo: “Escuchad los términos de esta alianza y cumplidlos.7Ya les advertí a vuestros antepasados, cuando los hice subir de Egipto, que me hicieran caso, y hasta ahora no he dejado de repetirlo. 8Pero ellos no escucharon ni prestaron atención. Al contrario, cada cual persistió en la maldad de su mente retorcida. Por eso, les apliqué las amenazas previstas en dicha alianza que les mandé cumplir y no cumplieron”».9Me dijo el Señor: «Se ha descubierto una conjura entre la gente de Judá y los habitantes de Jerusalén. 10Han recaído en los pecados de sus antepasados, que se negaron a obedecer mis mandatos: andan detrás de dioses extranjeros y les dan culto. La casa de Israel y la casa de Judá han roto la alianza que pacté con sus antepasados. 11Por eso, esto dice el Señor: Voy a enviarles una calamidad de la que no podrán escapar. Seguro que se quejarán, pero no pienso escucharlos. 12La gente de los poblados de Judá y los habitantes de Jerusalén acudirán a quejarse a los dioses a quienes quemaban incienso, pero no podrán salvarlos cuando llegue el desastre.13Tenías tantos dioses como poblados, Judá; y en cada calle de Jerusalén construisteis un altar para quemar incienso a Baal. 14En cuanto a ti, no reces por este pueblo, ni insistas con gritos y súplicas, pues no pienso escucharlos cuando me invoquen en la hora del desastre».15¿Qué hace mi amada en mi casa después de tantas maldades? ¿Crees que votos y sacrificios te van a librar de la desgracia? ¡Lo celebrarías con gritos estrepitosos!16Olivo verde de fino fruto te puso por nombre el Señor; pero va a prenderte fuego que va a consumir tus ramas.17El Señor del universo, que te plantó, ha decretado tu desgracia, por la maldad de la casa de Israel y de la casa de Judá, por todo lo que hicieron para irritarme, quemando incienso a Baal.18El Señor me instruyó, y comprendí, me explicó todas sus intrigas.19Yo, como manso cordero, era llevado al matadero; desconocía los planes que estaban urdiendo contra mí: «Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra de los vivos, que jamás se pronuncie su nombre».20Señor del universo, que juzgas rectamente, que examinas las entrañas y el corazón, deja que yo pueda ver cómo te vengas de ellos, pues a ti he confiado mi causa.21Por eso, así habla el Señor del universo a los vecinos de Anatot, que amenazan con matarme y me dicen: «Deja de profetizar en nombre del Señor, de lo contrario morirás a nuestras manos». 22En efecto, esto dice el Señor del universo: «He decidido tomarles cuentas: los jóvenes morirán a espada; sus hijos e hijas morirán de hambre. 23No les quedará ni un resto, pues voy a enviar una desgracia contra los vecinos de Anatot el año que venga a pedirles cuentas».
Capítulo 12
1Tú tienes razón, Señor, cuando discuto contigo, pero quiero proponerte un caso: ¿Por qué prosperan los malvados?, ¿por qué viven tranquilos los traidores?2Los plantas y echan raíces, crecen y dan fruto. Estás cerca de sus labios, pero lejos de su corazón.3Mas tú, Señor, me conoces, me examinas y has comprobado mi buena actitud hacia ti. Apártalos como a ovejas de matadero, resérvalos para el día del sacrificio.4¿Hasta cuándo gemirá la tierra y se secará la hierba del campo? Por la maldad de sus habitantes desaparecen el ganado y las aves, pues dicen: «No ve nuestros caminos».5Si corres con los de a pie y te cansas, ¿cómo competirás con los caballos? Si en terreno abierto te sientes inseguro, ¿qué harás en la espesura del Jordán?6Incluso tus hermanos, tu familia, han sido contigo desleales: te van calumniando a tus espaldas. No intentes fiarte de ellos, aunque te digan buenas palabras.7He abandonado mi casa, he desechado mi heredad, he entregado al amor de mi alma en manos de sus enemigos.8Mi heredad se portaba conmigo como un león en la espesura que lanzaba sus rugidos contra mí. Por eso la he detestado.9Mi heredad es cueva de hienas, con los buitres girando sobre ella. ¡Venid, fieras agrestes, venid, acercaos a comer!10Entre tantos pastores destrozaron mi viña, pisotearon mi parcela; convirtieron mi parcela escogida en una estepa desolada.11La dejaron desolada, yerma, y se duele desolada ante mí. ¡Todo el país desolado, y nadie se detuvo a pensarlo!12Por todas las dunas de la estepa van llegando saqueadores: la espada del Señor devora el país de punta a punta; ¡no hay paz para nadie!13Sembraron trigo y cardos segaron; quedaron baldados en balde. ¡Qué miseria de cosecha por la ira ardiente del Señor!14Esto dice el Señor a todos los malos vecinos que echaron mano de la heredad que di a mi pueblo, Israel: «He decidido arrancarlos de su tierra, pero arrancaré también de en medio de ellos a la casa de Judá. 15Pero, después de haberla arrancado, volveré a compadecerme de ellos y los haré volver a su heredad, cada cual a su terruño. 16Y, si de verdad aprenden la costumbre de mi pueblo de jurar por mi nombre: “Por vida del Señor”, del mismo modo que habían enseñado a mi pueblo a jurar por Baal, los dejaré vivir entre mi pueblo. 17En cambio, arrancaré y destruiré a la nación que no me escuche —oráculo del Señor—».
Capítulo 13
1Esto me dijo el Señor: «Ve, cómprate un cinturón de lino y rodéate con él la cintura; pero no lo metas en agua». 2Me compré el cinturón, según me lo mandó el Señor, y me lo ceñí. 3El Señor me dirigió la palabra por segunda vez: 4«Toma el cinturón que has comprado y que llevas ceñido; ponte en marcha hacia el río Éufrates y lo escondes allí, entre las hendiduras de las piedras». 5Fui y lo escondí en el Éufrates, según me había mandado el Señor. 6Tiempo después me dijo el Señor: «Vete al río Éufrates y recoge el cinturón que te mandé esconder allí». 7Fui al Éufrates, cavé y recogí el cinturón del sitio donde lo había escondido: estaba estropeado, no servía para nada. 8Entonces el Señor me habló así:9«Esto dice el Señor: Del mismo modo consumiré la soberbia de Judá, la gran soberbia de Jerusalén. 10Este pueblo malvado que se niega a escuchar mis palabras, que se comporta con corazón obstinado y sigue a dioses extranjeros, para rendirles culto y adorarlos, será como ese cinturón que ya no sirve para nada.11Porque del mismo modo que se ajusta el cinturón a la cintura del hombre, así hice yo que se ajustaran a mí la casa de Judá y la casa de Israel —oráculo del Señor— para que fueran mi pueblo, mi fama, mi alabanza y mi honor. Pero no me escucharon».12Les dirás también: —Esto dice el Señor: «Los cántaros sirven para conservar el vino». Ellos te contestarán: —¿Te crees que no sabemos que los cántaros sirven para conservar el vino?13Entonces les dirás: —Pues esto dice el Señor: «Voy a poner borrachos perdidos a todos los habitantes de este país, a los reyes que se sientan en el trono de David, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los vecinos de Jerusalén. 14Haré que se destrocen entre sí los padres con los hijos —oráculo del Señor—. No pienso conmoverme; ni compasión ni piedad evitarán que los destruya».15Escuchad, prestad mucha atención, sin orgullo, que habla el Señor.16Honrad al Señor, vuestro Dios, antes de que se echen las sombras, antes de que tropiecen vuestros pies por los montes, apenas sin luz; antes de que la luz que esperáis se convierta en sombras mortales, se transforme en lóbregas tinieblas.17Pero si no escucháis, lloraré en silencio vuestra arrogancia; se desharán en llanto mis ojos, verteré copiosas lágrimas cuando deporten al rebaño del Señor.18Di al rey y a la reina madre: «Sentaos humillados en el suelo, pues ha caído de vuestras cabezas la corona de vuestra dignidad.19Están las ciudades del Negueb cerradas, sin nadie que las abra; Judá ha sido deportada, ha sido deportada por completo».20Alza tus ojos y mira todos los que vienen del norte. ¿Dónde está el rebaño que se te dio, dónde tus hermosas ovejas?21¿Qué podrás decir, Jerusalén, cuando lleguen y te castiguen, tú que les habías enseñado a tratarte como amigos? ¿No te vendrán los dolores igual que a mujer en parto?22Tal vez dirás en tu interior: «¿Por qué me ocurre todo esto?». Debido a todas tus culpas te alzan las faldas y quedan descubiertos tus tobillos.23¿Muda el etíope de piel?, ¿cambia el leopardo sus manchas? Y vosotros, educados en el mal, ¿podríais practicar el bien?24Por eso, os dispersaré como tamo que arrebata el viento de la estepa.25Esta es tu suerte, la paga que te daré —oráculo del Señor—, pues te has olvidado de mí y has confiado en la mentira.26También yo te he levantado las faldas hasta la cara y se han visto tus vergüenzas:27tus adulterios y relinchos, tus planes de prostituta. Arriba en los altos, por el campo, he podido ver tus abominaciones. ¡Ay, Jerusalén, impura!, ¿hasta cuándo seguirás así?
Capítulo 14
1Palabra que el Señor dirigió a Jeremías a propósito de la sequía:2Judá está de luto, sus puertas se consumen por tierra, ennegrecidas. Jerusalén lanza alaridos.3Sus nobles envían a sus siervos por agua; llegan a los aljibes: no encuentran ni gota; regresan de vacío, confusos, humillados, cubierta la cabeza.4El campo está extenuado por falta de lluvia en el país. Los labradores están abatidos: también se cubren la cabeza.5Incluso la cierva en el campo pare y abandona a sus crías por falta de pastos.6Los onagros están junto a las dunas, ventean lo mismo que chacales: tienen la mirada mortecina por falta de hierba.7Aunque nuestras culpas nos acusan, haz algo, Señor, por tu nombre. Son numerosas nuestras rebeldías, hemos pecado contra ti.8Tú, esperanza de Israel, salvador en tiempo de infortunio, ¿por qué habrías de portarte como un forastero en el país, lo mismo que hace un viajero que solo se detiene a pernoctar?9¿Por qué habrías de portarte como un hombre aturdido, como guerrero incapaz de salvar? Tú estás entre nosotros, Señor, y tu nombre es invocado sobre nosotros. ¡No te deshagas de nosotros!10Esto dice el Señor de este pueblo: «¡Cómo les gusta ir de aquí para allá sin dar tregua a sus pies! Pero el Señor no se complace en ellos: ahora se acuerda de sus culpas y va a castigar sus pecados».11Me dijo el Señor: —No intercedas a favor de este pueblo.12Aunque ayunen, no pienso escuchar sus gritos. Aunque presenten holocaustos y ofrendas, no pienso complacerme en ellos. Voy a acabar con ellos mediante la espada, el hambre y la peste.13Respondí yo: —¡Ay, Señor! Es que los profetas les dicen: «No veréis la espada ni pasaréis hambre. Os concederé permanente seguridad en este lugar».14El Señor me contestó: —Esos profetas se valen de mi nombre para profetizar mentiras. Ni los he enviado, ni les he encargado nada; ni siquiera les he hablado. Os transmiten como profecía visiones falsas, oráculos vacíos y fantasías de su mente. 15Por tanto, esto dice el Señor a los profetas que profetizan en mi nombre sin que yo los haya enviado, a esos que dicen que no habrá espada ni hambre en este país: «Esos profetas serán consumidos por la espada y por el hambre». 16Y el pueblo al que profetizan aparecerá tirado por las calles de Jerusalén, víctima del hambre y de la espada. No serán enterrados, ni sus mujeres, hijos e hijas. Haré que recaiga sobre ellos su propia maldad.17Transmíteles esta palabra: Mis ojos se deshacen en lágrimas, de día y de noche no cesan: por la terrible desgracia que padece la doncella, hija de mi pueblo, una herida de fuertes dolores.18Salgo al campo: muertos a espada; entro en la ciudad: desfallecidos de hambre; tanto el profeta como el sacerdote vagan sin sentido por el país.19¿Por qué has rechazado del todo a Judá? ¿Tiene asco tu garganta de Sión? ¿Por qué nos has herido sin remedio? Se espera la paz, y no hay bienestar, al tiempo de la cura sucede la turbación.20Reconocemos, Señor, nuestra impiedad, la culpa de nuestros padres, porque pecamos contra ti.21No nos rechaces, por tu nombre, no desprestigies tu trono glorioso; recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.22¿Tienen los gentiles ídolos de la lluvia? ¿Dan los cielos de por sí los aguaceros? ¿No eres tú, Señor, Dios nuestro; tú, que eres nuestra esperanza, porque tú lo hiciste todo?
Capítulo 15
1Me dijo el Señor: «Aunque Moisés y Samuel se presentasen ante mí, no me pondría a favor de este pueblo. ¡Échalos de mi presencia, que se vayan! 2Y si te preguntan adónde han de ir, les dices: Esto dice el Señor: El destinado a la muerte, a la muerte; el destinado a la espada, a la espada; el destinado al hambre, al hambre; el destinado al destierro, al destierro.3Los pondré en manos de cuatro destructores —oráculo del Señor—: la espada para degollar, los perros para despedazar, las aves y las bestias para devorar y destrozar. 4Haré que sirvan de escarmiento para todos los reinos de la tierra, por culpa de Manasés, hijo de Ezequías, rey de Judá, por todo lo que hizo en Jerusalén».5¿Quién se apiadará de ti, Jerusalén? ¿Quién te va a compadecer? ¿Quién se desviará de su camino interesado por tu bienestar?6Eres tú quien me has abandonado —oráculo del Señor—, quien se ha vuelto de espaldas y se ha ido. Y alargué mi mano para aniquilarte, harto ya de compadecerte.7Los he aventado con la horquilla por todas las ciudades del país; he dejado a mi pueblo sin hijos, lo he destruido del todo, pero no han cambiado su conducta.8Sus viudas son numerosas, más que las arenas del mar; envié contra las madres de los jóvenes devastadores a plena luz del día; precipité sobre ellos de repente sobresalto y confusión.9La madre de siete hijos desfallece y pierde el aliento; su sol se pone en pleno día, se siente confusa y desconcertada. El resto lo entregaré a la espada de sus enemigos —oráculo del Señor—.10¡Ay de mí, madre mía, me has engendrado para discutir y pleitear por todo el país! Ni presté ni me han prestado, en cambio, todos me maldicen.11Dijo el Señor: —¿No te he fortalecido para bien? ¿No he intervenido en tu favor, en tiempo de apuro e infortunio, a causa de tus enemigos?12¿Puede romperse el hierro, el hierro del norte y el bronce?13Todos tus haberes y tesoros voy a entregar al pillaje por todo tu territorio, a causa de tus pecados.14Te haré esclavo de tus enemigos en un país desconocido, pues arde mi ira como fuego y va a estallar contra vosotros.15—Tú ya lo sabes, Señor: acuérdate de mí, protégeme; véngame de mis perseguidores. No por dar largas a tu ira vayan a acabar conmigo, pues soporto ultrajes por tu causa.16Si encontraba tus palabras, las devoraba: tus palabras me servían de gozo, eran la alegría de mi corazón, y tu nombre era invocado sobre mí, Señor Dios del universo.17No me junté con la gente amiga de la juerga y el disfrute; me forzaste a vivir en soledad, pues me habías llenado de tu ira.18¿Por qué se ha hecho crónica mi llaga, enconada e incurable mi herida? Te has vuelto para mí arroyo engañoso de aguas inconstantes.19Entonces respondió el Señor: —Si vuelves, te dejaré volver, y así estarás a mi servicio; si separas la escoria del metal, yo hablaré por tu boca. Ellos volverán a ti, pero tú no vuelvas a ellos.20Haré de ti frente al pueblo muralla de bronce inexpugnable: lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte y salvarte —oráculo del Señor—.21Te libraré de manos de los malvados, te rescataré del puño de los violentos.
Capítulo 16
1El Señor me habló en estos términos: 2«No te cases, ni tengas hijos e hijas en este lugar», 3pues esto dice el Señor de los hijos e hijas nacidos en este lugar, de las madres que los han parido y de los padres que los engendraron en este país: 4«Tendrán una muerte miserable; no serán llorados ni sepultados. Servirán de estiércol para el campo. La espada y el hambre acabarán con ellos; sus cadáveres servirán de alimento a las aves y a las bestias».5Esto dice el Señor: «No visites la casa donde estén de luto; no tomes parte en el duelo ni les des el pésame, pues he retirado de este pueblo mi amistad, mi amor y mi compasión —oráculo del Señor—. 6Morirán grandes y pequeños en esta tierra; no serán sepultados ni llorados; nadie se hará incisiones ni se rapará por ellos; 7nadie partirá el pan del duelo para consolar a los que lloran por los difuntos, ni les darán a beber la copa del consuelo por su padre o por su madre. 8Tampoco entres en casas donde se celebra un banquete; no te sientes a comer y beber entre los comensales. 9Pues esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Haré desaparecer de este lugar, ante vuestros ojos y en vida vuestra, la voz de la alegría y de la fiesta, la voz del novio y de la novia.10Después, cuando hayas comunicado a este pueblo todo esto y te pregunten: “¿Por qué ha pronunciado el Señor contra nosotros esta terrible desgracia? ¿Cuál es nuestra culpa y qué pecados hemos cometido contra el Señor, nuestro Dios?”, 11les responderás: “Porque vuestros padres me abandonaron —oráculo del Señor— para irse tras dioses extranjeros, para darles culto y adorarlos; me abandonaron y no cumplieron mi ley. 12Y vosotros os habéis portado peor que vuestros padres, pues solo seguís los planes de vuestro obstinado y perverso corazón, negándoos a escucharme. 13Así que voy a arrojaros de esta tierra a otra que ni vosotros ni vuestros padres conocéis. Allí daréis culto día y noche a dioses extranjeros, pues no pienso concederos mi perdón”.14Pero llegarán días —oráculo del Señor— en que ya no se jurará “Por vida del Señor, que hizo subir a los hijos de Israel de Egipto”, 15sino “Por vida del Señor, que hizo subir a los hijos de Israel del país del norte y de todos los países por donde los dispersó”. Así es, pues yo los haré volver a su tierra, la que di a sus antepasados.16Voy a enviar a muchos pescadores a que los pesquen —oráculo del Señor—, y después a muchos cazadores a que los cacen por montes y cerros, y por las hendiduras de las peñas.17Mis ojos observan su conducta, no se me oculta; ni sus culpas pueden escapar a mi mirada. 18Tendrán que pagar el doble del castigo que merecen sus culpas y pecados, pues profanaron mi tierra con la carroña de sus ídolos y llenaron mi heredad de abominaciones».19Señor, mi fuerza y fortaleza, mi refugio cuando llega el peligro. Acudirán a ti los gentiles de los confines de la tierra, y dirán: «Nuestros padres nos legaron la mentira, la vaciedad, pues son cosa inútil».20¿Puede un hombre hacerse dioses? ¡Pero si eso no son dioses!21Por eso voy a instruirlos; esta vez quiero mostrarles mi fuerza y mi poderío, y sabrán que soy el Señor.
Capítulo 17
1El pecado de Judá está escrito con un estilete de hierro, grabado con punta de diamante sobre la tabla de su corazón, en los ángulos de sus altares.2Así sus hijos recuerdan sus altares y sus cipos bajo todo árbol frondoso, sobre elevados oteros,3en los cabezos del campo. Todos tus haberes y tesoros voy a entregar al pillaje, por haber pecado en los cerros, en todo tu territorio.4Haré que abandones tu tierra, la heredad que yo te otorgué; te haré esclavo de tus enemigos en un país desconocido, pues arde mi ira como fuego y va a estallar contra vosotros.5Esto dice el Señor: «Maldito quien confía en el hombre, y busca el apoyo de las criaturas, apartando su corazón del Señor.6Será como cardo en la estepa, que nunca recibe la lluvia; habitará en un árido desierto, tierra salobre e inhóspita.7Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza.8Será un árbol plantado junto al agua, que alarga a la corriente sus raíces; no teme la llegada del estío, su follaje siempre está verde; en año de sequía no se inquieta, ni dejará por eso de dar fruto.9Nada hay más falso y enfermo que el corazón: ¿quién lo conoce?10Yo, el Señor, examino el corazón, sondeo el corazón de los hombres para pagar a cada cual su conducta según el fruto de sus acciones».11Perdiz que incuba huevos ajenos es el que hace fortuna injustamente: en la flor de sus días lo abandona y acaba su vida como un necio.12Trono de gloria, excelso desde siempre es el lugar donde se alza nuestro templo.13Señor, esperanza de Israel, quienes te abandonan fracasan; quienes se apartan de ti quedan inscritos en el polvo por haber abandonado al Señor, la fuente de agua viva.14Cúrame, Señor, y quedaré curado; ponme a salvo, y a salvo quedaré, pues a ti se dirige mi alabanza.15Ellos me dicen: «¿Dónde está la palabra del Señor? ¡Que se cumpla!».16Pero yo no te he presionado para que tú envíes desgracias; tampoco he estado deseando la llegada de un día infausto. Tú sabes lo que dicen mis labios, pues antes estuvo en tu presencia.17No seas para mí causa de terror, tú, mi refugio en los días aciagos.18¡Que fracasen mis perseguidores, no sea yo quien fracase! ¡Que sientan ellos terror, no sea yo el aterrado! ¡Haz que les llegue el día aciago, quebrántalos con doble quebranto!19Esto me dijo el Señor: «Ve y ponte ante la Puerta de Benjamín, por donde entran y salen los reyes de Judá, y ante todas las puertas de Jerusalén. 20Dirás a la gente: Escuchad la palabra del Señor, reyes de Judá, todo Judá y habitantes de Jerusalén que entráis por estas puertas. 21Esto dice el Señor: Guardaos muy bien de transportar cargas en sábado y de meterlas por las puertas de Jerusalén. 22Tampoco saquéis carga alguna de vuestras casas en sábado, ni hagáis ningún tipo de trabajo. Antes bien, reconoced la santidad del sábado, tal como ordené a vuestros padres. 23Bien es verdad que ellos no escucharon ni aprendieron; al contrario, endurecieron su cerviz y no escucharon ni aprendieron la lección. 24Pero si vosotros me hacéis caso —oráculo del Señor— y no metéis cargas por las puertas de Jerusalén en sábado, si reconocéis la santidad del sábado y no realizáis en él trabajo alguno, 25entonces veréis cómo entran por las puertas de esta ciudad reyes que se sentarán en el trono de David, montados en carruajes y a lomos de caballo, acompañados de sus ministros, de la gente de Judá y de los habitantes de Jerusalén; y esta ciudad estará siempre habitada. 26Entonces llegará gente de las ciudades de Judá, del distrito de Jerusalén, del territorio de Benjamín, de la Sefelá y del Negueb a ofrecer holocaustos, sacrificios, oblaciones e incienso, y a traer víctimas de acción de gracias al templo del Señor. 27Pero, si no me hacéis caso, si no reconocéis la santidad del sábado y no dejáis de transportar cargas y de meterlas por las puertas de Jerusalén en sábado, prenderé fuego a sus puertas, un fuego inextinguible que consumirá los palacios de Jerusalén».
Capítulo 18
1Palabra que el Señor dirigió a Jeremías: 2«Anda, baja al taller del alfarero, que allí te comunicaré mi palabra». 3Bajé al taller del alfarero, que en aquel momento estaba trabajando en el torno. 4Cuando le salía mal una vasija de barro que estaba torneando (como suele ocurrir al alfarero que trabaja con barro), volvía a hacer otra vasija, tal como a él le parecía. 5Entonces el Señor me dirigió la palabra en estos términos:6«¿No puedo yo trataros como este alfarero, casa de Israel? —oráculo del Señor—. Pues lo mismo que está el barro en manos del alfarero, así estáis vosotros en mi mano, casa de Israel. 7Si en algún momento hablo de arrancar, arrasar y destruir un pueblo o un reino, 8pero resulta que ese pueblo se arrepiente de su maldad, también yo desistiré del mal que pensaba hacerle. 9Y, al contrario, si hablo de construir o plantar un pueblo o un reino, 10pero resulta que ese pueblo hace lo que me parece mal y no me escucha, entonces también yo desistiré del bien que había pensado hacerle. 11Así que di a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén: “Esto dice el Señor: Yo soy el alfarero, y estoy dando forma a una desgracia y urdiendo un plan contra vosotros. Que cada cual abandone su mala conducta y mejore su proceder y sus acciones”. 12Pero seguramente te dirán: “De eso nada. Seguiremos haciendo lo que nos hemos propuesto, actuaremos según nuestro perverso y obstinado corazón”».13Pues bien, esto dice el Señor: «Preguntad por tierras de gentiles quién escuchó cosa igual: algo espantoso ha cometido la doncella, capital de Israel.14¿Faltará en los riscos escarpados la nieve que cae sobre el Líbano? ¿Se agotarán las aguas crecidas, las aguas frescas y corrientes?15Pues bien, mi pueblo me ha olvidado y ofrece incienso a una nada. Tropiezan en sus caminos, en los senderos de siempre, y se aventuran por sendas, por caminos no allanados;16y así desuelan su tierra, objeto de burla eterna; todo el que pase se espantará, se burlará moviendo la cabeza.17Como viento solano los aventaré delante del enemigo; volveré la espalda por no verlos el día de la desgracia».18Ellos dijeron: «Venga, tramemos un plan contra Jeremías porque no faltará la ley del sacerdote, ni el consejo del sabio, ni el oráculo del profeta. Venga, vamos a hablar mal de él y no hagamos caso de sus oráculos».19Hazme caso, Señor, escucha lo que dicen mis oponentes.20¿Se paga el bien con el mal?, ¡pues me han cavado una fosa! Recuerda que estuve ante ti, pidiendo clemencia por ellos, para apartar tu cólera.21Pues entrega sus hijos al hambre, que queden a merced de la espada, y sus mujeres viudas y sin hijos; que los hombres mueran asesinados, los jóvenes acribillados en la guerra.22Que se oigan gritos en las casas cuando envíes salteadores de improviso, pues cavaron una fosa para atraparme, escondieron trampas a mi paso.23Señor, tú conoces muy bien sus planes homicidas contra mí. No pases por alto su crimen, no apartes de tu vista su pecado. Que caigan derribados a tus pies, atácalos cuando estalle tu cólera.
Capítulo 19
1El Señor me dijo: «Ve a comprar una jarra de loza, y que te acompañen algunos concejales y sacerdotes. 2Sal hacia el valle de Ben Hinnón, por la Puerta de los Cascotes, y proclama allí lo que voy a decirte. 3Dirás: “Escuchad la palabra del Señor, reyes de Judá y vecinos de Jerusalén: Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Voy a traer sobre este lugar una catástrofe que, a quien la oiga, le zumbarán los oídos. 4Porque me han abandonado, han hecho extraño este lugar sacrificando en él a dioses extranjeros, que ni ellos ni sus padres conocían, y los reyes de Judá lo han llenado de sangre inocente.5Han construido recintos sagrados a Baal para quemar en ellos a sus hijos como holocaustos en honor de Baal, cosa que no les mandé, ni les sugerí, ni se me pasó por la cabeza. 6Por eso llegan días —oráculo del Señor— en que ya no llamarán a este lugar ‘Tófet’ ni ‘valle de Ben Hinnón’, sino ‘valle de la Matanza’.7Haré que fracasen en él los planes de Judá y Jerusalén, los haré caer a espada ante sus enemigos, por mano de los que quieren matarlos, y daré sus cadáveres como pasto a las aves y a las bestias.8Convertiré esta ciudad en objeto de espanto y de burla: los que pasen junto a ella se espantarán y silbarán a la vista de tantas heridas. 9Haré que se coman a sus hijos e hijas, que se coman unos a otros, cuando les aprieten y estrechen el cerco sus enemigos mortales”.10Después romperás la jarra en presencia de tus acompañantes 11y les dirás: “Esto dice el Señor del universo: Así romperé yo a este pueblo y a esta ciudad, como se rompe un cacharro de barro sin que se pueda recomponer. Y enterrarán en Tófet por falta de sitio. 12Así trataré a este lugar y a sus habitantes. Haré de esta ciudad un Tófet —oráculo del Señor—; 13las casas de Jerusalén y los palacios reales de Judá serán inmundos como el lugar de Tófet, esas casas en cuyas azoteas quemaban ofrendas con incienso a los astros del cielo y derramaban libaciones a dioses extranjeros”».14Jeremías volvió de Tófet, adonde lo había mandado el Señor a profetizar, se plantó en el atrio del templo y dijo a toda la gente: 15«Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: “Voy a traer sobre esta ciudad y su comarca todos los males con que la he amenazado, porque endurecieron su cerviz y no escucharon mis palabras”».
Capítulo 20
1Pasjur, hijo de Imer, comisario del templo del Señor, oyó a Jeremías profetizar aquello. 2Pasjur hizo azotar al profeta Jeremías y lo metió en el cepo que se encuentra en la Puerta de Benjamín, la de arriba, en el templo del Señor.3A la mañana siguiente, cuando Pasjur lo sacó del cepo, Jeremías le dijo: «El Señor ya no te llama Pasjur, sino Pavor-en-torno, 4pues esto dice el Señor: “Te voy a convertir en pavor para ti y para todos tus amigos, que caerán víctimas de la espada enemiga en tu presencia. Entregaré a todos los habitantes de Judá en poder del rey de Babilonia, que los desterrará a Babilonia y los matará a espada.5En cuanto a todas las riquezas de esta ciudad, sus bienes, objetos preciosos y los tesoros reales de Judá, los entregaré a sus enemigos, que los saquearán, los pillarán y se los llevarán a Babilonia. 6Y tú, Pasjur, irás desterrado a Babilonia junto con toda tu familia. Allí morirás y serás enterrado con todos tus amigos, a quienes profetizabas tus embustes”».7Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; has sido más fuerte que yo y me has podido. He sido a diario el hazmerreír, todo el mundo se burlaba de mí.8Cuando hablo, tengo que gritar, proclamar violencia y destrucción. La palabra del Señor me ha servido de oprobio y desprecio a diario.9Pensé en olvidarme del asunto y dije: «No lo recordaré; no volveré a hablar en su nombre»; pero había en mis entrañas como fuego, algo ardiente encerrado en mis huesos. Yo intentaba sofocarlo, y no podía.10Oía la acusación de la gente: «“Pavor-en-torno”, delatadlo, vamos a delatarlo». Mis amigos acechaban mi traspié: «A ver si, engañado, lo sometemos y podemos vengarnos de él».11Pero el Señor es mi fuerte defensor: me persiguen, pero tropiezan impotentes. Acabarán avergonzados de su fracaso, con sonrojo eterno que no se olvidará.12Señor del universo, que examinas al honrado y sondeas las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos, pues te he encomendado mi causa!13Cantad al Señor, alabad al Señor, que libera la vida del pobre de las manos de gente perversa.14Maldito el día en que nací, no sea tenido por bendito el día en que mi madre me parió.15Maldito el hombre que anunció la buena noticia a mi padre: «Te ha nacido un hijo varón», y le dio una gran alegría.16Sea ese hombre igual que las ciudades que el Señor destruyó sin compasión; que escuche alaridos de mañana, gritos de guerra al mediodía.17¿Por qué no me mató en el vientre? Mi madre habría sido mi sepulcro, con su vientre preñado eternamente.18¿Por qué hube de salir del vientre para pasar trabajos y fatigas y acabar mis días deshonrado?
Capítulo 21
1Palabra que el Señor dirigió a Jeremías cuando el rey Sedecías le envió a Pasjur, hijo de Malquías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maasías, con este mensaje:2—Consulta al Señor de nuestra parte, pues Nabucodonosor, rey de Babilonia, está en guerra con nosotros. A ver si el Señor obra alguno de sus prodigios en nuestro favor y Nabucodonosor levanta el cerco.3Jeremías les respondió: —Volved a Sedecías con este mensaje: 4«Esto dice el Señor, Dios de Israel: Haré que retrocedan las armas que empuñáis para luchar contra el rey de Babilonia y los caldeos que os atacan desde fuera de las murallas; y los reuniré en medio de esta ciudad. 5Yo mismo lucharé contra vosotros con mano extendida y brazo potente, con ira, con cólera y con rabia incontrolada. 6Mataré a los habitantes de esta ciudad: hombres y bestias morirán de una peste funesta. 7Después de esto —oráculo del Señor— entregaré a Sedecías, rey de Judá, a sus cortesanos y a la gente de esta ciudad que haya sobrevivido a la peste, a la espada y al hambre, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, en manos de sus enemigos y de cuantos quieren su muerte. Acabará con ellos a filo de espada, sin piedad, clemencia o compasión».8«Y a ese pueblo le dirás: Esto dice el Señor: “Voy a deciros la forma de seguir con vida y el camino que os conducirá a la muerte. 9Quien se quede en esta ciudad morirá a espada, de hambre o de peste; pero quien salga y se rinda a los caldeos que os asedian seguirá con vida: su vida será su botín. 10Porque me he fijado en esta ciudad para su mal, no para su bien —oráculo del Señor—; así que será entregada en manos del rey de Babilonia, que la pasará a fuego”».11A la casa real de Judá: escuchad la palabra del Señor.12Casa de David, esto dice el Señor: Juzgad cada mañana conforme a derecho, librad al oprimido de manos del opresor, no sea que estalle mi cólera como fuego, arda y no haya quien la extinga, por culpa de vuestras malas acciones.13Aquí me tienes contra ti, ciudad asentada en el valle, roca que domina la llanura —oráculo del Señor—. Vosotros andáis diciendo: «¿Quién vendrá contra nosotros?, ¿quién penetrará en nuestras guaridas?».14Pues voy a pediros cuentas tal como merecen vuestras obras —oráculo del Señor—. Pegaré fuego a su bosque, que devorará todo alrededor.
Capítulo 22
1Esto dijo el Señor: Baja al palacio del rey de Judá y transmítele este mensaje: 2Escucha la palabra del Señor, rey de Judá, que te sientas en el trono de David; y que la escuchen también tus cortesanos y tu pueblo, que entran por estas puertas. 3Esto dice el Señor: Practicad la justicia y el derecho, librad al oprimido del opresor, no explotéis al forastero, al huérfano y a la viuda, no derraméis sin piedad sangre inocente en este lugar. 4Pues, si ponéis en práctica esto que os digo, seguirán entrando por las puertas de este palacio reyes que ocuparán el trono de David, montados en carruajes y a lomos de caballo, acompañados de sus ministros y de su pueblo. 5Pero, si no hacéis caso de lo que os digo, por mi vida —oráculo del Señor—, que convertiré en ruinas este palacio. 6Pues esto dice el Señor sobre el palacio real de Judá: Eras para mí como Galaad, igual que la cumbre del Líbano; pero juro que voy a convertirte en desierto; serán tus poblados lugares vacíos de habitantes.7Designaré contra ti destructores, cada cual provisto de su hacha: talarán tus cedros más selectos, que después arrojarán al fuego.8Gente de distintos pueblos pasará cerca de esta ciudad y se preguntarán unos a otros: «¿Por qué ha tratado así el Señor a esta ciudad tan importante?». 9Y algunos les responderán: «Porque abandonaron la alianza que habían hecho con el Señor, su Dios, y se dedicaron a adorar y a dar culto a otros dioses».10No lloréis por un muerto ni hagáis duelo por él; llorad, llorad por el que se va, pues no regresará ni verá la patria que lo vio nacer.11Esto dice el Señor a Salún, sucesor de su padre Josías, rey de Judá: «El que salió de este lugar ya no regresará; 12morirá en el lugar adonde lo deportaron. Jamás volverá a esta tierra».13¡Ay del que edifica sus palacios sobre injusticia, construye sus salones violando el derecho! Obliga a trabajar gratis a sus hombres, los priva del jornal que se han ganado.14Piensa: «Me haré un palacio espacioso, con salones superiores bien ventilados. Que abran ventanales, lo recubran de cedro y pinten todo de color escarlata».15¿Piensas acaso que eres rey porque sabes competir en cedros? Tu padre comió y bebió, pero practicó la justicia y el derecho; por eso todo le fue bien.16Defendió a pobres y desvalidos, ¡y eso sí que es conocerme! —oráculo del Señor—.17Pero solo tienes ojos y corazón para buscar tu propio interés, para derramar sangre de inocentes y practicar la opresión y el atropello.18Por tanto, esto dice el Señor acerca de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá: Nadie plañirá en su funeral: ¡Ay hermano! ¡Ay hermana! Nadie plañirá en su funeral: ¡Ay Señor! ¡Ay Majestad!19Será enterrado como un asno, será arrastrado y tirado fuera de las puertas de Jerusalén.20Asciende al Líbano y grita, alza tu voz por Basán y clama desde Abarín, pues están destrozados tus amantes.21Te hablé cuando vivías tranquila, y dijiste: «No quiero oírte». ¡Tu típica conducta desde joven: nunca escuchabas mis palabras!22El viento apacentará a tus pastores, tus amantes irán desterrados; entonces sentirás decepción, vergüenza por toda tu maldad.23Tú, que te asientas en el Líbano, que has puesto tu nido entre cedros, ¡qué gritos cuando lleguen los dolores y te retuerzas como una parturienta!24Por mi vida —oráculo del Señor—, que aunque tú, Jeconías, hijo de Joaquim, rey de Judá, fueses el sello de mi mano derecha, te arrancaría 25y te entregaría en manos de los que quieren quitarte la vida y de la gente que más temes: de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de los caldeos. 26Os expulsaré a ti y a la madre que te trajo al mundo a otro país, donde no nacisteis. Y allí moriréis. 27No volverán a la tierra adonde anhelan regresar.28¿Es un cacharro despreciable y roto este tal Jeconías? ¿O quizá es un trasto inútil? ¿Pues por qué ha sido arrojado, junto con toda su familia, a un país desconocido?29¡Tierra, tierra, tierra, escucha la palabra del Señor!30Esto dice el Señor: «Inscribid a este hombre como estéril, un varón malogrado en vida: no logró que alguien de su estirpe ocupara el trono de David y siguiera gobernando en Judá».
Capítulo 23
1¡Ay de los pastores que dispersan y dejan que se pierdan las ovejas de mi rebaño! —oráculo del Señor—. 2Por tanto, esto dice el Señor, Dios de Israel a los pastores que pastorean a mi pueblo: «Vosotros dispersasteis mis ovejas y las dejasteis ir sin preocuparos de ellas. Así que voy a pediros cuentas por la maldad de vuestras acciones —oráculo del Señor—. 3Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países adonde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas para que crezcan y se multipliquen. 4Les pondré pastores que las apacienten, y ya no temerán ni se espantarán. Ninguna se perderá —oráculo del Señor—».5Mirad que llegan días —oráculo del Señor— en que daré a David un vástago legítimo: reinará como monarca prudente, con justicia y derecho en la tierra.6En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y le pondrán este nombre: «El-Señor-nuestra-justicia».7Así que llegan días —oráculo del Señor— en que ya no se dirá: «Lo juro por el Señor, que sacó a los hijos de Israel de Egipto», 8sino: «Lo juro por el Señor, que sacó a la casa de Israel del país del norte y de los países por donde los dispersó, y los trajo para que habitaran en su propia tierra».9A los profetas: Tengo roto el corazón en mi interior, se estremecen todos mis huesos; me siento como un borracho, como un hombre cargado de vino. Y todo por la causa del Señor, debido a sus santas palabras.10El país está lleno de adúlteros (A causa de tantas maldiciones, la tierra se ha cubierto de luto; se secan los pastos de la estepa), todos corren tras el mal, su poder está en la injusticia.11Sacerdotes y profetas son impíos: ¡en mi templo he encontrado su maldad! —oráculo del Señor—.12Por eso, su camino se hará resbaladizo; empujados a la tiniebla, en la tiniebla caerán. Pienso traerles la desgracia cuando venga a pedirles cuentas —oráculo del Señor—.13He visto en los profetas de Samaría un verdadero desatino: profetizan en nombre de Baal y extravían a mi pueblo, Israel.14Pero en los profetas de Jerusalén observo una cosa monstruosa: son adúlteros, van tras la mentira, les gusta animar a los malvados, pues ninguno abandona su maldad. Se me han vuelto todos como Sodoma, sus habitantes igual que Gomorra.15Por tanto, esto dice el Señor del universo tocante a los profetas: «Les daré a comer ajenjo, y agua corrompida para beber, pues por culpa de los profetas de Jerusalén se esparció la iniquidad por el país».16Esto dice el Señor del universo: «No escuchéis la voz de los profetas: tratan de embaucaros con sus palabras, os transmiten visiones imaginarias, cosas que no ha dicho el Señor.17A los que me desprecian les dicen: “Tendréis paz; lo ha dicho el Señor”; y a los de corazón obstinado: “No os pasará nada malo”.18¿Quién estuvo en el consejo del Señor? ¿Quién lo vio y escuchó su palabra? ¿Quién oyó su palabra y la escuchó?19Ya está aquí la tormenta del Señor, un huracán que gira y descarga encima de la cabeza de los malvados;20no se calmará la cólera del Señor hasta que haya ejecutado su propósito. Después de que pase ese tiempo lograréis entenderlo todo.21Yo no envié a esos profetas, pero ellos corrían; no les comuniqué mi palabra, pero ellos profetizaban.22Si hubieran asistido a mi consejo, transmitirían al pueblo mi palabra: les harían dejar el mal camino y abandonar sus malas acciones».23¿Soy solo Dios en la cercanía y no lo soy en la lejanía? —oráculo del Señor—.24Si alguien se oculta en su escondrijo, ¿creéis que no podré verlo? —oráculo del Señor—. ¿No lleno el cielo y la tierra? —oráculo del Señor—.25Ya he escuchado lo que dicen los profetas, esos que andan profetizando mentiras en mi nombre, esos que van anunciando: «He tenido un sueño, he tenido un sueño». 26¿Hasta cuándo durará esto? La mente de los profetas está repleta de falsedades, todo producto de su fantasía. 27Con los sueños que se cuentan entre sí pretenden que mi pueblo me olvide, como me olvidaron sus padres por Baal. 28El profeta que tenga un sueño, que lo cuente como sueño; y el que esté en posesión de mi palabra, que la transmita fielmente. ¿Qué tiene que ver la paja con el grano? —oráculo del Señor—.29¿No es mi palabra como fuego, como martillo que cuartea la roca? —oráculo del Señor—.30Pues aquí estoy yo contra los profetas que se roban entre sí mis palabras —oráculo del Señor—. 31Aquí estoy yo contra los profetas que se valen de su lengua para pronunciar oráculos —oráculo del Señor—. 32Aquí estoy yo contra los profetas que tienen falsos sueños y los cuentan —oráculo del Señor—, extraviando así a mi pueblo con sus mentiras y pretensiones. Y resulta que no los envié ni les di orden alguna. Por eso, no pueden servir de provecho a este pueblo —oráculo del Señor—.33Si alguien de este pueblo, o un profeta o sacerdote, te pregunta: «¿Cuál es la carga del Señor?», le respondes: «La carga sois vosotros y voy a dejaros caer» —oráculo del Señor—. 34Y si un profeta, un sacerdote u otra persona del pueblo dice «carga del Señor», le pediré cuentas a él y a su familia. 35Así que, cuando habléis entre vosotros, preguntaréis: «¿Qué ha respondido el Señor? ¿Qué ha dicho el Señor?». 36Y olvidaos ya de la expresión «carga del Señor», pues cada cual cargará con su palabra, ya que habéis pervertido la palabra del Dios vivo, del Señor del universo, nuestro Dios. 37Así preguntaréis al profeta: «¿Qué ha respondido el Señor? ¿Qué ha dicho el Señor?», 38pues si seguís hablando de la carga del Señor, siendo así que os prohibí pronunciar esa frase, 39os aseguro que os levantaré en vilo y os arrojaré lejos de mí: a vosotros y a la ciudad que os di a vosotros y a vuestros padres. 40Descargaré sobre vosotros una afrenta y una vergüenza eternas, que jamás serán olvidadas.
Capítulo 24
1El Señor me mostró dos cestos de higos colocados delante de su templo. (El suceso tuvo lugar después de que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportara a Jeconías, rey de Judá, hijo de Joaquim, a la gente principal de Judá y a los artesanos y trabajadores del metal de Jerusalén, y se los llevara a Babilonia). 2Uno de los cestos contenía higos buenísimos, como las brevas; el otro contenía higos malísimos, tan malos que no se podían comer.3El Señor me preguntó: —¿Qué ves, Jeremías? Respondí: —Veo higos. Los buenos son buenísimos, pero los malos son tan malos que no se pueden comer.4Entonces el Señor me habló así:5—Esto dice el Señor, Dios de Israel: «Como ocurre con estos higos buenos, que da gusto verlos, voy a mirar con agrado a los desterrados de Judá, que expulsé de este lugar a la tierra de los caldeos. 6Los miraré con benevolencia y los haré volver a este país; los reconstruiré y no los destruiré; los replantaré y no los arrancaré. 7Les daré un corazón capaz de conocerme: sabrán que yo soy el Señor. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios cuando vuelvan a mí de todo corazón».8En cambio, esto dice el Señor: «Como ocurre con los higos malos, que de tan malos no se pueden comer, así trataré al rey Sedecías, a su gente principal y al resto de Jerusalén que quede en este país o que resida en Egipto.9Los convertiré en escarmiento de todos los reinos de la tierra: serán objeto de insultos, sátiras, burlas y maldiciones en todos los lugares adonde los disperse. 10Haré que los persigan la espada, el hambre y la peste, hasta que desaparezcan de la tierra que les di a ellos y a sus padres».
Capítulo 25
1Palabra que recibió Jeremías relativa a toda la gente de Judá el año cuarto de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá. (Era el año primero de Nabucodonosor, rey de Babilonia). 2El profeta Jeremías la pronunció ante toda la gente de Judá y todos los habitantes de Jerusalén en estos términos:3Desde el año decimotercero de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, hasta ahora (veintitrés años en total) el Señor me ha estado dirigiendo la palabra, y yo os la he estado comunicando día tras día, pero no habéis escuchado. 4También os envió el Señor día tras día a sus siervos, los profetas, y tampoco escuchasteis ni prestasteis atención. 5Os decían: «Que cada cual abandone su mala conducta y sus malas acciones, de ese modo volveréis a la tierra que el Señor os dio a vosotros y a vuestros padres, desde siempre y para siempre. 6No vayáis detrás de dioses extranjeros para servirlos y darles culto, y no me irritéis con las obras de vuestras manos; así no os enviaré ningún mal». 7Pero, para vuestra desgracia, no me hicisteis caso —oráculo del Señor—, pues seguisteis irritándome con las obras de vuestras manos.8Por tanto, esto dice el Señor del universo: «Por no haberme hecho caso, 9voy a mandar que busquen a todos los pueblos del norte —oráculo del Señor— y a mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia. Los traeré contra esta tierra y sus habitantes, y contra las naciones de alrededor; los consagraré al exterminio y los convertiré en objeto de estupor y burla, y en desolación perpetua. 10Haré que enmudezcan entre ellos las voces alegres de fiesta, las voces del novio y de la novia, el ruido de la molienda y la luz del candil. 11Y todo este país quedará convertido en ruina y desolación, al tiempo que estas naciones quedarán sometidas al rey de Babilonia durante setenta años. 12Después, una vez cumplidos los setenta años, pediré cuentas al rey de Babilonia y a su nación por todos sus crímenes —oráculo del Señor—, y convertiré la tierra de los caldeos en desolación perpetua. 13Haré que se cumplan contra aquel país todas las amenazas que he pronunciado contra él, todo lo escrito en este libro: las profecías de Jeremías contra las naciones. 14También los caldeos serán sometidos por numerosas naciones y reyes poderosos, y les daré la paga que merezcan sus acciones, lo que hayan realizado».15Esto me dijo el Señor, Dios de Israel: «Toma esta copa del vino de la cólera que tengo en la mano y haz que la beban todas las naciones a las que voy a enviarte. 16Que beban, se tambaleen y enloquezcan ante la espada que voy a enviar en medio de ellas. 17Tomé la copa que me daba el Señor e hice que bebieran de ella todas las naciones a las que me había enviado el Señor: 18a Jerusalén, a los poblados de Judá, a sus reyes y dignatarios, para convertirlos en ruina y desolación, en objeto de burla y maldición (tal como sucede actualmente); 19al faraón, rey de Egipto, a sus cortesanos y dignatarios, a todo el pueblo y 20a los mercenarios; a todos los reyes de la tierra de Us, y a todos los reyes de territorio filisteo: Ascalón, Gaza, Ecrón y el resto de Asdod; 21a Edón, Moab y los amonitas; 22a los reyes de Tiro y de Sidón, y a los de las costas de ultramar; 23a Dedán, Temá y Buz, y a todos los que se afeitan las sienes; 24a todos los reyes de Arabia y de los mercenarios que habitan en el desierto; 25a todos los reyes de Zimrí, de Elán y de Media; 26a todos los reyes del norte, cercanos y lejanos, uno detrás de otro, y a todos los reinos que ocupan la superficie de la tierra. Y el rey de Sesac será el último en beber».27Les dirás: «Esto dice el Señor del universo, rey de Israel: Bebed, emborrachaos, vomitad y caed para no levantaros ante la espada que voy a enviar en medio de vosotros. 28Y si se niegan a aceptar la copa que les das para beber, les dices: Esto os comunica el Señor del universo: Tenéis que beber sin remedio, 29pues, si voy a empezar el castigo por la ciudad que lleva mi nombre, ¿creéis que vais a quedar impunes? ¡Ni lo penséis!, pues voy a llamar a la espada para que acabe con todos los habitantes de la tierra —oráculo del Señor—».30Así que les anuncias todas estas amenazas y les dices: El Señor ruge desde lo alto, clama desde su santa morada; ruge y ruge contra su dehesa, grita igual que los lagareros contra todos los habitantes del país.31Se oye el eco en los confines de la tierra, pues el Señor pleitea con las naciones, viene a juzgar a toda criatura, entrega a los malvados a la espada —oráculo del Señor—.32Esto dice el Señor del universo: Mirad, un desastre va pasando de una nación a otra; se eleva una violenta tormenta desde los confines de la tierra.33Aquel día habrá víctimas del Señor de un extremo al otro de la tierra. Nadie llorará por ellos ni los enterrará. Serán como estiércol sobre el suelo.34Gritad, pastores, lamentaos; revolcaos, mayorales del ganado, que llega el tiempo de la matanza, el tiempo de vuestra dispersión; caeréis como carneros cebados.35Los pastores no encuentran refugio, los mayorales no pueden escapar.36Ya se oyen los gritos de los pastores, se escucha el llanto de los mayorales, pues el Señor destruye sus pastos.37Enmudecen las prósperas dehesas ante la ira ardiente del Señor.38El león abandona su cubil (su tierra es pura desolación) ante el incendio devastador, ante el incendio de su cólera.
Capítulo 26
1Al comienzo del reinado de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, recibió Jeremías esta palabra de parte del Señor:2Esto dice el Señor: «Ponte en el atrio del templo y, cuando los ciudadanos de Judá entren en él para adorar, les repites a todos las palabras que yo te mande decirles; no dejes ni una sola. 3A ver si escuchan y se convierte cada cual de su mala conducta, y así me arrepentiré yo del mal que tengo pensado hacerles a causa de sus malas acciones. 4Les dirás: “Esto dice el Señor: Si no me obedecéis y cumplís la ley que os promulgué, 5si no escucháis las palabras de mis siervos los profetas, que os he enviado sin cesar (a pesar de que no hacíais caso), 6trataré a este templo como al de Siló, y haré de esta ciudad fórmula de maldición para todos los pueblos de la tierra”».7Los profetas, los sacerdotes y todos los presentes oyeron a Jeremías pronunciar estas palabras en el templo del Señor. 8Cuando Jeremías acabó de transmitir cuanto el Señor le había ordenado decir a la gente, los sacerdotes, los profetas y todos los presentes lo agarraron y le dijeron: «Eres reo de muerte. 9¿Por qué profetizas en nombre del Señor que este templo acabará como el de Siló y que esta ciudad quedará en ruinas y deshabitada?». Y el pueblo se arremolinó en torno a Jeremías en el templo del Señor. 10Los magistrados de Judá, al enterarse de lo sucedido, se trasladaron desde el palacio al templo del Señor y se sentaron junto a la Puerta Nueva. 11Los sacerdotes y los profetas dijeron a los magistrados y a la gente: —Este hombre es reo de muerte, pues ha profetizado contra esta ciudad, como lo habéis podido oír vosotros mismos.12Jeremías respondió a los magistrados y a todos los presentes: —El Señor me ha enviado a profetizar contra este templo y esta ciudad todo lo que acabáis de oír. 13Ahora bien, si enmendáis vuestra conducta y vuestras acciones y escucháis la voz del Señor vuestro Dios, el Señor se arrepentirá de la amenaza que ha pronunciado contra vosotros. 14Yo, por mi parte, estoy en vuestras manos: haced de mí lo que mejor os parezca. 15Pero sabedlo bien: si me matáis, os haréis responsables de sangre inocente, que caerá sobre vosotros, sobre esta ciudad y sobre sus habitantes. Porque es cierto que el Señor me ha enviado para que os comunique personalmente estas palabras.16Los magistrados del pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas: —Este hombre no es reo de muerte, pues nos ha hablado en nombre del Señor nuestro Dios.17Entonces se pusieron en pie algunos ancianos del país y dijeron a toda la asamblea del pueblo:18—Miqueas de Moréset, que profetizó en tiempos de Ezequías, rey de Judá, dijo en una ocasión a toda la gente de Judá: Esto dice el Señor del universo: Sión será un campo labrado, Jerusalén, un montón de ruinas, y la colina donde se alza el templo, un cerro cubierto de maleza.19¿Acaso le dieron muerte por eso Ezequías, rey de Judá, y la gente del pueblo? ¿No sintieron más bien temor por el Señor y lo apaciguaron? De ese modo el Señor se arrepintió del castigo con el que los había amenazado. Nosotros, en cambio, vamos a tener que cargar con un crimen terrible.20Hubo otro hombre que profetizaba en nombre del Señor. Se trataba de Urías, hijo de Semaías, de Quiriat Yearín. Profetizó contra esta ciudad y este país en los mismos términos que Jeremías. 21Cuando el rey Joaquim, sus oficiales y sus dignatarios escucharon lo que decía, el propio rey intentó matarlo. Pero Urías se enteró e, impulsado por el miedo, se refugió en Egipto. 22El rey Joaquim envió a Egipto a Elnatán, hijo de Acbor, con unos cuantos hombres; 23sacaron a Urías de Egipto y se lo llevaron al rey Joaquim. El rey ordenó que lo mataran a espada y que arrojaran su cadáver a una fosa común.24Entonces Ajicán, hijo de Safán, se hizo cargo de Jeremías para que no lo entregaran al pueblo y le dieran muerte.
Capítulo 27
1Al comienzo del reinado de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá, el Señor comunicó a Jeremías lo siguiente: 2«Esto dice el Señor: Prepárate unas correas y un yugo, y sujétatelo al cuello.3Envía después un mensaje a los reyes de Edón, de Moab, de los amonitas, de Tiro y de Sidón. Envíalo por medio de los embajadores que han venido a Jerusalén a entrevistarse con Sedecías, rey de Judá. 4Diles que transmitan el siguiente mensaje a sus soberanos: “Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Decid a vuestros soberanos: 5Yo he creado la tierra, el ser humano y los animales que pueblan la tierra, usando mi gran poder y mi poderoso brazo, y lo doy todo a quien me parece. 6Ahora he entregado estos países a mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia, e incluso le he sometido los animales salvajes para que lo sirvan. 7Todas las naciones le quedarán sometidas a él, a su hijo y a su nieto, hasta que también a su país le llegue la hora de quedar sometido a numerosas naciones y a reyes poderosos. 8De modo que, si una nación o un reino no se somete a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y no pone su cuello bajo el yugo del rey de Babilonia, yo mismo castigaré a esa nación con la espada, el hambre y la peste hasta acabar con ellos por medio de él —oráculo del Señor—. 9Así que no hagáis caso a vuestros profetas, adivinos, intérpretes de sueños, agoreros y hechiceros cuando os dicen que no seréis sometidos al rey de Babilonia, 10pues os están profetizando mentiras para que yo os aleje de vuestra tierra, os disperse y acabe con vosotros. 11En cambio, si una nación pone su cuello bajo el yugo del rey de Babilonia y se le somete, la dejaré tranquila en su tierra para que la cultive y habite en ella” —oráculo del Señor—».12En idénticos términos hablé a Sedecías, rey de Judá: «Poned vuestro cuello bajo el yugo del rey de Babilonia y someteos a él y a su pueblo, de modo que sigáis con vida. 13¿Por qué vas a morir junto con tu pueblo, víctimas de la espada, el hambre y la peste, tal como anunció el Señor a la nación que no se sometiera al rey de Babilonia? 14No hagáis caso a los profetas que os dicen que no os veréis sometidos al rey de Babilonia, pues no os profetizan más que mentiras.15El caso es que, aunque yo no los he enviado, no hacen más que profetizar mentiras en mi nombre —oráculo del Señor—, para que os expulse y os destruya junto con los profetas que os profetizan».16También hablé a los sacerdotes y a todo este pueblo: «Esto dice el Señor: No hagáis caso a vuestros profetas cuando os dicen que el ajuar del templo del Señor va a ser devuelto en breve de Babilonia, pues no os profetizan más que mentiras. 17No los escuchéis. Someteos al rey de Babilonia si queréis seguir con vida. ¿Por qué habría de quedar esta ciudad reducida a escombros? 18Además, si son profetas y está con ellos la palabra del Señor, que intercedan ante el Señor del universo para que no se lleven a Babilonia el ajuar que quedó en el templo del Señor, en el palacio real de Judá y en Jerusalén. 19Pues esto dice el Señor del universo respecto de las columnas, del mar (de bronce), de los pedestales y del ajuar que quedó en esta ciudad, 20y que no se llevó consigo el rey de Babilonia cuando deportó de Jerusalén a Babilonia a Jeconías, hijo de Joaquim, rey de Judá, junto con los notables de Jerusalén y de todo Judá». 21En efecto, esto dice el Señor del universo, Dios de Israel, respecto del ajuar que quedó en el templo del Señor, en el palacio real de Judá y en Jerusalén: 22«Será llevado a Babilonia y allí quedará hasta que llegue la hora en que pida cuentas a los babilonios. Entonces haré que lo traigan y lo devolveré a este lugar».
Capítulo 28
1El mismo año, el año cuarto de Sedecías, rey de Judá, el quinto mes, Jananías, hijo de Azur, profeta de Gabaón, me dijo en el templo, en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo:2—Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: «He roto el yugo del rey de Babilonia. 3Antes de dos años devolveré a este lugar el ajuar del templo, que Nabucodonosor, rey de Babilonia, tomó de este lugar para llevárselo a Babilonia. 4A Jeconías, hijo de Joaquim, rey de Judá, y a todos los desterrados de Judá que marcharon a Babilonia, yo mismo los haré volver a este lugar —oráculo del Señor— cuando rompa el yugo del rey de Babilonia».5El profeta Jeremías respondió al profeta Jananías delante de los sacerdotes y de toda la gente que estaba en el templo. 6Le dijo así el profeta Jeremías: —¡Así sea; así lo haga el Señor! Que el Señor confirme la palabra que has profetizado y devuelva de Babilonia a este lugar el ajuar del templo y a todos los que están allí desterrados. 7Pero escucha la palabra que voy a pronunciar en tu presencia y ante toda la gente aquí reunida: 8Los profetas que nos precedieron a ti y a mí, desde tiempos antiguos, profetizaron a países numerosos y a reyes poderosos guerras, calamidades y pestes. 9Si un profeta profetizaba prosperidad, solo era reconocido como profeta auténtico enviado por el Señor cuando se cumplía su palabra.10Entonces Jananías arrancó el yugo del cuello del profeta Jeremías y lo rompió. 11Después dijo Jananías a todos los presentes: —Esto dice el Señor: «De este modo romperé del cuello de todas las naciones el yugo de Nabucodonosor, rey de Babilonia, antes de dos años».El profeta Jeremías se marchó.12Vino la palabra del Señor a Jeremías después de que Jananías hubo roto el yugo del cuello del profeta Jeremías. El Señor le dijo: 13«Ve y dile a Jananías: Esto dice el Señor: Tú has roto un yugo de madera, pero yo haré un yugo de hierro. 14Porque esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Pondré un yugo de hierro al cuello de todas estas naciones para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y se le sometan. Le entregaré hasta los animales salvajes».15El profeta Jeremías dijo al profeta Jananías: «Escúchame, Jananías: El Señor no te ha enviado, y tú has inducido a este pueblo a una falsa confianza. 16Por tanto, esto dice el Señor: Voy a hacerte desaparecer de la tierra; este año morirás porque has predicado rebelión contra el Señor».17Y el profeta Jananías murió aquel mismo año, el séptimo mes.
Capítulo 29
1Texto de la carta que envió Jeremías desde Jerusalén a los ancianos deportados, a los sacerdotes y a los profetas, así como a toda la gente que Nabucodonosor había deportado de Jerusalén a Babilonia. 2(El hecho tuvo lugar después de que salieran de Jerusalén el rey Jeconías, la reina madre, los eunucos y los dignatarios de Judá y Jerusalén, así como los artesanos y trabajadores del metal de Jerusalén). 3Mandó la carta por mediación de Elasa, hijo de Safán, y de Guemarías, hijo de Jilquías, a quienes Sedecías, rey de Jerusalén, había enviado adonde estaba Nabucodonosor, rey de Babilonia:4«Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel, a todos los que hice deportar de Jerusalén a Babilonia: 5Construid casas y habitadlas, plantad huertos y comed sus frutos. 6Tomad esposas y engendrad hijos e hijas, tomad esposas para vuestros hijos y dad vuestras hijas en matrimonio para que engendren hijos e hijas. Multiplicaos allí y no disminuyáis. 7Buscad la prosperidad del país adonde os he deportado y rogad por él al Señor, porque su prosperidad será la vuestra. 8Porque esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Que no os engañen los profetas que viven entre vosotros, ni vuestros adivinos; no hagáis caso de los sueños que os cuentan, 9porque os profetizan mentiras en mi nombre, sin que yo los haya enviado —oráculo del Señor—».10Esto dice el Señor: «Cuando pasen en Babilonia setenta años, os visitaré y cumpliré en vosotros mi palabra salvadora, trayéndoos a este lugar. 11Pues sé muy bien lo que pienso hacer con vosotros: designios de paz y no de aflicción, daros un porvenir y una esperanza. 12Me invocaréis e iréis a suplicarme, y yo os escucharé. 13Me buscaréis y me encontraréis, si me buscáis de todo corazón. 14Me dejaré encontrar, y cambiaré vuestra suerte. Os congregaré sacándoos de los países y comarcas por donde os dispersé —oráculo del Señor—, y os devolveré al lugar adonde os deporté».15«Respecto a lo que decís, que el Señor os ha suscitado profetas en Babilonia, 16esto dice el Señor a propósito del rey que ocupa el trono de David y de toda la gente que habita en esta ciudad, es decir, de vuestros hermanos que no partieron con vosotros al destierro: 17Esto dice el Señor del universo: Voy a desencadenar contra ellos la espada, el hambre y la peste. Los trataré como a los higos podridos, que de tan malos no se pueden comer. 18Los perseguiré con la espada, el hambre y la peste. Todos los reinos de la tierra se espantarán al verlos, y serán ejemplo de maldición, estupor, burla e ignominia entre todas las naciones por donde los dispersé, 19pues no escucharon mis palabras —oráculo del Señor— y, a pesar de enviarles continuamente a mis siervos los profetas, no les hicieron caso —oráculo del Señor—.20Pero vosotros, gente que deporté de Jerusalén a Babilonia, escuchad la palabra del Señor. 21Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel, a propósito de Ajab, hijo de Colaías, y de Sedecías, hijo de Maasías, esos que os profetizan mentiras en mi nombre: Voy a entregarlos en poder de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que los matará en vuestra presencia. 22En ellos tendrá su origen una maldición que usarán todos los deportados de Jerusalén que se encuentran en Babilonia: “Que el Señor te trate como a Sedecías y a Ajab, a quienes pasó a fuego el rey de Babilonia”,23pues cometieron una infamia en Israel, fueron adúlteros con las mujeres de otros y pronunciaron mentiras en mi nombre, algo que yo no les mandé. Lo sé y doy testimonio de ello —oráculo del Señor—».24Dirás a Semaías el nejlamita: 25«Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Tú has enviado cartas firmadas de puño y letra a toda la gente que vive en Jerusalén, a Sofonías, hijo del sacerdote Maasías, y a todos los sacerdotes, en los siguientes términos: 26“El Señor te ha nombrado sacerdote en sustitución del sacerdote Joadá para que estés al frente del templo del Señor. Si alguien se desmanda y se pone a profetizar, ordenarás que lo metan en el cepo y las argollas. 27Entonces, ¿por qué no has dado un escarmiento a Jeremías, de Anatot, que anda profetizando entre vosotros? 28Nos ha enviado un mensaje a Babilonia diciendo que esto va para largo, que construyamos casas y las habitemos, que plantemos huertos y comamos de sus frutos”».29El sacerdote Sofonías leyó esta carta al profeta Jeremías. 30Entonces el Señor dirigió la palabra a Jeremías en estos términos: 31«Envía este mensaje a todos los desterrados: Esto dice el Señor a Semaías el nejlamita, que os ha profetizado sin que yo lo haya enviado, inspirándoos así una falsa seguridad. 32Así, pues, esto dice el Señor: Voy a castigar a Semaías el nejlamita y a sus descendientes. Ninguno de ellos formará parte de este pueblo ni disfrutará de los bienes que voy a conceder a mi pueblo, pues predicó la desobediencia al Señor —oráculo del Señor—».
Capítulo 30
1Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor: 2«Esto dice el Señor, Dios de Israel: Escribe en un libro todas las palabras que he dicho, 3pues vienen días —oráculo del Señor— en que cambiaré la suerte de mi pueblo Israel y de Judá, dice el Señor, y haré que vuelvan a la tierra que di como heredad a sus antepasados».4Estas son las palabras que pronunció el Señor sobre Israel y Judá: 5«Esto dice el Señor: Oímos gritos de terror, de miedo, no de sosiego.6Preguntad, id a informaros si dan a luz los varones. Es que veo a los varones sujetando sus caderas, lo mismo que parturientas, con el rostro descompuesto.7¡Ay! Grande será aquel día, no habrá ninguno como él: tiempo de angustia para Jacob, aunque saldrá libre de ella.8Aquel día —oráculo del Señor del universo— romperé el yugo que sujeta tu cuello y arrancaré tus correas. No volverán a servir a extranjeros, 9pues servirán al Señor, su Dios, y a David, el rey que les nombraré.10No temas, Jacob, siervo mío; no tengas miedo, Israel —oráculo del Señor—, pues llegaré de lejos a salvarte, traeré a tus hijos del destierro. Jacob volverá y descansará, tranquilo, sin nadie que lo inquiete,11pues estoy contigo para salvarte —oráculo del Señor—. Acabaré con todas las naciones adonde te había dispersado, pero no acabaré contigo. Voy a corregirte con medida, ya que no pienso dejarte impune.12Esto dice el Señor: Tu fractura es incurable, tu herida está infectada;13tu llaga no tiene remedio, no hay medicina que la cierre.14Tus amantes te han olvidado, ya no preguntan por ti, pues te herí como un enemigo, te di un escarmiento cruel. Y todo por tus muchos crímenes, por la gran cantidad de tus pecados.15¿Por qué gritas por tu herida? Tu llaga incurable. Por tantos y tantos crímenes, por todos tus numerosos pecados te he tratado de ese modo.16Pero los que te devoran serán devorados, todos tus enemigos serán desterrados; tus saqueadores serán saqueados, los que te despojan serán despojados.17Voy a cerrarte la herida, voy a curarte las llagas —oráculo del Señor—. Te llamaban “la Repudiada”, “Sión, por quien nadie pregunta”.18Pero esto dice el Señor: Cambiaré la suerte de las tiendas de Jacob, voy a compadecerme de sus moradas; reconstruirán la ciudad sobre sus ruinas, su palacio se asentará en su puesto.19De allí saldrán alabanzas, voces con aire de fiesta. Haré que crezcan y no mengüen, que sea reconocida su importancia, que no sean despreciados.20Serán sus hijos como antaño, su asamblea, estable en mi presencia; yo castigaré a sus opresores.21De entre ellos surgirá un príncipe, su gobernante saldrá de entre ellos; lo acercaré y estará junto a mí, pues ¿quién arriesgaría su vida por ponerse cerca de mí? —oráculo del Señor—.22Y vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios.23¡Atención! El Señor desencadena una tormenta; un huracán se arremolina por encima de la cabeza de los malvados.24No cede el incendio de la ira del Señor, hasta ver realizados y cumplidos sus designios. Al cabo de los años llegaréis a comprenderlo».
Capítulo 31
1En aquel tiempo —oráculo del Señor— seré el Dios de todas las tribus de Israel, y ellas serán mi pueblo. 2Esto dice el Señor: Encontró mi favor en el desierto el pueblo que escapó de la espada; Israel camina a su descanso.3El Señor se le apareció de lejos: Con amor eterno te amé, por eso prolongué mi misericordia para contigo.4Te construiré, serás reconstruida, doncella capital de Israel; volverás a llevar tus adornos, bailarás entre corros de fiesta.5Volverás a plantar viñas allá por los montes de Samaría; las plantarán y vendimiarán.6«Es de día» gritarán los centinelas arriba, en la montaña de Efraín: «En marcha, vayamos a Sión, donde está el Señor nuestro Dios».7Porque esto dice el Señor: «Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por la flor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: ¡El Señor ha salvado a su pueblo, ha salvado al resto de Israel!8Los traeré del país del norte, los reuniré de los confines de la tierra. Entre ellos habrá ciegos y cojos, lo mismo preñadas que paridas: volverá una enorme multitud.9Vendrán todos llorando y yo los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por camino llano, sin tropiezos. Seré un padre para Israel, Efraín será mi primogénito».10Escuchad, pueblos, la palabra del Señor, anunciadla en las islas remotas: «El que dispersó a Israel lo reunirá, lo guardará como un pastor a su rebaño;11porque el Señor redimió a Jacob, lo rescató de una mano más fuerte».12Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor: hacia el trigo y el vino y el aceite, y los rebaños de ovejas y de vacas; su alma será como un huerto regado, y no volverán a desfallecer.13Entonces se alegrará la doncella en la danza, gozarán los jóvenes y los viejos; convertiré su tristeza en gozo, los alegraré y aliviaré sus penas;14alimentaré a los sacerdotes con enjundia, y mi pueblo se saciará de mis bienes —oráculo del Señor—.15Esto dice el Señor: Se escucha un grito en Ramá, gemidos y un llanto amargo: Raquel, que llora a sus hijos, no quiere ser consolada, pues se ha quedado sin ellos.16Esto dice el Señor: Reprime la voz de tu llanto, seca las lágrimas de tus ojos, pues tendrán recompensa tus penas: volverán del país enemigo —oráculo del Señor—.17Tu futuro rebosa esperanza, volverán los hijos a su patria —oráculo del Señor—.18He oído con toda claridad cómo se lamentaba Efraín: «Me has tratado con dureza, como a un novillo sin domar, pero he aprendido la lección. Hazme volver y volveré, pues tú eres mi Dios, Señor.19Me alejé y después me arrepentí; lo entendí y me di golpes de pecho. Estaba avergonzado y sonrojado al tener que soportar la vergüenza de lo que hice en plena juventud».20¡Efraín es mi hijo querido, él es mi niño encantador! Después de haberlo reprendido, me acuerdo y se conmueven mis entrañas. ¡Lo quiero intensamente! —oráculo del Señor—.21Plántate mojones, ponte señales, atención a la calzada que debes recorrer. Vuelve, doncella de Israel, vuelve a estas tus ciudades.22¿Hasta cuándo estarás indecisa, muchacha rebelde? El Señor crea algo nuevo en el país: la mujer cortejará al varón.23Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: «Cuando yo cambie tu suerte, todavía se dirá esta palabra en el territorio de Judá y en sus poblados: “Que el Señor te bendiga, morada de justicia, montaña santa”. 24En Judá y en todos sus poblados habitarán juntos labradores y ganaderos trashumantes, 25pues refrescaré las gargantas resecas y saciaré las gargantas hambrientas». 26En esto, me desperté y me di cuenta de que había tenido un dulce sueño.27Ya llegan días —oráculo del Señor— en que sembraré en Israel y en Judá simiente de hombres y simiente de animales. 28Del mismo modo que estuve atento para arrancar y arrasar, para destruir, deshacer y maltratar, así de atento estaré para edificar y plantar —oráculo del Señor—.29Aquellos días ya no se dirá: «Los padres comieron agraces y los hijos tuvieron dentera».30Cada cual morirá por su pecado, quien coma agraces tendrá dentera.31Ya llegan días —oráculo del Señor— en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva.32No será una alianza como la que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor —oráculo del Señor—.33Esta será la alianza que haré con ellos después de aquellos días —oráculo del Señor—: Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.34Ya no tendrán que enseñarse unos a otros diciendo: «Conoced al Señor», pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor —oráculo del Señor—, cuando perdone su culpa y no recuerde ya sus pecados.35Esto dice el Señor, que puso el sol para alumbrar el día, las leyes de la luna y las estrellas para alumbrar la noche; que agita el mar, y mugen sus olas, su nombre es Señor del universo:36«Si fallaran estas leyes que he dejado establecidas —oráculo del Señor—, también Israel dejará de ser pueblo para mí».37Esto dice el Señor: «Si pudiera medirse el cielo allá arriba o escrutarse abajo los cimientos de la tierra, entonces rechazaría a la estirpe de Israel, por todo lo que hizo —oráculo del Señor—».38Ya llegan días —oráculo del Señor— en que la ciudad del Señor será reconstruida desde la Torre de Jananel hasta la Puerta del Ángulo. 39La cuerda de medir volverá a ser extendida en línea recta hasta la loma de Gareb para torcer después hasta Goá. 40El valle de los cadáveres y de las cenizas, así como los campos que lindan con el torrente Cedrón y llegan hasta la esquina de la Puerta de los Caballos, a Oriente, todo quedará consagrado al Señor. Ya no volverá a ser destruida ni arrasada.
Capítulo 32
1Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor el año décimo de Sedecías, rey de Judá, que coincidió con el año décimo octavo de Nabucodonosor. 2Por aquel entonces, las tropas del rey de Babilonia asediaban Jerusalén, y el profeta Jeremías se hallaba detenido en el patio de la guardia del palacio del rey de Judá. 3Sedecías, rey de Judá, había ordenado su detención tras haberlo acusado en estos términos: —Tú has profetizado: «Esto dice el Señor: Voy a entregar esta ciudad en manos del rey de Babilonia, que la conquistará. 4El propio Sedecías, rey de Judá, no escapará a los caldeos, pues será entregado sin remedio en manos del rey de Babilonia, a quien verá personalmente y con quien hablará cara a cara. 5Sedecías será llevado a Babilonia, y allí permanecerá hasta que me ocupe personalmente de él —oráculo del Señor—. Convenceos de que, aunque luchéis contra los caldeos, no vais a conseguir nada».6Jeremías había respondido: —Yo he recibido una palabra del Señor en estos términos: 7«Mira, Janamel, hijo de tu tío Salún, va a venir a decirte: “Cómprame el campo de Anatot, pues tú tienes el derecho de rescatarlo mediante compra”». 8En efecto, tal como había dicho el Señor, mi primo Janamel vino al patio de la guardia y me dijo: «Cómprame el campo que tengo en Anatot, en territorio de Benjamín, pues tuyo es el derecho de adquisición y de rescate; venga, cómpramelo». Yo me di cuenta de que aquello era cosa del Señor, 9y le compré a mi primo Janamel el campo que tenía en Anatot. Le pagué por él diecisiete siclos de plata.10Firmé el contrato, lo sellé en presencia de testigos y pesé la plata en la balanza. 11Después tomé la escritura de compra, ya sellada, que contenía el acuerdo y las condiciones, y una copia abierta.12A continuación entregué la escritura de compra a Baruc, hijo de Nerías y nieto de Majsías, en presencia de mi primo Janamel, de los testigos firmantes de la escritura y de los de Judá que estaban en el patio de la guardia.13Después, ante todos los presentes, di a Baruc el siguiente encargo: 14«Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Toma estos documentos, la escritura de compra sellada y la copia abierta, y mételos en un recipiente de arcilla para que se conserven durante mucho tiempo, 15pues esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Todavía se comprarán casas, campos y viñas en este país».16Después de entregar la escritura de compra a Baruc, hijo de Nerías, recé así al Señor: 17«¡Ay, mi Señor! Tú has hecho el cielo y la tierra con gran poder y poderoso brazo. Nada te resulta imposible. 18Tú manifiestas tu amor a lo largo de generaciones, pero pides cuentas a los hijos de la culpa de los padres. Tú eres un Dios grande y fuerte: te llamas Señor del universo.19Tus decisiones son magníficas, y tus acciones, poderosas. Te fijas en el comportamiento de los hijos de Adán para pagar a cada cual según su conducta, conforme merecen sus acciones.20Hiciste signos y portentos en Egipto, cuyo recuerdo perdura hasta hoy; y así te has ganado un renombre en Israel y en toda la humanidad. 21Sacaste de Egipto a tu pueblo Israel con signos y portentos, con mano firme y brazo poderoso, y en medio de un gran terror; 22y le diste esta tierra que habías prometido a sus padres, una tierra que mana leche y miel. 23Entraron y tomaron posesión de ella, pero no te hicieron caso ni vivieron conforme a tus leyes; no cumplieron las normas que les diste. Por eso, convocaste contra ellos este desastre. 24En este momento los taludes de asalto llegan hasta la ciudad, que ya está prácticamente a merced de la espada de los caldeos, ayudados por los estragos del hambre y la peste. Lo que habías anunciado ha tenido lugar; ya lo estás viendo. 25Y precisamente ahora, mi Señor, cuando la ciudad está a punto de caer en poder de los caldeos, me dices que compre el campo de Anatot ante testigos».26Entonces el Señor dirigió esta palabra a Jeremías: 27«Yo soy el Señor, el Dios de todos los seres vivos, y nada me resulta imposible. 28Esto dice el Señor: Voy a entregar esta ciudad en poder de los caldeos y de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que la someterá. 29Los caldeos atacantes entrarán en esta ciudad y le prenderán fuego junto con las casas en cuyas terrazas se quemaba incienso en honor de Baal y se hacían libaciones a dioses extranjeros con ánimo de provocarme. 30Porque, desde su juventud, los hijos de Israel y los de Judá siempre han hecho lo que me disgusta; los hijos de Israel no han dejado de provocarme con las obras de sus manos —oráculo del Señor—. 31Desde el día en que fue construida hasta hoy, esta ciudad ha provocado mi ira y mi cólera hasta el punto de tener que quitarla de mi vista, 32pues son numerosas las maldades que cometieron tanto los hijos de Israel y los de Judá como sus reyes, dignatarios, sacerdotes y profetas, la gente de Judá y los habitantes de Jerusalén. 33Me volvieron la espalda y no me dieron la cara. Yo los instruía de continuo, pero no escuchaban ni aprendían la lección; 34antes bien, instalaron sus ídolos abominables en el templo que lleva mi nombre, y así lo profanaron. 35Construyeron en honor a Baal recintos sagrados en el valle de Ben Hinnón para pasar a fuego a sus hijos e hijas en honor de Moloc, cosa que no les mandé ni me había pasado por la imaginación. Obrando de ese modo abominable incitaron a pecar a toda la gente de Judá.36Pues ahora, esto dice el Señor, Dios de Israel, acerca de esta ciudad que, según vosotros, ha sido entregada en poder del rey de Babilonia mediante la espada, el hambre y la peste: 37Voy a reunirlos de todos los países por donde los dispersé lleno de ira, cólera y gran indignación. Los haré volver a este lugar para que vivan en él tranquilos. 38Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. 39Les daré otro corazón y otra conducta, de suerte que me teman día tras día; y así les irá bien a ellos y a sus descendientes.40Haré con ellos una alianza eterna, y no pararé de hacerles el bien. Infundiré en sus corazones el deseo de temerme, y así no se apartarán de mí. 41Disfrutaré haciéndoles el bien: los plantaré sólidamente en esta tierra, con todo mi corazón y con toda mi alma. 42Pues esto dice el Señor: Del mismo modo que he acarreado sobre este pueblo esa gran calamidad, asimismo haré que se derramen sobre ellos todos los bienes que les estoy prometiendo. 43La gente volverá a comprar campos en esta tierra, de la que ahora decís que es una desolación, sin hombres ni ganados, y que ha sido entregada en poder de los caldeos. 44En el territorio de Benjamín, en las pedanías de Jerusalén, en las ciudades de Judá, y en los poblados de la montaña, de la Sefelá y del Negueb, se adquirirán campos a su precio, pues voy a cambiar la suerte del país —oráculo del Señor—».
Capítulo 33
1Jeremías volvió a recibir la palabra del Señor mientras seguía detenido en el patio de la guardia. Le dijo:2«Esto dice el Señor, el Creador, el que da forma a todo y lo consolida, y que se llama “Señor”: 3Llámame y te responderé; te revelaré cosas importantes y recónditas que tú desconoces.4Porque esto dice el Señor, Dios de Israel, respecto a las casas de esta ciudad y a las viviendas reales de Judá que han sido destruidas por el asedio y la espada. 5Ahora se disponen a luchar contra los caldeos, pero solo servirá para llenar las casas con los cadáveres de quienes decidí destruir en el colmo de mi ira y de mi cólera, pues a causa de su maldad aparté mi vista de esta ciudad. 6Pero después yo mismo la curaré y le proporcionaré remedio, sanearé sus casas y les revelaré la seguridad y el bienestar que voy a concederles.7Haré que cambie la suerte de Judá y la suerte de Israel, y los reconstruiré tal como eran antes. 8Los purificaré de todos los pecados que cometieron contra mí y les perdonaré todos sus crímenes y sus rebeldías. 9Jerusalén será para mí motivo de satisfacción: todas las naciones de la tierra me alabarán y honrarán cuando oigan los beneficios que le voy a conceder; y se estremecerán y conmoverán cuando vean el bienestar y la prosperidad que voy a proporcionarle.10Esto dice el Señor: En este lugar del que decís que es una ruina, sin hombres ni ganados, en todos los poblados de Judá y en las calles desoladas de Jerusalén, sin hombres, sin habitantes y sin ganados, todavía volverán a escucharse 11la voz de la alegría y de la fiesta, la voz del novio y de la novia, la voz de los que entran en el templo trayendo víctimas de acción de gracias y cantando: “Dad gracias al Señor del universo, porque es bueno, porque es eterna su misericordia”. Pues voy a cambiar la suerte del país, dejándolo como era antes —dice el Señor—.12Esto dice el Señor del universo: En este lugar arruinado, sin hombres ni ganados, y en todas sus ciudades habrá de nuevo dehesas de pastores que recogerán en ellas a sus rebaños. 13En las poblaciones de la montaña, de la Sefelá y del Negueb, en el territorio de Benjamín, en las pedanías de Jerusalén y en las ciudades de Judá, volverán a pasar ovejas bajo la mano del que las cuente —dice el Señor—.14Ya llegan días —oráculo del Señor— en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá. 15En aquellos días y en aquella hora, suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra. 16En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos, y la llamarán así: “El Señor es nuestra justicia”.17Pues esto dice el Señor: No le faltará a David quien lo suceda en el trono de la casa de Israel. 18Tampoco les faltará a los sacerdotes levíticos quien me ofrezca holocaustos en el templo, quien queme ofrendas y quien haga sacrificios a diario».19Jeremías recibió esta palabra del Señor: 20«Esto dice el Señor: Si fueseis capaces de romper mi alianza con el día y con la noche, de modo que no hubiese día ni noche a su debido tiempo, 21también sería entonces posible romper la alianza que hice con mi siervo David, de modo que ya no tendría quien lo sucediera en el trono, y con los sacerdotes levitas, mis ministros. 22Como los astros del cielo, que es imposible contar, y como la arena del mar, que es imposible calcular, así multiplicaré la descendencia de mi siervo David y la de los levitas, mis ministros».23Jeremías recibió esta palabra del Señor: 24«¿No oyes lo que anda diciendo esta gente? Dicen que el Señor ha rechazado a las dos familias que había elegido. Y de este modo menosprecian a mi pueblo, pues consideran que no es una nación.25Por tanto, esto dice el Señor: Si es cierto que creé el día y la noche y que establecí las leyes por las que se rigen el cielo y la tierra, 26también es cierto que no impediré que surjan de la descendencia de Jacob y de mi siervo David quienes gobiernen a la descendencia de Abrahán, Isaac y Jacob, pues voy a cambiar su suerte y tendré compasión de ellos».
Capítulo 34
1Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor en el momento en que Jerusalén y las ciudades de los alrededores estaban siendo atacadas por Nabucodonosor, rey de Babilonia, al mando de sus tropas y de todos los pueblos y reinos de la tierra sometidos a su poder: 2«Esto dice el Señor: Ve a decir a Sedecías, rey de Judá: Esto dice el Señor: Voy a entregar esta ciudad en poder del rey de Babilonia, que le prenderá fuego. 3En cuanto a ti, no escaparás de sus manos, pues serás capturado. Verás cara a cara al rey de Babilonia y hablarás personalmente con él. E irás a parar a Babilonia. 4A pesar de todo, escucha la palabra del Señor, Sedecías, rey de Judá: Esto dice el Señor respecto a ti: No morirás víctima de la espada, 5sino de muerte natural. Y del mismo modo que quemaron perfumes en los funerales de tus antepasados, los reyes que te precedieron, también los quemarán en tu honor y plañirán por ti “¡Ay, señor!”. Lo digo yo —oráculo del Señor—».6El profeta Jeremías transmitió estas palabras a Sedecías, rey de Judá, en Jerusalén, 7mientras el ejército del rey de Babilonia estaba atacando Jerusalén y las poblaciones de Judá que quedaban, concretamente Laquis y Azeca, las dos únicas plazas fuertes de Judá que todavía resistían.8Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor después de que el rey Sedecías llegase a un acuerdo con la gente de Jerusalén y anunciase una liberación de esclavos. 9Les propuso que cada cual dejase en libertad a su esclavo o esclava hebreos, de modo que nadie tuviera como esclavo a un hermano judaíta. 10Todos los nobles y el resto de la gente que se habían comprometido mediante acuerdo a dejar en libertad a su esclavo o esclava, de modo que ya no hubiese esclavos entre ellos, así lo hicieron, dejándolos en libertad.11Pero después hicieron volver a los esclavos y esclavas que habían liberado, y los sometieron de nuevo a esclavitud.12Entonces Jeremías recibió esta palabra de parte del Señor: 13«Esto dice el Señor, Dios de Israel: Yo hice una alianza con vuestros antepasados cuando los saqué de Egipto, del país donde estaban esclavizados. Les dije:14“Cuando hayan pasado siete años, cada uno de vosotros dejará libre al esclavo hebreo que se le haya vendido. Te servirá durante seis años, y después lo dejarás en libertad”. Pero vuestros antepasados no me hicieron caso ni prestaron atención. 15Ahora os habéis convertido y habéis hecho lo que me parece justo: habéis decidido proclamar una liberación de esclavos y habéis tomado ese compromiso en mi presencia, en el templo que lleva mi nombre. 16Pero después os habéis echado atrás, profanando así mi nombre; pues todos vosotros, tras haber dejado en libertad a su esclavo o esclava, los habéis obligado a volver, sometiéndolos así de nuevo a esclavitud.17Por tanto, esto dice el Señor: Dado que no habéis atendido a mi deseo de que cada cual proclamase la liberación definitiva de su hermano y paisano, ahora voy a proclamar yo —oráculo del Señor— la liberación de la espada, del hambre y de la peste, y voy a convertiros en ejemplo de escarmiento de todos los reinos de la tierra. 18A los que rompieron mi alianza y no mantuvieron el acuerdo sellado ante mí, los trataré como al novillo que partieron por la mitad para pasar entre los dos trozos. 19A la gente principal de Judá y de Jerusalén, a los eunucos, sacerdotes y a toda la gente que pasó entre las dos mitades del novillo, 20voy a entregarlos en poder de sus enemigos y de quienes buscan su muerte. Sus cadáveres servirán de pasto a las aves y a las bestias. 21También a Sedecías, rey de Judá, y a sus cortesanos pienso entregarlos en poder de sus enemigos y de quienes buscan su muerte, y en poder del ejército del rey de Babilonia, que acaba de retirarse. 22Ahora daré la orden —oráculo del Señor— de que vuelvan y ataquen esta ciudad, que la conquisten y le prendan fuego. Y convertiré los poblados de Judá en una desolación sin habitantes».
Capítulo 35
1Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor, en tiempo de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá: 2«Ve a los recabitas y habla con ellos; tráelos después a una de las dependencias del templo del Señor e invítales a beber vino».3Traje conmigo a Jazanías, hijo de Jeremías y nieto de Abisinías, a sus parientes, a todos sus hijos y al clan entero de los recabitas. 4Los llevé al templo del Señor, a las dependencias de los hijos de Janán, hijo de Yigdilías, el hombre de Dios cuya habitación está junto a las dependencias de los dignatarios del templo y encima de la habitación de Maasías, hijo del portero Salún. 5Les traje a los recabitas unas jarras con vino y unas copas, y les dije: —Bebed.6Ellos respondieron: —No bebemos vino, pues nuestro antepasado Jonadab, hijo de Recab, nos impuso estas normas: «Nunca bebáis vino, ni vosotros ni vuestros hijos. 7No os edifiquéis casas, ni sembréis ni plantéis viñas. Nada de esto poseeréis. Habitaréis en tiendas, de modo que podáis vivir muchos años en el país donde residís como forasteros». 8Nosotros hemos obedecido a nuestro antepasado Jonadab, hijo de Recab, en todo lo que nos mandó. Así que nunca bebemos vino, ni nosotros ni nuestras mujeres, hijos e hijas; 9no edificamos casas para vivir en ellas; no plantamos viñas ni tenemos campos para sembrar. 10Siempre hemos vivido en tiendas, obedeciendo a nuestro antepasado Jonadab y haciendo todo lo que nos mandó. 11Pero, cuando vimos que Nabucodonosor, rey de Babilonia, atacaba el país, pensamos que era mejor venir a Jerusalén para huir del ejército caldeo y del ejército arameo. Así que nos instalamos en Jerusalén.12Entonces recibió Jeremías esta palabra del Señor: 13«Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Ve y comunica lo siguiente a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén: ¿Es que nunca vais a aprender la lección ni vais a hacer caso de lo que os digo? —oráculo del Señor—. 14Ved cómo han sido cumplidas las órdenes de Jonadab, hijo de Recab. Mandó a sus hijos que no bebiesen vino, y hasta ahora no lo han probado. Así es como han obedecido el mandato de su antepasado. En cambio, yo os he hablado sin descanso y no me habéis hecho caso.15Os envié insistentemente a mis siervos los profetas para que os dijeran: “Abandonad el mal camino y mejorad vuestra conducta; no vayáis detrás de dioses extranjeros ni les deis culto. De ese modo podréis seguir viviendo en la tierra que os di a vosotros y a vuestros antepasados”. Pero no me obedecisteis ni me hicisteis caso. 16Podéis ver cómo los descendientes de Jonadab, hijo de Recab, cumplieron el mandato que les dio su antepasado, mientras que este pueblo no me ha hecho caso. 17Por tanto, esto dice el Señor, Dios del universo, Dios de Israel: “Voy a traer contra Judá y contra los habitantes de Jerusalén todas las desgracias que les anuncié, pues les hablé y no me escucharon, los llamé y no me respondieron”».18Y Jeremías dijo al clan de los recabitas: «Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Por haber obedecido el mandato de vuestro antepasado Jonadab, por haber observado sus preceptos y haber actuado conforme a lo que os ordenó, 19esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: “No faltará a Jonadab, hijo de Recab, un descendiente que esté a mi servicio día tras día”».
Capítulo 36
1El año cuarto de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, recibió Jeremías esta palabra del Señor: 2«Toma un rollo y escribe en él todo lo que te he dicho tocante a Israel, a Judá y a todas las naciones, desde el día en que empecé a hablarte, en vida de Josías, hasta hoy.3A ver si la casa de Judá escucha las desgracias que he pensado enviarles y abandonan todos su mal camino, de modo que yo pueda perdonarles sus culpas y pecados».4Jeremías llamó a Baruc, hijo de Nerías, para que escribiese en un rollo, mientras él iba dictando, todas las palabras que el Señor le había comunicado. 5Después Jeremías dio esta orden a Baruc: «Ya ves que estoy preso y que no puedo ir al templo del Señor. 6Así que ve tú y lee las palabras del Señor que te he dictado y que has anotado en el rollo. Las lees ante los que están celebrando un día de ayuno en el templo del Señor y también ante el resto de la gente que haya acudido de los poblados de Judá. 7A ver si presentan sus súplicas ante el Señor y abandona cada cual su mala conducta, pues son grandes la ira y la cólera con las que el Señor amenaza a este pueblo».8Baruc, hijo de Nerías, hizo todo lo que le había ordenado el profeta Jeremías: leyó en el templo las palabras del Señor escritas en el libro. 9Precisamente el año quinto de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, durante el mes noveno, fue proclamado un ayuno ante el Señor para todos los vecinos de Jerusalén y para la gente que solía acudir a la ciudad desde los poblados de Judá. 10Baruc, pues, leyó en el templo las palabras de Jeremías escritas en el libro. Las leyó desde la habitación de Guemarías, hijo del escriba Safán, en el patio superior, a la entrada de la Puerta Nueva del templo del Señor, ante todos los presentes.11Cuando Miqueas, hijo de Guemarías y nieto de Safán, oyó todas las palabras del Señor escritas en aquel rollo, 12bajó al palacio real, a la habitación del canciller, donde encontró reunidos a los dignatarios: al canciller Elisamá, a Delaías, hijo de Semaías, a Elnatán, hijo de Acbor, a Guemarías, hijo de Safán, a Sedecías, hijo de Jananías, y a los demás dignatarios.13Miqueas les contó todo lo que había leído Baruc en presencia del pueblo. 14Los dignatarios enviaron entonces a Jehudí, hijo de Netanías, y a Selemías, hijo de Cusí, para que dijeran a Baruc: «Toma contigo el rollo que has leído ante la gente y tráetelo». Baruc, hijo de Nerías, tomó el rollo consigo y fue adonde estaban ellos. 15Le dijeron: «Siéntate y léenoslo, por favor». Baruc se lo leyó. 16Cuando oyeron el contenido, se asustaron y decidieron contarle todo aquello al rey. 17Le dijeron a Baruc: —Explícanos cómo has escrito este texto.18Baruc respondió: —Él me iba dictando todas estas palabras y yo las iba escribiendo en el libro.19Dijeron los dignatarios a Baruc: «Ve y escóndete con Jeremías. Que nadie sepa dónde estáis».20Después de guardar el rollo en la habitación del canciller Elisamá, fueron adonde estaba el rey, atravesando el patio interior, y le contaron personalmente todo lo sucedido. 21Entonces el rey mandó a Jehudí que fuera a buscar el rollo. Jehudí lo trajo de la habitación del canciller Elisamá y lo leyó en voz alta ante el rey y ante todos los dignatarios que estaban en torno al monarca. 22Como era el mes noveno, el rey se había instalado en la residencia de invierno y tenía delante un brasero encendido. 23Cada vez que Jehudí leía tres o cuatro columnas del rollo, el rey cortaba la parte ya leída con el cortaplumas del canciller y la arrojaba al brasero, hasta que todo el rollo quedó consumido por el fuego. 24Pero ni el rey ni los ministros que escucharon todo aquello se asustaron o se rasgaron las vestiduras. 25Elnatán, Delaías y Guemarías suplicaron al rey que no quemara el rollo, pero no les hizo caso. 26Entonces el rey ordenó que Jerajmeel, príncipe real, Seraías, hijo de Azriel, y Selemías, hijo de Abdeel, fuesen a detener al escriba Baruc y al profeta Jeremías. Pero el Señor los había escondido.27Vino la palabra del Señor al profeta Jeremías, después de que el rey hubo quemado el rollo que contenía las palabras escritas por Baruc al dictado de Jeremías. Le dijo: 28«Toma otro rollo y escribe en él todo lo que contenía el primer rollo que ha quemado Joaquim, rey de Judá. 29Y a Joaquim, rey de Judá, le dices lo siguiente: Esto dice el Señor: Tú has quemado el rollo porque en él estaba escrito que el rey de Babilonia vendrá sin falta a devastar este país y a aniquilar en él a hombres y animales. 30Pues bien, esto dice el Señor a propósito de Joaquim, rey de Judá: No tendrá a nadie que lo suceda en el trono de David. Su cadáver yacerá por tierra, expuesto al calor del día y al frío de la noche. 31Les pediré cuentas de sus pecados a él, a sus descendientes y a sus dignatarios, y haré que se abatan sobre ellos, sobre los habitantes de Jerusalén y sobre la gente de Judá todas las calamidades que les anuncié, sin que por ello me hicieran caso».32Jeremías tomó otro rollo y se lo dio al escriba Baruc, hijo de Nerías, quien escribió lo que Jeremías le iba dictando: todo el texto del libro que había quemado Joaquim, rey de Judá. Incluso añadió otras muchas cosas del mismo tenor.
Capítulo 37
1A Jeconías, hijo de Joaquim, le sucedió en el trono Sedecías, hijo de Josías, a quien Nabucodonosor, rey de Babilonia, había nombrado rey de Judá. 2Pero ni él, ni sus oficiales ni el pueblo de la tierra habían hecho caso de las palabras que el Señor les había comunicado por medio del profeta Jeremías.3El rey Sedecías envió a Jucal, hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maasías, para que dijeran a Jeremías: «Reza por nosotros al Señor, nuestro Dios». 4Por entonces Jeremías andaba entre la gente, pues todavía no había sido encarcelado. 5El ejército del faraón había salido de Egipto. Cuando los caldeos que asediaban Jerusalén se enteraron de la noticia, levantaron el cerco de la ciudad.6Entonces el profeta Jeremías recibió esta palabra del Señor: 7«Esto dice el Señor, Dios de Israel: Decid esto al rey de Judá que os ha enviado a consultarme: Mirad, el ejército del faraón, que se había movilizado para ayudaros, ha regresado a Egipto, su país. 8Los caldeos que atacaban esta ciudad volverán, la tomarán y prenderán fuego a esta ciudad. 9Esto dice el Señor: No os engañéis pensando que los caldeos van a levantar el cerco y se van a retirar, pues no se retirarán. 10Además, aunque derrotarais a todo el ejército caldeo que ahora os ataca, con tal de que quedasen en las tiendas unos cuantos heridos, se levantarían y pegarían fuego a esta ciudad».11Cuando el ejército caldeo estaba levantando el cerco de Jerusalén para replegarse ante el avance del ejército del faraón, 12salió Jeremías de Jerusalén camino del territorio de Benjamín para asistir a un reparto de tierras entre su gente. 13Cuando se disponía a salir por la Puerta de Benjamín, Jirías, capitán de la guardia, hijo de Selemías y nieto de Jananías, apresó al profeta Jeremías acusándolo de pasarse a los caldeos. 14Jeremías le contestó: «Mentira. Yo no me paso a los caldeos». Pero Jirías no le hizo caso. Apresó a Jeremías y lo condujo ante los dignatarios. 15Estos se irritaron contra Jeremías y mandaron que lo azotaran y lo encarcelaran en casa del escriba Jonatán, que habían acondicionado como prisión. 16Jeremías fue así a parar al calabozo del sótano, donde permaneció largo tiempo.17El rey Sedecías ordenó que se lo trajeran a palacio y le preguntó en secreto: —¿Hay algún mensaje de parte del Señor? Respondió Jeremías: —Sí; y añadió: serás entregado en manos del rey de Babilonia.18Dijo también Jeremías al rey Sedecías: —¿Qué delito he cometido contra ti, tus oficiales o este pueblo para que hayas ordenado que me metan en la cárcel? 19¿Dónde están esos profetas vuestros que os anunciaban que el rey de Babilonia no os atacaría ni penetraría en el país? 20Y ahora escúchame, mi rey y señor: te pido por favor que no me devuelvas a la casa del escriba Jonatán, de lo contrario moriré allí.21Entonces el rey Sedecías ordenó que custodiasen a Jeremías en el patio de la guardia, y que le diesen una hogaza diaria de pan —de la calle de los Panaderos—, mientras hubiese pan en la ciudad. Y Jeremías se quedó en el patio de la guardia.
Capítulo 38
1Sefatías, hijo de Matán; Godolías, hijo de Pasjur; Jucal, hijo de Selemías, y Pasjur, hijo de Malquías oyeron lo que Jeremías andaba diciendo a todos: 2«Esto dice el Señor: Quien se quede en esta ciudad morirá de espada, de hambre o de peste. En cambio, el que se pase a los caldeos seguirá con vida; ese será su botín. 3Esto dice el Señor: Esta ciudad será entregada sin remedio en poder del ejército del rey de Babilonia, que la conquistará».4Los dignatarios dijeron al rey: —Hay que condenar a muerte a ese hombre, pues, con semejantes discursos, está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y al resto de la gente. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia.5Respondió el rey Sedecías: —Ahí lo tenéis, en vuestras manos. Nada puedo hacer yo contra vosotros.6Ellos se apoderaron de Jeremías y lo metieron en el aljibe de Malquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo con sogas. Jeremías se hundió en el lodo del fondo, pues el aljibe no tenía agua.7Ebedmélec el cusita, un eunuco del palacio real, oyó que habían arrojado a Jeremías al aljibe. Como el rey se encontraba en la Puerta de Benjamín, 8Ebedmélec abandonó el palacio, fue al rey y le dijo:9—Mi rey y señor, esos hombres han tratado injustamente al profeta Jeremías al arrojarlo al aljibe, donde sin duda morirá de hambre, pues no queda pan en la ciudad.10Entonces el rey ordenó a Ebedmélec el cusita: —Toma tres hombres a tu mando y sacad al profeta Jeremías del aljibe antes de que muera.11Ebedmélec tomó consigo a los hombres, entró en el palacio real, fue al ropero y cogió algunos trozos de tela y de ropas inservibles. Después, con unas sogas, los descolgó en el aljibe hasta donde estaba Jeremías. 12Ebedmélec el cusita dijo entonces a Jeremías: «Ponte esos trozos de tela en los sobacos, por debajo de las sogas». Así lo hizo Jeremías. 13Entonces tiraron de él con las sogas y lo sacaron de la cisterna. Y Jeremías se quedó en el patio de la guardia.14El rey Sedecías mandó que le trajeran al profeta Jeremías a la tercera entrada del templo del Señor. El rey le dijo: —Quiero preguntarte una cosa. Y no me ocultes nada.15Jeremías le respondió: —Si te digo la verdad, seguro que me matas. Y, si te doy un consejo, no me vas a escuchar.16Entonces el rey Sedecías juró en secreto a Jeremías: —¡Por vida del Señor, que nos dio la vida, que no te mataré ni te entregaré en poder de esos hombres que te persiguen a muerte!17Respondió Jeremías a Sedecías: —Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: «Si te rindes a los generales del rey de Babilonia, salvarás la vida, y no incendiarán la ciudad. Tú y tu familia seguiréis con vida. 18Pero, si no te rindes a los generales del rey de Babilonia, esta ciudad caerá en manos de los caldeos, que la incendiarán. Y tú no escaparás».19El rey Sedecías dijo a Jeremías: —Tengo miedo de que me entreguen en manos de los de Judá que se han pasado a los caldeos, y que me maltraten.20Respondió Jeremías: —No te entregarán. Haz caso a lo que te dice el Señor a través de mí y todo te irá bien. Salvarás la vida. 21Pero, si te niegas a rendirte, esto es lo que me ha revelado el Señor: 22«Todas las mujeres que han quedado en el palacio real de Judá serán entregadas a los generales del rey de Babilonia, y dirán así: “Te han engañado y te han podido los que eran tus íntimos amigos; tus pies se han hundido en el barro y ellos se han retirado”.23Todas tus mujeres y tus hijos serán entregados a los caldeos. Y tú no te librarás de ellos, pues caerás en poder del rey de Babilonia, que incendiará la ciudad».24Sedecías dijo a Jeremías: —Que nadie se entere de lo que hemos hablado, de lo contrario morirás. 25Si los dignatarios se enteran de que he hablado contigo, y vienen a decirte: «Cuéntanos lo que has dicho al rey y no nos lo ocultes, de lo contrario te mataremos», 26tú les respondes: «He estado suplicando al rey que no me llevasen de nuevo a casa de Jonatán, a morir allí».27En efecto, los dignatarios fueron a interrogar a Jeremías, pero él les respondió conforme a las instrucciones del rey. Así que se fueron sin decir nada porque la cosa no se supo.28Jeremías se quedó en el patio de la guardia hasta el día en que fue conquistada Jerusalén. Esto sucedió cuando fue conquistada Jerusalén.
Capítulo 39
1El año noveno de Sedecías, rey de Judá, el mes décimo, Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó con todo su ejército y puso sitio a Jerusalén. 2El año undécimo de Sedecías, el día nueve del cuarto mes, abrieron brecha en las murallas de la ciudad. 3Los generales del rey de Babilonia entraron y se instalaron en la Puerta Central. Eran Nergal-Saréser, príncipe de Sin-Maguir, jefe de los magos, Nabusazbán, jefe de los eunucos, y el resto de los generales del rey de Babilonia.4Cuando vieron lo ocurrido, Sedecías, rey de Judá, y los soldados aprovecharon la noche para huir de la ciudad. Atravesaron los jardines reales por la puerta que había entre la doble muralla y huyeron en dirección a la estepa. 5Pero el ejército caldeo los persiguió, y dieron alcance a Sedecías en las estepas de Jericó. Lo apresaron y lo condujeron a Riblá, en territorio de Jamat, donde estaba Nabucodonosor, rey de Babilonia, que allí mismo dictó sentencia. 6El rey de Babilonia ordenó degollar en Riblá a los hijos de Sedecías en presencia de este; y también mandó degollar a la gente principal de Judá. 7A Sedecías le sacó los ojos y lo cargó de cadenas para llevárselo a Babilonia.8Los caldeos pegaron fuego al palacio real y a las viviendas de la ciudad, y derribaron las murallas de Jerusalén. 9Nabuzardán, jefe de la guardia, deportó a Babilonia a la gente que había quedado en la ciudad y a los desertores que se habían pasado a ellos. 10En cuanto a la gente pobre, carente de posesiones, Nabuzardán, jefe de la guardia, los dejó en Judá y les entregó viñas y tierras.11Nabucodonosor, rey de Babilonia, había dado a Nabuzardán, jefe de la guardia, la siguiente orden respecto a Jeremías: 12«Tómalo a tu cargo y no le hagas daño alguno. Y concédele lo que te pida». 13Nabuzardán, jefe de la guardia; Nabusazbán, jefe de los eunucos, y Nergal-Saréser, jefe de los magos, 14mandaron traer a Jeremías del patio de la guardia y se lo confiaron a Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán, para que lo llevase a su casa y así pudiera hacer vida normal.15Durante su detención en el patio de la guardia, Jeremías había recibido esta palabra del Señor: 16«Ve y comunica lo siguiente a Ebedmélec el cusita: Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Voy a hacer que se cumplan las palabras que he pronunciado contra esta ciudad, palabras de desgracia, que no de ventura. Tú mismo podrás comprobarlo aquel día. 17Pero aquel día yo te pondré a salvo —oráculo del Señor— y no serás entregado en manos de los hombres con los que temes encontrarte; 18pues pienso librarte para que no caigas víctima de la espada. Tu vida será tu botín, por haber confiado en mí —oráculo del Señor—».
Capítulo 40
1Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor, después que Nabuzardán, jefe de la guardia, lo hiciera venir de Ramá para hacerse cargo de él, cuando Jeremías se encontraba ya entre el grupo de deportados de Jerusalén y de Judá, que, cargados de cadenas, eran desterrados a Babilonia.2El jefe de la guardia mandó traer a Jeremías y le dijo: «El Señor, tu Dios, había predicho la desgracia que ha padecido este lugar. 3Ha cumplido todo, conforme lo había anunciado, pues pecasteis contra él y no le hicisteis caso. 4Ahora voy a quitarte definitivamente las cadenas de las muñecas. Si te parece bien venir conmigo a Babilonia, puedes hacerlo; yo me ocuparé de ti. Ahora bien, si te parece mal, déjalo. Mira, ahí tienes todo el país a tu disposición; puedes ir adonde te guste o adonde te parezca bien». 5Al ver que Jeremías no se decidía a marcharse, añadió: «Puedes volver a Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán. El rey de Babilonia lo ha nombrado gobernador de las ciudades de Judá. Quédate con él y haz vida normal entre la gente; o vete adonde mejor te parezca». El jefe de la guardia le proporcionó provisiones y le hizo algunos regalos; después le dejó marchar.6Jeremías fue a Mispá, donde estaba Godolías, hijo de Ajicán, y se quedó con él, haciendo vida normal entre la población que había quedado en el país.7Los oficiales del ejército de Judá, que se habían desperdigado por los campos con sus soldados, se enteraron de que el rey de Babilonia había nombrado gobernador del país a Godolías, hijo de Ajicán, y de que le había encomendado la custodia de los hombres, mujeres, niños y gente pobre que no habían sido deportados a Babilonia. 8Entonces unos cuantos fueron a Mispá, junto con sus hombres, a entrevistarse con Godolías. Eran Ismael, hijo de Netanías; Yojanán y Jonatán, hijos de Caréaj; Seraías, hijo de Tanjumet; los hijos de Efaí, el netofatita, y Jezanías, el maacatita. 9Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán, les juró a ellos y a sus hombres: «No temáis someteros a los caldeos. Quedaos en el país, someteos al rey de Babilonia y todo os irá bien. 10Yo tengo que quedarme en Mispá a disposición de los caldeos que lleguen a nuestro país. Por vuestra parte, podéis estableceros en las ciudades que hayáis ocupado; cosechad vino, cereales y aceite, y almacenad todo».11Los de Judá que estaban en Moab, entre los amonitas y en Edón, así como los que se habían dispersado por otros países, se enteraron también de que el rey de Babilonia había permitido que un resto de la población se quedase en el país y de que había nombrado gobernador a Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán. 12Toda esta gente regresó a Judá desde los lugares donde habían buscado refugio y fueron a Mispá, donde se hallaba Godolías. Y tuvieron una abundante cosecha de vino y de cereales.13Yojanán, hijo de Caréaj, y todos los oficiales del ejército que se habían dispersado por los campos, fueron a Mispá, donde estaba Godolías, 14y le dijeron: «¿Sabes que Baalís, rey de los amonitas, ha enviado a Ismael, hijo de Netanías, para que te asesine?». Pero Godolías, hijo de Ajicán, no les hizo caso. 15Entonces Yojanán, hijo de Caréaj, se entrevistó en secreto con Godolías, en Mispá, y le dijo: —He pensado ir yo mismo a matar a Ismael, hijo de Netanías, sin que nadie se entere. No podemos permitir que te mate, pues eso supondría la desbandada de todos los de Judá reunidos en torno a ti y la pérdida del resto de Judá.16Godolías, hijo de Ajicán, respondió a Yojanán, hijo de Caréaj: —No lo hagas. No es cierto lo que dices de Ismael.
Capítulo 41
1Pues bien, el mes séptimo, Ismael, hijo de Netanías y nieto de Elisamá, de estirpe real, se dirigió en compañía de diez hombres a Mispá, a entrevistarse con Godolías, hijo de Ajicán. Mientras estaban comiendo, 2se levantó Ismael, hijo de Netanías, junto con los diez hombres que lo acompañaban, y mataron a puñaladas a Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán, que había sido nombrado gobernador por el rey de Babilonia. 3Ismael asesinó también a todos los de Judá que estaban con Godolías en Mispá y a los soldados caldeos que se encontraban allí.4Al día siguiente del asesinato de Godolías, cuando nadie se había percatado todavía del hecho, 5llegaron de Siquén, de Siló y de Samaría ochenta hombres con la barba afeitada, con la ropa hecha jirones y con incisiones en el cuerpo. Llevaban oblaciones e incienso para ofrecerlos en el templo del Señor. 6Ismael, hijo de Netanías, salió de Mispá a su encuentro; caminaba llorando. Cuando llegó junto a ellos, les dijo: «Venid ante Godolías, hijo de Ajicán». 7Una vez dentro de la ciudad, Ismael, hijo de Netanías, los degolló con la ayuda de sus hombres y los arrojó en la cisterna. 8Entre ellos había diez hombres que dijeron a Ismael: «No nos mates, que hemos escondido en el campo trigo, cebada, aceite y miel». Ismael desistió de su plan y no los mató como había hecho con sus compañeros.9La cisterna en la que Ismael había arrojado los cadáveres de los hombres asesinados era una cisterna enorme que el rey Asá había mandado excavar para defenderse de Basá, rey de Israel. Ismael, hijo de Netanías, la llenó de cadáveres.10Ismael apresó después al resto de la población de Mispá y a las princesas reales, a toda la gente que Nabuzardán, jefe de la guardia, había confiado a Godolías, hijo de Ajicán. Ismael, hijo de Netanías, se los llevó prisioneros a territorio amonita.11Cuando Yojanán, hijo de Caréaj, y los oficiales que lo acompañaban se enteraron de los crímenes perpetrados por Ismael, hijo de Netanías, 12reunieron a todos sus hombres y fueron a luchar contra Ismael, hijo de Netanías. Lo encontraron junto a la alberca grande de Gabaón. 13Cuando la gente de Mispá que Ismael llevaba prisionera vio a Yojanán, hijo de Caréaj, y a los oficiales que lo acompañaban, se llenaron de alegría, 14dieron media vuelta y se pasaron a Yojanán, hijo de Caréaj. 15Ismael, hijo de Netanías, escapó de Yojanán con ocho hombres, en dirección a territorio amonita.16Yojanán, hijo de Caréaj, y los oficiales que lo acompañaban se ocuparon de la gente de Mispá que Ismael, hijo de Netanías, había hecho prisionera tras asesinar a Godolías, hijo de Ajicán. Entre la gente había soldados, mujeres, niños y eunucos que Yojanán había rescatado en Gabaón. 17La gente se puso en marcha e hicieron una parada en el albergue de Quinán, cerca de Belén, antes de proseguir viaje a Egipto, 18adonde huían por miedo a los caldeos, ya que Ismael, hijo de Netanías, había asesinado a Godolías, hijo de Ajicán, a quien el rey de Babilonia había nombrado gobernador del país.
Capítulo 42
1Entonces los oficiales del ejército, acompañados de Yojanán, hijo de Caréaj, de Jezanías, hijo de Osaías, y del resto de la gente, del más pequeño al más grande, 2acudieron al profeta Jeremías y le dijeron: —Acepta nuestra súplica y reza al Señor, tu Dios, por nosotros y por todo este resto, pues quedamos muy pocos de tantos que éramos, como bien puedes ver. 3Que el Señor, tu Dios, nos indique el camino que hemos de seguir y lo que debemos hacer.4El profeta Jeremías les respondió: —De acuerdo. Rezaré al Señor, vuestro Dios, según me pedís. Y os comunicaré, sin ocultaros nada, todo lo que el Señor me responda.5Ellos dijeron a Jeremías: —Que el Señor sea testigo veraz y fiel contra nosotros si no cumplimos todo lo que el Señor, tu Dios, te mande decirnos. 6Tanto si nos gusta como si no nos gusta, obedeceremos al Señor, nuestro Dios, a quien nosotros te enviamos. De este modo, si obedecemos al Señor, nuestro Dios, todo nos irá bien.7Pasados diez días, Jeremías recibió la palabra del Señor. 8Este llamó a Yojanán, hijo de Caréaj, a todos sus oficiales y al resto de la gente, del más pequeño al más grande, 9y les dijo: —Esto dice el Señor, Dios de Israel, a quien me enviasteis para presentarle vuestras súplicas: 10«Si os quedáis a vivir en esta tierra, os construiré y no os destruiré, os plantaré y no os arrancaré, pues me pesa el mal que os he hecho. 11No temáis al rey de Babilonia, como hacéis ahora; no lo temáis —oráculo del Señor—, porque yo estoy con vosotros para salvaros y libraros de su mano. 12Le infundiré compasión para que se compadezca de vosotros y os deje volver a vuestras tierras. 13Pero si decís que no queréis habitar en este país —desoyendo así la voz del Señor, vuestro Dios—, 14y que preferís ir a vivir a Egipto, pensando que allí no conoceréis guerras, ni oiréis toques de alarma, ni pasaréis hambre, 15entonces, resto de Judá, escuchad la palabra del Señor: Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Si os empeñáis en ir a Egipto para residir allí, 16la espada que teméis os alcanzará allí, en Egipto, y el hambre que os asusta os perseguirá en Egipto, donde moriréis. 17Todos los que vayan a instalarse en Egipto en calidad de refugiados morirán víctimas de la espada, el hambre o la peste. No habrá nadie que sobreviva ni que escape a las calamidades que haré caer sobre ellos. 18Pues esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Del mismo modo que derramé mi ira y mi cólera sobre los habitantes de Jerusalén, así derramaré mi ira y mi cólera sobre vosotros cuando lleguéis a Egipto. Os convertiréis en maldición y espanto, en objeto de imprecación y de vergüenza, y no volveréis a ver esta tierra». 19Esto os dice el Señor, resto de Judá: «No vayáis a Egipto. Tenedlo bien en cuenta, tal como hoy os advierto».20Os habéis engañado a vosotros mismos rogándome que fuera al Señor, vuestro Dios, pidiendo que intercediera por vosotros y diciendo que os comunicara lo que dijera el Señor para ponerlo en práctica. 21Os lo acabo de comunicar hoy, pero no hacéis caso de cuanto el Señor, vuestro Dios, me ha encargado deciros. 22Pues bien, estad seguros de que moriréis víctimas de la espada, del hambre o de la peste en el país que habéis elegido para residir como refugiados.
Capítulo 43
1Cuando Jeremías acabó de transmitir a toda aquella gente el mensaje del Señor, su Dios, todo lo que el Señor, su Dios, le había encargado, 2Azarías, hijo de Osaías, así como Yojanán, hijo de Caréaj, y todos los demás dijeron con insolencia a Jeremías: «Estás mintiendo. El Señor, nuestro Dios, no te ha encargado que nos digas que no vayamos a Egipto como refugiados. 3Lo que pasa es que Baruc, hijo de Nerías, te incita contra nosotros para que caigamos en poder de los caldeos y nos maten o nos deporten a Babilonia».4Yojanán, hijo de Caréaj, los oficiales del ejército y el resto de la gente se negaron a obedecer al Señor, que les mandaba quedarse a vivir en Judá. 5Así que Yojanán, hijo de Caréaj, y sus oficiales reunieron al resto de Judá, que había vuelto de todos los países por donde se habían dispersado: 6hombres y mujeres, niños y princesas reales, y cuantos Nabuzardán, jefe de la guardia, había encomendado a Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán. También se llevaron al profeta Jeremías y a Baruc, hijo de Nerías. 7Y así, desobedeciendo la voz del Señor, llegaron a Egipto y se instalaron en Tafnes.8Jeremías recibió en Tafnes esta palabra del Señor: 9«Coge unas piedras grandes y entiérralas en la argamasa del pavimento que hay a la entrada del palacio del faraón en Tafnes, y que lo presencie la gente de Judá. 10Después les dices: Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Voy a hacer que traigan a mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia; pondré su trono sobre estas piedras que he mandado enterrar y desplegará su dosel sobre ellas. 11Cuando llegue, destruirá la tierra de Egipto: los destinados a la muerte morirán; los destinados al destierro serán desterrados; los destinados a la espada morirán a espada. 12Prenderé fuego a los templos de los dioses de Egipto y él los incendiará y se llevará cautivos a sus dioses. Limpiará la tierra de Egipto, como un pastor limpia de pulgas su manta, y saldrá de allí sin obstáculos. 13Hará pedazos las estelas del templo del Sol, en Egipto, e incendiará los templos de los dioses egipcios».
Capítulo 44
1Jeremías recibió esta palabra del Señor, destinada a toda la gente de Judá que se había establecido en territorio egipcio: en Migdol, Tafnes, Menfis y en la región de Patrós. Les habló así:2—Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Testigos sois de la catástrofe que he descargado sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá, que todavía podéis contemplar arruinadas y deshabitadas. 3Lo hice por las maldades que cometieron, pues me irritaron quemando ofrendas de incienso y dando culto a dioses extranjeros, que ni ellos, ni vosotros ni vuestros antepasados conocían. 4Os envié continuamente a mis siervos los profetas para que os conminaran a no cometer esas abominaciones que tanto detesto, 5pero no escucharon ni hicieron caso cuando les mandaba que abandonaran su maldad y que no hicieran ofrendas de incienso a otros dioses. 6Así que mi ira y mi cólera se encendieron, y prendieron en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que quedaron arruinadas y desoladas hasta el día de hoy.7Ahora, pues, esto dice el Señor, Dios del universo, Dios de Israel: ¿Por qué os causáis tanto daño a vosotros mismos haciendo que desaparezcan de Judá hombres y mujeres, niños y lactantes? ¿No os dais cuenta de que así no os quedará un resto? 8No hacéis más que irritarme con vuestras obras, pues no dejáis de quemar ofrendas de incienso a dioses extraños en la tierra de Egipto, adonde habéis venido como refugiados. De esa forma, vosotros mismos seréis aniquilados y os convertiréis en ejemplo de maldición e ignominia para todas las naciones de la tierra. 9¿Habéis olvidado las maldades de vuestros padres y de los reyes de Judá y sus mujeres, o vuestras propias maldades y las de vuestras mujeres, maldades que todos cometisteis en tierra de Judá y en las calles de Jerusalén? 10Y hasta el momento no os habéis arrepentido, no me habéis temido ni habéis observado la ley y los preceptos que os di a vosotros y a vuestros antepasados.11Por esto, así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Os estoy vigilando para vuestra desgracia, para exterminar a toda la gente de Judá. 12Haré que desaparezca el resto de Judá, esos que se encaminaron a Egipto para residir allí como refugiados. Todos encontrarán su fin en Egipto: víctimas de la espada o consumidos por el hambre; lo mismo pequeños que mayores, todos sucumbirán por la espada o por el hambre. Y así se convertirán en maldición y espanto, en objeto de execración y de vergüenza. 13Castigaré a los habitantes de Egipto, del mismo modo que castigué a Jerusalén, con la espada, el hambre y la peste. 14Por lo que respecta al resto de Judá, no quedarán supervivientes; ninguno de cuantos vinieron a Egipto a residir como refugiados podrá regresar a Judá, a pesar de que vinieron con la esperanza de poder volver allí. Solo algunos fugitivos conseguirán regresar.15Los hombres que sabían que sus mujeres quemaban ofrendas de incienso a dioses extraños, todas las mujeres presentes en aquella concurrida asamblea y la gente en general establecida en Patrós, en territorio egipcio, respondieron a Jeremías:16—No vamos a hacer caso de lo que nos has dicho en nombre del Señor, 17pues llevaremos a cabo lo que ya hemos decidido: quemar ofrendas de incienso a la Reina del Cielo y hacerle libaciones. Hasta ahora lo hemos venido haciendo nosotros, nuestros padres, nuestros reyes y nuestros dignatarios en las poblaciones de Judá y en las calles de Jerusalén, y bien que nos hartábamos de comer; todo iba bien y ningún mal nos sucedía. 18Ahora, en cambio, desde que hemos dejado de quemar ofrendas de incienso a la Reina del Cielo y de hacerle libaciones, carecemos de todo y vamos muriendo víctimas de la espada o del hambre. 19Además, cuando nosotras quemamos ofrendas a la Reina del Cielo, le hacemos libaciones y preparamos tortas con su efigie, lo hacemos con el consentimiento de nuestros maridos.20Jeremías contestó a toda la gente, tanto hombres como mujeres, que había hablado en los mismos términos:21—¿Pensáis que el Señor no se daba cuenta ni tenía presente las ofrendas de incienso que hacíais en las poblaciones de Judá y en las calles de Jerusalén vosotros, vuestros padres, vuestros reyes, vuestros dignatarios y el pueblo de la tierra? 22El Señor no pudo soportar vuestra mala conducta ni las abominaciones que cometíais; por eso, vuestra tierra quedó convertida en ruinas, desolación y maldición, y sin habitantes hasta el día de hoy. 23En efecto, quemabais ofrendas de incienso y pecabais contra el Señor: no lo obedecíais ni vivíais conforme a su ley, a sus normas y a sus decisiones. Por eso, os sobrevino esta desgracia, tal como podéis comprobarlo hoy.24Jeremías dijo a todos los presentes y a sus mujeres: —Escuchad la palabra del Señor, los de Judá que residís en Egipto. 25Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Desde luego, vosotros y vuestras mujeres habéis puesto en práctica lo que dijisteis de palabra: que cumpliríais sin falta los votos que habíais hecho de ofrecer incienso a la Reina del Cielo y de hacerle libaciones. Entonces, mantened vuestros votos y cumplid escrupulosamente las promesas que habéis hecho. 26Pero escuchad ahora la palabra del Señor los de Judá que vivís en Egipto: He jurado por mi ilustre nombre —dice el Señor— que ninguna persona de Judá, esos que suelen jurar «Por vida del Señor», volverá a invocar mi nombre en la tierra de Egipto. 27Mirad que yo estoy velando sobre ellos, para mal, no para bien. Todos los de Judá que residen en territorio egipcio morirán víctimas de la espada o del hambre hasta que yo acabe con ellos. 28(Solo unos pocos escaparán de la espada y podrán regresar de la tierra de Egipto a territorio de Judá). Y así, el resto de Judá que ha venido a refugiarse en Egipto sabrá qué palabra se cumple, si la mía o la de ellos.29Y para que sepáis —oráculo de Señor— que pienso castigaros en este país y que las calamidades que os anuncié se cumplirán sin falta, esta será la señal: 30Esto dice el Señor: Voy a entregar al faraón Ofrá, rey de Egipto, en poder de sus mortales enemigos, lo mismo que entregué a Sedecías, rey de Judá, en poder de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que buscaba su muerte.
Capítulo 45
1El año cuarto de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, el profeta Jeremías dirigió estas palabras a Baruc, hijo de Nerías, cuando este escribía en un rollo lo que le dictaba Jeremías: 2«Esto dice el Señor, Dios de Israel, respecto a ti, Baruc: 3Te lamentas de que eres un desgraciado, de que el Señor añade sufrimiento a tu dolor y de que estás cansado de gemir y no encuentras reposo. 4Pues me ordena que te diga lo siguiente: Esto dice el Señor: Ya sabes que destruyo lo que he construido y que arranco lo que he plantado, y así en toda la tierra. 5¿Y vienes ahora a pedir para ti algo extraordinario? ¡Ni se te ocurra!, pues ahora que voy a enviar calamidades a todos los seres vivos —oráculo del Señor— date por satisfecho si salvas tu vida vayas por donde vayas. Ese será el botín que consigas».
Capítulo 46
1Palabra que el Señor comunicó al profeta Jeremías contra las naciones:2Referente a Egipto. Contra el ejército del faraón Necó, rey de Egipto, cuando, estando en Carquemis, cerca del río Éufrates, fue derrotado por Nabucodonosor, rey de Babilonia. Corría el año cuarto de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá.3¡Preparad escudos y adargas, lanzaos todos al combate!4¡Uncid los caballos, montad los corceles! ¡Formad con los cascos, bruñid vuestras lanzas, vestid las corazas!5¿Mas qué es lo que veo? ¡Están aterrados y dan marcha atrás! Sus guerreros derrotados se han dado a la fuga, no vuelven la cara, los cerca el pavor —oráculo del Señor—.6Ni el ágil se salva ni escapa el valiente. Al norte, junto al Éufrates, tropezaron y cayeron.7¿Quién es ese que crece como el Nilo, con sus aguas tumultuosas como ríos,8que dice: «Inundaré impetuoso la tierra, acabaré con ciudades y habitantes»?9¡Adelante, caballos! ¡Que se lancen los carros! ¡Al ataque, soldados! ¡Etíopes y libios con escudos, los de Lud empuñando el arco!10Será el Día del Señor del universo, día para vengarse de sus enemigos. La espada devorará y se hartará, hasta quedar saciada de su sangre; pues celebra un banquete el Señor, en el norte, allá junto al Éufrates.11Sube a por bálsamo a Galaad, doncella capital de Egipto: es inútil que te cures y te cures, pues tu herida no tiene remedio.12Las naciones conocen tu deshonra, pues tus gritos inundaron la tierra. Tropezaron soldado con soldado, a la vez cayeron los dos.13Palabra que recibió el profeta Jeremías de parte del Señor, cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, se dirigía a destruir la tierra de Egipto:14Llevad la noticia a Egipto, hacedlo saber en Migdol, anunciadlo en Tafnes y en Menfis; decid: ¡En formación, preparado, que la espada devora por doquier!15¿Qué hace por tierra el Buey Apis? Es que el Señor lo embistió16con fuerza: tropezó y cayó. Unos a otros se decían: «Venga, volvamos con nuestra gente, vayamos todos a nuestra patria, huyamos de la espada que devasta».17Llamad al faraón: «Estrépito que llega a destiempo».18¡Por mi vida —oráculo del Rey que se llama Señor del universo—, que todo va a suceder así, tan real como el Tabor entre los montes, como el Carmelo que se alza sobre el mar!19Preparaos el ajuar del deportado, habitantes de la capital de Egipto, pues Menfis quedará desolada, incendiada, sin nadie que la habite.20Egipto es una hermosa novilla, y un tábano la ataca desde el norte.21También los mercenarios que tiene son como novillos de engorde, pero todos volvieron la espalda, escaparon y no se quedaron; pues les llega el día funesto, el tiempo de pedirles cuentas.22Silba y escapa como serpiente al ver que se acerca el ejército: llegan contra ella con hachas, igual que si fueran leñadores;23talan su selva —oráculo del Señor—. Por muy numerosos que sean, más abundantes que la langosta, sin que nadie pueda contarlos,24la capital de Egipto desfallece en manos de un pueblo del norte.25Dice el Señor del universo, Dios de Israel: Voy a pedir cuentas al dios Amón de Tebas, a Egipto con sus dioses y príncipes, al faraón y a los que confían en él. 26Los entregaré en manos de los que los persiguen a muerte: de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de sus oficiales. Pero, una vez que pase todo esto, será habitada como en los tiempos antiguos —oráculo del Señor—.27No temas, Jacob, siervo mío; no pierdas el ánimo, Israel; te traeré sano y salvo de lejos, a tus hijos, del país del cautiverio. Jacob volverá y reposará tranquilo, sin nadie que lo inquiete.28No temas, Jacob, siervo mío —oráculo del Señor—, pues aquí estoy contigo. Acabaré con todas las naciones por donde te había dispersado, pero no acabaré contigo, aunque debo castigarte con justicia, pues no puedo dejarte impune.
Capítulo 47
1Palabras que el Señor comunicó al profeta Jeremías sobre los filisteos antes de que el faraón conquistara Gaza:2Esto dice el Señor: Desde el norte se acercan las aguas, desbordadas igual que un torrente, que anegará por completo el país. Los hombres gritarán, gemirán todos los habitantes del país,3cuando oigan cascos de corceles, estrépito de carros y de ruedas. Los padres, por falta de fuerza, abandonan sin ayuda a sus hijos,4pues se acerca el día desolador para toda la gente filistea: se acabará para Tiro y Sidón la ayuda que les quede todavía. El Señor destruirá a los filisteos, lo que quede de la isla de Creta.5A Gaza le llega la calvicie, muda ha quedado Ascalón. Y vosotros, resto de los anaquitas, ¿hasta cuándo os haréis incisiones?6¡Ay espada del Señor!, ¿cuándo te vas a detener? ¡Vuelve a tu vaina, descansa ya, quieta!7¿Pero cómo puede estar quieta si recibió una orden del Señor? Contra Ascalón y todo el litoral, contra ellos la ha convocado.
Capítulo 48
1Acerca de Moab, esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: ¡Ay de Nebo, devastada! ¡Quiriatáin humillada y conquistada, humillada y deshecha la acrópolis!2Se acabó la gloria de Moab, en Jesbón se fraguó su desgracia: ¡Vamos a borrarla de las naciones! También Madmén enmudece, pues corre tras ella la espada.3Se escapan gritos de Joronáin: ¡qué gran desolación y desastre!4Moab ha sido destrozada, se oyen los gritos de sus pequeños.5Por la cuesta de Lujit suben llorando y llorando; y bajando a Joronáin se oyen gritos lastimeros.6Huid, salvad vuestra vida, como el onagro en la estepa.7Confiaste en tus obras y tesoros, pero también serás conquistada. Camós será desterrado, con él sus sacerdotes y dignatarios.8El destructor entrará en las ciudades, ninguna podrá verse a salvo; los valles serán desolados, y todas las llanuras, esquilmadas —lo ha dicho el Señor—.9¡Haced señales a Moab; venga, que salga deprisa! Sus ciudades serán desoladas, quedarán sin ningún habitante.10¡Maldito quien haga con desgana la tarea que encargó el Señor! ¡Maldito quien trate de impedir que su espada se sacie de sangre!11Moab ha vivido tranquila desde joven, reposada como el vino en la solera; no la trasvasaron de cántaro a cántaro: nunca experimentó el destierro. Por eso conserva su sabor y nunca ha perdido su aroma.12Pero llegan días en que enviaré trasvasadores que la trasvasen: vaciarán los cántaros y romperán los recipientes —oráculo del Señor—. 13Entonces Moab se avergonzará de su dios Camós, como se avergonzó la casa de Israel de Betel, en quien confiaba.14¿A qué presumir de valientes, de soldados avezados en la lucha?15Ya sube el destructor de Moab y sus ciudades, ya baja al matadero la flor de sus soldados —oráculo del Rey, del Señor del universo—.16Se acerca el desastre de Moab, ya llega su ruina a toda prisa.17¡Llorad por ella, naciones vecinas, todos los que conocéis su fama! Lamentaos: «¡Ay cómo se ha roto la vara poderosa, el cetro glorioso!».18Baja, abandona tu solio, siéntate en tierra reseca, tú, población de Dibón. Te ataca el devastador de Moab, que va a destruir tus fortalezas.19Sal al camino y vigila, tú, población de Aroer. Pregunta a algún fugitivo, pregunta: «¿Qué ha sucedido?».20¡Moab humillada y destruida! Llorad, lanzad alaridos, anunciad allá por el Arnón que Moab ha sido devastada.21Se cumple la sentencia del Señor sobre el país del altiplano: sobre Jolón, Jasá y Mepaat;22sobre Dibón, Nebo y Bet Diblatáin; 23sobre Quiriatáin, Bet Gamul y Bet Maón; 24sobre Quiriat, Bosra y todas las ciudades de la tierra de Moab, lejanas y cercanas.25A Moab le han arrancado su poder, le han destrozado su brazo —oráculo del Señor—.26Emborrachad a Moab, pues se ha envalentonado contra el Señor: se revolcará en su vómito y será el hazmerreír de la gente. 27¿No te reías tú de Israel como cuando uno es sorprendido entre ladrones? ¿No movías burlona la cabeza cuando hablabas de Israel?28Habitantes de Moab, marchad de las ciudades, instalaos en los riscos; anidad como palomas en la boca de las grietas.29Ya sabemos del orgullo de Moab, conocemos su soberbia desmedida, su arrogancia, su orgullo y vanidad, lo altanero que es su corazón.30Conozco lo arrogante que es, sus palabras tan poco de fiar, sus acciones tan desatinadas —oráculo del Señor—.31Por eso, lloraré por Moab, por Moab entera gritaré, por la gente de Quir Jeres gemiré.32Lloraré por ti, viña de Sibmá, más que se lloró por Jazer. Tus sarmientos llegaban hasta el mar, penetraban en tierras de Jazer; pero toda tu cosecha y tu vendimia las ha arrebatado el devastador.33Cesaron la alegría y las fiestas en los huertos de la tierra de Moab; acabé con el vino de tus lagares, ya no pisarán en los trujales cantando coplas sin parar.34Los gritos de auxilio de Jesbón se oyen en Jasá y en Elalé; las voces de la gente de Soar se oyen en Joronáin y Eglat Salisá. Incluso las aguas de Nimrín se han convertido en sequedales.35Acabaré en Moab con los que suben a los recintos sagrados para ofrecer incienso a sus dioses —oráculo del Señor—.36Por eso, mi corazón gime con voz doliente de flauta por Moab y por la gente de Quir Jeres, pues han perdido el fruto de su trabajo. 37Todos se han afeitado la cabeza y se han rapado la barba; se han hecho incisiones en los brazos y cubierto los lomos de arpillera. 38Por todo Moab se oyen gritos de duelo, lo mismo en las azoteas de las casas que en las calles, pues he hecho pedazos a Moab como si fuera un cacharro inútil —oráculo del Señor—. 39La gente se lamenta: ¡Qué desastre! ¡Cómo ha vuelto Moab la espalda avergonzada, convertida en burla y espanto de todas las naciones vecinas! 40Pues esto dice el Señor: Aquí está, lanzado como un águila, con sus alas desplegadas sobre Moab:41van a ser tomadas las ciudades, las plazas fuertes, conquistadas. Aquel día los guerreros de Moab se sentirán como una parturienta.42Moab, devastada, no es nación, pues se envalentonó contra el Señor.43Terror, zanja y lazo contra vosotros, habitantes de Moab —oráculo del Señor—.44El que huya del terror caerá en la zanja; el que suba de la zanja caerá en el lazo; pues haré que le llegue a Moab la hora de pedirle cuentas —oráculo del Señor—.45Se detienen a la sombra de Jesbón los fugitivos, faltos de fuerza: pues sale un fuego de Jesbón, llamas de la ciudad de Sijón, que consumen las patillas de Moab y el cuello de la gente de Saón.46¡Pobre de ti, Moab! ¡Estás perdido, pueblo de Camós! Se llevan a tus hijos al destierro, tus hijas caminan deportadas.47Pero después, con el paso del tiempo, cambiaré la suerte de Moab —oráculo del Señor—. Hasta aquí la sentencia de Moab.
Capítulo 49
1Acerca de la gente de Amón, esto dice el Señor: ¿No tiene hijos Israel?, ¿a nadie tiene que le herede? ¿Pues por qué entonces Milcón se ha apoderado de Gad y su pueblo habita en sus poblados?2Por eso, llegan días —oráculo del Señor— en que haré que resuenen por Rabá de los amonitas los alaridos que preludian la guerra. Acabará en montón de escombros, sus ciudades serán incendiadas, e Israel heredará a su heredero.3Gime, Jesbón, por Ay devastada; gritad, poblados del distrito de Rabá; haced duelo, vestidos de saco, de arriba abajo, entre las cercas, pues Milcón será deportado, con él sus sacerdotes y dignatarios.4¿A qué gloriarte de tus fértiles valles, ciudad rebelde, confiada en tus tesoros? Tú decías: «¿Quién me va a atacar?».5Pues haré que te invada el pánico de todos los pueblos que te rodean —oráculo del Señor del universo—: cada cual escapará por su lado, y nadie reunirá a los fugitivos.6Pero después cambiaré la suerte de Amón —oráculo del Señor—.7Acerca de Edón, esto dice el Señor del universo: ¿No queda en Temán sabiduría? ¿Ya no hay consejos de expertos? ¿Ha desaparecido su sabiduría?8Huid, marcha atrás, gente de Dedán, cavad refugios donde podáis vivir, que voy a traer el desastre a Esaú, pues ya es la hora de pedirle cuentas.9Si vienen contra ti vendimiadores, te van a dejar sin racimos; si llegan ladrones por la noche, te van a saquear a placer.10Yo mismo destaparé a Esaú, dejaré a la vista sus escondrijos, de modo que no pueda ocultarse. Será aniquilada su descendencia, sus hermanos y vecinos: todos.11Si vas a abandonar a tus huérfanos, yo me ocuparé de que sobrevivan: que confíen tus viudas en mí.12Pues esto dice el Señor: Si los que no tenían que beber la copa, la van a beber sin remedio, ¿piensas que tú quedarás impune? ¡Desde luego que no! La beberás sin remedio. 13Por mi vida —oráculo del Señor—, que Bosra y todas sus poblaciones serán motivo de estupor, oprobio y maldición: un eterno montón de ruinas.14He tenido un mensaje del Señor, un enviado lo transmite a las naciones: «Reuníos y venid a atacarla. ¡En marcha, a la lucha!».15Te haré la nación más pequeña, serás despreciada por la gente.16Pensabas que sembrabas el terror, la arrogancia te henchía el corazón: habitas en las crestas rocosas, asida a la cima de las cumbres; pero da lo mismo, aunque anides arriba en lo alto, como el águila, haré que desciendas de allí —oráculo del Señor—.17Edón se convertirá en un espanto. El que pase junto a ella se quedará pasmado y silbará al ver sus heridas. 18Será algo así como la catástrofe que asoló Sodoma, Gomorra y sus moradores —dice el Señor—. Ya no habrá nadie que viva allí; no habrá ser humano que habite en ella.19Como león que deja la espesura del Jordán en busca de un lugar donde habitar seguro, en fuga los pondré en un momento y haré que la gobierne mi elegido. ¿Quién se puede comparar a mí? ¿Quién podría llevarme a juicio? ¿Qué pastor se me puede enfrentar?20Escuchad ahora la decisión que el Señor ha tomado sobre Edón, el plan que tiene elaborado en contra de los habitantes de Temán. Juro que se llevarán a rastras los corderos, que la propia dehesa quedará desolada.21El ruido de su caída estremece la tierra, llegan sus gritos al mar Rojo.22Aquí está, lanzado como un águila, con sus alas desplegadas sobre Bosra; aquel día los guerreros de Edón se sentirán como una parturienta.23Referente a Damasco: Jamat y Arpad se sienten confusas, inquietas porque oyen malas noticias; nerviosas, se agitan como el mar, incapaces de encontrar la calma.24Flaquea Damasco, se vuelve y escapa; el miedo la atenaza, se siente presa de angustias y dolores, igual que parturienta.25¿Por qué no ha sido evacuada la ciudad tan aplaudida, la villa que era mi alegría?26Por eso, aquel día sus jóvenes caerán en las calles, todos los guerreros serán abatidos —oráculo del Señor del universo—.27Prenderé fuego a la muralla de Damasco, y devorará los palacios de Ben Adad.28Referente a Quedar y los reinos de Jasor, conquistados por Nabucodonosor, rey de Babilonia. Esto dice el Señor: Vamos, subid contra Quedar, destruid a las tribus de Oriente.29Les arrebatarán sus tiendas y ganados, sus pabellones y todo su ajuar; les robarán también sus camellos, mientras gritan cercados de terror.30Huid a la desbandada, habitantes de Jasor, cavad refugios donde podáis vivir —oráculo del Señor—, pues Nabucodonosor, rey de Babilonia, elabora un plan contra vosotros, ha tomado decisiones al respecto.31Vamos, atacad al pueblo confiado, que vive tranquilo —oráculo del Señor—. Están sin puertas ni cerrojos, y además vive en soledad.32Sus camellos servirán de botín, sus inmensos rebaños, de despojo. Dispersaré a todos los vientos a esos que se afeitan las sienes; recorran los lugares que recorran, haré que los persiga la desgracia —oráculo del Señor—.33Jasor quedará como cueva de chacales, convertida en eterna desolación; ya no habrá nadie que se asiente allí, nadie que habite en ella.34Al principio del reinado de Sedecías, rey de Judá, el profeta Jeremías recibió esta palabra del Señor contra Elán: 35Esto dice el Señor del universo: «Voy a hacer trizas el arco de Elán, la flor y nata de todo su ejército.36Traeré cuatro vientos contra Elán de los cuatro extremos del cielo; los dispersaré a esos cuatro vientos, y no habrá una sola nación donde no se refugien elamitas.37Desataré el pánico por Elán cuando sienta la amenaza del enemigo, de aquellos que quieren aniquilarla. Traeré sobre ellos la desgracia, con todo el ardor de mi cólera —oráculo del Señor—. Haré que los persiga la espada, hasta que haya acabado con ellos.38Instalaré mi trono en Elán, acabaré con su rey y sus príncipes —oráculo del Señor—.39Después, allá en el futuro, cambiaré la suerte de Elán» —oráculo del Señor—.
Capítulo 50
1Palabra que pronunció el Señor contra Babilonia, contra la tierra de los caldeos, por medio del profeta Jeremías:2Hacedlo saber a las naciones, izad la bandera, anunciadlo; no enmudezcáis, contadlo: «Babilonia ha sido conquistada, y Bel, su dios, humillado; Marduc se siente abatido, sus imágenes están humilladas, sus ídolos han sido abatidos».3La ataca un pueblo por el norte: su tierra quedará desolada, sin nadie que pueda habitarla; hombres y también animales todos huirán en desbandada.4Aquellos días, en aquel momento llegarán los hijos de Israel y de Judá; harán el camino juntos, llorando, en busca del Señor, su Dios —oráculo del Señor—.5Preguntarán por la ruta a Sión, dirigirán hacia ella sus pasos: «Vamos a unirnos al Señor, a sellar una alianza perpetua que nunca se pueda olvidar».6Mi pueblo era un rebaño descarriado, sus pastores lo perdían por los montes; recorría montañas y colinas, olvidado del lugar de su majada.7La gente los encontraba y se los comía, todos sus enemigos decían: «Nosotros no somos culpables, pues han pecado contra el Señor, que era su Dehesa segura, que era la esperanza de sus padres».8Huid de Babilonia, tierra de los caldeos; salid como carneros al frente del rebaño.9Pues voy a hostigar contra Babilonia a una asamblea de grandes naciones; la atacarán en formación desde el norte, por este lado será conquistada. Sus flechas, como expertos soldados, no suelen volver de vacío.10Los caldeos serán despojados, se hartará la gente que los despoje —oráculo del Señor—.11¿Por qué no lo celebráis alegres, vosotros que expoliáis mi heredad; o saltáis como novilla en la dehesa y relincháis igual que corceles?12Vuestra madre quedará avergonzada, afrentada la madre que os dio a luz; será la última de las naciones: una estepa reseca, un desierto.13La ira del Señor la dejará deshabitada, toda ella convertida en pura desolación; se espantarán los que pasen por Babilonia, silbarán burlones al ver sus heridas.14En formación, atacad a Babilonia todos los arqueros expertos; disparad y no ahorréis una flecha, pues se ha rebelado contra el Señor.15¡Rodeadla entre gritos de guerra! La ciudad, por fin, se ha entregado, sus pilares se van desplomando, sus murallas se van derrumbando. Es la venganza del Señor, ahora vengaos de ella: hacedle lo mismo que ella hizo.16No dejéis en Babilonia sembradores, ni al que empuña la hoz en la siega; por temor a la espada asesina, que vuelva cada cual a su gente, que huya cada cual a su tierra.17Israel era oveja descarriada, acosada de continuo por leones. Primero la devoró el rey de Asiria, después la hizo pedazos Nabucodonosor, rey de Babilonia.18Por eso, esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Voy a pedir cuentas al rey de Babilonia y a su país, igual que le pedí cuentas al rey de Asiria.19Traeré a Israel a su pastizal, pastará en el Carmelo y en Basán; en la montaña de Efraín y en Galaad comerá hasta saciar su apetito.20Aquellos días, en aquel momento buscarán en vano el pecado de Israel, no encontrarán la culpa de Judá, pues perdonaré a los que deje con vida —oráculo del Señor—.21¡Atacad Meratáin, atacadla, también a los que habitan en Pecod! ¡Aniquila a filo de espada, extermina a toda su gente, haz lo que te he ordenado!22¡Gritos de guerra en el país: una catástrofe desoladora!23¡Ha sido roto, destrozado el mazo que aplastaba la tierra! ¡Se ha convertido Babilonia en espanto de todas las naciones!24Caíste en la trampa que te puse, Babilonia, sin darte cuenta; te encontraron y fuiste capturada, por haberte enfrentado al Señor.25El Señor abrió su arsenal y sacó los instrumentos de su ira, pues el Señor del universo tiene un quehacer en la tierra de los caldeos.26Atacadla por todos lados, abrid después sus graneros, amontonadla igual que gavillas y después la destruís: que no quede rastro de ella.27Matad a todas sus reses, que vayan al matadero. ¡Ay de ellos, llega su día, la ocasión de rendir cuentas!28Se oyen voces de evadidos, fugitivos de la tierra de Babilonia: van a anunciar en Sión la venganza del Señor, nuestro Dios, porque habían destruido su templo.29Reunid saeteros contra Babilonia, a todos los expertos en arco; acampad en torno a la ciudad, que nadie pueda escapar. Pagadle según sus acciones, haced lo mismo que hizo, por ser insolente con el Señor, con el Dios santo de Israel.30Sus jóvenes caerán en las calles, sus guerreros serán abatidos aquel día —oráculo del Señor—.31Aquí me tienes, insolente, que ya ha llegado tu hora, el día en que yo te castigue —oráculo del Señor del universo—.32Tropezará la insolente y caerá, y nadie habrá que la levante. Prenderé fuego a sus ciudades, que consumirá todo alrededor.33Esto dice el Señor del universo: Los hijos de Israel están oprimidos, y también los de Judá; los han deportado y los retienen, y no les permiten marchar.34Pero es poderoso su redentor, se llama Señor del universo; tomará la defensa de su causa: así traerá paz al país y agitará a la gente de Babel.35¡Espada contra los caldeos, contra la gente de Babilonia, contra sus nobles y sus sabios! —oráculo del Señor—.36¡Espada contra sus adivinos, acabarán desvariando! ¡Espada contra sus guerreros, acabarán aterrados!37¡Espada contra carros y caballos, contra todas sus tropas mercenarias: acabarán actuando como mujeres! ¡Espada contra sus tesoros, acabarán saqueados!38¡Espada contra sus canales, acabarán sin agua! Pues es una tierra de ídolos y pierden por ellos la cabeza.39La habitarán chacales y hienas, en ella vivirán avestruces; nunca más será repoblada, nadie habitará en ella por generaciones.40Igual que cuando Dios destruyó a Sodoma, Gomorra y a sus habitantes —oráculo del Señor—. No habrá nadie que habite allí, no habrá ser humano que viva en ella.41Viene un ejército del norte, se despierta una nación poderosa, se movilizan numerosos reyes allá por los confines de la tierra.42Van armados de arco y jabalina, son crueles, no tienen compasión; sus gritos son un mar encrespado, cabalgan a lomos de corceles; formados como un solo hombre para atacarte, ciudad de Babilonia.43Al llegarle la noticia, le flaquean las fuerzas al rey de Babilonia: lo atenaza la angustia, dolores de parturienta.44Como león que deja la espesura del Jordán en busca de un lugar donde habitar seguro, en fuga los pondré en un momento y haré que la gobierne mi elegido. ¿Quién se puede comparar a mí? ¿Quién podría llevarme a juicio? ¿Qué pastor se me puede enfrentar?45Escuchad ahora la decisión que el Señor ha tomado sobre Babel, el plan que tiene elaborado contra la tierra de los caldeos. Juro que se llevarán a rastras los corderos, que la propia dehesa quedará desolada.46Los gritos de Babilonia capturada hacen que se estremezca la tierra, por las naciones se escuchan sus lamentos.
Capítulo 51
1Esto dice el Señor: Voy a suscitar contra Babilonia, contra los que habitan el corazón del país, un viento devastador que los destruya.2Voy a enviar contra Babilonia extranjeros que la aventarán y dejarán vacío su territorio: la atacarán por todas partes el día de la catástrofe.3Que no se amedrenten los arqueros ni se cansen los que llevan coraza; no perdonéis a sus guerreros, acabad con todo su ejército.4Rodarán víctimas en tierra caldea, gente traspasada por sus calles.5Pues Israel y Judá no son viudas de su Dios, el Señor del universo. En cambio, la tierra de los caldeos es culpable ante el Santo de Israel.6Huid, abandonad Babilonia, poned vuestras vidas a salvo, no acabéis mal por su culpa; que es la hora de la venganza del Señor, el día en que va a pedirles cuentas.7Babilonia era una copa de oro, a merced de la mano del Señor, que emborrachaba a toda la tierra; las naciones bebían de su vino hasta el punto de perder el sentido.8De pronto cayó Babilonia, se rompió: ¡llorad por ella! Traed bálsamo para sus llagas, tal vez encontremos remedio.9Intentamos curar a Babilonia, pero es imposible: ¡dejadla, volvamos cada cual a nuestra tierra! Pues su condena llega hasta el cielo, alcanza la altura de las nubes.10El Señor decidió a favor nuestro; vamos, proclamemos en Sión la hazaña del Señor, nuestro Dios.11Afilad las saetas, llenad las aljabas; el Señor incita a los reyes de Media, pues ha decidido destruir Babilonia: así el Señor se toma venganza por haber destruido su templo.12Alzad bien altas las enseñas en dirección a los muros de Babilonia; reforzad la guardia, apostad centinelas, tended emboscadas. El Señor lleva a cabo lo que piensa, lo que predijo contra el pueblo de Babilonia.13Ciudad repleta de tesoros, bañada por aguas caudalosas, ¡llega tu fin, te cortan la trama!14El Señor del universo lo jura por su vida: Aunque estés repleta de gente, como una invasión de langosta, cantarán victoria sobre ti.15Él hizo la tierra con su poder, asentó el orbe con su saber, desplegó el cielo con su habilidad.16Cuando deja oír su voz, retumban las aguas del cielo, hace que las nubes se eleven desde el confín mismo de la tierra; con los rayos desata la lluvia y saca de sus depósitos el viento.17Los hombres se atontan con su técnica, los plateros fracasan con sus ídolos: son pura mentira, sin espíritu;18son obras vacías, engañosas, destinadas al día del castigo.19No así la «Porción de Jacob», pues es el creador de todo; Israel es tribu de su propiedad, se llama Señor del universo.20Tú eres mi mazo, mi arma de guerra: contigo machacaré naciones, contigo aniquilaré reinos;21contigo machacaré caballos y caballeros, contigo machacaré carros y aurigas;22contigo machacaré hombres y mujeres, contigo machacaré jóvenes y adultos, contigo machacaré muchachos y muchachas;23contigo machacaré pastores y rebaños, contigo machacaré labradores y yuntas, contigo machacaré gobernadores y prefectos.24Pero haré que pague Babilonia y todos los habitantes de Caldea todos los males que hicieron en Sión delante de vosotros —oráculo del Señor—.25Vengo contra ti, montaña asesina, asesina de toda la tierra —oráculo del Señor—. Extenderé mi brazo contra ti, te lanzaré rodando entre peñascos, haré de ti una montaña quemada.26Nadie acudirá a buscar en ti piedras angulares o de cimiento, pues serás una ruina perpetua —oráculo del Señor—.27Alzad el estandarte en el país, convocad con el cuerno a las naciones; consagrad naciones contra ella, reclutad contra ella a los reinos de Ararat, Miní y Asquenaz; designad a un comandante contra ella, enviad caballos como langostas erizadas.28Consagrad naciones contra ella, convocad a los reyes de Media, a sus gobernadores y prefectos, y a todo el imperio que gobierna.29La tierra temblará entre sacudidas cuando se cumplan en contra de Babel los planes del Señor para con ella: dejar el territorio babilonio desolado, sin nadie que lo habite.30Los más aguerridos de Babilonia han abandonado la batalla; se quedan dentro de las fortalezas, les falla el valor, igual que mujeres. El fuego consume sus edificios, sus cerrojos están destrozados.31Un correo corre tras otro, mensajero detrás de mensajero, para anunciar al rey de Babilonia que ha caído del todo su ciudad:32los vados se encuentran cortados, las esclusas están incendiadas, los guerreros muertos de miedo.33Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: «Ha quedado la capital de Babilonia como era dispuesta para la trilla; en cuanto pase algo de tiempo, le llegará la hora de la cosecha».34Me ha comido, me ha devorado Nabucodonosor, rey de Babilonia; me ha dejado como un plato vacío. Me ha engullido igual que un dragón, ha quedado su vientre repleto de lo más delicioso de mí, y después me ha vomitado.35Dice la población de Sión: «Que Babilonia sea responsable del destrozo sufrido por mi carne»; dice Jerusalén: «Que los caldeos sean responsables de haber derramado mi sangre».36En respuesta, dice el Señor: Aquí estoy en defensa de tu causa, voy a vengarme en tu nombre: secaré su caudaloso río, dejaré sus manantiales sin gota;37Babilonia acabará arruinada, convertida en cueva de chacales, en objeto de espanto y rechifla, sin una persona que la habite.38Rugen en grupo, como leones, gruñen como crías de león.39Cuando estén con el ánimo exaltado, voy a prepararles un festín: haré que todos se emborrachen, que una vez llegada la euforia, se duerman en un sueño eterno, de modo que no se despierten —oráculo del Señor—.40Los llevaré como corderos al matadero, lo mismo que carneros o cabritos.41¡Cómo ha sido asediada y capturada Sesac, la admiración de la tierra! ¡Cómo ha quedado desolada Babilonia en medio de las naciones!42El mar embistió contra Babel, la inundó con sus olas tumultuosas:43sus ciudades quedaron vacías, como tierra desértica y reseca; ya no habrá quien habite en ellas, no habrá nadie que pase por ellas.44Pasaré cuentas a Bel en Babilonia, le haré vomitar todo lo tragado; ya no acudirán los pueblos a ella, incluso su muralla se ha derrumbado.45¡Sal de Babilonia, pueblo mío, que todos se pongan a salvo del incendio de la ira del Señor!46No os desaniméis ni tembléis por la noticia que recorre el país, pues cada año surgen rumores: que si hay violencia en el país, que si un jefe se alza contra otro.47Pues bien, veréis que llegan días en que castigaré a los ídolos de Babilonia, su país quedará desconcertado, cubierto por completo de víctimas.48Cielo, tierra y cuanto hay en ellos estallarán en gritos de alborozo cuando vean lo que le espera a Babilonia: que vienen a atacarla por el norte los devastadores —oráculo del Señor—.49En Babilonia podrían caer heridos del pueblo de Israel, igual que cayeron por Babilonia heridos de toda la tierra.50Los que habéis escapado a la espada marchaos y no os detengáis: recordad allá lejos al Señor, llevad a Jerusalén en el corazón.51¡Qué vergüenza al enterarnos de la afrenta, el bochorno cubrió nuestros rostros!: dicen que extranjeros han pisado lo más santo del templo del Señor.52Por eso, veréis que llegan días en que yo castigaré a sus ídolos, y sus heridos gemirán por el país —oráculo del Señor—.53Aunque suba Babilonia hasta el cielo y ponga su ciudadela en las alturas, enviaré devastadores contra ella —oráculo del Señor—.54Se oyen gritos de socorro en Babilonia, llanto intenso en la tierra de los caldeos.55Pero el Señor devastará Babilonia, acabará con todo su griterío, aunque bramen como las olas del mar y resuenen sus voces tumultuosas.56¡El devastador ataca Babilonia! Sus guerreros caerán prisioneros, sus arcos quedarán destrozados, pues el Señor es un Dios que retribuye, y al fin les dará su merecido.57Emborracharé a sus nobles y a sus sabios, a sus gobernadores, prefectos y soldados, que dormirán un sueño eterno y no despertarán —oráculo del rey que se llama Señor del universo—.58Esto dice el Señor del universo: La ancha muralla de Babilonia será destruida, sus altos portones, quemados. ¡En vano trabajan los pueblos, para el fuego se afanan las naciones!59Encargo que dio el profeta Jeremías a Seraías, hijo de Nerías y nieto de Majsías, cuando marchó deportado a Babilonia en el séquito de Sedecías, rey de Judá. Corría el año cuarto de su reinado, y Seraías era a la sazón jefe de intendencia. 60Jeremías escribió en un rollo la catástrofe que se cernía sobre Babilonia, es decir, las profecías escritas hasta aquí contra Babilonia. 61Jeremías dijo a Seraías: «Cuando llegues a Babilonia, busca el modo de proclamar todas estas profecías. 62Dirás: “Señor, tú decidiste que este lugar fuese destruido, que no quedase en él alma viviente, ni hombres ni animales, y que fuese una perpetua desolación”. 63A continuación, cuando termines de leer este rollo, le atas una piedra y lo arrojas al Éufrates,64al tiempo que dices: “Así se hundirá Babilonia, para no levantarse”, pues voy a traer sobre ella una terrible desgracia». Hasta aquí las palabras de Jeremías.
Capítulo 52
1Sedecías, que tenía veintiún años cuando subió al trono, reinó once años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jamital y era hija de Jeremías, natural de Libna. 2Sedecías cometió acciones mal vistas por el Señor, imitando así la conducta de su predecesor Joaquim.3Por eso, Jerusalén y Judá fueron víctimas de la cólera del Señor, que acabó arrojándolos de su presencia. Sedecías se rebeló contra el rey de Babilonia. 4El día diez del décimo mes del año noveno de su reinado, Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a Jerusalén con todo su ejército. Acampó junto a ella y mandó construir torres de asalto alrededor. 5La ciudad estuvo sitiada hasta el año undécimo del reinado de Sedecías. 6El día nueve del cuarto mes, cuando el hambre apretaba y la población carecía de alimentos, 7el enemigo abrió una brecha en la muralla. Todos los soldados se dieron a la fuga. Aprovechando las sombras de la noche, salieron de la ciudad por la puerta que había entre la doble muralla, la que daba a los jardines reales, mientras los caldeos rodeaban la ciudad, y huyeron en dirección a la estepa.8Pero el ejército caldeo persiguió al rey Sedecías y le dio alcance en las estepas de Jericó, al tiempo que las tropas reales se dispersaban, dejándolo solo. 9Apresaron al rey y lo condujeron a Riblá, en territorio de Jamat, donde estaba Nabucodonosor, rey de Babilonia, que allí mismo dictó sentencia. 10El rey de Babilonia ordenó degollar en Riblá a los hijos de Sedecías en presencia de este; y también mandó degollar a la gente principal de Judá. 11A Sedecías le sacó los ojos y lo cargó de cadenas para llevárselo a Babilonia, donde lo encerró en prisión hasta su muerte.12El día diez del mes quinto (que corresponde al año décimo noveno del rey Nabucodonosor de Babilonia), llegó a Jerusalén Nabuzardán, jefe de la guardia y consejero del rey de Babilonia. 13Prendió fuego al templo del Señor, al palacio real y a todas las viviendas de Jerusalén, y prendió fuego a todas las mansiones. 14El ejército caldeo a las órdenes del jefe de la guardia derribó las murallas de Jerusalén. 15Nabuzardán, jefe de la guardia, deportó a Babilonia a la gente que había quedado en la ciudad, a los desertores que se habían pasado al rey de Babilonia y a los pocos que quedaban de la plebe. 16Nabuzardán, jefe de la guardia, dejó a algunos al cuidado de las viñas y las tierras.17Los caldeos desmantelaron las columnas de bronce del templo del Señor, los pedestales y el mar de bronce del templo, y se llevaron todo el bronce a Babilonia. 18También se llevaron las ollas, palas, cuchillos, aspersorios, bandejas y todos los objetos de bronce destinados al culto. 19El jefe de la guardia se llevó consigo las palanganas, incensarios, aspersorios, ollas, candelabros, bandejas y fuentes, todo lo que era de oro y de plata. 20Es imposible calcular el peso en bronce de las dos columnas, del mar, de los doce toros de bronce que lo sostienen y de los pedestales (todo lo que el rey Salomón había mandado hacer para el templo del Señor). 21Cada columna medía dieciocho codos de altura, doce de perímetro y cuatro dedos de grosor. 22Tenían sendos capiteles de bronce de cinco codos, decorados alrededor con trenzados y granadas, también de bronce. 23De cada capitel pendían noventa y seis granadas en relieve; y en total, las granadas que rodeaban el trenzado sumaban cien.24El jefe de la guardia apresó a Seraías, sumo sacerdote; a Sofonías, segundo sacerdote, y a los tres porteros. 25Detuvo también en la ciudad a un alto funcionario encargado de la tropa, a siete consejeros del rey, que se habían quedado en la ciudad, al secretario del comandante del ejército, encargado de reclutar al pueblo de la tierra, y a sesenta miembros de este colectivo que se habían quedado en la ciudad. 26Nabuzardán, jefe de la guardia, los detuvo y los condujo ante el rey de Babilonia, que estaba en Riblá. 27El rey de Babilonia ordenó que los ejecutasen en esta ciudad, en territorio de Jamat. Así fue deportada Judá lejos de su tierra.28Nabucodonosor deportó a un gran número de personas: el año séptimo, tres mil veintitrés de Judá; 29el año decimoctavo de Nabucodonosor, ochocientos treinta y dos habitantes de Jerusalén; 30el año vigésimo tercero de Nabucodonosor, Nabuzardán, jefe de la guardia, deportó a setecientos cuarenta y cinco de Judá. El total de deportados ascendió a cuatro mil seiscientas personas.31Cuando se cumplía el año trigésimo séptimo de la deportación de Joaquín, rey de Judá, el día veinticinco del duodécimo mes, Evil Merodac, rey de Babilonia, con ocasión de su ascensión al trono, indultó a Jeconías, rey de Judá, y lo sacó de su reclusión. 32Lo trató de forma amistosa y le concedió un sitial más elevado que el del resto de los reyes que compartían su destierro en Babilonia.33Mandó que le quitaran las ropas de la prisión y le permitió comer a su mesa durante el resto de su vida. 34El rey de Babilonia le concedió una pensión diaria de por vida, hasta el día de su muerte.