1El año treinta, el día cinco del mes cuarto, estando yo entre los deportados junto al río Quebar, se abrieron los cielos y tuve visiones de Dios. 2El cinco del mes —era el año quinto de la deportación del rey Jeconías— 3vino la palabra del Señor sobre Ezequiel, hijo de Buzi, sacerdote, en tierra de los caldeos, a orillas del río Quebar. Allí se posó sobre él la mano del Señor.4Vi un viento huracanado que venía del norte: una gran nube y un fuego zigzagueante con un resplandor en torno, y desde el centro del fuego como un resplandor de ámbar, 5y en el centro de todo la figura de cuatro seres vivientes. Este era su aspecto: tenían forma humana, 6con cuatro rostros y cuatro alas cada uno. 7Sus piernas eran rectas y las plantas de sus pies como las de un becerro. Brillaban como bronce bruñido. 8Debajo de las alas tenían manos humanas por los cuatro costados; los cuatro tenían rostros y alas. 9Sus alas se juntaban una a la otra. No se volvían al caminar; caminaban de frente. 10Su rostro tenía este aspecto: rostro de hombre y rostro de león por el lado derecho de los cuatro, rostro de toro por el lado izquierdo de los cuatro, rostro de águila los cuatro. 11Sus alas estaban extendidas hacia arriba: un par de alas se juntaban, otro par de alas les cubría el cuerpo. 12Los cuatro caminaban de frente; avanzaban a favor del viento, sin volverse al caminar.13Y en medio de los vivientes había como ascuas encendidas; parecían antorchas agitándose entre los vivientes. Había un resplandor de fuego y de él salían relámpagos. 14Los seres vivientes corrían en todas direcciones, como rayos. 15Miré y vi una rueda en tierra junto a cada uno de ellos, vuelta hacia sus cuatro rostros. 16En cuanto al aspecto de las ruedas y su estructura: eran como de crisólito resplandeciente. Las cuatro se asemejaban. Su aspecto y estructura era como si una rueda estuviera dentro de la otra.17Cuando se movían, iban hacia los cuatro lados, y no cambiaban su dirección. 18Sus llantas eran imponentes; las cuatro resplandecían alrededor. 19Cuando los seres vivientes marchaban, las ruedas se movían junto a ellos; si se alzaban del suelo, se alzaban también las ruedas. 20Dondequiera que iba el espíritu, iban también las ruedas. Las ruedas se elevaban junto a ellos, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas. 21Cuando aquellos andaban, también se movían las ruedas; cuando se detenían, también estas se detenían; cuando aquellos se elevaban del suelo, también las ruedas se alzaban junto con ellos, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas. 22Sobre la cabeza de los seres vivientes se extendía una especie de bóveda, de admirable esplendor, como de cristal. 23Bajo la bóveda, sus alas estaban horizontalmente emparejadas; cada uno se cubría el cuerpo con un par. 24Y oí el rumor de sus alas cuando se movían, como estruendo de aguas caudalosas, como la voz del Todopoderoso, como griterío de multitudes, como estruendo de tropas. Cuando se detenían, replegaban sus alas. 25También se oyó un estruendo sobre la bóveda que estaba encima de sus cabezas; cuando se detenían, replegaban sus alas. 26Y por encima de la bóveda, que estaba sobre sus cabezas, había una especie de zafiro en forma de trono; sobre esta especie de trono sobresalía una figura que parecía un hombre.27Y vi un brillo como de ámbar (algo así como fuego lo enmarcaba) de lo que parecían sus caderas para arriba, y de lo que parecían sus caderas para abajo vi algo así como fuego, rodeado de resplandor, 28como el arco que aparece en las nubes cuando llueve. Tal era la apariencia del resplandor en torno. Era la apariencia visible de la Gloria del Señor. Al contemplarla, caí rostro en tierra y escuché una voz que hablaba.
Capítulo 2
1Y me decía: «Hijo de hombre, ponte en pie y te hablaré». 2El espíritu entró en mí mientras me hablaba, me puso en pie, y oí que me decía: 3«Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Ellos y sus padres me han ofendido hasta el día de hoy. 4También los hijos tienen dura la cerviz y el corazón obstinado; a ellos te envío para que les digas: “Esto dice el Señor”. 5Te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, reconocerán que hubo un profeta en medio de ellos. 6Y tú, hijo de hombre, no los temas, ni temas sus palabras, aunque te rodeen cardos y espinas, y estés sentado sobre escorpiones: no temas sus palabras ni te espantes de ellos, porque son un pueblo rebelde. 7Les dirás mis palabras, te escuchen o no te escuchen, porque son unos rebeldes. 8Ahora, hijo de hombre, escucha lo que te digo: ¡No seas rebelde, como este pueblo rebelde! Abre la boca y come lo que te doy». 9Vi entonces una mano extendida hacia mí, con un documento enrollado. 10Lo desenrolló ante mí: estaba escrito en el anverso y en el reverso; tenía escritas elegías, lamentos y ayes.
Capítulo 3
1Entonces me dijo: «Hijo de hombre, come lo que tienes ahí; cómete este volumen y vete a hablar a la casa de Israel». 2Abrí la boca y me dio a comer el volumen, 3diciéndome: «Hijo de hombre, alimenta tu vientre y sacia tus entrañas con este volumen que te doy». Lo comí y me supo en la boca dulce como la miel. 4Me dijo: «Hijo de hombre, anda, vete a la casa de Israel y diles mis palabras, 5pues no se te envía a un pueblo de idioma extraño y de lengua extranjera, sino a la casa de Israel; 6ni a muchos pueblos de idioma extraño y de lengua extranjera que no comprendes. Por cierto que, si a estos te enviara, te escucharían. 7En cambio, la casa de Israel no querrá escucharte, porque no quieren escucharme a mí. Pues todos los de la casa de Israel son de dura cerviz y corazón obstinado. 8Mira, hago tu rostro tan duro como el de ellos, y tu cabeza terca como la de ellos; 9como el diamante, más dura que el pedernal hago tu cabeza. No les tengas miedo ni te espantes de ellos, aunque sean un pueblo rebelde». 10Y añadió: «Hijo de hombre, todas las palabras que yo te diga, recíbelas en tu corazón y escúchalas atentamente. 11Anda, vete a los deportados, a tus compatriotas; les hablarás y les dirás: “Esto dice el Señor”, te escuchen o no te escuchen».12Entonces el espíritu me arrebató y oí detrás de mí el ruido de un gran terremoto, al elevarse la Gloria del Señor de su sitio, 13y el rumor de las alas de los seres vivientes, que se tocaban una contra otra, y el estrépito de las ruedas junto a ellas: el ruido de un gran terremoto. 14El espíritu me elevó y me arrebató. Yo iba lleno de amargura, con el ánimo ardiente. La mano del Señor reposaba sobre mí pesadamente. 15Llegué a Tel Abib, donde estaban los deportados, que habitaban junto al río Quebar, y me quedé allí siete días, aturdido, entre ellos.16Al cabo de los siete días, el Señor me dirigió esta palabra: 17«Hijo de hombre, te he constituido centinela de Israel. Cuando escuches una palabra de mi boca, los amonestarás de parte mía. 18Si yo digo al malvado “morirás inexorablemente”, y tú no lo habías amonestado ni le habías advertido que se apartara de su perversa conducta para conservar la vida, el malvado morirá por su culpa; pero a ti te pediré cuenta de su vida. 19En cambio, si amonestas al malvado y él no se convierte de su maldad y de su perversa conducta, entonces él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida. 20Si, al contrario, el justo se desvía de su justicia y obra mal, yo le pondré una trampa y morirá. Como tú no lo has amonestado, él morirá por su pecado, y no se tendrán en cuenta las obras buenas que había hecho; pero a ti te pediré cuenta de su vida. 21Pero si tú amonestas al justo para que no peque, y no peca, ciertamente él conservará la vida, porque había sido amonestado, y tú habrás salvado la tuya».22El Señor puso su mano sobre mí y me dijo: «Levántate, sal a la vega, y allí te hablaré». 23Me levanté, salí a la vega, y allí estaba la Gloria del Señor, que había contemplado junto al río Quebar. Caí rostro en tierra. 24El espíritu me levantó y me dijo: «Ve y enciérrate en tu casa. 25A ti, hijo de hombre, te pondrán cuerdas, te atarán con ellas y no podrás soltarte. 26Te pegaré la lengua al paladar, quedarás mudo y no podrás ser su acusador, porque son un pueblo rebelde. 27Pero cada vez que te hable, te abriré la boca y entonces dirás: “Esto dice el Señor Dios”. El que quiera escuchar, que escuche, y el que no, que lo deje, porque son un pueblo rebelde».
Capítulo 4
1«Hijo de hombre, coge un ladrillo, póntelo delante y graba sobre él la ciudad de Jerusalén. 2Diseña obras de asedio: levanta un muro de asalto, apisona un terraplén, instala ante ella campamentos y emplaza arietes alrededor. 3Coge una plancha de hierro y ponla como muro de hierro entre ti y la ciudad. Dirige tu rostro contra ella, porque va a ser sitiada. Tú la sitiarás. Esto es un signo para Israel. 4Después, acuéstate sobre el lado izquierdo, y yo pondré sobre ti la culpa de Israel. El número de días que estés acostado de ese lado cargarás con su culpa. 5Yo te impongo el número de días, equivalente a los años de su culpa: trescientos noventa días cargarás con la culpa de Israel. 6Cumplidos estos te acostarás sobre el lado derecho de nuevo: cargarás con la culpa de Judá cuarenta días. Te impongo un día por cada año. 7Dirigirás tu mirada y tu brazo desnudo al asedio de Jerusalén y profetizarás contra ella. 8Te amarraré con cuerdas y no podrás volverte de un lado ni de otro hasta haber cumplido los días del asedio.9Toma ahora trigo, cebada, habas, lentejas, mijo y espelta: échalo todo en una vasija y hazte de comer: lo comerás los trescientos noventa días que estés echado de un lado. 10Cada día comerás a la misma hora una cantidad fija: doscientos cincuenta gramos. 11Tendrás también el agua medida: un litro al día. 12Comerás una torta de cebada, que cocerás a la vista de todos sobre excrementos humanos».13El Señor dijo: —Así deberán comer los hijos de Israel su pan inmundo en medio de las naciones por donde los voy a dispersar.14Yo repliqué: —¡Ay, Señor Dios! Yo nunca me he manchado ni he comido carne de animal muerto o despedazado por una fiera, desde mi infancia hasta ahora, ni ha entrado en mi boca carne de desecho.15Él me respondió: —Te permito usar boñiga de vaca en lugar de excrementos humanos para cocer tu pan.16Y añadió: —Hijo de hombre, voy a quitar a Jerusalén los víveres. Comerán el pan racionado y con aflicción, beberán el agua medida y con angustia, 17para que, al faltarles el pan y el agua, unos y otros queden horrorizados y perezcan por su culpa.
Capítulo 5
1«Hijo de hombre, toma una cuchilla afilada, úsala como navaja de barbero y pásala por tu cabeza y por tu barba. Toma luego una balanza de precisión y divide en partes el pelo cortado. 2Una tercera parte la quemarás al fuego en medio de la ciudad, cuando acabe el asedio; una tercera parte la sacudirás con la espada en torno a la ciudad; una tercera parte la esparcirás al viento: yo desnudaré la espada en pos de ellos. 3Unos cuantos pelos los atarás en la franja de tu manto. 4De esos tomarás algunos, los echarás al fuego y dejarás que se quemen. De ellos saldrá fuego contra toda la casa de Israel». 5Esto dice el Señor Dios: «Todo esto se refiere a Jerusalén. La establecí en medio de las naciones, rodeada de países. 6Pero ella se ha rebelado contra mis leyes con más perversidad que las naciones, y contra mis decretos más que los países que la rodean. Porque rechazaron mis leyes y no siguieron mis decretos, 7por ello, así dice el Señor Dios: porque vuestra insolencia es peor que la de las naciones que os circundan, ya que no habéis procedido según mis decretos, no habéis actuado según mis leyes y ni siquiera según las leyes de las naciones que os circundan, 8por ello, así dice el Señor Dios: También yo estoy contra ti, para imponerte mis leyes a la vista de las naciones. 9Por causa de tus acciones detestables haré contigo lo que nunca había hecho ni volveré a hacer: 10los padres se comerán a sus hijos, y los hijos se comerán a sus padres. Ejecutaré mis sentencias contra ti y esparciré a todos los vientos lo que quede de ti.11Por eso ¡por mi vida! —oráculo del Señor Dios—: porque has profanado mi santuario con tus actos horrendos y tus acciones detestables, también yo tendré horror de ti, sin compasión y sin piedad. 12Una tercera parte de los tuyos morirá por la peste y se consumirá de hambre, una tercera parte caerá a espada en torno a ti, y a una tercera parte la esparciré a todos los vientos: yo desnudaré la espada en pos de ellos. 13Se desahogará mi cólera, saciaré en ellos mi indignación, hasta quedar satisfecho, y reconocerán que yo, el Señor, había hablado con pasión cuando desahogué contra ellos mi indignación.14Te convertiré en una tierra desolada, serás objeto de burla para las naciones y a los ojos de todos cuantos pasen. 15Serás objeto de infamia y deshonor, advertencia y espanto para las naciones que te rodean, cuando yo ejecute contra ti mis sentencias con indignación y furor y terribles castigos —yo, el Señor, lo digo—, 16cuando haya lanzado contra vosotros las flechas funestas del hambre, flechas de destrucción, que lanzo contra vosotros para destruiros: aumentaré el hambre, os quitaré las reservas de pan 17y enviaré contra vosotros el hambre y las bestias feroces que os dejarán sin hijos; peste y sangre transitarán sobre ti, y contra ti traeré la espada. Yo, el Señor, he hablado».
Capítulo 6
1Me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Hijo de hombre, dirige tu mirada hacia los montes de Israel y profetiza sobre ellos. 3Dirás: Montes de Israel, escuchad la palabra del Señor Dios: Esto dice el Señor Dios, a los montes y a las colinas, a las gargantas y a los valles: Mirad, yo traigo contra vosotros la espada para destruir vuestros lugares de culto. 4Serán arrasados vuestros altares, destruidos vuestros postes sagrados, arrojaré vuestros muertos delante de vuestros ídolos, 5pondré los cadáveres de los hijos de Israel delante de sus ídolos y esparciré vuestros huesos en torno a vuestros altares. 6En todas vuestras comarcas quedarán desoladas las ciudades y arrasados los lugares de culto, hasta que queden desolados y execrados vuestros altares, destrozados vuestros ídolos y aniquiladas vuestras obras y desaparezcan, hechos pedazos, los altares de incienso. 7Los muertos yacerán entre vosotros, y comprenderéis que yo soy el Señor.8Con todo, dejaré entre las naciones un resto de los que escapen a la espada cuando os disperse entre las naciones. 9Los que sobrevivan se acordarán de mí en las naciones adonde serán llevados cautivos. Quebrantaré su corazón adúltero que se apartó de mí, y sus ojos adúlteros, que se volvieron a sus ídolos, y tendrán horror de sí mismos por las maldades y acciones detestables que cometieron, 10y reconocerán que yo, el Señor, no los había amenazado en vano con estos castigos».11Esto dice el Señor Dios: «Bate palmas, golpea con los pies y laméntate por las funestas acciones detestables de la casa de Israel, que caerá por la espada, el hambre y la peste. 12El que esté lejos morirá de peste, el que esté cerca caerá a espada y quien quede sitiado morirá de hambre. Agotaré mi indignación contra ellos. 13Y comprenderéis que yo soy el Señor, cuando sus muertos, en medio de sus ídolos, estén alrededor de sus altares, en las altas colinas, en las cimas de los montes, bajo todo árbol frondoso y bajo toda encina exuberante, santuarios donde ofrecían aromas agradables a sus ídolos. 14Extenderé mi mano contra ellos, dejaré su país solitario y desolado, todos sus poblados desde el desierto hasta Riblá, y reconocerán que yo soy el Señor».
Capítulo 7
1Me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Hijo de hombre, esto dice el Señor a la tierra de Israel: ¡Esto es el fin! Llega el fin sobre los cuatro extremos de la tierra. 3Llega el fin sobre ti, y desencadenaré mi ira contra ti. Te juzgaré según tu conducta, haré caer sobre ti todas tus acciones detestables. 4Mis ojos no tendrán piedad contigo, ni tendré compasión, sino que te retribuiré según tu conducta. Quedarán patentes tus acciones detestables, y reconocerás que yo soy el Señor».5Esto dice el Señor Dios: «¡Una desgracia singular, una desgracia! Ya ha llegado. 6El fin ha llegado. Ha llegado el fin. Tu fin es inminente. 7Ha llegado tu hora, habitante del país. Se ha cumplido el tiempo, se aproxima el día. Confusión, y no grito de júbilo en las montañas. 8Ahora mismo, dentro de un instante, derramaré mi furor sobre ti, contra ti agotaré mi cólera y te juzgaré conforme a tu conducta. Haré caer sobre ti todas tus acciones detestables. 9Mis ojos no tendrán piedad ni tendré compasión, sino que te retribuiré según tu conducta, quedarán patentes tus acciones detestables y reconocerás que yo soy el Señor que castiga.10¡Ya está aquí el día, ya llega! Ha sonado tu hora: prospera la brutalidad, germina la insolencia, 11se yergue la violencia como poder funesto. Nada de esto quedará en pie: ni de su abundancia, ni de su ostentación, ni de su magnificencia. 12Ha llegado el tiempo, se aproxima el día. Que no se alegre el comprador ni se aflija el vendedor, porque se inflama la ira sobre toda abundancia. 13El vendedor no recobrará lo vendido, aunque quede entre los vivos, porque la visión contra toda abundancia no vuelve atrás, y, por su culpa, ninguno preservará su vida.14Han tocado la trompeta y todo está preparado, pero ninguno va a la batalla, porque mi ira se inflama contra todo poderío. 15Fuera está la espada; dentro, la peste y el hambre. Quien esté en el campo morirá por la espada, a quien esté en la ciudad lo devorarán el hambre y la peste. 16Se salvarán los que escapen de ellos y estarán en las montañas como palomas de los valles, gimiendo, cada uno por su culpa. 17Toda mano desfallece y toda rodilla se disuelve en agua, 18se ciñen de sayal, el terror los domina, los rostros consternados, las cabezas rapadas. 19Arrojarán su plata por las calles, su oro lo tendrán por inmundicia. Su plata y su oro no podrán salvarlos en el día de la ira del Señor. Ni saciarán sus gargantas ni llenarán sus vientres, porque ellos fueron la ocasión de su pecado. 20Estaban orgullosos del esplendor de su ornamento, y con ellos fabricaron las imágenes de sus abominables ídolos. Por eso convertiré su esplendor en inmundicia.21Lo entregaré como presa en las manos de extranjeros, como despojo a los malvados del país, que lo profanarán. 22Me alejaré de ellos, y ellos profanarán mi tesoro. Los saqueadores penetrarán en él y lo profanarán. 23Prepara una cadena, porque el país está lleno de sentencias inicuas, y la ciudad repleta de violencia. 24Haré venir a los pueblos más feroces para que se apoderen de sus casas. Pondré fin a la arrogancia de los poderosos y serán profanados sus santuarios.25Ha llegado la angustia. Buscarán la paz, pero en vano. 26Vendrá desgracia sobre desgracia, alarma tras alarma. Pedirán visiones al profeta, faltará la instrucción del sacerdote y el consejo de los ancianos. 27Estará el rey en duelo, el príncipe cubierto de aflicción. Temblarán las manos de la gente del pueblo. Los trataré según su conducta, los juzgaré con sus propias sentencias, y reconocerán que yo soy el Señor».
Capítulo 8
1El año sexto, el día cinco del sexto mes, estando yo sentado en mi casa y los ancianos de Judá sentados frente a mí, bajó sobre mí la mano del Señor. 2Vi una figura que tenía aspecto humano. De lo que parecían sus caderas, y hacia abajo, era de fuego; de sus caderas para arriba, tenía el aspecto de un resplandor, como el brillo del ámbar. 3Alargando una forma de mano, me aferró por los cabellos. El espíritu me levantó entre el cielo y la tierra y me llevó en visión divina a Jerusalén, a la entrada del pórtico interior que mira hacia el norte, donde estaba la estatua de los celos, que provoca los celos. 4Allí estaba la Gloria del Dios de Israel, como en la visión que había contemplado en la vega. 5Me dijo: «Hijo de hombre, dirige la mirada hacia el norte». Dirigí la mirada hacia el norte. Al norte del pórtico del altar, a la entrada, estaba la estatua de los celos. 6Y añadió: «Hijo de hombre, ¿ves lo que hacen estos, las graves acciones detestables que comete aquí la casa de Israel para que me aleje de mi santuario? Pues aún verás acciones más detestables».7Después me llevó a la entrada del atrio, y vi que había una grieta en el muro. 8Me dijo: «Hijo de hombre, excava en el muro». Excavé en el muro, y había una puerta. 9Entonces me dijo: «Entra y mira las atroces acciones detestables que estos cometen aquí». 10Entré y miré: había representaciones de todos los reptiles y animales repugnantes, y de todos los ídolos de la casa de Israel grabados en el muro todo alrededor. 11Frente a ellos, estaban en pie setenta ancianos de la casa de Israel, entre los cuales se encontraba Jazanías, hijo de Safán. Cada uno tenía un incensario en la mano, del cual subía una nube de incienso perfumado.12Y me dijo: «Hijo de hombre, ¿has visto lo que hacen los ancianos de la casa de Israel en la oscuridad, cada cual en las cámaras reservadas a su imagen? Porque piensan: el Señor no nos ve, el Señor ha abandonado el país». 13Y añadió: «Aún los verás cometer acciones detestables más graves».14Me llevó a la entrada del pórtico del templo que mira hacia el norte: allí había mujeres sentadas llorando por Tamuz. 15Y me dijo: «¿Has visto, hijo de hombre? Pues aún verás acciones detestables más graves que estas». 16Después me llevó al atrio interior del templo. A la entrada del templo del Señor, entre el pórtico y el altar, había unos veinticinco hombres, que de espaldas al templo y mirando hacia el oriente adoraban al sol. 17Me dijo: «¿Has visto, hijo de hombre? ¿No le bastan a la casa de Judá las acciones detestables que aquí cometen, que colman el país de violencias, indignándome más y más con sus ritos idolátricos? 18Pues yo también los trataré con furor: no tendré compasión ni tendré piedad. Me invocarán a voz en grito, pero no los escucharé».
Capítulo 9
1Entonces oí que exclamaba con voz potente: «¡Ha llegado el juicio de la ciudad! Que cada uno empuñe su arma destructora». 2Entonces aparecieron seis hombres por el camino de la puerta de arriba, la que da al norte. Cada uno empuñaba una maza. En medio de ellos estaba un hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura. Al llegar se detuvieron junto al altar de bronce. 3La Gloria del Dios de Israel se había levantado del querubín en que se apoyaba, dirigiéndose al umbral del templo. Llamó al hombre vestido de lino, que tenía los avíos de escribano a la cintura. 4El Señor le dijo: «Recorre la ciudad, atraviesa Jerusalén, y marca en la frente a los que gimen y se lamentan por las acciones detestables que en ella se cometen». 5A los otros les dijo en mi presencia: «Recorred la ciudad detrás de él, golpeando sin compasión y sin piedad. 6A viejos, jóvenes y doncellas, a niños y mujeres, matadlos, acabad con ellos; pero no os acerquéis a ninguno de los que tienen la señal. Comenzaréis por mi santuario». Y comenzaron por los ancianos que estaban frente al templo. 7Luego les dijo: «Profanad el templo, llenando sus atrios de cadáveres, y salid a matar por la ciudad».8Solo yo quedé con vida. Mientras ellos estaban matando, caí rostro en tierra y grité: —¡Ay, Señor! ¿Vas a exterminar al resto de Israel, derramando tu cólera sobre Jerusalén?9Me respondió: —Grande, muy grande es el delito de la casa de Israel y de Judá; el país se ha llenado de crímenes; la ciudad está llena de perversión. Han llegado a decir: «El Señor ha abandonado el país, el Señor no ve nada». 10Pues tampoco yo tendré compasión ni piedad. He dado a cada uno su merecido.11Entonces el hombre vestido de lino, con los avíos a la cintura, retomó la palabra y dijo: «He hecho como me ordenaste».
Capítulo 10
1Sobre la plataforma que estaba por encima de la cabeza de los querubines vi una especie de zafiro en forma de trono que sobresalía por encima de ellos. 2El Señor dijo al hombre vestido de lino: «Métete entre las ruedas que están debajo del querubín, llena tus palmas con brasas ardientes de las que hay entre los querubines y espárcelas sobre la ciudad». Lo vi entrar.3Los querubines estaban del lado derecho del templo y la nube llenaba el atrio interior. 4La Gloria del Señor se elevó de sobre el querubín hacia el umbral del templo; la nube llenó el templo y el esplendor de la Gloria del Señor llenó el atrio. 5El ruido de las alas de los querubines se escuchaba hasta el atrio exterior: era como la voz del Todopoderoso cuando habla. 6Cuando el Señor ordenó al hombre vestido de lino que tomara el fuego de entre las ruedas, de entre los querubines,él fue y se quedó en pie junto a una rueda. 7El querubín extendió su mano entre los querubines hacia el fuego, que estaba entre los querubines, lo tomó y lo echó en las palmas del hombre vestido de lino. Este lo tomó y se marchó.8Los querubines parecían tener como manos humanas debajo de las alas. 9Vi cuatro ruedas junto a los querubines, una rueda junto a cada querubín. Las ruedas tenían el aspecto de crisólito resplandeciente. 10Las cuatro tenían el mismo aspecto, como si una rueda estuviera dentro de la otra. 11Cuando se ponían en movimiento podían rodar en las cuatro direcciones sin necesidad de volverse. Todas se movían en la dirección de la primera. 12Todo el cuerpo de los querubines, espalda, manos y alas, y también las cuatro ruedas, estaban llenos de ojos todo alrededor. 13Oí que a las ruedas las llamaban «torbellino». 14Cada querubín tenía cuatro rostros: el primero de querubín, el segundo de hombre, el tercero de león, y el cuarto de águila.15Los querubines se elevaron. Eran los mismos seres que yo había visto junto al río Quebar. 16Cuando avanzaban los querubines, avanzaban las ruedas a su lado, y cuando los querubines extendían sus alas para elevarse de la tierra, las ruedas no se apartaban de su lado. 17Cuando ellos se detenían, se detenían también ellas, y cuando ellos se elevaban, se elevaban ellas juntamente, pues el espíritu de los seres vivientes estaba en ellas. 18La Gloria del Señor salió levantándose del umbral del templo y se colocó sobre los querubines. 19Los querubines desplegaron sus alas y se elevaron sobre la tierra ante mis ojos. Junto con ellos partieron también las ruedas y se detuvieron a la entrada de la puerta oriental del templo del Señor. La Gloria del Dios de Israel estaba por encima de ellos.20Eran los mismos seres que había visto bajo el Dios de Israel junto al río Quebar, y comprendí que eran querubines. 21Cada uno tenía cuatro rostros y cuatro alas, y bajo las alas una especie de mano humana. 22El aspecto de sus rostros era el de los rostros que había visto junto al río Quebar. Todos ellos iban de frente.
Capítulo 11
1El espíritu me arrebató y me llevó a la puerta oriental del templo del Señor, que mira hacia el este. A la entrada del pórtico había veinticinco hombres, entre los cuales vi a Jazanías, hijo de Azur, y a Pelatías, hijo de Benaías, jefes del pueblo. 2El Señor me dijo: «Hijo de hombre, estos son los hombres que maquinan maldades y planean crímenes en esta ciudad. 3Son los que dicen: “¿No hace poco que construimos las casas? La ciudad es la olla, nosotros la carne”. 4Por eso, profetiza contra ellos, hijo de hombre; profetiza».5Entonces me invadió el espíritu del Señor y me ordenó decir: Esto dice el Señor: «Vosotros habéis dicho esto, casa de Israel. Bien conozco lo que os pasa por la mente. 6Habéis multiplicado los muertos en esta ciudad, habéis llenado sus calles de cadáveres. 7Por ello, así dice el Señor Dios: Los muertos que habéis amontonado en medio de ella son la carne, y la ciudad es la olla, pero yo os sacaré de ella. 8Temeréis la espada, y mandaré la espada contra vosotros —oráculo del Señor Dios—. 9Os sacaré de la ciudad, os entregaré en la mano de extranjeros y pondré por obra mi juicio contra vosotros. 10Caeréis a espada en la frontera de Israel. Os juzgaré y comprenderéis que yo soy el Señor. 11La ciudad no será vuestra olla, ni vosotros seréis la carne dentro de ella. Os juzgaré en la frontera de Israel 12y reconoceréis que yo soy el Señor, cuyos preceptos no habéis observado, cuyas leyes no habéis cumplido. Habéis cumplido, en cambio, las leyes de las naciones que os rodean». 13Cuando yo estaba profetizando, Pelatías, hijo de Benaías, cayó muerto. Yo me postré rostro en tierra y grité con fuerte voz: «Ah Señor, Dios mío, ¿vas a exterminar al resto de Israel?».14Me fue dirigida esta palabra del Señor: 15«Hijo de hombre, esto es lo que dicen los habitantes de Jerusalén acerca de tus hermanos deportados y de toda la casa de Israel: “Ellos se han alejado del Señor; a nosotros se nos ha dado la tierra en posesión”. 16Por eso, diles: “Esto dice el Señor Dios: Es cierto, los llevé a naciones lejanas, los dispersé por tierras extrañas, pero yo mismo fui para ellos un santuario provisorio en los países adonde fueron”. 17Por eso, di: “Esto dice el Señor: Os recogeré de entre los pueblos, os reuniré de los países en los que estáis dispersos, y os daré la tierra de Israel. 18Entrarán en ella y quitarán de ella todos sus ídolos y objetos detestables. 19Les daré otro corazón e infundiré en ellos un espíritu nuevo: les arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, 20para que sigan mis preceptos y cumplan mis leyes y las pongan en práctica: ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. 21Pero, si el corazón se les va tras sus ídolos y objetos detestables, los haré responsables de su conducta” —oráculo del Señor Dios—».22Los querubines alzaron sus alas junto a las ruedas; la Gloria del Dios de Israel estaba por encima de ellos. 23La Gloria del Señor se elevó sobre la ciudad y fue a situarse sobre el monte al oriente de la ciudad. 24Entonces el espíritu me arrebató y me llevó en visión, en el espíritu de Dios, a Caldea, a los desterrados. La visión que había contemplado desapareció de mi vista. 25Yo comuniqué a los desterrados cuanto el Señor me había mostrado.
Capítulo 12
1Me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Hijo de hombre, vives en medio de un pueblo rebelde: tienen ojos para ver, y no ven; tienen oídos para oír, y no oyen, porque son un pueblo rebelde. 3Así pues, tú, hijo de hombre, prepara tu equipaje para el destierro, y emigra en pleno día, a la vista de todos; a la vista de todos emigra a otro sitio. Tal vez así comprendan que son un pueblo rebelde. 4Sacarás tu equipaje de deportado en pleno día, a la vista de todos; partirás al atardecer, a la vista de todos, como quien va al destierro. 5A la vista de todos abre una brecha en el muro y saca por allí tu equipaje. 6Cárgalo al hombro a la vista de todos, sácalo en la oscuridad. Cúbrete la cara para no ver la tierra, porque hago de ti un signo para la casa de Israel».7Yo hice todo lo que me había ordenado. Saqué mi equipaje como quien va al destierro, en pleno día; al atardecer abrí una brecha en el muro con las manos, lo saqué en la oscuridad y me lo cargué al hombro, a la vista de todos. 8A la mañana siguiente me fue dirigida esta palabra del Señor: 9«Hijo de hombre, ¿no te ha preguntado la casa de Israel, la casa rebelde, qué es lo que hacías? 10Pues respóndeles: “Esto dice el Señor Dios: Este oráculo toca al príncipe en Jerusalén y a toda la casa de Israel que vive allí. 11Di: Yo soy un signo para vosotros: como yo he hecho, así harán con ellos. Serán deportados, irán al destierro. 12El príncipe que vive entre ellos se cargará al hombro el equipaje, en la oscuridad saldrá por una brecha que abrirán en el muro para sacarlo, se cubrirá la cara para no ver su tierra con sus propios ojos. 13Pero yo tenderé mi red sobre él y quedará preso en mi trampa. Lo llevaré a Babilonia, a la tierra de los caldeos, donde morirá sin poder verla. 14A cuantos lo rodean para ayudarlo y a su escolta los dispersaré a todos los vientos y desenvainaré la espada detrás de ellos, 15y reconocerán que yo soy el Señor, cuando los haya dispersado entre las naciones y los haya esparcido por los países. 16Pero libraré a unos pocos de la espada, del hambre y de la peste, para que cuenten sus acciones detestables entre las naciones adonde vayan, y sepan que yo soy el Señor”».17Me fue dirigida esta palabra del Señor: 18«Hijo de hombre, comerás tu pan con estremecimiento, beberás tu agua con inquietud y angustia 19y dirás a la gente del pueblo: “Esto dice el Señor Dios a los habitantes de Jerusalén y a la tierra de Israel: comerán su pan con angustia y beberán su agua con espanto, porque su tierra será despojada de cuanto posee a causa de la violencia de sus habitantes. 20Las ciudades que habitan quedarán desoladas, y el país devastado. Y reconoceréis que yo soy el Señor”».21Me fue dirigida esta palabra del Señor: 22«Hijo de hombre: ¿qué significa ese proverbio que decís en la tierra de Israel: “Se alargan los días y ninguna visión se cumple”? 23Diles: “Esto dice el Señor Dios: Le he puesto fin a ese proverbio. No lo volverán a recitar en Israel”. Por el contrario, diles: “Se acercan los días en que se cumplirá el contenido de todas las visiones. 24No habrá más visiones vanas ni vaticinios lisonjeros en la casa de Israel”. 25Pues cuando yo, el Señor, haya hablado, lo que haya dicho se cumplirá. No habrá dilaciones. En vuestros días, casa rebelde, hablaré y lo cumpliré. Oráculo del Señor Dios».26Me fue dirigida esta palabra del Señor: 27«Hijo de hombre, la casa de Israel anda diciendo: “Las visiones de este van para largo. A largo plazo profetiza”. 28Por eso, diles: “Esto dice el Señor Dios: Ninguna de mis palabras tardará en cumplirse. Lo que diga, lo cumpliré”. Oráculo del Señor Dios».
Capítulo 13
1Me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Hijo de hombre, profetiza contra los profetas de Israel que andan profetizando, y di a los que profetizan por iniciativa propia: “Escuchad la palabra del Señor. 3Esto dice el Señor Dios: ¡Ay de los profetas insensatos que siguen sus inspiraciones sin haber visto nada! 4Tus profetas, Israel, son como chacales entre las ruinas. 5No habéis acudido a las brechas, ni habéis levantado un muro para que la casa de Israel pudiera resistir en la batalla el día del Señor. 6Tienen visiones falsas, vaticinan mentiras, estos que dicen ‘oráculo del Señor’. El Señor no los había enviado, ¿y pretenden que se cumpla su palabra? 7¿No es cierto que tenéis visiones falsas y pronunciáis vaticinios mentirosos cuando decís ‘oráculo del Señor’ y yo no había hablado? 8Por ello, así dice el Señor Dios: Porque decís palabras vacías y tenéis visiones engañosas, por eso yo me enfrento contra vosotros —oráculo del Señor Dios— 9y alzaré mi mano contra los profetas, falsos visionarios y adivinos mentirosos. No serán admitidos en el consejo de mi pueblo, ni serán inscritos en el libro de la casa de Israel, ni entrarán en la tierra de Israel. Así reconoceréis que yo soy el Señor Dios”. 10Porque han extraviado a mi pueblo diciendo “¡Paz!” y no había paz, y mientras mi pueblo construía un muro ellos lo recubrían de revoque. 11Por eso diles a los que ponen el revoque: “¡No resistirá! Vendrá una lluvia torrencial, caerá abundante granizo, se desencadenará un viento huracanado”. 12Cuando el muro se haya caído os dirán: “¿Dónde quedó vuestro revoque?”. 13Por ello, así dice el Señor: En mi ira desencadenaré un viento huracanado, mi cólera hará caer una lluvia torrencial, y mi furor un granizo destructor. 14Derribaré el muro que habéis recubierto de revoque, lo echaré por tierra, quedarán al descubierto sus cimientos. Cuando haya caído, pereceréis en medio de él. Entonces reconoceréis que yo soy el Señor. 15Desahogaré mi ira contra el muro y contra los que lo cubren de revoque y os diré: Ya no existe ni el muro ni quienes lo cubrían de revoque, 16los profetas de Israel que profetizaban sobre Jerusalén y tenían para ella visiones de paz, y no había paz. Oráculo del Señor Dios».17«Tú, hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia las mujeres de tu pueblo que profetizan según sus ocurrencias y profetiza contra ellas. 18Diles: “Esto dice el Señor Dios: ¡Ay de las que cosen lazos para todo tipo de puños y confeccionan velos de todas las tallas para la cabeza, con el fin de atrapar a la gente! ¿Pretendéis atrapar a mi pueblo, y pensáis asegurar vuestras propias vidas? 19¡Me habéis deshonrado ante mi pueblo por unos puñados de cebada y unos mendrugos de pan, procurando la muerte a quien debía vivir y la vida a quien merecía morir, por medio de mentiras que mi pueblo se cree! 20Por ello, así dice el Señor Dios: Aquí estoy contra vuestros lazos, con los cuales atrapáis a la gente como pájaros. Los arrancaré de vuestros brazos y dejaré volar en libertad a la gente que atrapáis. 21Rasgaré vuestros velos y libraré a mi pueblo de vuestras manos. Mi pueblo no será ya una presa en vuestras manos; y comprenderéis que yo soy el Señor. 22Porque habéis afligido al inocente con mentiras, cuando yo no lo afligía, y habéis animado al malvado a que no se convirtiera de su mala conducta y salvara su vida; 23por eso, no volveréis a tener vuestras falsas visiones, ni haréis más predicciones. Yo libraré a mi pueblo de vuestras manos y comprenderéis que yo soy el Señor”».
Capítulo 14
1Algunos ancianos de Israel vinieron a verme y se sentaron frente a mí. 2Entonces me fue dirigida esta palabra del Señor: 3«Hijo de hombre, esta gente ha fijado sus ídolos sobre su corazón, y mantiene ante sí la piedra de escándalo que los hará culpables. ¿Cómo voy a permitir que me consulten? 4Por eso, háblales y diles: “Esto dice el Señor Dios: a todo israelita que haya fijado sus ídolos en su corazón y haya mantenido ante sí la piedra de escándalo que lo hace caer y, pese a todo ello, acuda al profeta, yo mismo, el Señor, le responderé de acuerdo con la cantidad de sus ídolos”. 5Así aferraré por el corazón a la casa de Israel, que se ha alejado de mí por causa de sus ídolos. 6Por eso, habla a la casa de Israel: “Esto dice el Señor Dios: Convertíos y apartaos de vuestros ídolos, apartaos de todas vuestras acciones detestables. 7Porque a todo miembro de la casa de Israel o extranjero residente en Israel que se aparte de mí, fije los ídolos sobre su corazón, mantenga ante sí la piedra de escándalo que lo hará culpable y luego acuda al profeta para consultarlo acerca de mí, yo mismo, el Señor, me decido a responderle acerca de mí. 8Dirigiré mi rostro contra ese hombre, lo convertiré en ejemplo proverbial y lo separaré de mi pueblo. Entonces comprenderéis que yo soy el Señor. 9Y si en tal circunstancia el profeta se deja seducir y pronuncia un oráculo, seré yo quien ha seducido al tal profeta. Extenderé mi mano contra él y lo eliminaré de mi pueblo, Israel. 10Ambos cargarán con su culpa. La culpa de quien consulta es como la del profeta”. 11Así la casa de Israel no volverá a descarriarse apartándose de mí, ni se volverán a manchar con sus transgresiones. Serán mi pueblo y yo seré su Dios —oráculo del Señor Dios—».12Me fue dirigida esta palabra del Señor: 13«Hijo de hombre: si un país comete un pecado de infidelidad contra mí y yo extiendo mi mano contra él, destruyo sus provisiones sumiéndolo en el hambre y extermino hombres y animales; 14si estuvieran allí estos tres hombres, Noé, Daniel y Job, solo ellos, por su proceder justo, salvarían la vida —oráculo del Señor Dios—. 15Y si enviara contra ese país bestias feroces que lo dejen desolado y lo conviertan en un desierto que nadie se anima a cruzar por temor de las bestias; 16si allí estuvieran esos tres hombres, por mi vida —oráculo del Señor Dios— que ni a sus hijos ni a sus hijas podrían salvar. Solamente ellos se salvarían, pero el país quedaría hecho un desierto. 17O si enviara la peste contra ese país y dijera: “que la espada recorra el país”, y exterminara así hombres y animales; 18si allí estuvieran aquellos tres hombres, por mi vida —oráculo del Señor Dios— que ni a sus hijos ni a sus hijas podrían salvar. Solamente ellos se salvarían. 19O si enviara la peste contra ese país y derramara mi ira sangrienta contra él para exterminar hombres y animales, 20y si entre ellos estuvieran Noé, Daniel y Job, por mi vida —oráculo del Señor Dios— que no podrían salvar ni a un hijo ni a una hija. Solamente ellos, por su proceder justo, salvarían la vida.21Pues esto dice el Señor Dios: “No será de otro modo, cuando envíe contra Jerusalén estos cuatro terribles castigos: espada, hambre, bestias salvajes y peste para exterminar a hombres y animales. 22Pero quedará en ella un resto que pondrá a salvo hijos e hijas. Cuando vengan a vosotros y veáis su conducta y sus malas acciones, os consolaréis de los males que había enviado contra Jerusalén, de cuanto había hecho contra ella. 23Os consolaréis cuando veáis su conducta y sus malas acciones y comprendáis que en ningún momento había actuado contra ella sin motivo” —oráculo del Señor Dios—».
Capítulo 15
1Me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Hijo de hombre, ¿en qué aventaja la madera de la vid a la de cualquier otra rama de los árboles del bosque? 3¿Se la utiliza para alguna obra, se hacen de ella clavijas para colgar objetos? 4Más bien se la echa al fuego para que se consuma. El fuego devora sus dos extremos, y el centro se carboniza. ¿Servirá para alguna cosa? 5Si cuando el tronco estaba intacto no era útil para nada, cuánto menos lo será cuando el fuego lo haya devorado y carbonizado.6Por ello, así dice el Señor Dios: Así como, de entre los árboles del bosque, he arrojado al fuego la madera de la vid para alimentar el fuego, así he arrojado a los habitantes de Jerusalén. 7Volveré mi rostro contra ellos: han escapado del fuego, pero el fuego los consumirá. Comprenderéis que yo soy el Señor cuando me enfrente con ellos. 8Convertiré el país en un desierto, porque han actuado con perversión —oráculo del Señor Dios—».
Capítulo 16
1Me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Hijo de hombre, hazle conocer sus acciones detestables a Jerusalén. 3Di: Esto dice el Señor Dios, a Jerusalén. Por tu origen y tu nacimiento eres cananea: tu padre era amorreo y tu madre hitita. 4Así fue tu nacimiento: El día en que naciste, no te cortaron el cordón, no te lavaron con agua para purificarte, ni te friccionaron con sal, ni te envolvieron en pañales. 5Nadie se apiadó de ti ni hizo por compasión nada de todo esto, sino que por aversión te arrojaron a campo abierto el día que naciste. 6Yo pasaba junto a ti y te vi revolviéndote en tu sangre, y te dije: Sigue viviendo, tú que yaces en tu sangre, sigue viviendo. 7Te hice crecer como un brote del campo. Tú creciste, te hiciste grande, llegaste a la edad del matrimonio. Tus senos se afirmaron y te brotó el vello, pero continuabas completamente desnuda. 8Pasé otra vez a tu lado, te vi en la edad del amor; extendí mi manto sobre ti para cubrir tu desnudez. Con juramento hice alianza contigo —oráculo del Señor Dios— y fuiste mía. 9Te lavé con agua, te limpié la sangre que te cubría y te ungí con aceite. 10Te puse vestiduras bordadas, te calcé zapatos de cuero fino, te ceñí de lino, te revestí de seda. 11Te engalané con joyas: te puse pulseras en los brazos y un collar en tu cuello. 12Te puse un anillo en la nariz, pendientes en tus orejas y una magnífica diadema en tu cabeza. 13Lucías joyas de oro y plata, vestidos de lino, seda y bordado; comías flor de harina, miel y aceite; estabas cada vez más bella y llegaste a ser como una reina.14Se difundió entre las naciones paganas la fama de tu belleza, perfecta con los atavíos que yo había puesto sobre ti —oráculo del Señor Dios—. 15Pero tú, confiada en tu belleza, te prostituiste; valiéndote de tu fama, prodigaste tus favores y te entregaste a todo el que pasaba. 16Con tus vestidos adornaste lugares de culto con vivos colores, y en ellos te prostituías: tal cosa no había ocurrido nunca, ni volverá a ocurrir. 17Con las espléndidas joyas de oro y plata que te había regalado te hiciste imágenes humanas para prostituirte con ellas. 18Con tus vestidos bordados las recubriste y ofreciste ante ellas mi aceite y mi incienso. 19El pan que te había dado, la flor de harina, el aceite y la miel con que te alimentaba, los ofreciste como ofrenda agradable —oráculo del Señor Dios—. 20Tus hijos e hijas que habías dado a luz para mí, los ofreciste como comida. Como si no bastasen tus prostituciones 21sacrificaste a mis hijos y se los entregaste como ofrenda.22En medio de tus acciones detestables y de tus prostituciones, no te acordaste de los días de tu infancia, cuando, completamente desnuda, revolcabas tu desnudez en tu sangre. 23Y para colmo de tu perversión, ¡ay de ti! —oráculo del Señor Dios—, 24te has construido una alcoba y te has hecho un lugar de culto en cada plaza. 25En cada cabecera de caminos construías tus santuarios, hiciste abominable tu belleza ofreciéndote a todo el que pasaba, y multiplicando tus prostituciones. 26Te prostituiste con los egipcios, tus vecinos de cuerpo fuerte, multiplicando tus prostituciones para irritarme. 27Entonces te castigué, reduciendo tu ración, y te entregué a la avidez de tus enemigas, las filisteas, que se avergonzaban de tu conducta impúdica. 28Te prostituiste también con los asirios, porque no te habías saciado; te prostituiste con ellos, pero no te saciaste. 29Multiplicaste tus prostituciones en Caldea, una tierra de comerciantes, y aun así no te saciaste.30¡Qué inquieto estaba tu corazón —oráculo del Señor Dios— cuando hacías todas esas cosas, propias de una prostituta descarada, 31cuando construías tu alcoba en cada cabecera de caminos, y tu lugar de culto en cada plaza! Ni siquiera fuiste como una prostituta. Tú desdeñabas la paga, 32como mujer adúltera que, en lugar de acoger a su marido, acoge a los extraños. 33A una prostituta se le paga con regalos, pero tú has dado tus regalos a todos tus amantes y los has seducido para que vinieran a ti de todas partes para tus prostituciones. 34Te ha ocurrido en tus prostituciones lo contrario que a otras mujeres, justo al contrario: como nadie te solicitaba, pagabas tú en lugar de ser pagada».35Por eso, prostituta, escucha la palabra del Señor. 36Esto dice el Señor Dios: «Porque has descubierto tu bronce y descubierto en público tu desnudez en tus prostituciones con tus amantes, ídolos abominables, y por la sangre de tus hijos, que les ofreciste, 37por eso voy a reunir a todos tus amantes a quienes complaciste, a todos los que amabas y a los que aborrecías. Los reuniré frente a ti de todas partes, descubriré tu desnudez delante de ellos para que te miren. 38Te aplicaré la sentencia de las adúlteras y de los homicidas, te entregaré a la sangre, al furor y a la rabia. 39Te entregaré en sus manos, derribarán tus alcobas y demolerán tus santuarios, te despojarán de tus vestidos, te arrancarán tus espléndidas joyas y te dejarán desnuda y llena de ignominia. 40Traerán contra ti una multitud, te lapidarán y te traspasarán con sus espadas. 41Prenderán fuego a tus casas y ejecutarán la sentencia contra ti en presencia de muchas mujeres. Acabaré con tu prostitución y no volverás a pagar a tus amantes. 42Cuando haya aplacado mi ira contra ti y apartado de ti mi cólera, me apaciguaré y no volveré a encolerizarme. 43Por haber olvidado los días de tu juventud, por haberme provocado con todas estas cosas, yo te haré responsable de tu conducta —oráculo del Señor Dios—. ¿Acaso no habías añadido la infamia a todas tus acciones detestables?44Los que inventan refranes te aplicarán este: “De tal madre, tal hija”. 45Eres hija de tu madre, que detestaba a su marido y a sus hijos; hermana de tus hermanas, que detestaban a sus maridos y a sus hijos. Vuestra madre fue una hitita, vuestro padre un amorreo. 46Tu hermana mayor es Samaría con sus ciudades, situada a tu izquierda; tu hermana menor es Sodoma con sus ciudades, situada a tu derecha. 47No solamente has seguido su ejemplo y has y cometido las mismas acciones detestables —hubiera sido demasiado poco—, sino que toda tu conducta fue más depravada que la de ellas. 48Por mi vida —oráculo del Señor Dios— que tu hermana Sodoma y sus ciudades no han actuado como tú y las tuyas. 49Esta fue la culpa de Sodoma y sus ciudades: soberbia, saciedad y despreocupada indolencia, sin socorrer ni al indigente ni al pobre. 50Se ensoberbecieron y cometieron acciones detestables en mi presencia. Por eso las hice desaparecer, como has visto. 51Samaría, por su parte, no cometió ni la mitad de tus pecados. Tú has multiplicado tus acciones detestables más que ellas, y, con todas las acciones detestables cometidas, haces que tus hermanas parezcan inocentes.52Carga, pues, con la ignominia de haberte interpuesto en favor de tus hermanas con tus pecados, que te hicieron más abominable que ellas. Ellas son inocentes a tu lado. Avergüénzate y carga con tu ignominia. Frente a ti, tus hermanas son honestas. 53Pero yo cambiaré su destino, el destino de Sodoma y sus ciudades, el destino de Samaría y sus ciudades, y tu propio destino junto al de ellas, 54para que cargues con tu ignominia y te avergüences de todo lo que has hecho y les sirvas de consuelo. 55Tus hermanas Sodoma y sus ciudades, Samaría y sus ciudades volverán a la situación anterior; también tú y tus ciudades volveréis a la situación anterior, pero no en virtud de la alianza. 56¿No era Sodoma, tu hermana, objeto de malignos comentarios en el tiempo de tu soberbia, 57antes de que tu maldad fuera puesta al descubierto? Ahora eres tú misma objeto de burla de las ciudades edomitas y de todos sus vecinos, y de las ciudades filisteas que te insultan por todas partes. 58Ahora cargas con el peso de tu infamia y de tus acciones detestables —oráculo del Señor—».59Porque esto dice el Señor Dios: «Actuaré contigo conforme a tus acciones, pues menospreciaste el juramento y quebrantaste la alianza. 60Con todo, yo me acordaré de mi alianza contigo en los días de tu juventud, y estableceré contigo una alianza eterna. 61Te acordarás de tu conducta y te avergonzarás al acoger a tus hermanas mayores y a las menores, pues yo te las daré como hijas, pero no en virtud de tu alianza. 62Yo estableceré mi alianza contigo y reconocerás que yo soy el Señor, 63para que te acuerdes y te avergüences y no te atrevas nunca más a abrir la boca por tu oprobio, cuando yo te perdone todo lo que hiciste —oráculo del Señor Dios—».
Capítulo 17
1Me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Hijo de hombre, propón un enigma y cuenta una parábola a la casa de Israel. 3Les dirás: Esto dice el Señor Dios: “El águila grande, de amplias alas, de gran tamaño, de plumaje abundante y colorido, vino al Líbano y se apoderó de la punta de un cedro, 4arrancó la extremidad de una rama y la llevó a una tierra de mercaderes; la plantó en una ciudad de comerciantes. 5Después tomó simiente del país y la sembró en un campo preparado, la puso junto a aguas abundantes, como un brote de sauce. 6Germinó y se hizo una vid extendida, de poca altura, que tenía sus sarmientos dirigidos hacia el águila, y sus raíces debajo de ella. Se hizo una vid, echó pámpanos y extendió sus ramas. 7Había otra águila grande, de amplias alas, de plumaje abundante: y he aquí que la vid dirigió hacia ella sus raíces, y extendió sus ramas para recibir más riego que en el terreno donde estaba plantada. 8Estaba plantada en buena tierra, junto a aguas abundantes, donde podía echar sarmientos, dar fruto y convertirse en una vid espléndida”».9Pues bien, diles: «Esto dice el Señor Dios: “¿Prosperará? ¿No arrancará sus raíces, la despojará de sus frutos, y se secarán todos sus brotes? Sí, se secará, no habrá necesidad de un brazo fuerte ni de un pueblo poderoso para arrancarla de raíz. 10Estaba plantada, pero ¿prosperará? ¿No se secará apenas la toque el viento del este, en el lecho donde estaba plantada?”».11Me fue dirigida esta palabra del Señor: 12«Di a la casa rebelde: “¿No comprendéis lo que significa esto?”. Diles: “El rey de Babilonia vino a Jerusalén, se apoderó de su rey y de sus jefes y los llevó a Babilonia. 13Escogió a uno de la descendencia real e hizo con él un pacto y lo obligó bajo juramento, pero se llevó a los nobles del país 14para que el reino fuera humilde, no pudiera rebelarse, observara el pacto y pudiera subsistir. 15Pero el nuevo rey se rebeló contra el rey de Babilonia, envió mensajeros a Egipto para que le dieran caballos y gente. ¿Tendrá éxito? ¿Podrá escapar quien ha hecho tales cosas? Ha quebrantado el pacto, ¿podrá escapar? 16Por mi vida —oráculo del Señor Dios— que, por haber despreciado el juramento y quebrantado el pacto, morirá en Babilonia, en la corte del monarca que lo hizo rey. 17El faraón no lo apoyará en la guerra con un gran ejército ni con muchos hombres, cuando se levanten terraplenes y se construyan torres de asalto para matar a tanta gente. 18Después de haber dado su palabra, ha despreciado el juramento, ha quebrantado el pacto. Con todo lo que ha hecho, no escapará”. 19Por ello, así dice el Señor Dios: “Por mi vida, lo haré responsable de mi juramento, que ha despreciado, y de mi alianza, que ha quebrantado. 20Extenderé sobre él mi red y quedará preso en mi trampa, lo llevaré a Babilonia y allí lo juzgaré por la infidelidad que ha cometido contra mí. 21Los más escogidos de sus escuadrones caerán a espada, y los que sobrevivan serán dispersados a todos los vientos. Entonces reconoceréis que yo, el Señor, había hablado”».22Esto dice el Señor Dios: «También yo había escogido una rama de la cima del alto cedro y la había plantado; de las más altas y jóvenes ramas arrancaré una tierna y la plantaré en la cumbre de un monte elevado; 23la plantaré en una montaña alta de Israel, echará brotes y dará fruto. Se hará un cedro magnífico. Aves de todas clases anidarán en él, anidarán al abrigo de sus ramas. 24Y reconocerán todos los árboles del campo que yo soy el Señor, que humillo al árbol elevado y exalto al humilde, hago secarse el árbol verde y florecer el árbol seco. Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré».
Capítulo 18
1Me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«¿Por qué andáis repitiendo este refrán en la tierra de Israel?: “Los padres comieron agraces y los hijos tuvieron dentera”. 3Por mi vida —oráculo del Señor Dios— que nadie volverá a repetir ese refrán en Israel, 4porque todas las vidas son mías: la vida del padre como la del hijo. El que peque, ese morirá.5Si un hombre es inocente y se comporta recta y justamente; 6si no come en los montes ni levanta sus ojos a los ídolos de la casa de Israel; si no deshonra a la mujer de su prójimo ni se une a su mujer durante la menstruación; 7si no oprime a nadie, si devuelve la prenda empeñada; si no despoja a nadie de lo suyo, si da de su pan al hambriento y viste al desnudo; 8si no presta con usura ni acepta intereses; si se mantiene lejos de la injusticia y aplica con equidad el derecho entre las personas; 9si se comporta según mis preceptos y observa mis leyes, cumpliéndolas fielmente: ese hombre es justo, y ciertamente vivirá —oráculo del Señor Dios—.10Si ese hombre engendra un hijo violento y sanguinario, que comete contra su prójimo alguna de estas malas acciones 11(que su padre no había cometido), que participa en los montes en las comidas y deshonra a la mujer de su prójimo, 12oprime al indigente y al pobre, roba, no devuelve la prenda empeñada, honra a los ídolos y comete acciones detestables, 13presta con usura y acepta intereses, ciertamente no vivirá. Por haber cometido todas esas acciones detestables, morirá irremediablemente y será responsable de su propia muerte.14Pero si a su vez este hombre engendra un hijo que, habiendo visto todos los pecados cometidos por su padre, no los comete, 15no come en los montes ni levanta sus ojos a los ídolos de la casa de Israel; si no deshonra a la mujer de su prójimo, 16ni oprime a nadie, ni toma una prenda empeñada; si no despoja a nadie, da de su pan al hambriento y viste al desnudo; 17si no participa en la opresión, ni acepta usura ni intereses, cumple con las leyes y se comporta según mis preceptos, él no morirá por la culpa de su padre. Ciertamente vivirá. 18Pero su padre, que había oprimido y despojado al prójimo, y no hizo el bien en su pueblo, él sí morirá por su propia culpa.19Vosotros diréis: “¿Por qué no carga el hijo con la culpa de su padre?”. Por lo siguiente: porque el hijo ha cumplido con el derecho y la justicia, ha observado todos mis preceptos y los ha puesto en práctica; por ello, ciertamente vivirá. 20El que peca es el que morirá; el hijo no cargará con la culpa del padre, ni el padre cargará con la culpa del hijo. El inocente será tratado conforme a su inocencia, el malvado conforme a su maldad. 21Si el malvado se convierte de todos los pecados cometidos y observa todos mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá. 22No se tendrán en cuenta los delitos cometidos; por la justicia que ha practicado, vivirá. 23¿Acaso quiero yo la muerte del malvado —oráculo del Señor Dios—, y no que se convierta de su conducta y viva?24Si el inocente se aparta de su inocencia y comete maldades, como las acciones detestables del malvado, ¿acaso podrá vivir? No se tendrán en cuenta sus obras justas. Por el mal que hizo y por el pecado cometido, morirá.25Insistís: “No es justo el proceder del Señor”. Escuchad, casa de Israel: ¿Es injusto mi proceder? ¿No es más bien vuestro proceder el que es injusto? 26Cuando el inocente se aparta de su inocencia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. 27Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él salva su propia vida. 28Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.29La casa de Israel anda diciendo: “No es justo el proceder del Señor”. ¿Es injusto mi proceder, casa de Israel? ¿No es más bien vuestro proceder el que es injusto? 30Pues bien, os juzgaré, a cada uno según su proceder, casa de Israel —oráculo del Señor Dios—. Arrepentíos y convertíos de vuestros delitos, y no tropezaréis en vuestra culpa. 31Apartad de vosotros los delitos que habéis cometido, renovad vuestro corazón y vuestro espíritu. ¿Por qué habríais de morir, casa de Israel? 32Yo no me complazco en la muerte de nadie —oráculo del Señor Dios—. Convertíos y viviréis».
Capítulo 19
1«Entona una elegía por los príncipes de Israel. 2Dirás: “Tu madre era una leona entre los leones; tumbada en medio de los leoncillos amamantaba a sus cachorros. 3Crió con esmero a uno de sus cachorros, que se hizo un joven león, aprendió a desgarrar a su presa, a devorar hombres. 4Pero reclutaron gente contra él, lo atraparon en una fosa y con ganchos se lo llevaron a Egipto. 5Viendo que lo esperaba en vano, la leona perdió su esperanza, escogió otro de sus cachorros y lo hizo un joven león. 6Viviendo entre los leones se hizo todo un león: aprendió a desgarrar a su presa y a devorar hombres. 7Hacía estragos en sus palacios, asolaba sus ciudades; el país y sus habitantes estaban horrorizados por el rumor de su rugido. 8Las gentes de los alrededores y comarcas vecinas se organizaron contra él, le tendieron sus redes y quedó atrapado en una fosa. 9Lo encerraron en una jaula y con ganchos lo llevaron al rey de Babilonia. Lo pusieron en un lugar seguro, para que no se oyera más su rugido sobre los montes de Israel”.10“Tu madre era como una vid, plantada junto a las aguas, fecunda y rica en sarmientos por la abundancia de agua. 11Tenía vástagos robustos, buenos para cetro de gobernantes. Su altura sobresalía entre los arbustos. Se distinguía por la altura y la abundancia de las ramas. 12Pero fue arrancada con furor y arrojada por tierra. El viento del este secó sus frutos; ya separados, se secaron; y el fuego devoró el vástago robusto. 13Ahora está plantada en el desierto, en una tierra árida y sedienta. 14Brotó fuego del tronco y devoró sus brotes y sus frutos. No ha quedado en ella ni un vástago robusto, bastón para gobernar”». (Es una elegía, se canta como tal).
Capítulo 20
1El año séptimo, el día décimo del quinto mes, vinieron algunos ancianos de Israel a consultar al Señor y se sentaron frente a mí. 2Entonces me fue dirigida esta palabra del Señor: 3«Hijo de hombre, di a estos ancianos de Israel: “Esto dice el Señor Dios: ¿Habéis venido a consultarme? Por mi vida os juro que no me dejaré consultar por vosotros —oráculo del Señor Dios—”.4¡Júzgalos tú, hijo de hombre, júzgalos tú! Hazles conocer las acciones detestables de sus padres. 5Les dirás: “Esto dice el Señor Dios: Cuando escogí a Israel, hice un juramento solemne a la posteridad de Jacob. Me manifesté a ellos en Egipto jurándoles solemnemente: Yo soy el Señor, vuestro Dios. 6Entonces les juré solemnemente que los sacaría de Egipto para llevarlos a un país que yo mismo había explorado, que mana leche y miel, el más espléndido de todos los países. 7Y les dije: Arrojad los ídolos que atraen vuestras miradas, y no os contaminéis con los ídolos de Egipto. Yo soy el Señor, vuestro Dios. 8Pero ellos se rebelaron contra mí y no quisieron escucharme, no arrojaron los ídolos que atraían sus miradas ni abandonaron los ídolos de Egipto. Entonces pensé descargar mi cólera y desfogar mi ira contra ellos en Egipto. 9Pero al fin actué por respeto a mi nombre, para que no fuera profanado ante los pueblos entre los cuales habitaban, y a quienes me había dado a conocer cuando los saqué de la tierra de Egipto. 10Los saqué, pues, de Egipto y los conduje al desierto. 11Les di mis preceptos y les enseñé mis mandamientos, que son fuente de vida para quien los cumple. 12Les di también mis sábados como un signo entre nosotros, para que supieran que yo soy el Señor, que los ha consagrado.13Pero la casa de Israel se rebeló contra mí en el desierto. No cumplieron mis preceptos y despreciaron mis mandamientos, que son fuente de vida para quien los cumple, y profanaron mis sábados. Pensé descargar mi cólera contra ellos en el desierto y exterminarlos. 14Pero al fin actué por respeto a mi nombre, para que no fuera profanado ante los pueblos, ante los cuales los había liberado. 15Pero en el desierto les juré solemnemente que no los llevaría a la tierra que les había asignado, que mana leche y miel, el más espléndido de todos los países, 16porque habían despreciado mis mandamientos y no habían cumplido mis preceptos, habían profanado mis sábados y su corazón se había ido detrás de los ídolos. 17Sin embargo, me compadecí y no los aniquilé ni acabé con ellos en el desierto. 18Dije a sus hijos en el desierto: No sigáis los preceptos de vuestros padres, no observéis sus mandamientos, no os contaminéis con sus ídolos. 19Yo soy el Señor, vuestro Dios. Comportaos según mis preceptos, observad y poned en práctica mis mandamientos 20y respetad mis sábados como sagrados: ellos serán el signo entre nosotros para que se sepa que yo soy el Señor, vuestro Dios”.21Pero también sus hijos se rebelaron contra mí: no se comportaron según mis preceptos, no observaron ni pusieron en práctica mis mandamientos, que son fuente de vida para quien los pone en práctica, y profanaron mis sábados. Entonces pensé descargar mi cólera y desahogar mi ira contra ellos en el desierto. 22Pero retiré mi mano y actué de modo que mi nombre no fuera profanado ante los pueblos, en cuya presencia los había liberado; 23pero en el desierto les juré solemnemente que los dispersaría entre las naciones y los esparciría por los países, 24por no cumplir mis mandamientos, por despreciar mis preceptos, profanar mis sábados y haber puesto sus ojos en los ídolos de su padres. 25Llegué al punto de darles preceptos que no eran buenos y mandamientos que no conducen a la vida; 26permití que se contaminaran con sus propias ofrendas, haciéndoles sacrificar a sus primogénitos para que se horrorizaran y reconocieran que yo soy el Señor».27Por eso, hijo de hombre, habla a la casa de Israel y diles: «Esto dice el Señor Dios: “También me han despreciado vuestros padres con otra infidelidad: 28cuando los introduje en la tierra que solemnemente había jurado darles, al ver una colina elevada o un árbol frondoso, ofrecían allí sus sacrificios, allí presentaban sus provocativas ofrendas, allí deponían sus fragantes aromas, allí vertían sus libaciones. 29Yo les pregunté: ¿Qué hay en ese altozano adonde vais? Y ellos le pusieron el nombre de ‘altozano’ hasta el día de hoy”». 30Por tanto, di a la casa de Israel: «Esto dice el Señor Dios: Vosotros os habéis contaminado con las costumbres de vuestros padres y os habéis prostituido con sus ídolos; 31si vosotros, casa de Israel, seguís contaminándoos con vuestros ídolos, ofreciendo vuestros dones y haciendo pasar a vuestros hijos por el fuego hasta el día de hoy, ¿cómo voy a responder yo a vuestras consultas? Por mi vida —oráculo del Señor Dios— que no responderé a vuestras consultas.32Ciertamente no ocurrirá lo que os pasa por la mente cuando decís: “Queremos ser como los otros pueblos, como las gentes de los otros países, y adorar al leño y a la piedra”. 33Por mi vida —oráculo del Señor Dios— que yo reinaré sobre vosotros con mano fuerte, con brazo vigoroso y con ira incontenible. 34Os sacaré de entre las naciones con mano fuerte, con brazo vigoroso y con ira desbordada, y os reuniré de entre los países por donde estabais dispersos. 35Os llevaré al desierto de las naciones y allí, cara a cara, entablaré un pleito con vosotros. 36Lo mismo que entablé un pleito con vuestros padres en el desierto de Egipto, así entablaré un nuevo pleito con vosotros —oráculo del Señor Dios—. 37Os haré pasar bajo el cayado, y os someteré al vínculo del pacto. 38Pero separaré de entre vosotros a los rebeldes que se sublevan contra mí. Los sacaré del país donde habitan, pero no entrarán en la tierra de Israel. Y comprenderéis que yo soy el Señor».39En cuanto a vosotros, casa de Israel, esto dice el Señor Dios: «Vaya cada uno y haga desaparecer sus ídolos. ¿Es que después de esto no me escucharéis y no dejaréis de profanar mi santo nombre con los dones a vuestros ídolos? 40En mi santa montaña, en la montaña más elevada de Israel —oráculo del Señor Dios—, allí, en el país, me servirá la casa de Israel toda entera. Entonces los acogeré con benevolencia y, de cuanto queráis consagrar, requeriré vuestras ofrendas y las primicias de vuestros dones. 41Os acogeré con benevolencia, como fragantes aromas, cuando os haya sacado de entre los pueblos, os haya reunido de entre los países por donde estabais dispersos y haya manifestado mi santidad en vosotros a los ojos de las naciones. 42Entonces reconoceréis que yo soy el Señor, cuando os haya llevado a la tierra de Israel, a la tierra que juré mano en alto dar a vuestros padres. 43Allí recordaréis vuestra conducta y las malas obras con que os contaminasteis, y tendréis horror de vosotros mismos por todas las maldades que habéis cometido. 44Entonces comprenderéis, casa de Israel, que yo soy el Señor, cuando proceda con vosotros por respeto de mi nombre, y no conforme a vuestra mala conducta y a vuestras malas obras —oráculo del Señor Dios—».
Capítulo 21
1Me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Hijo de hombre, vuélvete al sur, vaticina hacia el mediodía y profetiza contra el bosque del Negueb. 3Dile: “Bosque del Negueb, escucha la palabra del Señor: Esto dice el Señor Dios. Voy a encender en medio de ti un fuego que devorará todo árbol verde y todo árbol seco. La llama ardiente no se apagará y arderá toda la superficie del campo, del sur al norte. 4Todo mortal verá que yo lo he encendido. No se apagará”». 5Yo repliqué: «Ay, mi Dios y Señor, ellos andan diciendo de mí: “No es sino un juglar de fábulas”».6Me fue dirigida esta palabra del Señor: 7«Hijo de hombre, dirige tu mirada hacia Jerusalén, vaticina contra el santuario y profetiza sobre la tierra de Israel. 8Di a la tierra de Israel: “Esto dice el Señor: Aquí estoy contra ti. Desenvainaré mi espada para extirpar de ti al inocente y al culpable. 9Porque tengo que exterminar al inocente y al culpable, por eso desenvainaré mi espada contra todo mortal, de sur a norte. 10Y sabrá todo mortal que yo, el Señor, he sacado mi espada de la vaina, adonde no volverá”. 11Y tú, hijo de hombre, gime, retuércete y gime con amargura ante sus ojos. 12Y cuando te pregunten: “¿Por qué gimes?”; les dirás: “Porque ha llegado una noticia que hará desfallecer los corazones, desmayar las manos, decaer el ánimo y disolverse en agua las rodillas. Ya ha llegado y así será” —oráculo del Señor Dios—».13Recibí una palabra del Señor: 14«Hijo de hombre, profetiza y di: “Esto dice el Señor: ¡Espada, espada, afilada y bruñida! 15Afilada para matar, bruñida para brillar. 16La he bruñido para empuñarla. Ya está afilada la espada, ya está bruñida, para ponerla en manos del verdugo. 17Grita y aúlla, hijo de hombre, porque se dirige contra mi pueblo, contra todos los príncipes de Israel, entregados a la espada junto con mi pueblo. ¡Por eso, golpéate el muslo! 18Ha sido puesta a la prueba. ¿Podrá ocurrir que el poder que lo desprecia todo no exista ya?” —oráculo del Señor Dios—.19Y tú, hijo de hombre, profetiza y golpea tus manos: que la espada castigue dos y tres veces, la espada de la muerte, la espada de la gran matanza que los amenaza, 20para que desfallezcan los corazones y sean muchas las víctimas. He puesto la espada de la matanza en todas sus puertas. Está preparada para relucir, bruñida para la masacre. 21Golpea, afilada, a derecha e izquierda, adondequiera te vuelvas. 22También yo aplaudiré con mis manos y desahogaré mi ira. 23Yo, el Señor, he hablado». Me fue dirigida esta palabra del Señor: 24«Hijo de hombre: Traza dos caminos para la venida de la espada del rey de Babilonia. Los dos partirán del mismo país. Al comienzo de cada uno pon una señal, indicando la dirección. 25Trazarás un camino para la espada hacia Rabá de los amonitas; el otro, hacia Judá y su plaza fuerte, Jerusalén. 26El rey de Babilonia se ha detenido en la encrucijada, en la cabecera de los dos caminos para consultar los presagios: baraja las flechas, consulta a los ídolos, examina el hígado. 27Ya tiene el presagio en su mano derecha: “¡A Jerusalén! ¡Que pongan las sillas de montar, que proclamen la masacre, que lancen el grito de guerra, que emplacen arietes contra las puertas, que levanten un terraplén, que construyan muros de asalto!” 28Les pareció falso el presagio: ¡Les habían hecho tantas promesas! Pero el rey de Babilonia recuerda su infidelidad y los llevará cautivos.29Por ello, así dice el Señor Dios: “Porque ha vuelto a vuestra memoria vuestra iniquidad, porque han quedado al descubierto vuestras transgresiones, porque son evidentes vuestras acciones y vuestros pecados, porque todo ha sido recordado, os llevarán cautivos por la fuerza. 30Y en cuanto a ti, infame y malvado príncipe de Israel, cuyo día y tiempo del castigo final ha llegado, 31esto dice el Señor Dios: Quítate el turbante, despójate de la corona. Nada volverá a ser igual. La modestia será exaltada, y la arrogancia humillada. 32¡Ruina sobre ruina, convertiré la ciudad en ruinas! Pero eso no ocurrirá hasta que llegue aquel en cuyas manos he puesto la sentencia”».33Y ahora, hijo de hombre, profetiza y di: «Esto dice el Señor Dios, contra los amonitas y contra sus insultos: “Espada, espada desnuda para devorar, bruñida para brillar: 34ha llegado el día y el momento de tu castigo final; pondrán la espada en el cuello de los infames y malvados, mientras sobre ti se tienen visiones falsas y se pronuncian oráculos mentirosos. 35¡Vuelve a tu vaina! En el mismo lugar donde fuiste forjada, en tu tierra de origen te juzgaré. 36Derramaré sobre ti mi indignación, atizaré contra ti el fuego de mi ira y te entregaré en manos de hombres bárbaros, artífices de exterminio. 37Serás pasto del fuego, tu sangre caerá en tu propia tierra, se perderá tu recuerdo, porque, yo, el Señor, he hablado”».
Capítulo 22
1Me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Tú, hijo de hombre, juzga, juzga a la ciudad sanguinaria. Échale en cara todas sus acciones detestables. 3Le dirás: “Esto dice el Señor Dios: ¡Ay de la ciudad que comete crímenes, y así acelera su fin, que fabrica ídolos y se contamina con ellos! 4Te hiciste culpable por los crímenes cometidos, te contaminaste con los ídolos que habías fabricado. Así has precipitado tu hora y has llegado al fin de tus años. Por eso te entrego al desprecio de las naciones y a la burla de todos los países. 5Los pueblos cercanos y lejanos harán burla de ti porque tienes mala fama, y grande es tu anarquía. 6En ti, los príncipes de Israel procuraron derramar cuanta sangre podían. 7Tus habitantes despreciaban al padre y a la madre, oprimían al inmigrante, maltrataban al huérfano y a la viuda. 8Habéis despreciado mis cosas santas, habéis profanado mis sábados. 9En ti había calumniadores que incitaban a cometer crímenes, tomaban parte en las comidas idolátricas, cometían obscenidades. 10Tenían relaciones con la mujer de su padre, abusaban de la mujer durante su menstruación. 11Uno comete adulterio con la mujer de su prójimo, otro profana con obscenidades a su propia nuera, un tercero violenta a su hermana, hija de su padre. 12En ti se aceptan sobornos para cometer crímenes; has aceptado intereses y practicado la usura; con violencia extorsionas a tu prójimo, y a mí me has olvidado —oráculo del Señor Dios—. 13Pero yo ya he decidido actuar contra la ganancia deshonesta y los crímenes cometidos en medio de ti. 14¿Resistirá tu corazón, estarán firmes tus manos el día que yo actúe contra ti? Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré. 15Te dispersaré entre las naciones, te esparciré por los países y pondré fin a tu corrupción, 16con la cual te habías manchado delante de las naciones. Así sabrás que yo soy el Señor”».17Me fue dirigida esta palabra del Señor: 18«Hijo de hombre, la casa de Israel se me ha convertido en escoria. Todos ellos, plata o bronce, estaño, hierro o plomo, dentro del horno se han convertido en escoria. 19Por ello, así dice el Señor Dios: “Porque todos os habéis convertido en escoria, por eso os reuniré en Jerusalén. 20Como se echa en el horno plata, bronce, hierro, plomo y estaño, y se atiza el fuego para fundirlos, así yo en mi ira y en mi furor os reuniré, os meteré en el horno y os fundiré. 21Os reuniré y atizaré contra vosotros el fuego de mi furor y os fundiré en la ciudad. 22Como se funde la plata en el horno, así seréis fundidos en la ciudad, y sabréis que yo, el Señor, he derramado mi furor contra vosotros”».23Me vino esta palabra del Señor: 24«Hijo de hombre, di a Jerusalén: “Eres una tierra no purificada, privada de lluvia en el día de mi indignación, 25cuyos príncipes son como un león rugiente que desgarra su presa: han devorado a la gente, se apoderaron de sus tesoros y riquezas y multiplicaron las viudas. 26Sus sacerdotes han violado mi ley y profanado las cosas santas, no distinguen entre sagrado y profano ni enseñan la diferencia entre puro e impuro, cierran sus ojos ante la observancia de mis sábados, y yo quedo deshonrado en medio de ellos. 27Sus funcionarios son como lobos que desgarran una presa: derraman sangre y eliminan gente para sacar provecho. 28Sus profetas blanquean las grietas: ofrecen visiones falsas y presagios mentirosos. Dicen: ‘Esto dice el Señor’, cuando el Señor no había hablado. 29Los propietarios cometen atropellos y saqueos, maltratan a los débiles y pobres, y oprimen al inmigrante contra todo derecho. 30Busqué entre todos ellos alguien que construyera una muralla y se mantuviera en la brecha frente a mí, en favor del país, para que no lo destruyera, pero no pude encontrarlo. 31Entonces derramé mi indignación contra ellos, los consumí en el fuego de mi ira, les pagué conforme a su conducta” —oráculo del Señor Dios—».
Capítulo 23
1Me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Había una vez dos mujeres, hijas de una misma madre. 3Se prostituyeron en Egipto cuando todavía eran muy jóvenes. Allí acariciaron sus pechos y palparon sus senos virginales. 4La mayor se llamaba Oholá, y su hermana Oholibá. Tuve con ellas hijos e hijas. (Oholá es Samaría, y Oholibá Jerusalén). 5Oholá se prostituyó cuando aún estaba conmigo: se apasionó por sus amantes asirios, sus vecinos, 6vestidos de púrpura, gobernadores y oficiales, jóvenes apuestos, hábiles jinetes. 7Concedió sus favores a la flor de los asirios, por los cuales se había apasionado, contaminándose con todos sus ídolos. 8No renunció a su vida de prostitución, que había comenzado en Egipto cuando, siendo muy joven se acostaban con ella, y desahogando sobre ella su lujuria, avasallaron su virginidad. 9Por eso la entregué en manos de sus amantes asirios, por quienes se había apasionado. 10Ellos la expusieron desnuda, le arrebataron sus hijos e hijas, y a ella la mataron a espada. Su nombre se hizo famoso entre las mujeres por la sentencia que le habían aplicado.11Oholibá, su hermana, lo vio, pero su pasión fue aún más corrompida, y su vida de prostituta, peor que la de su hermana. 12También se apasionó por los asirios, sus vecinos, gobernadores y oficiales, vestidos espléndidamente, hábiles jinetes, jóvenes apuestos todos ellos. 13Yo vi que también ella se había manchado. Las dos iban por el mismo camino, 14pero esta fue más lejos en su prostitución. Había visto hombres dibujados sobre los muros, imágenes de los caldeos, grabados en rojo, 15ceñido el torso con cinturones, amplios turbantes en la cabeza, todos con aspecto de capitanes: eran imágenes de babilonios, cuya tierra de origen es Caldea. 16Se apasionó por ellos, apenas los vio, y les envió mensajeros a Caldea. 17Los babilonios acudieron a ella, al lecho de sus amores, y la mancharon con su fornicación. Una vez contaminada, se hastió de ellos. 18Así manifestó su vida de prostituta y expuso su desnudez. Yo me aparté de ella, como me había apartado de su hermana. 19Ella se prostituyó cada vez más y, añorando los días en que se prostituía en Egipto, 20se apasionó otra vez por estos disolutos, de complexión de asnos y miembros de caballo.21Buscaste otra vez las obscenidades de tu juventud, cuando los egipcios avasallaron tu virginidad y palparon tus senos de doncella. 22Por eso, Oholibá, esto dice el Señor Dios: “Yo incitaré contra ti a tus amantes, de los cuales te habías hastiado, y los conduciré contra ti de todas partes, 23a los babilonios y a todos los caldeos, a los habitantes de Pecod y Soa y Coa, a todos los asirios, jóvenes apuestos, gobernadores y oficiales, aurigas y hábiles jinetes a caballo. 24Del norte vienen contra ti, con carros y vehículos y con una multitud de naciones. De todas partes dispondrán contra ti sus paveses, adargas y yelmos. Yo expondré mi causa ante ellos, y ellos te juzgarán según sus leyes. 25Desencadenaré mi rabia contra ti y te tratarán con furor: te cortarán la nariz y las orejas, y tu posteridad perecerá a espada. Te arrebatarán hijos e hijas, y lo que quede de ti será pasto del fuego. 26Te despojarán de tus vestidos y te arrebatarán las joyas. 27Pondré fin a tu libertinaje y a tu prostitución, que comenzaste en Egipto. No volverás a poner tus ojos en ellos, ni te acordarás de Egipto nunca más”.28Sí, esto dice el Señor Dios: “Yo te pongo en mano de los que aborreces, de los cuales te habías hastiado. 29Ellos te tratarán con odio, te quitarán cuanto ganaste y te abandonarán desnuda y llena de ignominia. Al desnudo quedarán tus prostituciones. Tu libertinaje y tu vida de prostituta 30te han acarreado todo esto. Al prostituirte con las naciones te has contaminado con sus ídolos. 31Caminaste por la senda de tu hermana, por eso pondré su copa en tus manos”. 32Esto dice el Señor Dios: “Beberás la copa de tu hermana, profunda y ancha, de gran capacidad: serás objeto de burla e irrisión. 33Te saciarás de embriaguez y de aflicción. Copa de horror y devastación es la copa de Samaría, tu hermana. 34La beberás, la apurarás, morderás sus pedazos y te lacerarás los pechos, porque yo he hablado” —oráculo del Señor Dios—. 35Por ello, así dice el Señor Dios: “Porque me has olvidado y me has vuelto la espalda, carga también tú con tu libertinaje y tu prostitución”».36El Señor me dijo: «Hijo de hombre, juzga a Oholá y Oholibá y échales en cara sus acciones detestables. 37Porque se han vuelto adúlteras y sus manos están llenas de sangre. Cometieron adulterio con sus ídolos y les han ofrecido como comida los hijos que me habían dado. 38Han llegado a profanar mi santuario y violar mis sábados. 39Después de haber inmolado a sus hijos ante sus ídolos, el mismo día entraban en mi santuario para profanarlo. Eso han hecho en mi templo. 40Hicieron venir hombres de lejos, les enviaban un mensajero y ellos acudían. Para ellos te bañabas, te pintabas los ojos y te engalanabas con joyas. 41Te reclinabas en un lecho suntuoso; delante de ti, una mesa aparejada, con mi incienso y mi perfume. 42Se oía el rumor de una multitud en fiesta y, junto a ellos, hombres venidos del desierto que colocaban pulseras en sus manos y una magnífica corona en sus cabezas. 43Yo dije de la ciudad consumida en adulterio: ¿Continuará todavía con sus prostituciones?44Como quien acude a una prostituta, así se acercaban a Oholá y Oholibá, mujeres depravadas. 45Pero hombres justos las juzgarán como se juzga a las adúlteras y homicidas. Porque son adúlteras y sus manos están llenas de sangre. 46Esto dice el Señor Dios: “Convoca una asamblea contra ellas y entrégalas al terror y al pillaje. 47Que la asamblea las lapide y las descuarticen con espadas; que maten a sus hijos e hijas y que prendan fuego a sus casas. 48Así pondré fin al libertinaje de esta tierra. Las mujeres escarmentarán y no imitarán vuestro libertinaje. 49Os harán responsables de vuestro libertinaje, cargaréis con vuestros pecados de idolatría, y sabréis que yo soy el Señor Dios”».
Capítulo 24
1El año noveno, el día diez del mes décimo, me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Hijo de hombre, anota esta fecha, porque hoy, hoy mismo, el rey de Babilonia ha atacado a Jerusalén. 3Propón una parábola a este pueblo rebelde y diles: “Esto dice el Señor Dios: Prepara una olla, prepárala, echa agua en ella. 4Agrega trozos de carne, los mejores trozos: pernil y espaldilla; llénala de huesos escogidos, 5que sea lo mejor de los animales. Debajo, amontona la leña en círculo, hazla hervir a borbotones. Hasta los huesos deben cocerse”. 6Ahora, esto dice el Señor Dios: “Ay de la ciudad sanguinaria, olla llena de herrumbre, que no se quita. Vacíala de sus trozos, uno a uno, sin echar suertes, 7porque en ella hay sangre todavía. No la ha vertido por tierra para que el polvo la cubriera, la ha puesto sobre una roca desnuda. 8Para provocar mi furor y para tomar venganza, también yo he dejado su sangre sobre la roca desnuda, sin que fuera cubierta”.9Por ello, así dice el Señor Dios: “¡Ay de la ciudad sanguinaria! Yo mismo agrandaré la pira. 10Pon más leña, enciende la hoguera, cuece bien la carne, mezcla las especias, y que los huesos se quemen. 11Deja después la olla vacía sobre las brasas, para que el cobre se ponga al rojo, y así se funda su impureza y se consuma la herrumbre. 12Pero la herrumbre resiste al fuego y no desaparece. 13Por la perversión de tu comportamiento infame, porque yo había querido purificarte de tu impureza, pero no lo has consentido, no serás purificada hasta que yo no desahogue mi furor contra ti. 14Yo, el Señor, he hablado. Ha llegado el momento y yo actuaré. No lo dejaré pasar, no tendré piedad ni compasión. Te juzgarán según tu conducta y según tus obras” —oráculo del Señor Dios—».15Me fue dirigida esta palabra del Señor: 16«Hijo de hombre, voy a arrebatarte repentinamente el encanto de tus ojos; pero tú no entones una lamentación, no hagas duelo, no llores, no derrames lágrimas. 17Suspira en silencio, no hagas ningún rito fúnebre. Ponte el turbante y cálzate las sandalias; no te cubras la barba ni comas el pan del duelo».18Yo había hablado a la gente por la mañana, y por la tarde murió mi mujer. Al día siguiente hice lo que se me había ordenado. 19Entonces me dijo la gente: —¿Quieres explicarnos qué significa lo que estás haciendo?20Les respondí: —He recibido esta palabra del Señor: 21«Di a la casa de Israel: Esto dice el Señor Dios: “Voy a profanar mi santuario, el baluarte del que estáis orgullosos, encanto de vuestros ojos, esperanza de vuestra vida. Los hijos e hijas que dejasteis en Jerusalén caerán a espada. 22Entonces haréis lo que yo he hecho: no os cubriréis la barba ni comeréis el pan del duelo; 23seguiréis con el turbante en la cabeza y las sandalias en los pies; no entonaréis una lamentación ni lloraréis; os consumiréis por vuestras culpas y gemiréis unos con otros. 24Ezequiel os servirá de señal: haréis lo mismo que él ha hecho. Y, cuando suceda, comprenderéis que yo soy el Señor Dios”. 25Y tú, hijo de hombre, el día que yo les arrebate su refugio, su alegría y su esplendor, el encanto de sus ojos, el ansia de sus vidas, 26ese día se te presentará un fugitivo para comunicarte una noticia. 27Ese día se te abrirá la boca, podrás hablar, y no volverás a quedar mudo. Les servirás de señal y reconocerán que yo soy el Señor».
Capítulo 25
1Me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Hijo de hombre, dirige tu mirada hacia los amonitas y profetiza contra ellos. 3Les dirás: “Escuchad la palabra del Señor Dios. Esto dice el Señor Dios: Porque os alegrasteis cuando profanaban mi santuario, cuando devastaban el país, cuando la casa de Judá marchaba al exilio, 4por eso, os entrego en propiedad a los hijos de Oriente: ellos levantarán en medio de ti sus campamentos, plantarán en ti sus tiendas, se comerán tus frutos y beberán tu leche. 5Haré de Rabá un campo de pastoreo para camellos y de la tierra de Amón un corral de ovejas, y reconoceréis que yo soy el Señor”.6Esto dice el Señor Dios: “Por haber aplaudido y saltado de júbilo, porque te regocijaste con todo el desprecio de tu corazón hacia la tierra de Israel, 7por eso, extiendo mi mano contra ti, te entregaré como presa a las naciones, te suprimiré de entre los pueblos, te haré desaparecer de entre los países, te exterminaré y sabrás que yo soy el Señor”».8Esto dice el Señor Dios: «Porque Moab (y Seír) han dicho: “La casa de Judá es como las demás naciones”, 9por eso, voy a abrir el flanco de Moab destruyendo las ciudades fronterizas, esplendor del país: Bet Jesimot, Baal Maón y Quiriataín. 10Las entrego en propiedad a los hijos del Oriente, junto con los amonitas, para que se pierda el recuerdo de los amonitas entre las naciones. 11Ejecutaré mi juicio contra Moab y sabrán que yo soy el Señor».12Esto dice el Señor Dios: «Porque Edón se ha vengado de la casa de Judá y con su venganza se ha hecho gravemente culpable, 13por ello, así dice el Señor Dios: “Extenderé mi mano contra Edón, exterminaré hombres y animales y lo convertiré en ruinas. Desde Temán a Dedán todos caerán a espada. 14Me vengaré de Edón por medio de mi pueblo Israel. Actuarán con Edón conforme a mi cólera y a mi rabia y conocerán mi venganza” —oráculo del Señor Dios—».15Esto dice el Señor Dios: «Porque los filisteos han actuado vengativamente, y llenos de desprecio han tomado venganza, dándose a la destrucción con un odio secular, 16por ello, así dice el Señor Dios: “Extenderé mi mano contra los filisteos y exterminaré a los quereteos, y acabaré con el resto de los habitantes de la costa. 17Ejecutaré contra ellos una terrible venganza, castigándolos con furor, y reconocerán que yo soy el Señor, cuando descargue en ellos mi venganza”».
Capítulo 26
1El año undécimo, el primer día del mes, me fue dirigida esta palabra del Señor:2«Hijo de hombre, porque Tiro ha dicho de Jerusalén: “La puerta de los pueblos está destrozada; ahora es mi turno; la que estaba llena ha quedado en ruinas”,3por ello, así dice el Señor Dios: “Aquí estoy contra ti, Tiro: levantaré contra ti numerosas naciones, como el mar eleva sus olas.4Destruirán las murallas de Tiro, abatirán sus torres. No quedará ni el polvo, la dejaré como roca desnuda.5En medio del mar será sitio para tender las redes, porque así lo he dicho yo —oráculo del Señor Dios—. Tiro será despojo para las naciones6y sus poblados de tierra adentro serán pasados a cuchillo. Y sabrán que yo soy el Señor”».7Esto dice el Señor Dios: «Traeré desde el norte contra Tiro a Nabucodonosor, rey de Babilonia, rey de reyes, con caballos, carros y jinetes, y un poderoso ejército.8Pasará a cuchillo a sus poblados de tierra adentro, armará contra ti torres de asalto, levantará un terraplén y erigirá un escudo protector.9Batirá tus murallas con arietes y abatirá con picas tus baluartes.10Te cubrirá la polvareda de sus escuadrones de caballos cuando entre por tus puertas, como se entra en una ciudad conquistada; y al estrépito de los jinetes, de las ruedas y de los carros temblarán tus murallas.11Los cascos de sus caballos hollarán todas tus calles, pasará por la espada a tu pueblo y tus robustos pilares caerán por tierra.12Harán botín de tus riquezas, saquearán tus mercancías, derribarán tus murallas y derruirán tus suntuosos edificios, arrojarán al mar tus piedras, tus escombros y tus vigas.13Pondré fin al rumor de tus canciones y no se escuchará más el sonido de tus cítaras.14Te dejaré como roca desnuda, serás un sitio para tender las redes, no serás reconstruida nunca más, porque yo, el Señor lo he dicho —oráculo del Señor Dios—».15Esto dice el Señor Dios, a Tiro: «¿No temblarán los pueblos lejanos ante el estruendo de tu caída, por el gemido de los traspasados por la espada, por la masacre que tendrá lugar en medio de ti? 16Los príncipes del mar descenderán de sus tronos, se quitarán sus mantos y, despojados de sus vestidos recamados, se vestirán de terror. Sentados en el suelo temblarán a cada instante, horrorizados ante ti. 17Y pronunciarán sobre ti esta elegía: ¡Cómo has sucumbido, habitante de los mares, la ciudad famosa, la poderosa en medio del mar, cuyos habitantes a todos infundían terror!18Ahora se estremecen los pueblos lejanos por tu caída, de tu fin se horrorizan los pueblos del mar».19Esto dice el Señor Dios: «Cuando te haya convertido en un desierto, ciudad que nadie habita; cuando haya suscitado contra ti el océano y te cubran sus aguas caudalosas,20te precipitaré con los que bajan al Abismo hacia las gentes del pasado, te haré habitar en lo profundo de la tierra, en las ruinas perpetuas, con los que bajan al Abismo. No serás habitada nunca más y yo pondré mi esplendor en la tierra de los vivientes.21Te haré un objeto de espanto y no existirás más; te buscarán y no te encontrarán nunca jamás —oráculo del Señor Dios—».
Capítulo 27
1Me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Hijo de hombre, entona una elegía sobre Tiro. 3Dirás: Oh Tiro, señora de los puertos, mercado de las naciones para los numerosos pueblos de la costa, esto dice el Señor Dios: Tiro, tú decías: “Mi belleza es perfecta”.4Tus dominios se extendían hasta el corazón del mar, tus armadores hicieron perfecto tu diseño.5Con cipreses de Senir construyeron tu casco, de un cedro del Líbano tu mástil,6con robles de Basán tus remos. Tu cubierta era de ciprés, de las islas de Quitín, taraceado de marfil.7Eran un estandarte tus velas, de lino recamado de Egipto; el toldo, de púrpura y escarlata, de las costas de Elisá.8Habitantes de Sidón y de Arvad eran tus remeros, y gente experta de Tiro tus timoneles.9Peritos veteranos de Biblos reparaban tus averías. Todas las naves del mar y sus marineros comerciaban contigo.10Guerreros de Persia, Lidia y Libia estaban en tu ejército. Colgaban en ti el escudo y el yelmo, y aumentaban tu esplendor.11Gentes de Arvad, junto con tu ejército, sobre tus murallas en torno a la ciudad, y los de Gamad en tus torres, colgando sobre las murallas sus adargas, completaban tu magnificencia.12Tarsis traficaba contigo por tu abundante mercadería, te pagaba con plata y hierro, estaño y plomo.13Yaván, Tubal y Mesec comerciaban contigo y te daban a cambio esclavos y objetos de bronce.14Los de Bet Togarma te pagaban con caballos de tiro y de montar, y con mulos.15También los de Dedán comerciaban contigo. Numerosos países costeros eran tu mercado; pagaban con cuernos de marfil y madera de ébano.16Arán traficaba contigo por la abundancia de tus productos. Te pagaban con piedras preciosas, tejidos de púrpura, recamados y de lino, coral y rubíes.17Judá e Israel comerciaban contigo y te daban a cambio trigo de Minit, dulces, miel, aceite y bálsamo.18Damasco traficaba contigo con vino de Jelbón y lana de Sajar, por la abundancia de tus productos y tus muchas mercancías.19Vedán y Yaván, desde Uzal, te daban a cambio hierro forjado, canela y caña aromática por tus mercaderías.20Dedán comerciaba contigo con mantas de montar.21Arabia y los príncipes de Cadar traficaban contigo con corderos, carneros y machos cabríos.22Los mercaderes de Saba y de Ramá comerciaban contigo y te daban a cambio los mejores aromas, todo tipo de piedras preciosas y oro.23Jarán, Cané, Edén y los mercantes de Saba, Asiria y Quilmad comerciaban contigo.24Vestidos de lujo, mantos de púrpura recamados, tapetes multicolores, cuerdas bien trenzadas y resistentes pertenecían a su comercio.25Naves de Tarsis transportaban tus mercancías. Eras rica y opulenta en medio de los mares.26Tus remeros te llevaron a aguas tumultuosas y el viento del este te destrozó en alta mar.27Tu riqueza, tu comercio, tus mercancías, tus marineros, tus pilotos y calafateadores, tus comerciantes y tus guerreros con toda la tripulación se hundirán en medio del mar el día de tu naufragio.28Al grito de auxilio de tus marineros tiemblan las costas.29Todos los remeros, los marineros todos y los pilotos de mar saltarán de sus naves para quedarse en tierra.30Harán oír sus voces, gimiendo por ti amargamente, se echarán tierra sobre sus cabezas y se revolcarán en cenizas.31Se raparán la cabeza por tu causa, se vestirán de saco, llorarán con amargura, con amarga lamentación.32Entonarán sobre ti una elegía y cantarán una lamentación: “¿Quién fue jamás como Tiro, ahora silenciosa en la profundidad del mar?”.33Cuando desembarcabas tus mercancías saciabas a pueblos numerosos. Con tu riqueza opulenta y tu comercio enriquecías a los reyes de la tierra.34Ahora yaces destruida por el mar, en la profundidad de las aguas. Carga y tripulación se hundieron contigo.35Los habitantes de los países costeros se espantan de ti, sus reyes se estremecen de horror, el rostro descompuesto.36Los mercaderes de otros pueblos silban con desprecio: te has convertido en un motivo de espanto, has desaparecido para siempre».
Capítulo 28
1Me fue dirigida esta palabra del Señor:2«Hijo de hombre, di al príncipe de Tiro: Esto dice el Señor Dios: Se enalteció tu corazón y dijiste: “Soy un dios y estoy sentado en el trono de los dioses en el corazón del mar”. Tú que eres hombre, y no dios, pusiste tu corazón como el corazón de Dios.3Te dijiste: “¡Si eres más sabio que Daniel, ningún enigma se te resiste!4Con tu sabiduría e inteligencia te has hecho una fortuna; acumulaste tesoros de oro y plata”.5Con tu gran habilidad para el comercio acrecentaste tu fortuna; y por tu fortuna te llenaste de presunción.6Por ello, así dice el Señor Dios: “Por haber puesto tu corazón como el corazón de Dios,7por eso, haré venir contra ti extranjeros, los más feroces de entre los pueblos. Desenvainarán sus espadas contra tu brillante sabiduría, y profanarán tu belleza.8Te hundirán en la fosa y perecerás de muerte violenta en el corazón del mar.9¿Podrás seguir diciendo delante de tus verdugos: ‘Soy un dios’? Serás un hombre, y no un dios, en mano de los que te apuñalen.10Morirás con muerte de incircunciso, a manos de gentes extrañas. Porque lo he dicho yo” —oráculo del Señor—».11Me fue dirigida esta palabra del Señor: 12«Hijo de hombre, entona una elegía sobre el rey de Tiro. Le dirás: Esto dice el Señor Dios: Eras un dechado de perfección, lleno de sabiduría y de acabada belleza.13Habitabas en Edén, en el jardín de Dios, revestido de piedras preciosas: rubí, topacio y diamante, crisólito, ónice y jaspe, zafiro, turquesa y esmeralda. De oro labrado tus pendientes y aros, preparados el día de tu creación.14Yo te había establecido como querubín protector de talla elevada. En la sagrada montaña de los dioses ibas y venías entre piedras de fuego.15Fue irreprensible tu conducta desde el día de tu creación hasta que se descubrió tu culpa.16Por la magnitud de tu comercio te llenaste de violencia y de pecado. Por eso te expulsé de la montaña de los dioses como a un profano, y te hice desaparecer de entre las piedras de fuego, querubín protector.17Por tu belleza tu corazón se hizo arrogante, el esplendor echó a perder tu sabiduría. Por eso te arrojé sobre la tierra y te entregué como espectáculo a los reyes.18Con la gravedad de tus culpas y la corrupción de tu comercio profanaste tus santuarios. Por eso suscité de tus entrañas un fuego que devora y te reduje a cenizas sobre la tierra, a la vista de cuantos te contemplan.19Quienes te conocían entre los pueblos se horrorizaron de ti. Fuiste motivo de espanto y desapareciste para siempre».20Me fue dirigida esta palabra del Señor: 21«Hijo de hombre: dirige tu mirada hacia Sidón, profetiza contra ella 22y di: Esto dice el Señor Dios: Aquí estoy contra ti, Sidón; a tus expensas me cubriré de gloria. Y sabrán que yo soy el Señor, cuando haga justicia en ella y en ella manifieste mi santidad.23Enviaré contra ella la peste, habrá sangre en sus calles. En su interior, por todas partes, caerán los traspasados por la espada y sabrán que yo soy el Señor.24Ya no habrá más espinas punzantes ni zarzas hirientes para la casa de Israel de parte de los vecinos que los hostigan. Y sabrán que yo soy el Señor Dios».25Esto dice el Señor Dios: «Cuando yo reúna a la casa de Israel de entre los pueblos adonde fueron dispersados, manifestaré en ellos mi santidad a la vista de las naciones y habitarán en su tierra, que yo había concedido a mi siervo Jacob. 26Vivirán seguros, construirán casas y plantarán viñas. Vivirán seguros cuando ejecute mi sentencia contra todos sus vecinos que los hostigaban. Y sabrán que yo soy el Señor, su Dios».
Capítulo 29
1El año décimo, el doce del décimo mes, me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Hijo de hombre, dirige tu mirada hacia el faraón, rey de Egipto, y profetiza contra él y contra todo Egipto. 3Dirás: Esto dice el Señor Dios: Aquí estoy contra ti, faraón, rey de Egipto, cocodrilo gigante que yaces en el cauce del Nilo y dices: “Mío es el Nilo, soy yo quien lo ha hecho”.4Yo te pondré arpones en las quijadas, sujetaré a tus escamas los peces del Nilo, y te sacaré del Nilo con todos los peces sujetos a tus escamas.5Te arrojaré al desierto a ti con todos los peces del Nilo. Quedarás en campo abierto, no serás recogido ni enterrado. Te doy como comida a las fieras de la tierra.6Así sabrán todos los habitantes de Egipto que yo soy el Señor. Porque fuiste un apoyo de caña para la casa de Israel,7y, cuando su mano te aferraba, te quebraste y le rasgaste la mano, y, cuando en ti se apoyaban, te rompiste y los hiciste tambalear;8por ello, así dice el Señor Dios: hago venir la espada contra ti, y exterminaré de ti hombres y animales.9La tierra de Egipto quedará desierta y arrasada, y sabrán que yo soy el Señor, porque habías dicho: “Mío es el Nilo, soy yo quien lo ha hecho”.10Por eso, aquí estoy contra ti y contra tu Nilo. Dejaré la tierra de Egipto arrasada y desierta, desde Migdol hasta Siene, y hasta la frontera de Etiopía.11No pasará por allí ni pie de hombre ni pezuña de animal. No la habitarás por cuarenta años.12Durante cuarenta años quedará desierta la tierra de Egipto en medio de países desiertos; y quedarán desiertas sus ciudades en medio de ciudades arrasadas. Dispersaré a los egipcios entre las naciones y los esparciré por los países».13Esto dice el Señor Dios: «Al cabo de cuarenta años reuniré a los egipcios de entre los pueblos adonde los había dispersado. 14Cambiaré la suerte de Egipto y los haré regresar a la tierra de Patros, a su tierra de origen. Allí constituirán un reino humilde. 15Será el más modesto de los reinos y no volverá a erguirse contra las naciones. Disminuiré su importancia para que no vuelvan a dominar sobre las naciones. 16No será nunca más una esperanza para la casa de Israel; solo un recuerdo de su culpa, por haberlo seguido. Entonces reconocerán que yo soy el Señor Dios».17El año veintisiete, el primer día del primer mes, me fue dirigida esta palabra del Señor: 18«Hijo de hombre: Nabucodonosor, rey de Babilonia, ha emprendido una gran maniobra militar contra Tiro. Quedaron rapadas las cabezas, los hombros desollados. Pero ni él ni su ejército obtuvieron provecho alguno de la maniobra emprendida contra Tiro. 19Por ello, así dice el Señor Dios: Yo entrego la tierra de Egipto a Nabucodonosor, rey de Babilonia. Él se llevará sus riquezas, lo saqueará, lo entregará al pillaje. Esta será la paga para su ejército. 20Por la acción emprendida contra Egipto, le entrego su tierra —oráculo del Señor Dios—. 21Aquel día fortaleceré el poder de la casa de Israel. A ti te concederé hablar en medio de ellos, y reconocerán que yo soy el Señor».
Capítulo 30
1Recibí una palabra del Señor: 2«Hijo de hombre, profetiza y di: Esto dice el Señor Dios: “Gemid y clamad: ¡Ay de aquel día!3Porque está cercano el día, cercano el Día del Señor, día cargado de nubes, la hora de las naciones.4Se abatirá la espada sobre Egipto y habrá terror en Etiopía, cuando caigan traspasados los egipcios, les arrebaten sus riquezas y destruyan sus cimientos.5Etiopía, Libia, Lidia y Arabia, Cub y los habitantes del país aliado caerán a espada junto con ellos”.6Esto dice el Señor: “Caerán los que apoyan a Egipto, se derrumbará su orgulloso poderío. Desde Migdol a Siene caerán a espada —oráculo del Señor Dios—.7Quedará desolado en medio de países desolados, y sus ciudades, en medio de ciudades arrasadas.8Reconocerán que yo soy el Señor cuando ponga fuego a Egipto y sean destruidos cuantos lo apoyan.9Aquel día marcharán en navíos mensajeros de mi parte que harán temblar a Etiopía, que se siente segura. Habrá terror entre sus habitantes el día de Egipto, que ya está a las puertas”. 10Esto dice el Señor Dios: “Acabaré con la opulencia de Egipto por medio de Nabucodonosor, rey de Babilonia.11Él y su pueblo, los más crueles de todas las naciones, han sido enviados para devastar el país. Desnudarán sus espadas contra Egipto y cubrirán el país de cadáveres.12Secaré los canales del Nilo y dejaré el país en poder de gente perversa. Devastaré el país y cuanto contiene por mano de extranjeros. Yo, el Señor, he hablado”.13Esto dice el Señor Dios: “Exterminaré a los ídolos y acabaré con los dioses de Menfis, y ya no habrá príncipe en Egipto. Sembraré el terror en la tierra de Egipto,14devastaré Patros, pondré fuego a Soán y ejecutaré mi sentencia contra Tebas.15Derramaré mi furor contra Sin, fortaleza de Egipto, y exterminaré a la muchedumbre de Tebas.16Pondré fuego a Egipto, Sin se retorcerá de dolor, abrirán una brecha en Tebas y Menfis será capturada en pleno día.17Los jóvenes de Heliópolis y Bubastis caerán a espada, y las muchachas irán cautivas.18En Tafnes se oscurecerá el día cuando yo rompa allí el cetro de Egipto y acabe con su poder arrogante. Lo cubrirá una nube y sus hijas irán cautivas.19Así ejecutaré mi sentencia contra Egipto, y sabrán que yo soy el Señor”».20El año undécimo, el séptimo día del primer mes, me fue dirigida esta palabra del Señor: 21«Hijo de hombre, yo había quebrantado un brazo al faraón, rey de Egipto. Se lo vendaron para curarlo, le pusieron una ligadura para inmovilizarlo, devolverle la fuerza y hacerle empuñar la espada. 22Por ello, así dice el Señor Dios: “Aquí estoy contra el faraón, rey de Egipto. Quebrantaré sus dos brazos, el sano y el quebrado, y haré caer la espada de su mano. 23Dispersaré a los egipcios entre las naciones, los esparciré por los países. 24Fortaleceré los brazos del rey de Babilonia, pondré mi espada en su mano. Quebrantaré los brazos del faraón, que gemirá ante él como un herido de muerte. 25Fortaleceré los brazos del rey de Babilonia, mientras desfallecen los brazos del faraón. Entonces comprenderán que yo soy el Señor, cuando ponga mi espada en la mano del rey del Babilonia, y él la agite contra Egipto. 26A los egipcios los dispersaré entre las naciones, los esparciré por los países, y reconocerán que yo soy el Señor”».
Capítulo 31
1El año undécimo, el primer día del tercer mes, me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Hijo de hombre, di al faraón, rey de Egipto, y a su gente: “¿A quién crees parecerte en tu grandeza?3¿A un ciprés, a un cedro del Líbano, de espléndido ramaje, espesa sombra, sublime altura, cuya cima llegaba hasta las nubes?4Las aguas lo nutrían, las fuentes subterráneas lo hacían crecer, fluían sus corrientes por donde estaba plantado, y extendían sus canales hacia todos los árboles del campo.5El cedro se hizo más esbelto que todos los árboles del campo. Crecía y se multiplicaban sus ramas, se extendían sus tallos por la abundancia de agua.6En sus ramas anidaban todas las aves del cielo, bajo sus tallos parían todas las bestias del campo, habitaban a su sombra naciones numerosas.7Era hermoso en su grandeza, en la extensión de sus ramas, porque dirigía su raíz hacia las aguas profundas.8Los cedros del jardín de Dios no podían igualarlo, ningún ciprés tenía un ramaje parecido, ni los plátanos tallos similares. Ningún árbol se le semejaba en hermosura en el jardín de Dios.9Yo lo había hecho hermoso, con su frondoso ramaje. Lo envidiaban los árboles de Edén, en el jardín de Dios”.10Por ello, así dice el Señor Dios: “Por haberse elevado y haber puesto la cima entre las nubes, porque su corazón se volvió soberbio a causa de su altura,11lo he rechazado y lo entregaré en manos de una nación más poderosa, que lo trate conforme a su maldad.12Las más crueles naciones extranjeras lo han cortado y desechado. Sus ramas han caído sobre los montes y en los valles, sus tallos han sido desgajados y yacen por todos los barrancos del país. De su sombra se alejaron los pueblos de la tierra, dejándolo abatido.13Sobre sus despojos se posan las aves del cielo, y entre su follaje se guarecen las bestias salvajes.14Para que no se jacte de su altura ningún árbol plantado junto al agua, ni pongan su cima entre las nubes; para que ni siquiera los más fuertes, aunque bien regados, confíen en su altura, todos han sido destinados a la muerte, a la profundidad de la tierra, entre los hijos de los hombres que bajan a la fosa”.15Esto dice el Señor Dios: “El día en que él bajó al Abismo cerré por duelo las aguas subterráneas, detuve sus corrientes, se interrumpió el curso de las aguas caudalosas, por su causa vestí el Líbano de luto y se secaron los árboles del campo.16Hice temblar a las naciones al fragor de su caída. Cuando lo precipité en el Abismo con todos los que bajan a la fosa, se consolaron en la profundidad de la tierra los árboles de Edén, los más selectos del Líbano, que apagaban su sed en las aguas.17También ellos bajaron al Abismo, junto a los atravesados por la espada. Los que se cobijaban a su sombra fueron dispersados en medio de las naciones.18¿A quién te pareces, por gloria y por grandeza, de entre los árboles de Edén? Con los árboles de Edén serás precipitado a la profundidad de la tierra, yacerás entre incircuncisos, con los atravesados por la espada. Tal será la suerte del faraón y de todos sus súbditos” —oráculo del Señor Dios—».
Capítulo 32
1El año duodécimo, el día primero del mes duodécimo, me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Hijo de hombre, entona esta elegía sobre faraón, rey de Egipto. Le dirás: “¡Joven león de las naciones, te han reducido al silencio! Eras como un monstruo marino, te lanzabas en tus ríos; enturbiando el agua con tus patas, llenabas de fango las corrientes”.3Esto dice el Señor Dios: “Con la ayuda de una multitud de pueblos extenderé mi red sobre ti. Ellos te arrastrarán a mi red4y yo te echaré por tierra, te abandonaré en medio del campo. Se posarán sobre ti las aves del cielo y de ti se saciarán todas las bestias salvajes.5Arrojaré tu carne por los montes, de tu carroña llenaré los valles.6Abrevaré la tierra con el flujo de tu sangre, que desciende de los montes, y de ella se llenarán los cauces.7Cuando te extingas velaré el cielo, oscureceré sus estrellas, cubriré el sol con una nube y la luna ya no dará su luz.8Haré oscuras sobre ti las luminarias del cielo y extenderé sobre tu tierra las tinieblas —oráculo del Señor Dios—.9Agitaré el corazón de muchos pueblos, cuando dé a conocer tu destrucción entre las naciones, en países que nunca conociste.10Haré que se horroricen de ti muchos pueblos. Sus reyes se llenarán de espanto cuando agite mi espada ante ellos. Temblarán a cada momento por sus vidas, por causa de tu caída”.11Esto dice el Señor Dios: “La espada del rey de Babilonia caerá contra ti.12Por la espada de guerreros, los más crueles de todas las naciones, haré caer a tu gente. Arrasarán la arrogancia de Egipto y toda su gente será exterminada.13Haré perecer el ganado junto a sus aguas abundantes y no volverán a enturbiarlas ni pie de hombre ni pezuña de ganado.14Entonces calmaré sus aguas y sus corrientes fluirán como aceite —oráculo del Señor Dios—.15Cuando convierta a Egipto en un desierto y el país quede despojado de cuanto poseía, cuando haya golpeado a todos sus habitantes, entonces reconocerán que yo soy el Señor”».16Esta es la elegía. La cantarán las ciudades de las naciones sobre Egipto; la cantarán sobre toda su gente —oráculo del Señor Dios—.17El año duodécimo, el día quince del mes duodécimo, me fue dirigida esta palabra del Señor: 18«Hijo de hombre: Entona un canto fúnebre sobre la gente de Egipto. Hazlos descender a las profundidades de la tierra, junto con las ciudades vasallas de las naciones poderosas, junto con los que bajan a la fosa. 19“¿Sois acaso más agraciados que los demás? Pues descended, yaced junto a los incircuncisos”. 20Caerán en medio de los traspasados por la espada. Han sido entregados a la espada, los arrastrarán, a él y a toda su gente. 21Los más bravos guerreros en medio del Abismo les dirán: “Descended, yaced junto a los incircuncisos, junto a los traspasados por la espada”. 22Allí está Asiria y toda su gente, sus sepulcros todo alrededor. Todos ellos, traspasados, cayeron por la espada. 23Han puesto sus sepulcros en lo más profundo de la fosa. Todos ellos, traspasados, cayeron por la espada, los que aterrorizaban al mundo de los vivos. 24Allí está Elán y toda su gente, sus sepulcros alrededor de ellos. Todos ellos, traspasados, cayeron por la espada. Descendieron como incircuncisos a las profundidades de la tierra los que aterrorizaban al mundo de los vivos. Ahora soportan su deshonor con los que bajaron a la fosa. 25Le han puesto su morada en medio de los traspasados por la espada, con toda su gente, sus sepulcros alrededor de ellos, incircuncisos, traspasados por la espada, que aterrorizaban al mundo de los vivos. Ahora soportan su deshonor con los que bajaron a la fosa, en medio de los traspasados por la espada. 26Allí está Mesec y Tubal y toda su gente, sus sepulcros todo alrededor. Todos ellos, incircuncisos, traspasados por la espada, porque aterrorizaban al mundo de los vivos. 27No pueden yacer con los héroes incircuncisos, que descendían al Abismo con su equipo de guerra, a los cuales les ponían la espada bajo sus cabezas. Su culpa reposa sobre sus huesos porque fueron el terror de los héroes en el mundo de los vivos. 28Pero tú mismo serás abatido entre los incircuncisos, y deberás yacer junto a los traspasados por la espada. 29Allí está Edón, sus reyes y sus príncipes, a los cuales dieron sepultura junto a los traspasados por la espada. Yacerán con los incircuncisos que bajan a la fosa. 30Allí están todos los jefes del norte y los de Sidón, los cuales, a pesar de haber sembrado el terror con sus hechos heroicos, llenos de vergüenza debieron yacer, incircuncisos, junto a los traspasados por la espada. Ahora soportan su deshonor con los que bajaron a la fosa. 31El faraón los verá y se consolará de la suerte de su pueblo, traspasados por la espada, el faraón y todo su ejército —oráculo del Señor Dios—. 32Porque habían aterrorizado al mundo de los vivos, el faraón y toda su gente deberán yacer en medio de los incircuncisos, con los traspasados por la espada —oráculo del Señor Dios—».
Capítulo 33
1Me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Hijo de hombre, habla a tu pueblo y diles: “Si yo envío al enemigo contra un país, y la gente escoge a un hombre del lugar y lo pone de centinela, 3y este, viendo venir al enemigo contra el país, toca la trompeta para dar la alarma al pueblo; 4si alguien oye el toque de trompeta y no hace caso, y el enemigo llega y lo sorprende, él mismo es responsable de su muerte. 5Había oído el toque de trompeta, pero no hizo caso: es responsable de su muerte. Si hubiera hecho caso habría salvado su vida. 6Pero si el centinela que ve venir al enemigo no toca la trompeta y el pueblo no es puesto en alarma, llega el enemigo y se cobra algunas vidas, estos habrán perecido por su maldad, pero yo pediré cuenta de su sangre al centinela”. 7A ti, hijo de hombre, te he puesto de centinela en la casa de Israel; cuando escuches una palabra de mi boca, les advertirás de mi parte. 8Si yo digo al malvado: “Malvado, eres reo de muerte”, pero tú no hablas para advertir al malvado que cambie de conducta, él es un malvado y morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. 9Pero si tú adviertes al malvado que cambie de conducta, y no lo hace, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado la vida».10Y tú, hijo de hombre, di a la casa de Israel: «Vosotros andáis diciendo: “Nuestros delitos y nuestros pecados pesan sobre nosotros, y por eso nos estamos consumiendo. ¿Cómo podemos vivir así?”. 11Pues diles: “Por mi vida —oráculo del Señor Dios— que yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta y viva. Convertíos, convertíos de vuestra perversa conducta. ¿Por qué os obstináis en morir, casa de Israel?”. 12Y tú, hijo de hombre, di a la gente de tu pueblo: “La buena conducta del hombre justo no lo salvará el día de su delito, ni la maldad del malvado será para él un obstáculo el día de su conversión. El hombre justo no podrá seguir viviendo por su buena conducta el día de su pecado. 13Si yo digo al justo: ‘Ciertamente vivirás’, pero él, confiado en su buena conducta, comete un acto inicuo, su buena conducta no será recordada. Deberá morir por causa del acto inicuo cometido. 14Y si digo al malvado: ‘Irremediablemente morirás’, pero él se convierte de su pecado y actúa con rectitud y justicia, 15devuelve la fianza que había exigido, restituye lo robado, practica los preceptos que dan vida y no hace ningún mal, ciertamente vivirá y no morirá. 16Ninguno de los pecados que había cometido será recordado. Ha actuado con rectitud y justicia. Ciertamente vivirá. 17Y si la gente del pueblo replica: ‘No es justo el proceder del Señor’, son ellos los que no proceden rectamente. 18Si el hombre justo se aparta de su buena conducta y comete actos inicuos, morirá por su causa. 19Y si el malvado se convierte de su maldad y actúa con rectitud y justicia, a causa de ello ciertamente vivirá. 20Entonces, ¿cómo decís: ‘No es justo el proceder del Señor’? Yo os juzgaré a cada uno según vuestra conducta, casa de Israel”».21El año duodécimo de nuestra deportación, el día cinco del mes décimo, llegó a mí un fugitivo de Jerusalén y me dijo: «¡Ha caído la ciudad!». 22Desde la tarde anterior y hasta que el fugitivo llegó por la mañana había estado sobre mí la mano del Señor. Entonces me devolvió el habla, y dejé de estar mudo. 23Me fue dirigida esta palabra del Señor: 24«Hijo de hombre, los habitantes de aquellas ruinas en la tierra de Israel dicen: “Abrahán era uno solo y recibió la tierra en herencia. Nosotros somos muchos. Ahora se nos ha dado la tierra en propiedad”. 25Pues diles: “Esto dice el Señor Dios: Vosotros coméis la carne con la sangre, elevando vuestros ojos a los ídolos, y derramáis sangre, ¿y pretendéis heredar la tierra? 26Ponéis la confianza en vuestras espadas; vosotras, mujeres, cometéis actos abominables; vosotros, hombres, deshonráis a la mujer del prójimo, ¿y pretendéis heredar la tierra?”. 27Les dirás: “Esto dice el Señor: Por mi vida, los que están entre las ruinas caerán a espada, los que andan por el campo serán devorados por las fieras, y los que se refugien en las fortalezas o en las cuevas morirán de peste. 28Dejaré el país solitario y desolado, terminará su arrogancia y su poder. Quedarán desolados los montes de Israel, y nadie más pasará por allí. 29Cuando haya dejado el país solitario y desolado a causa de todos los actos abominables que cometieron, entonces reconocerán que yo soy el Señor”.30“En cuanto a ti, hijo de hombre, la gente del pueblo habla de ti junto a los muros, y a la puerta de las casas, y se dicen uno a otro: ‘Vamos a escuchar qué palabra viene del Señor’. 31Han venido a ti en masa. Mi pueblo se sentará frente a ti, escucharán tus palabras, pero no las pondrán en práctica, porque me halagan con sus labios, pero después solo buscan su provecho. 32Eres para ellos como un cantor apasionado, de buena voz y que sabe acompañarse con las cuerdas. Escuchan tus palabras, pero no las practican. 33Pero cuando se cumplan —y están para cumplirse— sabrán que había un profeta en medio de ellos”».
Capítulo 34
1Me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza y diles: “¡Pastores!, esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar las ovejas? 3Os coméis las partes mejores, os vestís con su lana; matáis las más gordas, pero no apacentáis el rebaño. 4No habéis robustecido a las débiles, ni curado a la enferma, ni vendado a la herida; no habéis recogido a la descarriada, ni buscado a la que se había perdido, sino que con fuerza y violencia las habéis dominado. 5Sin pastor, se dispersaron para ser devoradas por las fieras del campo. 6Se dispersó mi rebaño y anda errante por montes y altos cerros; por todos los rincones del país se dispersó mi rebaño y no hay quien lo siga ni lo busque. 7Por eso, pastores, escuchad la palabra del Señor: 8¡por mi vida! —oráculo del Señor Dios—; porque mi rebaño ha sido expuesto al pillaje, y a ser devorado por las fieras del campo por falta de pastor; porque mis pastores no cuidaron mi rebaño, y se apacentaron a sí mismos pero no apacentaron mi rebaño, 9por eso, pastores, escuchad la palabra del Señor: 10Esto dice el Señor Dios: Me voy a enfrentar con los pastores: les reclamaré mi rebaño, dejarán de apacentar el rebaño, y ya no podrán apacentarse a sí mismos. Libraré mi rebaño de sus fauces, para que no les sirva de alimento”».11Porque esto dice el Señor Dios: «Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré. 12Como cuida un pastor de su grey dispersa, así cuidaré yo de mi rebaño y lo libraré, sacándolo de los lugares por donde se había dispersado un día de oscuros nubarrones. 13Sacaré a mis ovejas de en medio de los pueblos, las reuniré de entre las naciones, las llevaré a su tierra, las apacentaré en los montes de Israel, en los valles y en todos los poblados del país. 14Las apacentaré en pastos escogidos, tendrán sus majadas en los montes más altos de Israel; se recostarán en pródigas dehesas y pacerán pingües pastos en los montes de Israel. 15Yo mismo apacentaré mis ovejas y las haré reposar —oráculo del Señor Dios—. 16Buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma; pero a la que está fuerte y robusta la guardaré: la apacentaré con justicia».17En cuanto a vosotros, mi rebaño, esto dice el Señor Dios: «Yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío. 18¿No os basta pacer en buenos pastos, sino que pisoteáis con las pezuñas el resto del pastizal? ¿No os basta beber el agua clara, sino que enturbiáis el resto con las pezuñas? 19¿Ha de pastar mi rebaño lo que vuestras pezuñas pisotearon, y beber lo que vuestras pezuñas enturbiaron? 20Por eso así les dice el Señor Dios: Yo mismo juzgaré entre la oveja robusta y la flaca. 21Habéis embestido con el flanco y el cuarto delantero, y corneado a las más débiles hasta dispersarlas y echarlas fuera. 22Pero yo defenderé mi rebaño y no será ya objeto de pillaje. Yo juzgaré entre oveja y oveja. 23Suscitaré un único pastor que las apaciente: mi siervo David; él las apacentará, él será su pastor. 24Yo, el Señor, seré su Dios, y mi siervo David, príncipe en medio de ellos. Yo, el Señor, he hablado. 25Estableceré con mi rebaño una alianza de paz: exterminaré los animales dañinos de la tierra para que pueda habitar seguro en el desierto y dormir en los bosques. 26De bosques y desiertos en torno a mi montaña haré una bendición. Enviaré la lluvia a su tiempo, lluvia de bendición. 27El árbol del campo dará su fruto, y la tierra su cosecha. Estarán seguros en su tierra, y reconocerán que yo soy el Señor, cuando rompa las coyundas de su yugo y los libre del poder de quienes lo esclavizan. 28No volverán a ser presa de las naciones, ni los devorarán las bestias salvajes; habitarán seguros, sin temores. 29Para ellos crecerán plantaciones renombradas: nunca más serán consumidos por el hambre en esta tierra, ni tendrán que soportar la burla de otros pueblos, 30y reconocerán que yo, el Señor, soy su Dios, y que ellos, la casa de Israel, son mi pueblo —oráculo del Señor Dios—. 31Vosotros sois mi rebaño, las ovejas que yo apaciento, y yo soy vuestro Dios —oráculo del Señor Dios—».
Capítulo 35
1Me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Hijo de hombre: dirige tu mirada hacia la montaña de Seír y profetiza contra ella. 3Le dirás: “Esto dice el Señor Dios: Aquí estoy contra ti, montaña de Seír. Extenderé mi mano contra ti y te dejaré solitaria y desolada. 4Dejaré tus ciudades en ruinas, y quedarás solitaria, y reconocerás que yo soy el Señor. 5Porque mantuviste una permanente enemistad contra los hijos de Israel, y los entregaste al poder de la espada en el tiempo del desastre, cuando su pecado llegó al colmo, 6por eso, por mi vida —oráculo del Señor Dios—, te anegaré en sangre, y la sangre te perseguirá. Porque no has aborrecido el crimen, el crimen te perseguirá. 7La montaña de Seír quedará solitaria y desolada, y exterminaré de ella a quien va y a quien viene. 8Llenaré de cadáveres tus montes: en tus colinas, valles y torrentes caerán los traspasados por la espada. 9Te convertiré para siempre en un desierto, no serán habitadas tus ciudades, y sabréis que yo soy el Señor. 10Por haber dicho: ‘Las dos naciones serán mías, me apoderaré de los dos países’ —y el Señor estaba allí— , 11por eso, por mi vida, oráculo del Señor Dios, te trataré con la misma ira apasionada con que actuaste contra ellos llevado por tu odio. Y ellos me reconocerán cuando te aplique la sentencia. 12Reconocerás que yo, el Señor, había oído todas las injurias que proferías contra los montes de Israel cuando decías: ‘Están devastados. Nos pertenecen como despojos’. 13Habéis hablado contra mí con arrogancia y proferido palabras altaneras: yo lo he oído. 14Esto dice el Señor Dios: Toda la tierra se alegrará cuando te convierta en un desierto. 15Como te alegraste cuando quedó desolada la heredad de la casa de Israel, así haré contigo: quedará desolada la montaña de Seír y todo el territorio de Edón, y sabrán que yo soy el Señor”».
Capítulo 36
1Y tú, hijo de hombre, profetiza sobre los montes de Israel. Diles: «Montes de Israel, escuchad la palabra del Señor. 2Esto dice el Señor Dios: “Porque vuestro enemigo ha dicho: ¡Bien! ¡Estas viejas colinas ya son nuestras!”, 3por eso profetiza y di: Esto dice el Señor Dios: “Porque de todas partes os codiciaban para dejaros devastados, hasta quedar en poder de las demás naciones; porque andáis en la boca de la gente y sois objeto de habladurías”, 4por eso, montañas de Israel, escuchad la palabra del Señor Dios: Esto dice el Señor Dios, a los montes y a las colinas, a los torrentes y a los valles, a las ruinas desoladas y a las ciudades abandonadas, saqueadas y escarnecidas por las naciones vecinas. 5Sí, esto dice el Señor Dios: “Juro, en el ardor de mi ira, que presentaré mi alegato contra el resto de las naciones y contra todo Edón, porque con gran regocijo y profundo desprecio se apoderaron de mi tierra para saquearla y dejarla despoblada”. 6Por eso, profetiza sobre la tierra de Israel, y di a los montes y a las colinas, a los torrentes y a los valles: Esto dice el Señor Dios: “Hablo con ira y furor. Porque habéis soportado el ultraje de las naciones”, 7por ello, así dice el Señor Dios: “Lo juro con la mano en alto: las naciones que os rodean, ellas deberán cargar con sus ultrajes. 8Y vosotros, montes de Israel, echaréis vuestras ramas y daréis vuestros frutos para mi pueblo Israel, que está por llegar. 9A vosotros me vuelvo y me dirijo: otra vez seréis labrados y sembrados. 10Acrecentaré sobre vosotros la población de la casa de Israel, repoblarán las ciudades y reconstruirán las ruinas. 11Multiplicaré vuestra gente y el ganado, serán numerosos y fecundos, os haré tan poblados como antaño, seré más generoso que al principio, y sabréis que yo soy el Señor. 12Haré que transite por vuestro territorio la gente de mi pueblo Israel, tomarán posesión de vosotros y seréis su heredad, y no volveréis a privarlos de sus hijos”. 13Esto dice el Señor Dios: “Porque andan diciendo de vosotros que devoráis a vuestra gente y habéis dejado sin hijos a vuestro propio pueblo, 14por eso no volverás a devorar a tu gente, ni dejarás sin hijos a tu pueblo —oráculo del Señor Dios—. 15No tendrás que escuchar el ultraje de las naciones, ni soportar el sarcasmo de los pueblos, ni volverás a privar a tu pueblo de sus hijos” —oráculo del Señor Dios—».16Me vino esta palabra del Señor: 17«Hijo de hombre, la casa de Israel profanó con su conducta y sus acciones la tierra en que habitaba. Su conducta era a mis ojos como la impureza de la regla. 18Me enfurecí contra ellos, por la sangre que habían derramado en el país, y por haberlo profanado con sus ídolos. 19Los dispersé por las naciones, y anduvieron dispersos por diversos países. Los he juzgado según su conducta y sus acciones. 20Al llegar a las diversas naciones, profanaron mi santo nombre, ya que de ellos se decía: “Estos son el pueblo del Señor y han debido abandonar su tierra”. 21Así que tuve que defender mi santo nombre, profanado por la casa de Israel entre las naciones adonde había ido. 22Por eso, di a la casa de Israel: “Esto dice el Señor Dios: No hago esto por vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, profanado por vosotros en las naciones a las que fuisteis. 23Manifestaré la santidad de mi gran nombre, profanado entre los gentiles, porque vosotros lo habéis profanado en medio de ellos. Reconocerán las naciones que yo soy el Señor —oráculo del Señor Dios—, cuando por medio de vosotros les haga ver mi santidad. 24Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países y os llevaré a vuestra tierra. 25Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; 26y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 27Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos. 28Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios. 29Os libraré de vuestras impurezas, convocaré el trigo y lo haré abundar y no volveréis a pasar hambre. 30Multiplicaré los frutos de los árboles y la cosecha del campo, para que no soportéis más la afrenta del hambre entre las naciones. 31Y cuando os acordéis de vuestra conducta perversa y de vuestras malas acciones, sentiréis vergüenza por vuestras culpas y acciones detestables. 32Sabedlo bien, no lo hago por vosotros —oráculo del Señor Dios—; avergonzaos y sonrojaos de vuestra conducta, casa de Israel”».33Esto dice el Señor Dios: «Cuando os purifique de vuestras culpas, repoblaré las ciudades y serán reconstruidas las ruinas. 34Volverán a labrar la tierra desolada, que los caminantes veían desierta. 35Entonces se dirá: “Esta tierra que estaba desolada se ha convertido en un jardín de Edén, y las ciudades arrasadas, desiertas y destruidas, son plazas fuertes habitadas”. 36Entonces las naciones que queden a vuestro alrededor reconocerán que yo, el Señor, reedifico lo destruido y vuelvo a plantar en tierra arrasada”. Yo, el Señor, lo digo y lo hago. 37Esto dice el Señor Dios: “También dejaré que la casa de Israel me suplique y la acrecentaré como un rebaño humano. 38Como un rebaño consagrado en Jerusalén durante las fiestas, así las ciudades en ruinas se llenarán de rebaños humanos, y sabrán que yo soy el Señor”».
Capítulo 37
1La mano del Señor se posó sobre mí. El Señor me sacó en espíritu y me colocó en medio de un valle todo lleno de huesos. 2Me hizo dar vueltas y vueltas en torno a ellos: eran muchísimos en el valle y estaban completamente secos. 3Me preguntó: «Hijo de hombre: ¿podrán revivir estos huesos?». Yo respondí: «Señor, Dios mío, tú lo sabes». 4Él me dijo: «Pronuncia un oráculo sobre estos huesos y diles: “¡Huesos secos, escuchad la palabra del Señor! 5Esto dice el Señor Dios a estos huesos: Yo mismo infundiré espíritu sobre vosotros y viviréis. 6Pondré sobre vosotros los tendones, haré crecer la carne, extenderé sobre ella la piel, os infundiré espíritu y viviréis. Y comprenderéis que yo soy el Señor”».7Yo profeticé como me había ordenado, y mientras hablaba se oyó un estruendo y los huesos se unieron entre sí. 8Vi sobre ellos los tendones, la carne había crecido y la piel la recubría; pero no tenían espíritu. 9Entonces me dijo: «Conjura al espíritu, conjúralo, hijo de hombre, y di al espíritu: “Esto dice el Señor Dios: ven de los cuatro vientos, espíritu, y sopla sobre estos muertos para que vivan”». 10Yo profeticé como me había ordenado; vino sobre ellos el espíritu y revivieron y se pusieron en pie. Era una multitud innumerable. 11Y me dijo: «Hijo de hombre, estos huesos son la entera casa de Israel, que dice: “Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, ha perecido, estamos perdidos”. 12Por eso profetiza y diles: “Esto dice el Señor Dios: Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os sacaré de ellos, pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel. 13Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de ellos, pueblo mío, comprenderéis que soy el Señor. 14Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestra tierra y comprenderéis que yo, el Señor, lo digo y lo hago” —oráculo del Señor—».15Me fue dirigida esta palabra del Señor: 16«Y tú, hijo de hombre, cógete una vara y escribe en ella: “Judá y los hijos de Israel que le están asociados”; coge luego otra vara y escribe en ella: “José y la casa de Israel que le está asociada”. Esta es la vara de Efraín. 17Empálmalas luego la una con la otra, de modo que en tu mano formen una sola vara. 18Cuando te pregunte la gente de tu pueblo: “¿Qué significa eso?”, 19respóndeles: “Esto dice el Señor Dios: Cogeré la vara de José que está en la mano de Efraín, y las tribus de Israel que están unidas a él y las pondré junto a la vara de Judá, de modo que formen una sola vara y queden unidas en mi mano”. 20Las varas sobre las que habrás escrito estarán en tu mano a la vista de tu pueblo. 21Entonces les dirás: “Esto dice el Señor Dios: Recogeré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde han ido, los reuniré de todas partes para llevarlos a su tierra. 22Los haré una sola nación en mi tierra, en los montes de Israel. Un solo rey reinará sobre todos ellos. Ya no serán dos naciones ni volverán a dividirse en dos reinos. 23No volverán a contaminarse con sus ídolos, sus acciones detestables y todas sus transgresiones. Los liberaré de los lugares donde habitaban y en los cuales pecaron. Los purificaré; ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. 24Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según mis preceptos, cumplirán mis prescripciones y las pondrán en práctica. 25Habitarán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob, en la que habitaron sus padres: allí habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre, y mi siervo David será su príncipe para siempre. 26Haré con ellos una alianza de paz, una alianza eterna. Los estableceré, los multiplicaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; 27tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. 28Y reconocerán las naciones que yo soy el Señor que consagra a Israel, cuando esté mi santuario en medio de ellos para siempre”».
Capítulo 38
1Me fue dirigida esta palabra del Señor: 2«Hijo de hombre, dirige tu mirada hacia Gog, de la tierra de Magog, príncipe y señor de Mesec y Tubal; profetiza contra él 3y dile: “Esto dice el Señor Dios: Aquí estoy contra ti, Gog, príncipe y señor de Mesec y Tubal. 4Te sujetaré con un freno en la mandíbula, te haré poner en marcha, a ti y a todo tu ejército, caballos y caballeros, pomposamente vestidos, una multitud inmensa con adargas y escudos, todos empuñando la espada. 5Persia, Etiopía, Put y Libia van con ellos, todos con escudos y yelmos. 6Gomer con todas sus tropas, el clan de Togarma en el extremo norte, y todas sus tropas, huestes numerosas, están contigo. 7Prepárate, ponte en guardia tú y toda la multitud reunida en torno a ti. Serás para ellos su custodio. 8Al cabo de muchos días serás convocado; al final de muchos años marcharás hacia una nación arrebatada a la espada, reunida de entre muchos pueblos sobre los montes de Israel, por largo tiempo desolados. Ha sido liberada de entre las naciones, y ahora vive confiada. 9Te levantarás, vendrás como un huracán, serás como una nube que está por cubrir el país, tú con todas tus tropas, y numerosos pueblos contigo”».10Esto dice el Señor Dios: «Aquel día te vendrán pensamientos para elaborar un proyecto malvado. 11Pensarás: “Voy a atacar una tierra de ciudades abiertas, marcharé contra sus tranquilos habitantes que viven confiados, sin murallas, ni puertas, ni cerrojos, 12para saquearlos y hacerme con el botín, para apoderarme de esas ruinas repobladas y de un pueblo reunido de muchas naciones, que se ocupa de su ganado y propiedades y habita en el centro de la tierra”. 13Seba y Dedán, los comerciantes de Tarsis y todas sus ciudades te dirán: “¿Has venido para saquear? ¿Has reclutado tu milicia para hacerte con el botín, para llevarte la plata y el oro, apoderarte del ganado y las propiedades, y alzarte con un rico botín?”. 14Por eso, profetiza, hijo de hombre, y di a Gog: Esto dice el Señor Dios: “El día que mi pueblo Israel viva confiado, te enterarás 15y vendrás de tu tierra del extremo norte, tú y los numerosos pueblos que están contigo, todos jinetes de a caballo: una gran muchedumbre, un ejército poderoso, 16te levantarás contra mi pueblo Israel como una nube para cubrir el país. Al final de los tiempos te haré venir contra mi tierra, para que las naciones me conozcan, cuando, ante sus ojos, Gog haya manifestado mi santidad a tus expensas”».17Esto dice el Señor Dios: «Tú eres aquel de quien yo hablé en tiempos pasados por medio de mis siervos, los profetas de Israel. Ellos profetizaron entonces, en mi nombre, que yo te haría venir contra mi pueblo. 18Pero aquel día, cuando Gog llegue a la tierra de Israel —oráculo del Señor Dios—, se desatará mi ira ardiente. 19Lo juro en mi indignación y en el fuego de mi furia: Aquel día habrá un gran terremoto en la tierra de Israel. 20Ante mí temblarán los peces del mar, las aves del cielo y los animales salvajes, todos los reptiles que se arrastran por el suelo, y todos los seres humanos que están sobre la tierra. Serán abatidas las montañas, se derrumbarán las rocas, y las murallas caerán por tierra. 21En todas mis montañas convocaré la espada contra él —oráculo del Señor Dios— y la espada de cada uno se volverá contra su hermano. 22Lo juzgaré con peste y sangre, y haré caer sobre él, sobre sus tropas y sobre los pueblos numerosos que lo acompañan, una lluvia torrencial de granizo, azufre y fuego. 23Así manifestaré mi grandeza y mi santidad, me daré a conocer a los ojos de muchas naciones, y sabrán que yo soy el Señor».
Capítulo 39
1«Hijo de hombre, profetiza contra Gog y di: Esto dice el Señor Dios: “Aquí estoy contra ti, Gog, príncipe soberano de Mesec y Tubal. 2Te arrastraré, te conduciré atado a una cuerda, te haré salir del extremo septentrional y te llevaré a los montes de Israel. 3De un golpe haré caer tu arco de tu mano izquierda, y las flechas de tu mano derecha. 4Sobre los montes de Israel caerás tú y todas tus tropas, y las naciones que están contigo. Te entrego como alimento a las aves de rapiña de todo tipo y a las bestias salvajes. 5Caerás en campo abierto porque así lo he dispuesto —oráculo del Señor Dios—. 6Enviaré fuego contra Magog y sobre los que viven confiados en naciones lejanas, y sabrán que yo soy el Señor. 7Daré a conocer mi santo nombre en medio de mi pueblo Israel, no permitiré que mi santo nombre vuelva a ser profanado, y las naciones sabrán que yo soy el Señor, el Santo de Israel. 8Todo eso se acerca, está a punto de ocurrir —oráculo del Señor Dios—. Este es el día que he anunciado”.9Entonces saldrán los habitantes de las ciudades de Israel, quemarán en una hoguera todas las armas: escudos y adargas, arcos y flechas, mazas y lanzas: con ellas harán el fuego durante siete años. 10No acarrearán leña del campo, ni la recogerán en los bosques, porque harán el fuego con las armas. Despojarán a quienes los habían despojado, cogerán el botín de sus depredadores —oráculo del Señor Dios—. 11Aquel día asignaré a Gog un lugar de sepultura en Israel, en el valle de Abarín, al este del mar de la Sal, el valle que corta el camino a los transeúntes. Allí enterrarán a Gog con toda su tropa. Al valle lo llamarán Hamón-Gog. 12La casa de Israel tardará siete meses en enterrarlos para purificar el país. 13Los enterrará todo el pueblo de la tierra. Será para ellos un honor el día en que yo manifieste mi gloria —oráculo del Señor Dios—. 14Escogerán hombres que continuamente recorran el país para enterrar los cadáveres que hubieran quedado dispersos por el suelo. Así purificarán la tierra. Al cabo de siete meses se hará una inspección. 15Cuando los que recorren el país encuentren huesos humanos, pondrán junto a ellos una señal hasta que los enterradores los sepulten en el valle de Hamón-Gog, 16y así purifiquen el país. (También habrá una ciudad con el nombre de Hamoná).17En cuanto a ti, hijo de hombre, esto dice el Señor Dios: “Di a las aves de todo tipo y a todas las bestias salvajes: reuníos y venid. Reuníos de todas partes para el sacrificio que yo os ofrezco, un sacrificio inmenso sobre los montes de Israel. Comeréis carne y beberéis sangre. 18Comeréis carne de guerreros y beberéis la sangre de los príncipes del país. Son ellos los carneros y corderos, los machos cabríos y becerros, todos ellos cebados en Basán. 19Comeréis grasa hasta saciaros y beberéis sangre hasta embriagaros en el sacrificio que para vosotros he inmolado. 20Os saciaréis a mi mesa, de caballos y jinetes, de héroes y de guerreros —oráculo del Señor Dios—. 21Así manifestaré mi gloria entre las naciones. Todas las naciones verán la sentencia que he dictado, y el poder con el cual la ejecuto contra ellos. 22A partir de ese día reconocerá la casa de Israel que yo soy el Señor su Dios, 23y reconocerán las naciones que la casa de Israel fue deportada por las culpas que habían cometido contra mí. Por eso les oculté mi rostro, los entregué en manos de sus enemigos y todos murieron a espada. 24Los traté como merecían su perversión y sus rebeldías, y les oculté mi rostro”. 25Por ello, así dice el Señor Dios: “Ahora voy a cambiar la suerte de Jacob, tendré piedad de la casa de Israel, y pondré de manifiesto el celo por mi santo nombre. 26Cuando vivan seguros en su tierra, sin que nadie los perturbe, olvidarán las afrentas y sus infidelidades contra mí. 27Cuando los haga retornar de entre los pueblos y los reúna de los países enemigos, manifestaré en ellos mi santidad a los ojos de numerosas naciones, 28y comprenderán que yo soy el Señor, su Dios, que los envié al destierro entre las naciones y los reuní de nuevo en su tierra, sin abandonar allí a ninguno. 29No volveré a ocultarles mi rostro, pues he derramado mi espíritu sobre la casa de Israel” —oráculo del Señor Dios—».
Capítulo 40
1El año veinticinco de nuestra deportación, el diez del mes, día de año nuevo, el año catorce de la caída de la ciudad, ese mismo día, se posó sobre mí la mano del Señor, y me llevó 2en una visión a la tierra de Israel, dejándome en un monte muy alto, en cuya cima se erguía, mirando al sur, una construcción como una ciudad. 3Me llevó allí, y vi junto a la puerta un hombre que parecía de bronce: tenía en la mano un cordel de lino y una vara de medir. 4Este hombre me dijo: «Hijo de hombre, mira con tus ojos, escucha con tus oídos y presta atención a cuanto voy a enseñarte, porque has sido traído aquí para que te lo enseñe. Anuncia a la casa de Israel todo lo que veas».5Un muro exterior rodeaba el templo por todos los lados. La vara de medir que tenía el hombre en sus manos era de unos tres metros. Midió el espesor de la construcción: era de tres metros y la altura de tres metros. 6Se dirigió después al pórtico oriental, subió sus escalones y midió el umbral del pórtico: era de tres metros de profundidad. 7Las hornacinas del pórtico eran de tres metros de largo por tres de ancho. Entre las hornacinas había una distancia de dos metros y medio. El umbral interior del pórtico, contiguo al vestíbulo, era de tres metros. 8Midió el vestíbulo del pórtico: 9cuatro metros, y sus pilastras: un metro. 10Las hornacinas del pórtico oriental eran tres por cada lado, de la misma medida, y las pilastras de un lado y de otro eran de la misma medida. 11Midió también la anchura del vano del pórtico: cinco metros, y la anchura del pórtico: seis metros y medio. 12Delante de cada hornacina había un parapeto, dividido en dos, de medio metro de ancho cada uno. Las hornacinas tenían tres metros por lado. 13El pórtico, desde el límite externo del techo de una hornacina hasta el límite externo del techo de la otra, doce metros y medio. Las aberturas de las hornacinas caían frente a frente.14Midió el vestíbulo: tenía unos diez metros; el vestíbulo daba hacia el atrio que rodeaba el pórtico por un lado y por el otro. 15Desde el frente del pórtico de entrada hasta el vestíbulo del pórtico había una distancia de veinticinco metros. 16Las hornacinas, así como las pilastras entre ellas, tenían ventanas cegadas hacia el interior del pórtico, todo alrededor. Había también ventanas en el vestíbulo, todo alrededor. En las pilastras había palmas grabadas. 17Me condujo al atrio externo. Todo alrededor había un enlosado, sobre el cual abrían treinta estancias. 18El enlosado flanqueaba los pórticos y tenía la misma longitud que ellos. Era el enlosado inferior. 19Midió la distancia desde la fachada del pórtico exterior hasta el frente externo del atrio interior: era de cincuenta metros. 20Midió la longitud y anchura del pórtico septentrional del atrio exterior. 21Las medidas de las hornacinas (tres por cada lado), de las pilastras y del vestíbulo correspondían a las medidas del primer pórtico: la longitud era de veinticinco metros, y el ancho de doce metros y medio. 22Las ventanas del vestíbulo y las palmas tenían las mismas medidas del pórtico oriental. Se subía a él por siete escalones. [El vestíbulo miraba hacia el interior]. 23Otro pórtico hacia el atrio interior estaba situado frente al pórtico septentrional (así como había uno frente al pórtico oriental). La distancia de pórtico a pórtico era de cincuenta metros. 24Me llevó al lado sur, había allí un pórtico mirando hacia el sur. Sus pilastras y el vestíbulo tenían la misma dimensión que la de los otros pórticos. 25El pórtico y su vestíbulo tenían ventanas alrededor, como los otros: medía veinticinco metros de largo y doce metros y medio de ancho. 26Tenía siete escalones y el vestíbulo miraba hacia el interior del atrio. Tenían palmas grabadas en las pilastras, de los dos lados. 27El atrio interior tenía también un pórtico mirando hacia el sur. La distancia de pórtico a pórtico era de cincuenta metros. 28Me condujo hacia el atrio interior a través del pórtico sur; midió este pórtico: tenía las mismas dimensiones que los otros. 29Sus hornacinas, sus pilastras y su vestíbulo correspondían a las medidas precedentes. El pórtico y su vestíbulo tenían veinticinco metros de largo y doce metros y medio de ancho, y tenían ventanas todo alrededor. 30El vestíbulo medía doce metros y medio de largo y dos metros y medio de ancho. 31El vestíbulo se abría sobre el atrio exterior; en las pilastras había palmas grabadas, y su escalinata tenía ocho escalones. 32Me condujo al atrio interior en dirección este. El pórtico medía lo mismo que los otros. 33Las hornacinas, las pilastras y el vestíbulo tenían las mismas dimensiones que los otros. El pórtico y el vestíbulo tenían ventanas alrededor. El pórtico tenía veinticinco metros de largo por doce metros y medio de ancho. 34El vestíbulo se abría sobre el atrio exterior, tenía pilastras con palmas grabadas por cada lado y su escalinata tenía ocho escalones. 35Me condujo al pórtico septentrional y midió. Las medidas correspondían a las otras: 36las hornacinas, las pilastras y el vestíbulo. Tenía ventanas alrededor. El pórtico tenía veinticinco metros de largo por doce metros y medio de ancho. 37El vestíbulo se abría sobre el atrio exterior; tenía pilastras con palmas grabadas por cada lado, y su escalinata tenía ocho escalones.38Había una cámara especial cuya puerta daba hacia el vestíbulo del pórtico. Allí se lavaban las ofrendas destinadas al holocausto. 39En el vestíbulo del pórtico había dos mesas por cada lado, para el degüello de las víctimas destinadas al holocausto, y para los sacrificios expiatorios y penitenciales. 40Fuera del vestíbulo, a cada lado de la entrada del pórtico septentrional, había dos mesas, y al otro lado del vestíbulo del pórtico otras dos mesas. 41Eran así cuatro mesas por cada lado del muro del vestíbulo, ocho en total, destinadas al degüello de las víctimas. 42aLas cuatro mesas para los holocaustos eran de piedra tallada y medían tres cuartos de metro de largo, tres cuartos de metro de ancho y medio metro de altura. 43aGanchos dobles de un palmo de longitud estaban instalados en la construcción todo alrededor. 42bDe ellos pendían los instrumentos con los cuales se degollaban las víctimas para el holocausto y los sacrificios. 43bSobre las mesas se depositaba la carne de las ofrendas.44Fuera del pórtico interior, en el atrio interior, había dos cámaras, una al lado del pórtico septentrional mirando hacia el sur, la otra al lado del pórtico meridional, mirando hacia el norte. 45El hombre me dijo: «Esta cámara que mira hacia el sur es para los sacerdotes que cuidan el servicio del templo. 46La cámara que mira hacia el norte es para los sacerdotes que cuidan el servicio del altar, los hijos de Sadoc, aquellos de entre los descendientes de Leví que pueden aproximarse al Señor para servirlo».47Midió el atrio: era un cuadrado de cincuenta metros de largo por cincuenta metros de ancho. El altar estaba delante del templo. 48Me condujo al vestíbulo del templo y midió las pilastras del vestíbulo: dos metros y medio de ancho por cada lado. La entrada misma tenía siete metros de ancho, y los lados de la entrada medían un metro y medio. 49El vestíbulo tenía diez metros de ancho por seis de fondo. A él se sube por diez escalones. Había dos columnas junto a las pilastras, una por cada lado.
Capítulo 41
1Me condujo a la nave del templo y midió las pilastras: tres metros de ancho por cada lado. 2La entrada tenía cinco metros de ancho, y las paredes laterales de la entrada, dos metros y medio cada una; la nave medía veinte metros de longitud y diez metros de ancho. 3Penetró en el último recinto y midió las pilastras de la entrada: un metro de ancho. La entrada misma tenía tres metros, y las paredes laterales de la entrada medían tres metros y medio por cada lado. 4Midió el recinto interior: diez metros de largo y, como la nave precedente, diez metros de ancho. Entonces me dijo: «Este lugar es el Santo de los Santos». 5El muro del templo medía tres metros de espesor. El edificio anejo, todo alrededor del templo, tenía dos metros de ancho. 6Las cámaras del edificio anejo eran treinta, distribuidas en tres pisos. Se apoyaban en el muro que rodeaba el edificio anejo, pero no se apoyaban sobre el muro del templo. 7Las cámaras de alrededor del templo se hacían más amplias de piso en piso, y así el edificio se hacía más amplio hacia arriba. Del piso inferior se subía al superior por el intermedio. 8Alrededor de todo el templo vi una plataforma elevada que servía de base a las cámaras laterales: tenía tres metros de ancho, una vara entera. 9El ancho del muro exterior de las cámaras laterales era de dos metros y medio; el espacio libre entre las cámaras pertenecientes al anejo del templo 10y las habitaciones del templo era de diez metros, todo alrededor del templo. 11Las entradas del edificio anejo al templo hacia el espacio libre eran dos, una al norte y otra al sur. El espacio libre tenía un cerco de dos metros y medio de espesor todo alrededor. 12El edificio que había enfrente del área reservada y que daba al camino que miraba al mar tenía treinta y cinco metros de ancho y cuarenta y cinco metros de largo. El muro del edificio tenía dos metros y medio de espesor todo alrededor. 13Después midió el templo; longitud: cincuenta metros; el área reservada, el edificio y sus muros también tenían una longitud de cincuenta metros. 14El ancho de la fachada del templo y del espacio reservado hacia el este era de cincuenta metros. 15Midió la longitud del edificio del lado del área reservada posterior, así como sus galerías de uno y otro lado: eran cincuenta metros. La nave interior del templo, y el vestíbulo hacia el atrio, 16los umbrales, las ventanas cegadas y las galerías por los tres lados frente al umbral del templo, todo alrededor, desde el suelo hasta las ventanas, estaban recubiertas de planchas de madera. También las ventanas estaban recubiertas con planchas. 17Sobre todo el muro de la nave del templo, desde la entrada hasta el fondo, por afuera y por dentro, todo alrededor, 18había querubines y palmeras grabados, alternándose. Cada querubín tenía dos rostros, 19rostro de hombre hacia una palmera, y rostro de león hacia la otra. Así, todo alrededor, 20desde el suelo hasta por encima de la entrada, los querubines y las palmeras ornaban el muro del templo. 21Las jambas de la puerta del templo eran cuadradas. Delante del santuario había como 22un altar de madera, de un metro y medio de alto, un metro de largo y otro de ancho. Sus ángulos, su base y sus paredes eran de madera. Me dijo: «Esta es la mesa que está en la presencia del Señor». 23La nave y el santuario tenían una doble puerta. 24Cada puerta tenía dos batientes móviles. 25Sobre la puerta de la nave estaban grabadas figuras de querubines y palmeras como las de las paredes. El frente del vestíbulo, por afuera, tenía un alero de madera. 26Sobre los muros laterales del vestíbulo, así como en el edificio anejo al templo, y por los lados había ventanas cegadas y palmeras grabadas.
Capítulo 42
1El hombre me hizo salir hacia el lado norte del atrio externo y me hizo entrar en las cámaras que están frente al área reservada y al edificio septentrional. 2La fachada, donde está el pórtico septentrional, tenía cincuenta metros de largo y veinticinco metros de ancho. 3A unos diez metros frente al atrio interior y frente al enlosado del atrio exterior se levantaban las galerías en tres plantas. 4Delante de las cámaras había un corredor de cincuenta metros de largo y cinco metros de ancho que conducía al atrio interior. Sus puertas daban al norte. 5Las cámaras del piso superior eran menos amplias que las de los pisos inferior e intermedio, porque los corredores les quitaban espacio. 6Eran tres pisos construidos sin columnas como las de los atrios. Por eso las cámaras superiores eran progresivamente más estrechas que las de las plantas baja e intermedia. 7El muro exterior a lo largo de las cámaras hacia el atrio externo tenía veinticinco metros de longitud, 8porque la longitud de las cámaras hacia el atrio externo era de veinticinco metros; en cambio, hacia la nave del templo era de cincuenta metros. 9El acceso a las cámaras inferiores se encontraba al este, cuando uno venía desde el atrio, 10en la parte ancha del muro hacia el atrio. Al sur, frente al área reservada y al gran edificio, también había una construcción con cámaras, 11delante de las cuales había un corredor. Tenían el mismo aspecto que las cámaras de la parte norte: la misma longitud y anchura, la misma disposición y el mismo número de puertas. 12En correspondencia con las puertas de las cámaras que miran al sur había una entrada en la extremidad del corredor frente al muro de protección hacia el este. 13El hombre me dijo: «Las cámaras que están al norte y al sur, frente al área reservada, son habitaciones sagradas. Los sacerdotes que se acercan al Señor consumirán allí los alimentos más sagrados. Allí depositarán las ofrendas más sagradas: las de grano, las ofrendas penitenciales y las expiatorias. Es un lugar santo. 14Cuando los sacerdotes entren allí, no podrán salir hacia el atrio exterior sin haberse despojado antes de las vestiduras con las que han oficiado. Son vestiduras sagradas. Se pondrán otras vestiduras para acercarse a los lugares destinados al pueblo». 15Cuando terminó de medir el interior del templo me llevó afuera, por el pórtico oriental, y midió el perímetro del templo 16con la vara de medir: el lado este, doscientos cincuenta metros; 17el lado norte, doscientos cincuenta metros; 18el lado sur, doscientos cincuenta metros; 19y el lado oeste, doscientos cincuenta metros. 20Lo midió por los cuatro lados. Había un muro todo alrededor que tenía doscientos cincuenta metros de largo por doscientos cincuenta metros de ancho, para separar lo sagrado de lo profano.
Capítulo 43
1El hombre me condujo al pórtico oriental. 2Vi la Gloria del Dios de Israel que venía de Oriente, con un estruendo de aguas caudalosas. La tierra se iluminó con su Gloria. 3Esta visión fue como la visión que había contemplado cuando vino a destruir la ciudad, y como la visión que había contemplado a orillas del río Quebar. Caí rostro en tierra. 4La Gloria del Señor entró en el templo por la puerta oriental. 5Entonces me arrebató el espíritu y me llevó al atrio interior. La Gloria del Señor llenaba el templo. 6Entonces oí a uno que me hablaba desde el templo, mientras aquel hombre seguía de pie a mi lado, 7y me decía: «Hijo de hombre, este es el sitio de mi trono, el sitio donde apoyo mis pies, y donde voy a residir para siempre en medio de los hijos de Israel. La casa de Israel y sus reyes ya no volverán a profanar mi nombre santo con sus fornicaciones ni con los cadáveres de sus reyes difuntos. 8Al poner su umbral junto a mi umbral y las jambas de sus puertas junto a las mías —ellos y yo pared por medio— profanaron mi nombre santo con las acciones detestables que cometieron. Por eso los consumió mi ira. 9Pero ahora pondrán lejos de mí sus fornicaciones y los cadáveres de sus reyes, y residiré en medio de ellos para siempre. 10Tú, hijo de hombre, da a conocer a la casa de Israel este templo, para que se avergüencen de sus culpas. Que midan la construcción 11y se avergüencen de todo lo que hicieron. Hazles conocer la estructura y disposición del templo, sus entradas y salidas, sus reglamentos y preceptos, y ponlos por escrito, para que observen todos sus reglamentos y preceptos y los pongan en práctica. 12Esta es la ley del templo. El área entera de la cima del monte es lugar sacrosanto. Esta es la ley del templo».13Estas son las medidas del altar calculadas en codos. La concavidad que rodea el altar tenía medio metro de profundidad y otro medio metro de ancho, con un bordillo de veinte centímetros sobre el borde, todo alrededor. La base del altar es así: 14Desde la concavidad en el suelo había un metro hasta el escalón inferior, el cual tenía medio metro de ancho; y desde este escalón pequeño hasta el grande había dos metros y el ancho era de medio metro. 15Desde aquí hasta el ara había dos metros. Del ara sobresalían los cuatro cuernos. 16El ara tenía seis metros de largo por seis metros de ancho, formando un cuadrado. 17El escalón tenía catorce metros de largo y catorce metros de ancho, formando un cuadrado, y el reborde en torno a él, veinticinco centímetros. La concavidad en torno al altar tenía medio metro de profundidad todo alrededor. Los escalones miraban al este. 18Me dijo además: «Hijo de hombre, esto dice el Señor Dios: Estas son las prescripciones que conciernen el altar. El día que sea erigido para ofrecer holocaustos y rociar la sangre sobre él, 19a los sacerdotes levitas de la descendencia de Sadoc que se acerquen a mí para servirme —oráculo del Señor Dios— les darás un novillo para el sacrificio expiatorio. 20Tomarás de su sangre y la echarás sobre los cuatro cuernos del altar y los cuatro ángulos del escalón y sobre el reborde alrededor. Así harás la purificación y expiación por el altar. 21Tomarás el novillo del sacrificio expiatorio y lo quemarás en el sitio establecido del templo, fuera del santuario. 22Al día siguiente ofrecerás un macho cabrío sin defecto como sacrificio por el pecado. Así purificarán el altar como lo hicieron con el novillo. 23Terminado el rito purificatorio, ofrecerás del ganado un novillo sin defecto y del rebaño un carnero sin defecto. 24Los ofreceréis delante del Señor, y los sacerdotes echarán sobre ellos sal y los ofrecerán al Señor en holocausto. 25Durante siete días ofrecerás diariamente un macho cabrío en sacrificio por el pecado. También ofrecerán un novillo del ganado y un carnero del rebaño, sin defecto. 26Durante siete días harán expiación por el altar, lo purificarán y lo consagrarán. 27Concluidos estos días, a partir del día octavo, los sacerdotes ofrecerán sobre el altar los holocaustos y sacrificios de pacificación, y yo os los aceptaré —oráculo del Señor Dios—».
Capítulo 44
1Luego me hizo volver al pórtico exterior del santuario que mira hacia oriente. Estaba cerrado. 2El Señor me dijo: «Este pórtico permanecerá cerrado. No se abrirá nunca y nadie entrará por él, porque el Señor, Dios de Israel, ha entrado por él. Por eso quedará cerrado. 3El príncipe, porque es príncipe, podrá sentarse allí para comer el pan en presencia del Señor. Entrará por el vestíbulo del pórtico y saldrá por el mismo camino». 4Después me llevó por el pórtico septentrional hasta la fachada del templo. Vi que la Gloria del Señor llenaba el templo del Señor, y caí rostro en tierra. 5El Señor me dijo: «Hijo de hombre: Presta atención, mira con tus ojos y escucha con tus oídos cuanto voy a decirte acerca de las prescripciones y leyes de la casa del Señor. Presta particular atención a las entradas y salidas del templo y del santuario. 6Di a la casa rebelde de Israel: “Esto dice el Señor Dios: Ya son demasiadas las acciones detestables que habéis cometido, casa de Israel. 7Profanabais mi casa, introduciendo en mi santuario extranjeros, incircuncisos de corazón e incircuncisos en la carne, mientras me ofrecíais como alimento grasa y sangre, y así quebrantabais mi alianza con todas vuestras acciones detestables. 8En vez de atender vosotros al servicio de las cosas sagradas, habéis puesto a los extranjeros al servicio de mi santuario. 9Por ello, así dice el Señor Dios: ‘Ningún extranjero, incircunciso de corazón e incircunciso en la carne, entrará en mi santuario; absolutamente ninguno de los extranjeros que viven con los hijos de Israel’. 10Los levitas que se hayan alejado de mí cuando Israel se extravió lejos de mí, siguiendo a sus ídolos, cargarán con su culpa. 11Tendrán en mi santuario el encargo de custodiar las puertas del templo y otros oficios: inmolarán las víctimas del holocausto y del sacrificio del pueblo y estarán a su servicio. 12Por haberlos asistido cuando daban culto a los ídolos, y haber sido así ocasión de culpa para la casa de Israel, por eso, lo juro con la mano alzada —oráculo del Señor Dios—: cargarán con su culpa. 13No podrán acercarse a mí para oficiar como sacerdotes, ni tocarán los objetos sagrados y santísimos. Cargarán con su vergüenza y con los actos detestables que cometieron. 14Yo los pongo para servir en el templo en todos los trabajos que sean necesarios. 15Al contrario, los sacerdotes levitas descendientes de Sadoc, que estuvieron al servicio de todo mi santuario cuando los hijos de Israel se alejaron de mí, ellos se acercarán para servirme, y estarán en mi presencia para ofrecerme la grasa y la sangre —oráculo del Señor Dios—. 16Ellos entrarán en el santuario, se acercarán a mi mesa para servirme, y se encargarán de mi servicio. 17Cuando entren por los pórticos del atrio interior, vestirán hábitos de lino. No llevarán vestidos de lana cuando oficien en los pórticos del atrio interior o en el templo. 18Llevarán en la cabeza turbantes de lino y usarán calzones de lino, sin ceñirlos, para evitar el sudor. 19Cuando salgan al atrio exterior, donde está el pueblo, se quitarán las vestiduras con las que hayan oficiado, y las dejarán en las cámaras del santuario. Se pondrán otros vestidos para no compartir con el pueblo la sacralidad de sus vestidos. 20No se raparán la cabeza, pero tampoco se dejarán la cabellera, sino que la recortarán cuidadosamente. 21Los sacerdotes no beberán vino cuando deban entrar en el atrio interior. 22No tomarán por mujer a una viuda o a una mujer repudiada, sino a una virgen de la descendencia de Israel o a la viuda de un sacerdote. 23Enseñarán a mi pueblo a distinguir entre sagrado y profano, y lo instruirán sobre lo puro y lo impuro. 24En los pleitos harán de jueces. Darán sentencia según mis leyes; observarán mis disposiciones y preceptos para las fiestas y santificarán mis sábados. 25No se acercarán a ningún cadáver, si no es el del padre, la madre, el hijo, la hija, el hermano o la hermana soltera, para no contaminarse. 26Después de la purificación contarán siete días, 27y cuando les corresponda ir al santuario, al atrio interior para oficiar en el santuario, ofrecerán un sacrificio penitencial —oráculo del Señor Dios—. 28Tendrán ciertamente una heredad: yo soy su heredad. No les daréis ninguna otra posesión en Israel. Yo soy su posesión. 29Se alimentarán de las ofrendas y de las víctimas que se inmolen por los pecados y por las culpas. A ellos pertenecen también todos los bienes que sean consagrados al exterminio en Israel. 30Lo mejor de todas las primicias y de todos vuestros tributos será para los sacerdotes, así como las primicias de vuestra harina: las daréis al sacerdote para que la bendición descienda sobre vuestras casas. 31Los sacerdotes no comerán de ningún ave o bestia muerta naturalmente o desgarrada por una fiera”».
Capítulo 45
1«Cuando comencéis a distribuir la tierra por sorteo, reservaréis como tierra consagrada al Señor una superficie de doce kilómetros y medio de largo por diez kilómetros de ancho. Será sagrada en toda su extensión. 2Para el santuario se dejará en ella un cuadrilátero de doscientos cincuenta metros de lado destinado al templo. En torno a él habrá una zona libre de veinticinco metros. 3Del terreno reservado, allí donde estará el santuario, el Santo de los Santos, medirás una parcela de doce kilómetros y medio de largo por cinco de ancho. 4Será la parcela santa de la tierra, reservada a los sacerdotes que ofician en el santuario y se acercan al Señor para servirlo. Tendrán así el espacio para sus casas y será al mismo tiempo el lugar sagrado reservado al santuario. 5A los levitas, servidores del templo, se les dará en posesión una extensión de doce kilómetros y medio de largo por cinco de ancho para habitar allí. 6El área asignada a la ciudad es de doce kilómetros y medio de largo por dos y medio de ancho, junto a la parte reservada al santuario; será para toda la casa de Israel.7Al príncipe le asignaréis un territorio a ambos lados del terreno reservado al santuario y a la ciudad. Se extenderá a partir de dicho terreno, por el oeste (hacia el mar) y por el este (hacia la frontera oriental). Su longitud corresponderá a cada una de las porciones sorteadas para las tribus, desde el mar hasta la frontera oriental. 8Esta será su propiedad en Israel, y así mis príncipes no oprimirán más al pueblo y dejarán la tierra a las tribus de Israel. 9Esto dice el Señor Dios: ¡Príncipes de Israel, ya es suficiente! Apartad la violencia y la rapacidad, practicad el derecho y la justicia. Dejad sin efecto las expropiaciones contra mi pueblo —oráculo del Señor Dios—. 10Emplead balanzas justas, pesos justos, medidas justas. 11Las medidas serán fijas y equivalentes. La unidad mayor es la décima parte de la carga de asno: cuarenta y cinco kilos o cuarenta y cinco litros. 12Para los pesos menores la unidad corriente es de doce gramos; la más pequeña, de poco más de medio gramo, y la más grande, de casi tres cuartos de kilo.13Esta será vuestra ofrenda: siete kilos y medio por cada carga de trigo, y siete kilos y medio por cada carga de cebada; 14para el aceite, esta es la norma: cuatro litros y medio por cada carga de aceite; 15y para las oblaciones, el holocausto y los sacrificios de comunión destinados a vuestra expiación, una oveja de cada rebaño de doscientas ovejas que sea propiedad de Israel —oráculo del Señor Dios—. 16Toda la población del país está obligada a contribuir en esta ofrenda al príncipe de Israel. 17El príncipe tiene la responsabilidad de los holocaustos, de las ofrendas y de las libaciones, en las fiestas, los novilunios, los sábados y en todas las solemnidades de la casa de Israel. Él deberá proveer para el sacrificio penitencial, para la ofrenda, el holocausto y los sacrificios de comunión para expiar por la casa de Israel».18Esto dice el Señor Dios: «El día uno del mes primero elegirás del ganado un novillo sin defecto y lo inmolarás para purificar el santuario. 19El sacerdote tomará de la sangre del sacrificio por el pecado y la pondrá en las jambas de las puertas del templo, en los cuatro ángulos del escalón del altar, y en las jambas del pórtico del atrio interior. 20Lo mismo harás el día siete de cada mes, por quien haya pecado por inadvertencia o ligereza, y así purificaréis el templo. 21El día catorce del mes primero celebraréis la pascua. Durante siete días comeréis pan sin levadura. 22Ese día el príncipe ofrecerá un novillo en sacrificio por sus pecados y por los de todo el pueblo del país. 23Durante los siete días de la fiesta ofrecerá un holocausto al Señor: siete novillos y siete carneros sin defecto cada día, y además un macho cabrío cada día como sacrificio de expiación. 24Añadirá una ofrenda de cuarenta y cinco kilos de cereal y de siete litros y medio de aceite por cada novillo y cada carnero inmolado. 25En la fiesta que comienza el día quince del séptimo mes, el príncipe ofrecerá lo mismo durante siete días: ofrenda por el pecado, holocausto, ofrenda vegetal y de aceite».
Capítulo 46
1Esto dice el Señor Dios: «El pórtico oriental del atrio interior estará cerrado los días de trabajo. Estará abierto los sábados y el día de luna nueva. 2El príncipe entrará desde fuera por el vestíbulo del pórtico exterior, y se quedará junto a las jambas de la puerta. Los sacerdotes ofrecerán entonces los holocaustos y los sacrificios de comunión del príncipe; este se postrará sobre el umbral del pórtico y volverá a salir. El pórtico quedará abierto hasta el atardecer. 3También la gente del pueblo se postrará delante del Señor a la entrada del pórtico los sábados y los días de luna nueva. 4Los sábados, el príncipe ofrecerá al Señor el holocausto de seis corderos y un carnero sin defecto, 5una ofrenda vegetal de cuarenta y cinco kilos de cereal por el carnero, y por los corderos una ofrenda a discreción, y siete litros y medio de aceite. 6En el día de luna nueva ofrecerá un novillo del ganado sin defecto, seis corderos y un carnero sin defecto, 7cuarenta y cinco kilos de cereal junto con el novillo y otros cuarenta y cinco por el carnero, como ofrenda vegetal. Por los corderos, lo que pueda, y siete litros y medio de aceite, por cada cuarenta y cinco kilos. 8El príncipe deberá entrar y salir por el vestíbulo del pórtico. 9Cuando la gente del pueblo se presente delante del Señor durante las fiestas para adorarlo, los que entren por el pórtico septentrional saldrán por el pórtico meridional, y los que entren por el pórtico meridional saldrán por el pórtico septentrional. No saldrán por el pórtico por el que entraron, sino por el de enfrente. 10El príncipe entrará y saldrá en medio de ellos.11En las fiestas y en las solemnidades habrá una ofrenda vegetal de cuarenta y cinco kilos por cada novillo y por cada carnero, y siete litros y medio de aceite. Por los corderos, una ofrenda a discreción. 12Cuando el príncipe haga una ofrenda voluntaria al Señor, sea holocausto o sacrificio de comunión, se le abrirá la puerta oriental y ofrecerá su holocausto o su sacrificio de comunión como lo hace el sábado. Cuando haya salido se cerrará el pórtico. 13Cada mañana ofrecerá como holocausto al Señor un cordero de un año, sin defecto. 14Cada mañana ofrecerá junto con él ocho kilos de cereales y dos litros y medio de aceite para amasar la harina. Esta ofrenda para el Señor se hará siempre, es un precepto definitivo. 15Se ofrecerá cada mañana el cordero, la ofrenda vegetal y el aceite, como holocausto perpetuo, siempre».16Esto dice el Señor Dios: «Si el príncipe hace una donación a uno de sus hijos, esta donación pasa al patrimonio de sus hijos y es parte de los bienes hereditarios. 17Pero si hace una donación de su propiedad a uno de sus siervos, esta pertenecerá al siervo solamente hasta el año jubilar y retornará luego al príncipe. La heredad será solo para sus hijos. 18El príncipe no tomará nada de la heredad del pueblo, despojándolos de su propiedad. Solamente a partir de su propiedad personal podrá constituir el patrimonio de sus hijos, para que nadie en mi pueblo sea despojado de su posesión».19Después el hombre me hizo pasar, por la entrada que está al lado del pórtico, a las cámaras sagradas que miran hacia el norte, destinadas a los sacerdotes. Al fondo vi un espacio por el lado oriental. 20Me dijo: «Este es el lugar donde los sacerdotes cocerán las víctimas de los sacrificios por la culpa y por los pecados y prepararán las ofrendas vegetales, sin sacarlas al atrio exterior. Así el pueblo no entrará en contacto con lo sagrado». 21Luego me hizo salir al atrio exterior y recorrer sus cuatro ángulos. En cada ángulo había un patio pequeño, 22los cuatro de la misma dimensión: veinte metros de largo por quince de ancho. 23Estaban cerrados por una pared, en cuya parte inferior había. unos hornos. 24Y me dijo: «Estos son los hornos donde los servidores del templo cocerán los sacrificios del pueblo».
Capítulo 47
1El hombre me hizo volver a la entrada del templo. De debajo del umbral del templo corría agua hacia el este —el templo miraba al este—. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar.2Me hizo salir por el pórtico septentrional y me llevó por fuera hasta el pórtico exterior que mira al este. El agua corría por el lado derecho.3El hombre que llevaba el cordel en la mano salió hacia el este, midió quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta los tobillos.4Midió otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta las rodillas. Midió todavía otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta la cintura.5Midió otros quinientos metros: era ya un torrente que no se podía vadear, sino cruzar a nado.6Entonces me dijo: «¿Has visto, hijo de hombre?». Después me condujo por la ribera del torrente.7Al volver vi en ambas riberas del torrente una gran arboleda.8Me dijo: «Estas aguas fluyen hacia la zona oriental, descienden hacia la estepa y desembocan en el mar de la Sal. Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas.9Todo ser viviente que se agita, allí donde desemboque la corriente, tendrá vida; y habrá peces en abundancia. Porque apenas estas aguas hayan llegado hasta allí, habrán saneado el mar y habrá vida allí donde llegue el torrente.10Se instalarán pescadores a la orilla; será un tendedero de redes desde Engadí hasta Engalín. Habrá peces de todas las especies y en gran abundancia, como en el Mar Grande. 11Pero sus marismas y pantanos no serán saneados: quedarán para salinas.12En ambas riberas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales; no se marchitarán sus hojas ni se acabarán sus frutos; darán nuevos frutos cada mes, porque las aguas del torrente fluyen del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales».13Esto dice el Señor Dios: «Estas son las fronteras de la tierra que distribuiréis entre las doce tribus como propiedad hereditaria. José recibirá una parte doble. 14Pero a cada uno tocará, como propiedad hereditaria, una parte de esta tierra, que yo, solemnemente, juré dar a vuestros padres. 15Estos serán los límites de la tierra: Por el norte, desde el Mar Grande, por Jetlón, hasta el paso de Jamat, 16a Sedad, Berotá, Sibrain, entre el territorio de Damasco y Jamat, hasta Jazar Enón en la frontera del Jaurán. 17La frontera va, pues, desde el mar hasta Jazar Enón, dejando al norte el territorio de Damasco y Jamat. Esta es la frontera septentrional. 18Por el este, desde Jazar Enón, entre Jaurán y Damasco, el Jordán constituye la frontera entre Galaad y la tierra de Israel, hasta la ciudad de Tamar, junto al mar de la Sal. Esta es la frontera oriental. 19Por el sur, la frontera va desde Tamar hasta el oasis de Meribá Cadés, y en la dirección del torrente hasta el Mar Grande. Esta es la frontera meridional. 20Por el oeste el Mar Grande forma la frontera, hasta la altura de Jamat. Esta es la frontera occidental.21Esta es la tierra que dividiréis entre las tribus de Israel. 22Os la repartiréis a suertes, como propiedad hereditaria, entre vosotros y los extranjeros residentes que hayan tenido hijos entre vosotros. Ellos serán para vosotros como los hijos de Israel nativos. Participarán en la distribución de la heredad junto con las tribus de Israel. 23Les daréis su heredad en el territorio de la tribu donde residen —oráculo del Señor Dios—».
Capítulo 48
1«Estos son los nombres de las tribus. En el extremo septentrional, de este a oeste, a lo largo del camino de Jetlón a Jamat, hasta Jazar Enón, dejando al norte el territorio de Damasco y Jamat, se extiende el territorio de Dan. 2Lindando con Dan, de este a oeste, se extiende el territorio de Aser. 3Lindando con Aser, de este a oeste, se extiende el territorio de Neftalí. 4Lindando con Neftalí, de este a oeste, se extiende el territorio de Manasés. 5Lindando con Manasés, de este a oeste, se extiende el territorio de Efraín. 6Lindando con Efraín, de este a oeste, se extiende el territorio de Rubén. 7Lindando con Rubén, de este a oeste, se extiende el territorio de Judá».8«Lindando con Judá, de este a oeste, reservaréis, como oblación sagrada, un territorio de doce kilómetros y medio de ancho, y que tendrá, de este a oeste, la misma longitud que los demás: en el centro se levantará el santuario. 9El territorio reservado para el Señor tendrá doce kilómetros y medio de longitud y una anchura de diez kilómetros. 10Del recinto sagrado les corresponderá a los sacerdotes una sección de doce kilómetros y medio por el norte y por el sur, y cinco kilómetros por el este y por el oeste. En el centro se levantará el santuario del Señor; 11es la parte destinada a los sacerdotes consagrados, descendientes de Sadoc, que se encargaron de mi servicio y no se descarriaron como los levitas cuando se descarriaron los hijos de Israel. 12A los sacerdotes pertenecerá, pues, una sección reservada del territorio sagrado, colindante con la sección de los levitas. 13Los levitas tendrán, como los sacerdotes, una sección de doce kilómetros y medio de largo por cinco kilómetros de ancho. 14No podrán vender, ni permutar, ni enajenar, porque es la primicia de la tierra consagrada al Señor. 15La parte restante de doce kilómetros y medio de largo por dos kilómetros y medio de ancho es terreno profano. Pertenece a la ciudad, para habitaciones y para pastoreo. La ciudad queda en el centro. 16Estas serán sus dimensiones: al norte y al sur, al este y al oeste, dos mil doscientos cincuenta metros por lado. 17Los lugares de pastoreo tendrán, por el norte, ciento veinticinco metros; por el sur, ciento veinticinco metros, por el este, ciento veinticinco metros, y por el oeste, ciento veinticinco metros. 18Lo que resta del territorio colindante con el territorio sagrado, cinco mil metros por el este y otros tantos por el oeste, servirá con sus productos para mantener a los que trabajan en la ciudad. 19El personal de la ciudad que lo cultive provendrá de todas las tribus de Israel. 20El conjunto de la zona reservada, incluido lo que pertenece a la ciudad, formará un cuadrilátero de doce mil quinientos metros de lado. 21Los terrenos del príncipe, a los dos lados de la zona sagrada y de la propiedad de la ciudad, se extenderán a lo largo de los doce mil quinientos metros de la zona sagrada al este y al oeste hasta la frontera. Al príncipe corresponde un territorio equivalente a los otros. En el centro quedará el territorio sagrado con el santuario. 22Del mismo modo, la propiedad de los levitas y la de la ciudad quedará situada en medio de la propiedad del príncipe, entre las fronteras de Judá y Benjamín.23En cuanto al resto de las tribus, de este a oeste, se extiende el territorio de Benjamín. 24Lindando con Benjamín, de este a oeste, se extiende el territorio de Simeón. 25Lindando con Simeón, de este a oeste, se extiende el territorio de Isacar. 26Lindando con Isacar, de este a oeste, se extiende el territorio de Zabulón. 27Lindando con Zabulón, de este a oeste, se extiende el territorio de Gad. 28Lindando con Gad, de este a oeste, está la frontera, que va desde Tamar hasta el oasis de Meribá Cadés, y en la dirección del torrente hasta el Mar Grande. 29Esta es la tierra que repartiréis a suertes como propiedad hereditaria entre las tribus de Israel, y esta será su distribución —oráculo del Señor Dios—.30-31Estas serán las salidas de la ciudad, que llevarán los nombres de las tribus de Israel: por el lado norte, que mide dos mil doscientos cincuenta metros, tres puertas: las de Rubén, de Judá y de Leví. 32Por el lado este, que mide dos mil doscientos cincuenta metros, tres puertas: la puerta de José, la puerta de Benjamín y la puerta de Dan. 33Por el lado sur, que mide dos mil doscientos cincuenta metros, tres puertas: la puerta de Simeón, la puerta de Isacar y la puerta de Zabulón. 34Por el lado oeste, que mide dos mil doscientos cincuenta metros, tres puertas: la puerta de Gad, la puerta de Aser y la puerta de Neftalí. 35El perímetro mide nueve mil metros. Y desde ese día la ciudad se llamará: “El Señor está allí”».