Deuteronomio

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Capítulo 1

1Estas son las palabras que Moisés dijo a todo Israel, al otro lado del Jordán, en el desierto, en la Arabá, frente a Suf, entre Farán y Tofel, Labán, Jaserot y Dizahab. 2Once jornadas hay desde el Horeb hasta Cadés Barnea, por el camino del monte Seír. 3El año cuarenta, el día primero del undécimo mes, Moisés comunicó a los hijos de Israel todo lo que el Señor le había mandado para ellos. 4Después de haber derrotado a Sijón, rey de los amorreos, que habitaba en Jesbón, y a Og, rey de Basán, que habitaba en Astarot y Edreí, 5Moisés comenzó a exponer esta ley, al otro lado del Jordán. Decía: 6«El Señor nuestro Dios nos dijo en el Horeb: “Ya habéis pasado bastante tiempo en esta montaña. 7Poneos en marcha y dirigíos a la montaña de los amorreos y a todos los pueblos vecinos de la Arabá, a la montaña, a la Sefelá, al Negueb y a la costa —el territorio cananeo— al Líbano y hasta el Río Grande, el Éufrates. 8Mirad: yo os entrego esa tierra; id y tomad posesión de la tierra que el Señor juró dar a vuestros padres, Abrahán, Isaac y Jacob, y a sus descendientes”. 9Entonces yo os dije: “Yo solo no puedo cargar con vosotros. 10El Señor, vuestro Dios, os ha multiplicado, y hoy sois tan numerosos como las estrellas del cielo. 11Que el Señor, Dios de vuestros antepasados, os haga crecer mil veces más y os bendiga, como os prometió. 12Pero ¿cómo voy a soportar yo solo vuestras cargas, vuestros asuntos y vuestros pleitos? 13Elegid entre vuestras tribus hombres sabios, prudentes y expertos, y yo los nombraré jefes vuestros”. 14Y me contestasteis: “Está bien lo que nos propones”. 15Entonces tomé de los jefes de vuestras tribus, hombres sabios y expertos, y los constituí jefes vuestros: jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez, y oficiales para vuestras tribus. 16Y di esta orden a vuestros jueces: “Escuchad a vuestros hermanos y juzgad con justicia las causas que surjan entre vuestros hermanos o con emigrantes. 17No seáis parciales en la sentencia, oíd por igual a pequeños y grandes; no os dejéis intimidar por nadie, que la sentencia es de Dios. Si una causa os resulta demasiado difícil, pasádmela, y yo la resolveré”. 18En aquella circunstancia os mandé todo lo que teníais que hacer. 19Partimos luego del Horeb y atravesamos todo ese inmenso y terrible desierto que habéis visto, camino de la montaña de los amorreos, como el Señor nuestro Dios nos había mandado, y entramos en Cadés Barnea. 20Entonces os dije: “Habéis llegado a la montaña de los amorreos, que el Señor nuestro Dios nos da. 21Mira: El Señor, tu Dios, te entrega esta tierra. Sube y toma posesión de ella, como te ha dicho el Señor, Dios de tus padres. No temas ni te acobardes”. 22Entonces todos vosotros acudisteis a mí y dijisteis: “Enviemos por delante hombres que exploren la tierra y nos informen acerca del camino por donde hemos de subir y de las ciudades a donde hemos de entrar”. 23Me pareció bien la propuesta y tomé doce hombres de entre vosotros, uno por cada tribu. 24Ellos partieron y subieron hacia la montaña y llegaron hasta el valle de Escol y lo exploraron. 25Recogieron frutos de la tierra, descendieron y nos informaron: “La tierra que el Señor nuestro Dios va a darnos es buena”. 26Pero vosotros no quisisteis subir, os rebelasteis contra la orden del Señor, vuestro Dios, 27y murmurasteis en vuestras tiendas: “Por odio nos ha sacado el Señor de Egipto, para entregarnos en manos de los amorreos y aniquilarnos. 28¿Adónde vamos a subir? Nuestros hermanos nos han descorazonado al decir: ‘Es un pueblo más grande y corpulento que nosotros; las ciudades son grandes y fortificadas hasta el cielo. Y hasta anaquitas hemos visto allí’”. 29Yo os dije: “No os asustéis ni les tengáis miedo. 30El Señor, vuestro Dios, que os precede, combatirá por vosotros, como hizo ante vuestros mismos ojos en Egipto 31y en el desierto, donde has visto que el Señor, tu Dios, te llevaba, como un padre lleva a su hijo, a lo largo de todo el camino que habéis recorrido hasta llegar a este lugar”. 32Pero aun así no creísteis en el Señor, vuestro Dios, 33que os precedía en el camino para buscaros un lugar donde acampar, de noche mediante el fuego, para indicaros el camino que debíais seguir, y de día mediante la nube. 34El Señor oyó vuestras murmuraciones, se irritó y juró: 35“Ni uno solo de estos hombres, de esta generación perversa, verá la tierra buena que yo juré dar a vuestros padres, 36excepto Caleb, hijo de Jefone; él la verá y yo les daré, a él y a sus hijos, la tierra que ha pisado, por haber seguido plenamente al Señor”. 37También conmigo se irritó el Señor, por culpa vuestra, y me dijo: “Tampoco tú entrarás en ella. 38Será Josué, hijo de Nun, tu ayudante, quien entrará allí; anímalo, porque él hará que Israel posea la tierra”. 39Vuestros pequeños, de quienes dijisteis que servirían de botín, y vuestros hijos, que hoy no distinguen aún el bien del mal, ellos entrarán allí; a ellos se la daré y ellos la poseerán. 40Vosotros poneos en marcha y dirigíos hacia el desierto, camino del mar Rojo”. 41Entonces me respondisteis: “Hemos pecado contra el Señor. Nosotros subiremos a combatir, como el Señor nuestro Dios nos ha mandado”. Y os ceñisteis las armas y osasteis subir a la montaña. 42Pero el Señor me dijo: “Diles: No subáis a combatir, para que no seáis derrotados por vuestros enemigos, pues yo no estaré con vosotros”. 43Yo os lo dije, pero no me escuchasteis, os rebelasteis contra la orden del Señor y os obstinasteis en subir a la montaña. 44Los amorreos, que habitan en esa montaña, salieron a vuestro encuentro, os persiguieron como lo hacen las abejas y os derrotaron desde Seír hasta Jormá. 45Entonces volvisteis y llorasteis ante el Señor, pero el Señor no escuchó vuestra voz ni os hizo caso. 46Por eso tuvisteis que pasar tanto tiempo en Cadés; todo el tiempo que habéis estado allí.

Capítulo 2

1Luego nos pusimos en marcha y nos dirigimos al desierto, camino del mar Rojo, como el Señor me había mandado, y anduvimos rodeando la montaña de Seír durante muchos días. 2El Señor me dijo: 3“Basta ya de dar vueltas a esta montaña, dirigíos al norte. 4Y da esta orden al pueblo: Vais a pasar por el territorio de vuestros hermanos, los descendientes de Esaú, que habitan en Seír. Os temerán, pero tened mucho cuidado 5de no combatir contra ellos, pues no os daré ni un pie de sus tierras, porque la montaña de Seír se la he dado a Esaú en posesión. 6Los alimentos que comáis, se los compraréis con dinero e incluso el agua que bebáis se la pagaréis. 7Pues el Señor, tu Dios, te ha bendecido en todas tus empresas, se ha preocupado de tu marcha por este gran desierto; durante estos cuarenta años, el Señor, tu Dios, ha estado contigo, sin que te haya faltado nada”. 8Pasamos, pues, al lado de nuestros hermanos, los descendientes de Esaú, que habitan en Seír, por el camino de la Arabá, de Eilat y de Esión Guéber; giramos y pasamos por el camino del desierto de Moab. 9El Señor me dijo: “No provoques a Moab ni trabes combate con él, pues no te daré nada de su tierra en posesión, porque he dado Ar en posesión a los descendientes de Lot. 10(Antiguamente habitaban allí los emitas, pueblo grande, numeroso y corpulento, como los anaquitas. 11Tanto ellos como los anaquitas eran considerados como rafaítas, pero los moabitas los llamaban emitas. 12En Seír habitaron también antiguamente los joritas, pero los descendientes de Esaú los desposeyeron, los exterminaron y se establecieron en su lugar, como hizo Israel con la tierra de su posesión, que le dio el Señor). 13Ahora, levantaos y pasad el torrente Zéred”. Y pasamos el torrente Zéred. 14El tiempo que estuvimos caminando desde Cadés Barnea hasta que pasamos el torrente Zéred fue de treinta y ocho años; hasta que desapareció del campamento toda la generación de los hombres de guerra, como les había jurado el Señor. 15Pues la mano del Señor se alzó también contra ellos para arrojarlos del campamento hasta acabar con ellos. 16Cuando desaparecieron del pueblo todos los hombres de guerra porque murieron, 17me dijo el Señor: 18“Tú pasarás hoy la frontera de Moab, por Ar, 19y te encontrarás con los amonitas. No los provoques ni trabes combate con ellos, pues no te daré en posesión nada de la tierra de los amonitas, porque se la he dado en posesión a los descendientes de Lot. 20(También esta era considerada tierra de refaítas, pues los refaítas habitaron allí antiguamente, pero los amonitas los llamaban zanzumitas. 21Era un pueblo grande, numeroso y corpulento, como los anaquitas, pero el Señor los aniquiló ante los amonitas, que los desposeyeron y se establecieron en su lugar. 22Lo mismo que había hecho en favor de los descendientes de Esaú, que habitaban en Seír, exterminando a los joritas delante de ellos; los desposeyeron y se establecieron en su lugar hasta el día de hoy. 23Y también a los avitas, que moraban en aldeas hasta Gaza, los exterminaron los caftoritas, oriundos de Caftor, y se establecieron en su lugar). 24Levantaos, partid y pasad el torrente Arnón. Mira: te entrego a Sijón, el amorreo, rey de Jesbón, y todo su territorio. Comienza a conquistarlo y combate contra él. 25Hoy mismo comienzo a infundir terror y miedo de ti entre los pueblos que hay bajo el cielo, quienes, al oír hablar de ti, temblarán y se estremecerán”. 26Desde el desierto de Quedemot envié mensajeros a Sijón, rey de Jesbón, con palabras de paz: 27“Déjame pasar por tu territorio, iré siempre por el camino, sin desviarme a derecha ni a izquierda. 28La comida que coma me la venderás por dinero y el agua que beba te la pagaré. Solo déjame pasar a pie, 29como hicieron conmigo los descendientes de Esaú, que habitan en Seír, los moabitas, que habitan en Ar, hasta que atraviese el Jordán, hacia la tierra que nos da el Señor nuestro Dios”. 30Pero Sijón, rey de Jesbón, no quiso dejarnos pasar por allí, porque el Señor, tu Dios, había obcecado su espíritu y endurecido su corazón para entregarlo en tus manos, como aún ocurre hoy. 31El Señor me dijo: “Mira: Comienzo a entregarte a Sijón y su territorio; emprende la conquista de su territorio”. 32Sijón salió a nuestro encuentro con todo su pueblo para combatir en Yasá. 33El Señor nuestro Dios nos lo entregó y lo derrotamos a él, a sus hijos y a todo su pueblo. 34Entonces conquistamos todas sus ciudades y las consagramos al exterminio: hombres, mujeres y niños; no dejamos supervivientes. 35Solo tomamos como botín el ganado y los despojos de las ciudades conquistadas. 36Desde Aroer, a la orilla del torrente Arnón, y la ciudad que está en el valle, hasta Galaad, no hubo ciudad que se nos resistiera. El Señor nuestro Dios nos las entregó todas. 37Únicamente no te acercaste al territorio de los amonitas: la ribera del torrente Yaboc y las ciudades de la montaña, como había mandado el Señor nuestro Dios.

Capítulo 3

1Luego torcimos y subimos camino de Basán. Pero Og, rey de Basán, salió a nuestro encuentro con todo su pueblo para combatir en Edreí. 2El Señor me dijo: “No lo temas, pues voy a entregarlo en tus manos, con todo su pueblo y su territorio. Trátalo como trataste a Sijón, rey de los amorreos, que habitaba en Jesbón”. 3El Señor nuestro Dios entregó también en nuestras manos a Og, rey de Basán, y a todo su pueblo, y lo derrotamos hasta dejarlo sin supervivientes. 4Entonces conquistamos todas sus ciudades, sin dejar una por conquistar: sesenta ciudades, toda la región de Argob, del reino de Og en Basán. 5Todas ellas eran ciudades fortificadas, con altas murallas, portones y cerrojos, aparte de un gran número de ciudades sin fortificar. 6Las consagramos al exterminio, como habíamos hecho con Sijón, rey de Jesbón; consagramos al exterminio toda la ciudad: hombres, mujeres y niños, 7pero guardamos como botín todo el ganado y los despojos de las ciudades. 8Así conquistamos entonces los territorios de los dos reyes amorreos, de allende el Jordán, desde el torrente Arnón hasta el monte Hermón. 9(Los sidonios llaman al Hermón Sarión, y los amorreos lo llaman Sanir). 10Todas las ciudades de la meseta, todo Galaad y todo Basán hasta Salcá y Edreí, ciudades del reino de Og en Basán. 11(Pues Og, rey de Basán, era el único que quedaba de los refaítas. Su lecho, un lecho de hierro, es el que se muestra en Rabá de los amonitas; mide cuatro metros y medio de largo por dos de ancho). 12Este territorio, que ocupamos entonces: desde Aroer, que está a orillas del torrente Arnón, y la mitad de la montaña de Galaad con sus ciudades, se lo di a los rubenitas y gaditas. 13Y el resto de Galaad y todo Basán, reino de Og, se lo di a media tribu de Manasés: toda la región de Argob. (Todo este Basán es lo que se llama tierra de los refaítas). 14Yaír, hijo de Manasés, se quedó con toda la región de Argob, hasta la frontera de los guesuritas y de los maacatitas, y dio a Basán su propio nombre: Aldeas de Yaír, que aún conserva. 15A Maquir, le di Galaad. 16A los rubenitas y gaditas, les di de Galaad hasta el torrente Arnón, con la frontera en medio del torrente, y hasta el torrente Yaboc, frontera con los amonitas; 17también la Arabá, con el Jordán por frontera, desde Quinéret hasta el mar de la Arabá (el mar de la Sal), al pie de las laderas del Pisgá, a oriente. 18En aquella ocasión os mandé: “El Señor, vuestro Dios, os ha dado esta tierra en propiedad. Los armados, todos los guerreros, pasaréis delante de vuestros hermanos, los hijos de Israel. 19Solo vuestras mujeres, vuestros hijos y vuestros ganados —sé que tenéis mucho ganado— se quedarán en las ciudades que os he dado, 20hasta que el Señor conceda el descanso a vuestros hermanos, como a vosotros, y también ellos tomen posesión de la tierra que el Señor, vuestro Dios, les da allende el Jordán; entonces volveréis cada uno a la heredad que os he dado”. 21Entonces di esta orden a Josué: “Tus ojos han visto todo lo que el Señor, vuestro Dios, ha hecho con estos dos reyes. Así hará el Señor con todos los reinos por donde vais a pasar. 22No los temáis, porque el Señor, vuestro Dios, combate por vosotros”. 23En aquella ocasión supliqué al Señor: 24“Señor Dios, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza y el poder de tu mano, pues ¿qué dios hay en los cielos o en la tierra que haga obras o hazañas como las tuyas? 25Permíteme pasar para que vea la tierra buena que está al otro lado del Jordán, esas hermosas montañas y el Líbano”. 26Pero el Señor se irritó contra mí por culpa vuestra y no me escuchó. Y me dijo el Señor: “¡Basta ya! No vuelvas a hablarme de este asunto. 27Sube a la cima del Pisgá, levanta tus ojos hacia el oeste, el norte, el sur y el este, y contempla con tus ojos, pues no pasarás este Jordán. 28Da órdenes a Josué, confórtalo y anímalo, pues él pasará al frente de este pueblo y él les dará en posesión la tierra que estás viendo”. 29Y nos quedamos en el valle, frente a Bet Peor.

Capítulo 4

1Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que, cumpliéndolos, viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar. 2No añadáis nada a lo que yo os mando ni suprimáis nada; observaréis los preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo os mando hoy. 3Vuestros ojos han visto lo que el Señor hizo en Baal Peor: el Señor, tu Dios, exterminó de en medio de ti a todos los que se fueron detrás de Baal Peor. 4En cambio, vosotros, que os pegasteis al Señor, seguís hoy todos con vida. 5Mirad: yo os enseño los mandatos y decretos, como me mandó el Señor, mi Dios, para que los cumpláis en la tierra donde vais a entrar para tomar posesión de ella. 6Observadlos y cumplidlos, pues esa es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos, los cuales, cuando tengan noticia de todos estos mandatos, dirán: “Ciertamente es un pueblo sabio e inteligente esta gran nación”. 7Porque ¿dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos? 8Y ¿dónde hay otra nación tan grande que tenga unos mandatos y decretos tan justos como toda esta ley que yo os propongo hoy? 9Pero, ten cuidado y guárdate bien de olvidar las cosas que han visto tus ojos y que no se aparten de tu corazón mientras vivas; cuéntaselas a tus hijos y a tus nietos. 10El día que estuviste ante el Señor, tu Dios, en el Horeb, cuando el Señor me dijo: “Congrégame al pueblo y les haré oír mis palabras, para que aprendan a temerme mientras vivan en la tierra, y las enseñen a sus hijos”, 11vosotros os acercasteis y estuvisteis al pie de la montaña. La montaña ardía en llamas que se elevaban hasta el cielo entre nieblas y densas nubes. 12Entonces el Señor os habló de en medio del fuego. Vosotros oíais sonido de palabras, pero no veíais figura alguna, sino tan solo una voz. 13Él os anunció su alianza, que os mandó cumplir, las “diez palabras”, y las escribió en dos tablas de piedra. 14Y a mí me mandó el Señor entonces que os enseñase los mandatos y decretos para que los cumplierais en la tierra a la que vais a pasar para tomarla en posesión. 15Tened mucho cuidado —ya que no visteis figura alguna el día en que os habló el Señor en el Horeb, de en medio del fuego— 16no sea que os pervirtáis, fabricándoos ídolos, cualquier clase de figura: figura masculina o femenina, 17figura de animales terrestres o de pájaros que vuelan por el cielo, 18figura de reptiles que se arrastran por el suelo o de peces que hay en el agua debajo de la tierra. 19No sea que, levantando tus ojos al cielo y viendo el sol, la luna, las estrellas y todos los astros del firmamento, te dejes seducir y te postres ante ellos para darles culto, porque el Señor, tu Dios, se los asignó a todos los pueblos que hay bajo el cielo. 20En cambio a vosotros os tomó el Señor y os sacó del horno de hierro de Egipto, para que fueseis el pueblo de su heredad, como lo sois hoy. 21El Señor se irritó contra mí por culpa vuestra y juró que yo no pasaría el Jordán ni entraría en la tierra buena que el Señor, tu Dios, te da en herencia. 22Así pues, yo moriré en este país sin pasar el Jordán; vosotros, en cambio, pasaréis y tomaréis posesión de esta tierra buena. 23Guardaos de olvidar la alianza que el Señor, vuestro Dios, concertó con vosotros, y de fabricaros ídolos, cualquier figura de todo lo que te prohibió el Señor, tu Dios, 24porque el Señor, tu Dios, es fuego devorador, un Dios celoso. 25Cuando hayas engendrado hijos y nietos, y hayas envejecido en el país, si os pervertís, fabricándoos ídolos de cualquier clase, y hacéis el mal a los ojos del Señor, tu Dios, irritándolo, 26pongo hoy por testigos contra vosotros al cielo y a la tierra, de que desapareceréis pronto de la tierra que vais a tomar en posesión, pasando el Jordán. No se prolongarán vuestros días en ella, porque seréis completamente destruidos. 27El Señor os dispersará entre los pueblos y solo quedaréis unos pocos en las naciones adonde el Señor os conducirá. 28Allí serviréis a dioses, obra de las manos del hombre, piedra y madera, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen. 29Entonces buscarás allí al Señor, tu Dios, y lo encontrarás si lo buscas con todo tu corazón y con toda tu alma. 30Cuando estés angustiado y te sucedan todas estas cosas, al cabo de los días, volverás al Señor, tu Dios, y escucharás su voz, 31porque el Señor, tu Dios, es un Dios compasivo; no te abandonará, ni te destruirá, ni olvidará la alianza que juró a tus padres. 32Pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra; pregunta desde un extremo al otro del cielo, ¿sucedió jamás algo tan grande como esto o se oyó cosa semejante? 33¿Escuchó algún pueblo, como tú has escuchado, la voz de Dios, hablando desde el fuego, y ha sobrevivido? 34¿Intentó jamás algún dios venir a escogerse una nación entre las otras mediante pruebas, signos, prodigios y guerra y con mano fuerte y brazo poderoso, con terribles portentos, como todo lo que hizo el Señor, vuestro Dios, con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos? 35Te han permitido verlo, para que sepas que el Señor es el único Dios y no hay otro fuera de él. 36Desde el cielo hizo resonar su voz para enseñarte y en la tierra te mostró su gran fuego, y de en medio del fuego oíste sus palabras. 37Porque amó a tus padres y eligió a su descendencia después de ellos, él mismo te sacó de Egipto con gran fuerza, 38para desposeer ante ti a naciones más grandes y fuertes que tú, para traerte y darte sus tierras en heredad; como ocurre hoy. 39Así pues, reconoce hoy, y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro. 40Observa los mandatos y preceptos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos, después de ti, y se prolonguen tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre». 41Entonces Moisés separó tres ciudades al otro lado del Jordán, a oriente, 42para que se refugiase allí el homicida que matase a su prójimo involuntariamente y sin odiarlo antes, de modo que, refugiándose en una de esas ciudades, salvase la vida: 43Béser, en el desierto, en la altiplanicie, para los rubenitas; Ramod, en Galaad, para los gaditas, y Golán, en Basán, para los manasitas. 44Esta es la ley que Moisés propuso a los hijos de Israel. 45Estos son los estatutos, los mandatos y decretos que Moisés proclamó a los hijos de Israel, a su salida de Egipto, 46al otro lado del Jordán, en el valle, frente a Bet Peor, en la tierra de Sijón, rey de los amorreos, que habitaba en Jesbón, a quien Moisés y los hijos de Israel habían derrotado a su salida de Egipto 47y cuyo país habían conquistado, al igual que la tierra de Og, rey de Basán, dos reyes de los amorreos que había al lado oriental del Jordán: 48desde Aroer, a orillas del torrente Arnón, hasta la montaña de Sirión —es decir, el Hermón— 49y toda la Arabá al lado oriental del Jordán hasta el mar de la Arabá, a los pies del Pisgá.

Capítulo 5

1Moisés convocó a todo Israel y les dijo: «Escucha, Israel, los mandatos y decretos que yo os proclamo hoy. Aprendedlos y observadlos para cumplirlos. 2El Señor nuestro Dios concertó con nosotros una alianza en el Horeb. 3No concertó el Señor esta alianza con nuestros padres, sino con nosotros, con todos los que estamos vivos hoy, aquí. 4Cara a cara habló el Señor con vosotros en la montaña, desde el fuego. 5Yo estaba en aquel momento entre el Señor y vosotros para comunicaros la palabra del Señor, porque tuvisteis miedo del fuego y no subisteis a la montaña. Él dijo: 6“Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud. 7No tendrás otros dioses frente a mí. 8No te fabricarás ídolos, ni figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra. 9No te postrarás ante ellos ni les darás culto, porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la culpa de los padres en los hijos hasta la tercera y la cuarta generación de los que me odian, 10pero tengo misericordia por mil generaciones de los que me aman y observan mis preceptos. 11No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso, porque no dejará impune el Señor a quien pronuncie su nombre en falso. 12Observa el día del sábado, para santificarlo, como el Señor, tu Dios, te ha mandado. 13Durante seis días trabajarás y harás todas tus tareas, 14pero el día séptimo es día de descanso, consagrado al Señor, tu Dios. No harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu buey, ni tu asno, ni tu ganado, ni el emigrante que reside en tus ciudades, para que descansen, como tú, tu esclavo y tu esclava. 15Recuerda que fuiste esclavo en la tierra de Egipto y que el Señor, tu Dios, te sacó de allí con mano fuerte y con brazo extendido. Por eso te manda el Señor, tu Dios, guardar el día del sábado. 16Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor, tu Dios, te ha mandado, para que se prolonguen tus días y te vaya bien en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar. 17No matarás. 18No cometerás adulterio. 19No robarás. 20No darás testimonio falso contra tu prójimo. 21No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, su campo, su esclavo o su esclava, su buey o su asno, ni nada que sea de tu prójimo”. 22Estas son las palabras que proclamó el Señor con voz potente a toda vuestra asamblea, en la montaña, desde el fuego, la nube y la niebla. Y, sin añadir más, las escribió en dos tablas de piedra y me las entregó. 23Cuando oísteis la voz que salía de la tiniebla, mientras ardía la montaña, os acercasteis a mí todos vuestros jefes de tribu y vuestros ancianos, 24y me dijisteis: “El Señor, nuestro Dios, nos ha mostrado su gloria y su grandeza, y hemos oído su voz que salía del fuego. Hoy hemos visto que puede Dios hablar al hombre y seguir este con vida. 25Mas ahora ¿por qué hemos de morir?, pues este gran fuego podría devorarnos. Si seguimos oyendo la voz del Señor, nuestro Dios, moriremos. 26Porque ¿quién es el mortal que ha oído la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y ha sobrevivido? 27Acércate tú y escucha todo lo que diga el Señor, nuestro Dios, y luego nos dirás todo lo que el Señor, nuestro Dios, te ha comunicado y nosotros lo escucharemos y lo cumpliremos”. 28El Señor oyó vuestro vocerío, mientras me hablabais, y me dijo: “He oído el vocerío de este pueblo, lo que te han dicho. Está bien todo lo que te han dicho. 29Ojalá conservaran ese mismo corazón, temiéndome y observando cada día todos mis mandamientos, para que les fuera bien a ellos y a sus hijos por siempre. 30Ve y diles: Volveos a vuestras tiendas. 31Tú, sin embargo, quédate aquí conmigo y te comunicaré todos los preceptos, los mandatos y decretos que has de enseñarles y ellos han de cumplir en la tierra que les voy a dar para que la tomen en posesión”. 32Debéis observar y cumplir lo que os mandó el Señor, vuestro Dios; no os apartéis a derecha ni a izquierda. 33Seguid siempre el camino que os mandó el Señor, vuestro Dios, para que viváis, os vaya bien y se prolonguen vuestros días en la tierra de la que vais a tomar posesión.

Capítulo 6

1Estos son los preceptos, los mandatos y decretos que el Señor, vuestro Dios, me mandó enseñaros para que los cumpláis en la tierra en cuya posesión vais a entrar, 2a fin de que temas al Señor, tu Dios, tú, tus hijos y tus nietos, observando todos sus mandatos y preceptos, que yo te mando, todos los días de tu vida, a fin de que se prolonguen tus días. 3Escucha, pues, Israel, y esmérate en practicarlos, a fin de que te vaya bien y te multipliques, como te prometió el Señor, Dios de tus padres, en la tierra que mana leche y miel. 4Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. 5Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. 6Estas palabras que yo te mando hoy estarán en tu corazón, 7se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; 8las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; 9las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales. 10Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra que había de darte, según juró a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob, con ciudades grandes y ricas que tú no has construido, 11casas rebosantes de riquezas que tú no has llenado, pozos ya excavados que tú no has excavado, viñas y olivares que tú no has plantado, y comas hasta saciarte, 12guárdate de olvidar al Señor que te sacó de Egipto, de la casa de esclavitud. 13Al Señor, tu Dios, temerás, a él servirás y en su nombre jurarás. 14No iréis en pos de otros dioses, de los dioses de los pueblos que os rodean. 15Porque el Señor, tu Dios, que está en medio de ti, es un Dios celoso; no sea que se encienda la ira del Señor, tu Dios, contra ti y te extermine de la superficie de la tierra. 16No tentaréis al Señor, vuestro Dios, como lo habéis tentado en Masá. 17Observaréis cabalmente los preceptos del Señor, vuestro Dios, los estatutos y mandatos que te prescribió. 18Harás lo que es bueno y recto a los ojos del Señor, para que te vaya bien, entres y tomes posesión de la tierra buena, que juró el Señor a tus padres, 19arrojando ante ti a todos tus enemigos, como te dijo el Señor. 20Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: “¿Qué son esos estatutos, mandatos y decretos que os mandó el Señor, nuestro Dios?”, 21responderás a tu hijo: “Éramos esclavos del faraón en Egipto, y el Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte. 22El Señor hizo signos y prodigios grandes y funestos contra el faraón y toda su corte, ante nuestros ojos. 23A nosotros nos sacó de allí, para introducirnos y darnos la tierra que prometió con juramento a nuestros padres. 24Y el Señor nos mandó cumplir todos estos mandatos, temiendo al Señor, nuestro Dios, para que nos vaya siempre bien y sigamos con vida, como hoy. 25Esta será nuestra justicia: observar toda esta ley ante el Señor, nuestro Dios, cumpliéndola, como nos ordenó”.

Capítulo 7

1Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra, adonde vas a entrar para tomarla en posesión, y expulse ante ti a naciones numerosas —hititas, guirgasitas, amorreos, cananeos, perizitas, heveos y jebuseos— siete naciones más numerosas y fuertes que tú, 2y cuando el Señor, tu Dios, te las entregue y tú las derrotes, las consagrarás al exterminio. No concertarás alianza con ellas ni les tendrás compasión. 3No emparentarás con ellas: no darás tu hija a su hijo, ni tomarás su hijo para tu hija, 4porque apartaría a tu hijo de mí y servirían a otros dioses y se encendería la ira del Señor contra vosotros y os destruiría pronto. 5Por el contrario, así haréis con ellos: demoleréis sus altares, destrozaréis sus estelas, arrancaréis sus postes y prenderéis fuego a sus ídolos. 6Porque tú eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios; el Señor, tu Dios, te eligió para que seas, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. 7Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el pueblo más pequeño, 8sino que, por puro amor a vosotros y por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó el Señor de Egipto con mano fuerte y os rescató de la casa de esclavitud, del poder del faraón, rey de Egipto. 9Reconoce, pues, que el Señor, tu Dios, es Dios; él es el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y observan sus preceptos, por mil generaciones. 10Pero castiga en su propia persona a quien lo odia, acabando con él. No se hace esperar; a quien lo odia, lo castiga en su propia persona. 11Observa, pues, el precepto, los mandatos y decretos que te mando hoy que cumplas. 12Si escucháis estos decretos, los observáis y los cumplís, el Señor, tu Dios, te mantendrá la alianza y el favor que juró a tus padres. 13Y te amará, te bendecirá y te multiplicará. Bendecirá el fruto de tu vientre y el fruto de tus tierras, tu trigo, tu mosto y tu aceite, las crías de tus reses y el parto de tus ovejas, en la tierra que juró a tus padres darte. 14Serás bendito entre todos los pueblos; no habrá estéril ni impotente entre los tuyos ni en tu ganado. 15El Señor alejará de ti toda enfermedad y no dejará caer sobre ti ninguna de las epidemias malignas de Egipto que conoces, sino que las descargará sobre cuantos te odian. 16Destruirás a todos los pueblos que el Señor, tu Dios, va a entregarte, no tendrás piedad de ellos ni servirás a sus dioses, pues sería una trampa para ti. 17Si pensaras: “Esas naciones son más numerosas que yo ¿cómo podré desposeerlas?”, 18no las temas. Acuérdate bien de lo que el Señor, tu Dios, hizo con el faraón y con todo Egipto, 19de las grandes pruebas que vieron tus ojos, de los signos y prodigios, la mano fuerte y el brazo poderoso con que el Señor, tu Dios, te sacó de allí. Así hará el Señor, tu Dios, con todos los pueblos a quienes temes. 20Incluso el Señor, tu Dios, enviará tábanos contra ellos hasta exterminar a los que se te hayan escapado y escondido. 21No tiembles ante ellos, pues en medio de ti está el Señor, tu Dios, un Dios grande y terrible. 22El Señor, tu Dios, irá arrojando delante de ti a esas naciones poco a poco. No debes exterminarlas de golpe, no sea que se multipliquen contra ti las fieras del campo. 23El Señor, tu Dios, las entregará ante ti y sembrará entre ellas gran pánico hasta destruirlas. 24Entregará a sus reyes en tu poder y harás desaparecer sus nombres bajo el cielo. Ninguno podrá resistir ante ti hasta que los hayas destruido. 25Prenderás fuego a las imágenes de sus dioses. No codiciarás el oro ni la plata que los recubre ni te apropiarás de ello, no sea que caigas en la trampa, pues eso es una abominación para el Señor, tu Dios. 26No metas en tu casa tal abominación, porque serás consagrado al exterminio como ella. Detéstala y aborrécela, pues está consagrada al exterminio.

Capítulo 8

1Observaréis cuidadosamente todos los preceptos que yo os mando hoy, para que viváis, os multipliquéis y entréis a tomar posesión de la tierra que el Señor prometió con juramento a vuestros padres. 2Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto, para afligirte, para probarte y conocer lo que hay en tu corazón: si observas sus preceptos o no. 3Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para hacerte reconocer que no solo de pan vive el hombre, sino que vive de todo cuanto sale de la boca de Dios. 4Tus vestidos no se han gastado ni se te han hinchado los pies durante estos cuarenta años. 5Reconoce, pues, en tu corazón, que el Señor, tu Dios, te ha corregido, como un padre corrige a su hijo, 6para que observes los preceptos del Señor, tu Dios, sigas sus caminos y lo temas. 7Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y veneros que manan en el monte y la llanura, 8tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de olivares y de miel, 9tierra en que no comerás tasado el pan, en que no carecerás de nada, tierra que lleva hierro en sus rocas y de cuyos montes sacarás cobre, 10entonces comerás hasta saciarte, y bendecirás al Señor, tu Dios, por la tierra buena que te ha dado. 11Guárdate de olvidar al Señor, tu Dios, no observando sus preceptos, sus mandatos y sus decretos que yo te mando hoy. 12No sea que, cuando comas hasta saciarte, cuando edifiques casas hermosas y las habites, 13cuando críen tus reses y ovejas, aumenten tu plata y tu oro, y abundes en todo, 14se engría tu corazón y olvides al Señor, tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud, 15que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con serpientes abrasadoras y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; 16que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres, para afligirte y probarte, y para hacerte el bien al final. 17Y no pienses: “Por mi fuerza y el poder de mi brazo me he creado estas riquezas”. 18Acuérdate del Señor, tu Dios: que es él quien te da la fuerza para adquirir esa riqueza, a fin de mantener la alianza que juró a tus padres, como lo hace hoy. 19Si olvidas al Señor, tu Dios, y vas en pos de otros dioses y les das culto, postrándote ante ellos, yo os aseguro hoy que pereceréis sin remedio. 20Lo mismo que las naciones que el Señor va a destruir ante vosotros así os destruirá también a vosotros, por no haber obedecido la voz de vuestro Dios.

Capítulo 9

1Escucha, Israel: tú vas a pasar hoy el Jordán, para desposeer a naciones más grandes y fuertes que tú, ciudades grandes y fortificadas hasta el cielo, 2un pueblo numeroso y corpulento, los anaquitas, que tú conoces y de quienes has oído decir: “¿Quién podrá resistir ante los hijos de Anac?”. 3Has de saber hoy que el Señor, tu Dios, pasará él mismo delante de ti como fuego devorador. Tú los desposeerás y los destruirás pronto, como te dijo el Señor. 4Cuando el Señor, tu Dios, los haya expulsado delante de ti, no pienses: “Por mi justicia me ha traído el Señor a tomar posesión de esta tierra”, y “el Señor ha desposeído delante de mí a esas naciones por su perversidad”. 5No vas a entrar y a tomar posesión de esas tierras por tu justicia ni por la rectitud de tu corazón, pues el Señor, tu Dios, las va a desposeer delante de ti por la perversidad de esas naciones y para cumplir la palabra que el Señor juró a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob. 6Has de saber, por tanto, que el Señor, tu Dios, no te da en posesión esa tierra buena por tu justicia, pues eres un pueblo de dura cerviz. 7Recuerda y no olvides que provocaste al Señor, tu Dios, en el desierto: desde el día que saliste de la tierra de Egipto hasta que entrasteis en este lugar habéis sido rebeldes al Señor. 8En el Horeb provocasteis al Señor, y el Señor se irritó con vosotros y os quiso destruir. 9Cuando yo subí al monte a recibir las tablas de piedra, las tablas de la alianza que concertó el Señor con vosotros, me quedé en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua. 10Luego el Señor me entregó las dos tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios; en ellas estaban todas las palabras que os dijo el Señor en la montaña, desde el fuego, el día de la asamblea. 11Al cabo de cuarenta días y cuarenta noches, me entregó el Señor las dos tablas de piedra, las tablas de la alianza, 12y me dijo el Señor: “Levántate, baja de aquí enseguida, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han apartado del camino que les mandaste, se han fundido un ídolo”. 13El Señor continuó diciéndome: “He visto que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. 14Déjame destruirlo y borrar su nombre bajo el cielo; de ti haré un pueblo más fuerte y numeroso que él”. 15Yo me volví y bajé de la montaña, mientras la montaña ardía; llevaba en las manos las dos tablas de la alianza. 16Miré y, en efecto, habíais pecado contra el Señor, vuestro Dios, os habíais hecho un becerro de fundición. Pronto os apartasteis del camino que el Señor os había mandado. 17Entonces agarré las tablas, las arrojé con las dos manos y las estrellé ante vuestros ojos. 18Luego, me postré ante el Señor cuarenta días y cuarenta noches, como la vez anterior, sin comer pan ni beber agua, pidiendo perdón por el pecado que habíais cometido, haciendo el mal a los ojos del Señor, irritándolo. 19Porque tenía miedo de que la ira y la cólera del Señor contra vosotros os destruyese. También aquella vez me escuchó el Señor. 20Con Aarón se irritó tanto el Señor que quería destruirlo, y entonces tuve que interceder también por Aarón. 21Después cogí el pecado que os habíais fabricado, el becerro, y lo quemé, lo machaqué, lo trituré hasta pulverizarlo como ceniza, y arrojé la ceniza en el torrente que baja de la montaña. 22En Taberá, en Masá y en Quibrot Atabá, provocasteis también al Señor. 23Y cuando el Señor os envió desde Cadés Barnea diciendo: “Subid y tomad posesión de la tierra que os he dado”, os rebelasteis contra la orden del Señor, no le creísteis ni escuchasteis su voz. 24Habéis sido rebeldes al Señor, desde el día que os conocí. 25Me postré ante el Señor, estuve postrado cuarenta días y cuarenta noches, porque el Señor pensaba destruiros. 26Y supliqué al Señor, diciendo: “Señor mío, no destruyas a tu pueblo, la heredad que redimiste con tu grandeza, que sacaste de Egipto con mano fuerte. 27Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac y Jacob, no te fijes en la terquedad de este pueblo, en su crimen y en su pecado, 28no sea que digan en la tierra de donde nos sacaste: ‘No pudo el Señor introducirlos en la tierra que les había prometido’, o: ‘Los sacó por odio, para matarlos en el desierto’. 29Son tu pueblo, la heredad que sacaste con tu gran fuerza y con tu brazo extendido”.

Capítulo 10

1En aquella ocasión me dijo el Señor: “Talla dos tablas de piedra como las primeras y sube a mí, a la montaña; luego, haz un arca de madera. 2Yo escribiré en las tablas las palabras que había en las tablas primeras, que tú has roto, y las pondrás en el arca”. 3Hice, pues, un arca de madera de acacia, tallé dos tablas de piedra como las primeras y subí a la montaña con las dos tablas en la mano. 4El Señor escribió en las tablas, con la misma escritura que la primera vez, las “diez palabras” que el Señor os había proclamado en la montaña, desde el fuego, el día de la asamblea, y me las dio. 5Yo me volví y bajé de la montaña, deposité las tablas en el arca que había hecho y allí quedaron, como me había mandado el Señor. 6Los hijos de Israel partieron de los pozos de Bene Jacán hacia Moserá. Allí murió Aarón y allí fue enterrado. Su hijo Eleazar le sucedió en el sacerdocio. 7De allí partieron para Gudgod y de Gudgod hacia Yotbá, región de torrentes. 8El Señor apartó entonces a la tribu de Leví para llevar el Arca de la Alianza del Señor, para estar en presencia del Señor, para servirle y bendecir en su nombre, hasta el día de hoy. 9Por eso, Leví no recibió parte en la heredad de sus hermanos, sino que el Señor es su heredad, como le dijo el Señor, tu Dios. 10Yo permanecí en la montaña cuarenta días y cuarenta noches, como la vez anterior. También esta vez me escuchó el Señor y no quiso destruirte. 11El Señor me dijo: “Levántate y disponte a partir al frente del pueblo, para que entren y tomen posesión de la tierra que juré a tus padres que les daría”. 12Ahora Israel ¿qué te pide el Señor, tu Dios, sino que temas al Señor, tu Dios, siguiendo todos sus caminos, y que le ames y que sirvas al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, 13observando los preceptos del Señor y los mandatos que yo te mando hoy, para tu bien? 14Cierto: del Señor son los cielos, hasta el último cielo, la tierra y todo cuanto la habita. 15Mas solo de vuestros padres se enamoró el Señor, los amó, y de su descendencia os escogió a vosotros entre todos los pueblos, como sucede hoy. 16Circuncidad vuestro corazón, no endurezcáis vuestra cerviz, 17pues el Señor, vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, el Dios grande, fuerte y terrible, que no es parcial ni acepta soborno, 18que hace justicia al huérfano y a la viuda, y que ama al emigrante, dándole pan y vestido. 19Amaréis al emigrante, porque emigrantes fuisteis en Egipto. 20Temerás al Señor, tu Dios, le servirás, te adherirás a él y en su nombre jurarás. 21Él es tu alabanza y él es tu Dios, que hizo a tu favor las terribles hazañas que tus ojos han visto. 22Setenta eran tus padres cuando bajaron a Egipto, y ahora el Señor, tu Dios, te ha hecho numeroso como las estrellas del cielo.

Capítulo 11

1Amarás al Señor, tu Dios; observarás siempre sus órdenes, sus mandatos, sus decretos y sus preceptos. 2Sabedlo hoy: no se trata de vuestros hijos, que ni entienden ni han visto la ley de vuestro Dios, su grandeza, su mano fuerte y su brazo extendido, 3los signos y hazañas que hizo en medio de Egipto contra el faraón, rey de Egipto, y contra todo su territorio; 4lo que hizo al ejército egipcio, a sus carros y caballos: precipitó sobre ellos las aguas del mar Rojo cuando os perseguían y acabó con ellos el Señor, hasta el día de hoy; 5lo que hizo con vosotros en el desierto, hasta que llegasteis a este lugar; 6lo que hizo con Datán y Abirón, hijos de Eliab, hijo de Rubén: la tierra abrió sus fauces y se los tragó con sus familias y tiendas, y con su servidumbre y ganado, en medio de todo Israel; 7se trata de vosotros, que habéis visto con vuestros ojos las grandes hazañas que hizo el Señor. 8Observaréis todo precepto que yo os mando hoy; para que seáis fuertes y entréis y toméis posesión de la tierra adonde vais a entrar para someterla; 9así se prolonguen vuestros días sobre la tierra que el Señor, vuestro Dios, prometió dar a vuestros padres y a su descendencia: una tierra que mana leche y miel. 10Porque la tierra adonde vas a entrar para tomarla en posesión no es como la tierra de Egipto de la que saliste, donde sembrabas tu semilla y la regabas mediante tus pies, como una huerta de vegetales. 11La tierra adonde vais a pasar para tomarla en posesión es una tierra de montes y valles que recibe el agua del cielo; 12es una tierra de la que cuida el Señor, tu Dios, en la que están puestos continuamente los ojos del Señor, tu Dios, desde el comienzo del año hasta el final del mismo. 13Si escucháis atentamente los preceptos que yo os mando hoy, amando al Señor, vuestro Dios, y sirviéndole con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, 14yo daré a vuestra tierra la lluvia a su tiempo, las primeras lluvias y las tardías, y cosecharás tu grano, tu mosto y tu aceite 15y daré a tu campo hierba para tu ganado, y comerás hasta saciarte. 16Guardaos de que vuestro corazón sea seducido y os descarriéis y sirváis a otros dioses y os postréis ante ellos, 17pues la ira del Señor se encenderá contra vosotros y cerrará el cielo y no habrá lluvia, el campo no dará sus frutos y desapareceréis pronto de esa tierra buena que os va a dar el Señor. 18Meted estas palabras mías en vuestro corazón y en vuestra alma, atadlas a la muñeca como un signo y ponedlas de señal en vuestra frente, 19enseñádselas a vuestros hijos, hablando de ellas, estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado. 20Escríbelas en las jambas de tu casa y en tus portales, 21para que se prolonguen vuestros días y los días de vuestros hijos, en la tierra que el Señor juró dar a vuestros padres, y sean tan numerosos como los días del cielo sobre la tierra. 22Si observáis fielmente toda esta ley que yo os mando hoy para cumplirla, amando al Señor, vuestro Dios, siguiendo todos sus caminos y adhiriéndoos a él, 23el Señor desalojará ante vosotros a todas esas naciones y vosotros tomaréis posesión de naciones más grandes y fuertes que vosotros. 24Vuestro será todo lugar que pisen las plantas de vuestros pies: desde el desierto hasta el Líbano, desde el Río, el río Éufrates, hasta el Mar Occidental será territorio vuestro. 25Nadie podrá resistir ante vosotros; el Señor, vuestro Dios, infundirá pánico y terror hacia vosotros por toda la tierra que piséis, como os ha dicho. 26Mira: yo os propongo hoy bendición y maldición: 27la bendición, si escucháis los preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo os mando hoy; 28la maldición, si no escucháis los preceptos del Señor, vuestro Dios, y os apartáis del camino que yo os mando hoy, yendo en pos de otros dioses que no conocéis. 29Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra adonde vas a entrar para tomarla en posesión, darás la bendición en el monte Garizín y la maldición en el monte Ebal. 30(¿No están ambos al otro lado del Jordán, detrás del camino del poniente, en la tierra de los cananeos, que habitan en el Arabá, frente a Guilgal, cerca de la Encina de Moré?) 31Cuando paséis el Jordán para entrar a tomar posesión de la tierra que el Señor, vuestro Dios, os da, y la hayáis tomado en posesión y habitéis en ella, 32procurad cumplir todos los mandatos y decretos que yo os propongo hoy.

Capítulo 12

1Estos son los mandatos y decretos que debéis observar y cumplir en la tierra que el Señor, Dios de tus padres, va a darte en posesión, mientras dure vuestra vida sobre la tierra. 2Debéis destruir por completo todos los lugares donde las naciones que vais a desposeer han dado culto a sus dioses: en lo alto de los montes, en las colinas y bajo todo árbol frondoso. 3Demoleréis sus altares, destrozaréis sus estelas, prenderéis fuego a sus postes, derribaréis las imágenes de sus dioses y borraréis su nombre de aquel lugar. 4No os comportaréis así con el Señor, vuestro Dios, 5sino que buscaréis el lugar que el Señor vuestro Dios eligiere de entre todas vuestras tribus para poner allí su nombre y morar en él, e iréis allí 6y allí llevaréis vuestros holocaustos y vuestros sacrificios de comunión, vuestros diezmos y vuestras contribuciones, vuestros votos y vuestras ofrendas voluntarias, y los primogénitos de vuestro ganado mayor y menor. 7Allí comeréis, vosotros y vuestras familias, en presencia del Señor, vuestro Dios, y os regocijaréis por todas las empresas que el Señor, tu Dios, haya bendecido. 8No haréis cada uno lo que le parece bien, como nosotros hacemos hoy aquí, 9porque todavía no habéis entrado en el lugar de descanso, en la heredad que el Señor, tu Dios, te da. 10Cuando paséis el Jordán y habitéis en la tierra que el Señor, vuestro Dios, os dé en heredad y os conceda descanso de vuestros enemigos de alrededor y viváis tranquilos, 11llevaréis todo lo que yo os mando al lugar que eligiere el Señor, vuestro Dios, para que more allí su nombre: vuestros holocaustos y vuestros sacrificios de comunión, vuestros diezmos y vuestras contribuciones, y lo más selecto de los votos que hayáis hecho al Señor, 12y os regocijaréis en presencia del Señor, vuestro Dios, vosotros, vuestros hijos y vuestras hijas, vuestros siervos y vuestras siervas, y el levita que vive en vuestras ciudades, pues él no tiene porción ni heredad como vosotros. 13Guárdate de ofrecer tus holocaustos en cualquier lugar que veas, 14sino solo en el lugar que el Señor elija en una de tus tribus. Allí ofrecerás tus holocaustos y allí harás todo lo que te mando 15Sin embargo, siempre que lo desees, podrás matar y comer carne en todas tus ciudades, de acuerdo con la bendición que el Señor, tu Dios, te haya concedido; podrán comerla el impuro y el puro, como si fuesen gacela o ciervo. 16Pero no comeréis la sangre, sino que la derramaréis por tierra como el agua. 17No podrás comer en tus ciudades el diezmo de tu grano, de tu mosto y de tu aceite, ni los primogénitos de tu ganado mayor o menor, ni ninguno de los votos que hayas ofrecido, ni tus ofrendas voluntarias, ni tus contribuciones, 18sino que lo comerás en presencia del Señor, tu Dios, en el lugar que el Señor, tu Dios, elija —tú, tu hijo y tu hija, tu siervo y tu sierva y el levita que vive en tus ciudades— y te regocijarás en presencia el Señor, tu Dios, por todas tus empresas. 19Guárdate de abandonar al levita mientras dure tu vida en la tierra. 20Cuando el Señor, tu Dios, ensanche tus fronteras, según te ha prometido, y digas: “quiero comer carne” —porque deseas comer carne—, cómela siempre que lo desees. 21Si te queda lejos el lugar que el Señor, tu Dios, elija para poner allí su nombre, matarás del ganado mayor y menor que el Señor te dé, según te ha mandado, y comerás en tus ciudades siempre que lo desees. 22Lo mismo que se come la gacela y el ciervo, así lo comerás. Pueden comerlo juntos el puro y el impuro. 23Guárdate de comer la sangre, porque la sangre es la vida, y no comerás la vida con la carne. 24No la comas, derrámala por tierra como el agua. 25No la comas, para que os vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, porque haces lo recto a los ojos del Señor. 26Las cosas sagradas que tengas y tus ofrendas votivas tómalas y llévalas al lugar que haya elegido el Señor. 27De tus holocaustos, ofrecerás la carne y la sangre sobre el altar del Señor, tu Dios; en cambio, de tus sacrificios de comunión, derramarás la sangre sobre el altar del Señor, tu Dios, y comerás la carne. 28Observa y cumple todas estas palabras que yo te mando hoy, para que os vaya bien a ti y a tus hijos después de ti perpetuamente, por haber hecho lo bueno y lo recto a los ojos del Señor, tu Dios. 29Cuando el Señor, tu Dios, destruya ante ti a las naciones adonde vas a entrar para apoderarte de ellas, y cuando te apoderes de ellas y habites en su territorio, 30guárdate de dejarte atraer por ellas, después de haberlas quitado de tu presencia, y no indagues acerca de sus dioses, diciendo: “Lo mismo que adoraban estas naciones a sus dioses, así haré también yo”. 31Tú no harás lo mismo con el Señor, tu Dios, porque ellos han hecho en honor de sus dioses todo lo que abomina y detesta el Señor; incluso prendieron fuego a sus hijos e hijas en honor de sus dioses.

Capítulo 13

1Todo lo que yo os mando, lo debéis observar y cumplir; no añadirás ni suprimirás nada. 2Si surge en medio de ti un profeta o un visionario soñador y te propone: “Vamos en pos de otros dioses —que no conoces— y sirvámoslos”, 3aunque te anuncie una señal o un prodigio y se cumpla la señal o el prodigio, 4no has de escuchar las palabras de ese profeta o visionario soñador; pues el Señor, vuestro Dios, os pone a prueba para saber si amáis al Señor, vuestro Dios, con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma. 5Debéis ir en pos del Señor, vuestro Dios, y a él temeréis; observaréis sus preceptos y escucharéis su voz, le serviréis y os adheriréis a él. 6Y ese profeta o visionario soñador será ejecutado por haber predicado la rebelión contra el Señor vuestro Dios, que os sacó de la tierra de Egipto y os rescató de la casa de esclavitud, y por intentar desviarte del camino que te mandó seguir el Señor, tu Dios. Así extirparás el mal de en medio de ti. 7Si tu hermano, hijo de tu madre, tu hijo o tu hija, o la mujer que se recuesta en tu seno, o tu amigo del alma te incita en secreto diciendo: “Vamos y sirvamos a otros dioses” —que ni tú ni tus padres conocéis, 8entre los dioses de los pueblos que os rodean, cercanos a ti o distantes de ti, de un extremo al otro de la tierra—, 9no accederás ni le escucharás; no te apiadarás de él, no te compadecerás de él ni le encubrirás, 10sino que le darás muerte; tu mano será la primera contra él para hacerlo morir, y después la mano de todo el pueblo. 11Lo apedrearás hasta que muera, porque intentó apartarte del Señor, tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud. 12Así todo Israel lo oirá y temerá, y no volverá a cometerse un mal como este en medio de ti. 13Si en alguna de tus ciudades, que el Señor, tu Dios, te da para que habites allí, oyes decir: 14Han surgido en medio de ti hombres malvados que han pervertido a los habitantes de la ciudad, diciéndoles: “Vamos y sirvamos a otros dioses” —que no conocéis—, 15investigarás, indagarás y te informarás bien. Si es verdad y se confirma el hecho de que se ha cometido tal abominación en medio de ti, 16pasarás a filo de espada a los habitantes de esa ciudad; la consagrarás al exterminio con todo lo que haya en ella, y pasarás a filo de espada al ganado. 17Amontonarás en el centro de la plaza todo el botín y prenderás fuego a la ciudad y al botín todo entero en honor del Señor, tu Dios. Quedará en ruinas para siempre, y no será jamás reedificada. 18No se te pegará a las manos nada de lo consagrado al exterminio, para que el Señor aplaque el furor de su cólera y te conceda misericordia, se apiade de ti y te multiplique, como juró a tus padres, 19porque escuchaste la voz del Señor, tu Dios, observando todos sus preceptos que yo te mando hoy, haciendo lo recto a los ojos del Señor, tu Dios.

Capítulo 14

1Hijos sois del Señor, vuestro Dios. No os tatuaréis ni os raparéis la frente por un muerto, 2pues tú eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios; el Señor te eligió para que seas, entre todos los pueblos de la tierra, su propio pueblo. 3No comerás nada abominable. 4Estos son los animales que podréis comer: el buey, el cordero, el cabrito, 5el ciervo, la gacela, el corzo, la cabra montés, el antílope, el búfalo y el rebeco, 6y cualquier animal rumiante de pata ungulada, que tenga la pezuña hendida en dos, lo podéis comer. 7Pero, entre los rumiantes o que tienen la pezuña hendida, no comeréis los siguientes: el camello, la liebre y el conejo, que son rumiantes, pero no tienen la pezuña hendida, tenedlos por impuros; 8el cerdo, que tiene la pezuña hendida, pero no es rumiante, tenedlo por impuro. No comeréis su carne ni tocaréis su cadáver. 9De todo lo que vive en el agua, podréis comer lo siguiente: todo lo que tiene aletas y escamas, lo podéis comer, 10pero lo que no tiene aletas ni escamas, no lo podéis comer. Tenedlo por impuro. 11Podréis comer toda ave pura, 12pero no podéis comer el águila, el quebrantahuesos, el águila marina, 13el milano, el buitre en todas sus variedades, 14el cuervo en todas sus variedades, 15el avestruz, el halcón, la gaviota y el azor en todas sus variedades, 16el búho, el mochuelo, el cisne, 17el pelícano, el calamón, el mergo, 18la cigüeña, la garza en todas sus variedades, la abubilla y el murciélago. 19Todo insecto alado, tenedlo por impuro, no lo comeréis. 20Podéis comer toda ave pura. 21No comeréis ninguna bestia muerta; la podrás dar al emigrante que vive en tus ciudades, para que se la coma, o véndela a un extranjero, pues tú eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios.No cocerás un cabrito en la leche de su madre. 22Cada año apartarás el diezmo de todo el producto de lo que hayas sembrado y haya brotado en el campo, 23y comerás en presencia del Señor, tu Dios, en el lugar que elija para hacer morar allí su nombre, el diezmo de tu grano, tu mosto y tu aceite, y los primogénitos de tu ganado mayor y menor, para que aprendas a temer al Señor, tu Dios, mientras vivas. 24Pero si el camino es demasiado largo para ti y no puedes transportarlo, porque te queda lejos el lugar que el Señor haya elegido para poner allí su nombre y porque el Señor, tu Dios, te ha colmado de bendiciones, 25lo cambiarás por dinero, y tomarás el dinero contigo e irás al lugar que haya elegido el Señor, tu Dios. 26Emplearás el dinero en todo lo que te apetezca: ganado mayor o menor, vino, licores, todo lo que te apetezca; y lo comerás allí, en presencia del Señor, tu Dios, y te regocijarás tú y tu casa. 27No abandonarás al levita, que vive en tus ciudades, pues él no tiene porción ni heredad como tú. 28Cada tres años apartarás todo el diezmo de tu cosecha de ese año y lo depositarás en tus ciudades, 29y vendrá el levita, que no tiene porción ni heredad como tú, el emigrante, el huérfano y la viuda, que viven en tus ciudades, y comerán hasta saciarse, para que el Señor, tu Dios, te bendiga en todas las tareas que emprendas.

Capítulo 15

1Cada siete años harás la remisión. 2Esta será la norma de la remisión: todo acreedor perdonará la deuda del préstamo hecho a su prójimo. No apremiará a su prójimo o hermano, pues ha sido proclamada la remisión del Señor. 3Podrás apremiar al extranjero, pero lo que hayas prestado a tu hermano lo perdonarás. 4En realidad, no habrá ningún pobre entre los tuyos —pues el Señor te colmará de bendiciones en la tierra que el Señor, tu Dios, va a darte en herencia para que la poseas— 5a condición de que escuches atentamente la voz del Señor, tu Dios, observando y cumpliendo todo lo que yo te mando hoy. 6Porque el Señor, tu Dios, te bendecirá, como te ha dicho: prestarás a muchas naciones, y no pedirás prestado; dominarás a muchas naciones, y no te dominarán. 7Cuando haya entre los tuyos un pobre, entre tus hermanos, en una de tus ciudades, en la tierra que va a darte el Señor, tu Dios, no endurezcas tu corazón ni cierres tu mano a tu hermano pobre, 8sino que le abrirás tu mano y le prestarás a la medida de su necesidad. 9Guárdate de decir en tu corazón esta palabra mezquina: “Se acerca el año séptimo, año de la remisión”, mirando así con malos ojos a tu hermano pobre y no dándole nada, pues él gritará al Señor contra ti y tú incurrirás en delito. 10Dale generosamente, sin que se sienta mal tu corazón por darle, pues por esa acción bendecirá el Señor, tu Dios, todas tus empresas y todas tus tareas. 11Nunca dejará de haber pobres en la tierra; por eso, yo te mando: “Abre tu mano a tu hermano, al indigente, al pobre de tu tierra”. 12Si tu hermano, hebreo o hebrea, se vende a ti, te servirá seis años, y al séptimo lo dejarás libre. 13Cuando lo dejes libre, no lo despaches con las manos vacías. 14Abastécele de bienes de tu rebaño, de tu era y tu lagar, le darás de aquello con que te ha bendecido el Señor tu Dios. 15Recuerda que fuiste esclavo en la tierra de Egipto y que el Señor, tu Dios, te rescató. Por eso yo te mando hoy esto. 16Pero si él te dice: “No quiero marcharme de tu lado” —porque te ama a ti y a tu familia, pues le iba bien contigo— , 17tomarás un punzón, agujerearás su oreja contra la puerta y será tu esclavo para siempre. Lo mismo harás con tu esclava. 18No te parezca muy duro dejarlo libre, pues los seis años que te ha servido corresponden al doble del servicio de un jornalero. Y el Señor, tu Dios, te bendecirá en todo lo que hagas. 19Todo primogénito macho que nazca de tu ganado mayor o menor lo consagrarás al Señor, tu Dios. No trabajarás con el primogénito de tu ganado mayor ni esquilarás el primogénito de tu ganado menor. 20Lo comerás en presencia del Señor, tu Dios, año tras año, tú y tu familia, en el lugar que haya elegido el Señor. 21Pero si tiene algún defecto, si es cojo o ciego o tiene cualquier otro defecto grave, no lo sacrificarás al Señor, tu Dios. 22Lo comerás en tu ciudad, el puro y el impuro juntos, como si fuese gacela o ciervo. 23Pero la sangre no la comerás, la derramarás por tierra como el agua.

Capítulo 16

1Observa el mes de abib celebrando la Pascua del Señor, tu Dios, porque en el mes de abib te sacó de Egipto el Señor, tu Dios. 2Inmolarás como pascua al Señor tu Dios ganado mayor o ganado menor, en el lugar que elija el Señor, tu Dios, para hacer morar allí su nombre. 3En ella no comerás pan fermentado. Durante siete días, comerás ácimos, pan de aflicción, porque apresuradamente saliste de la tierra de Egipto; así recordarás todos los días de tu vida el día de tu salida de la tierra de Egipto. 4Durante siete días no se ha de ver levadura en todo tu territorio. De la carne inmolada la tarde del primer día no quedará nada para el día siguiente. 5No podrás sacrificar la pascua en cualquiera de las ciudades que el Señor, tu Dios, va a darte. 6Solo en el lugar que elija el Señor, tu Dios, para hacer morar su Nombre. Allí, al atardecer, sacrificarás la pascua, a la caída del sol, hora de tu salida de Egipto. 7La cocerás y la comerás en el lugar que elija el Señor, tu Dios, y a la mañana siguiente podrás regresar a tus tiendas. 8Durante seis días, comerás ácimos, y el séptimo habrá asamblea en honor del Señor, tu Dios. No harás trabajo alguno. 9Contarás siete semanas; a partir del día en que metas la hoz en la mies, contarás siete semanas 10y celebrarás la fiesta de las Semanas en honor del Señor, tu Dios. La oferta voluntaria que hagas será en proporción a lo que te haya bendecido el Señor. 11Te regocijarás en presencia del Señor, tu Dios, con tu hijo e hija, tu esclavo y esclava, el levita que haya en tus ciudades, el emigrante, el huérfano y la viuda que haya entre los tuyos, en el lugar que elija el Señor, tu Dios, para hacer morar allí su nombre. 12Te acordarás de que fuiste esclavo en Egipto y observarás y cumplirás estos mandatos. 13La fiesta de las Tiendas la celebrarás durante siete días, cuando hayas recogido la cosecha de tu era y tu lagar. 14Te regocijarás en tu fiesta con tu hijo e hija, tu esclavo y esclava, el levita, el emigrante, el huérfano y la viuda que haya en tus ciudades. 15Harás fiesta siete días en honor del Señor, tu Dios, en el lugar que elija el Señor; porque el Señor, tu Dios, te ha bendecido en todas tus cosechas y en todas tus tareas, estarás contento de verdad. 16Tres veces al año se presentarán todos los varones al Señor, tu Dios, en el lugar que él elija: por la fiesta de los Ácimos, por la fiesta de las Semanas y por la fiesta de las Tiendas. Y no se presentarán al Señor con las manos vacías. 17Cada uno ofrecerá su don, según la bendición que te haya dado el Señor, tu Dios. 18Nombrarás jueces y magistrados por tribus, en todas las ciudades que el Señor, tu Dios, te dé, que juzguen al pueblo con la debida justicia. 19No violarás el derecho, no harás acepción de personas ni aceptarás soborno, porque el soborno ciega los ojos de los sabios y trastorna las palabras de los justos. 20Persigue solo la justicia, para que vivas y tomes posesión de la tierra que te va a dar el Señor, tu Dios. 21No plantarás postes sagrados junto al altar que construyas al Señor, tu Dios, 22ni erigirás estelas, porque las detesta el Señor, tu Dios.

Capítulo 17

1No inmolarás al Señor, tu Dios, un buey o un cordero que tenga cualquier falta o defecto, pues esto es una abominación para el Señor, tu Dios. 2Si en medio de ti, en alguna de las ciudades que el Señor, tu Dios, te va a dar, se encuentra un hombre o una mujer que hace el mal a los ojos del Señor, tu Dios, quebrantando su alianza, 3y que va a servir a otros dioses y se postra ante ellos, o ante el sol, la luna o todo el ejército del cielo, cosa que yo no he mandado, 4y te informan de ello o lo oyes, investigarás a fondo. Si es verdad y se confirma el hecho de que se ha cometido tal abominación en Israel, 5sacarás a las puertas de tu ciudad a ese hombre o a esa mujer que han cometido esa mala acción, y lapidarás al hombre o a la mujer hasta que mueran. 6Solo por la declaración de dos o tres testigos se ajusticiará al reo de muerte; no se le ajusticiará por la declaración de un solo testigo. 7La mano de los testigos será la primera contra él para hacerlo morir, y después la mano de todo el pueblo. Así extirparás el mal de en medio de ti. 8Si te resulta demasiado difícil juzgar un caso de homicidio, de litigio o de lesiones —casos litigiosos en tus ciudades—, te levantarás y subirás al lugar que elija el Señor, tu Dios, 9y acudirás a los sacerdotes levitas y al juez que estén en funciones por aquellos días y les consultarás y te indicarán el veredicto. 10Has de ajustarte al veredicto que te indiquen en aquel lugar que elija el Señor, y has de observar y cumplir cuanto te enseñen. 11Te ajustarás a la ley que te den y al veredicto que te dicten, sin apartarte a derecha ni a izquierda. 12El que por arrogancia no escuche al sacerdote, puesto allí para servir al Señor, tu Dios, o al juez, ese hombre morirá. Así extirparás el mal de Israel, 13y todo el pueblo lo oirá y temerá, y nadie volverá a proceder con arrogancia. 14Cuando entres en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar, la tomes en posesión y habites en ella, si dices: “Voy a poner sobre mí un rey, como todas las naciones que me rodean”, 15podrás poner sobre ti un rey que elija el Señor, tu Dios. De entre tus hermanos, pondrás un rey sobre ti; no pondrás sobre ti un extranjero, que no sea hermano tuyo. 16Pero él no poseerá muchos caballos ni hará volver al pueblo a Egipto para aumentar sus caballos, pues el Señor os ha dicho: “No volveréis jamás por ese camino”. 17No poseerá muchas mujeres, para que no se descarríe su corazón, ni atesorará demasiada plata y oro. 18Cuando se siente sobre su trono real, se hará escribir en un libro una copia de esta ley que conservan los sacerdotes levitas. 19La tendrá consigo y la leerá todos los días de su vida, para que aprenda a temer al Señor, su Dios, observando todas las palabras de esta ley y todos estos mandatos para cumplirlos. 20Así no se engreirá su corazón sobre sus hermanos ni se apartará de este precepto a derecha ni a izquierda, y él y su hijos prolongarán los días de su reinado en medio de Israel.

Capítulo 18

1Los sacerdotes levitas, toda la tribu de Leví, no tendrán parte ni heredad con Israel. Comerán de la heredad del Señor, de sus oblaciones. 2No tendrá parte en la heredad de sus hermanos: el Señor será su heredad, como le dijo. 3Este será el derecho de los sacerdotes sobre el pueblo, sobre los que sacrifiquen un buey o una oveja: se dará al sacerdote una espalda, las quijadas y el cuajar. 4Le darás las primicias de tu grano, tu mosto y tu aceite, y las primicias del esquileo de tu rebaño, 5porque el Señor, tu Dios, los eligió para siempre, a él y a sus hijos, de entre todas las tribus, para oficiar en nombre del Señor. 6Si un levita, que reside en cualquier ciudad de Israel, se traslada por voluntad propia al lugar elegido por el Señor, 7oficiará en nombre del Señor, su Dios, como el resto de sus hermanos levitas que están allí ante el Señor, 8y comerá una parte lo mismo que los demás, sin considerar sus bienes patrimoniales. 9Cuando entres en la tierra que va a darte el Señor, tu Dios, no aprendas a imitar las abominaciones de esas naciones; 10no haya entre los tuyos quien haga pasar a su hijo o su hija por el fuego; ni vaticinadores, ni astrólogos, ni agoreros, ni hechiceros, 11ni encantadores, ni espiritistas, ni adivinos, ni nigromantes; 12porque el que practica eso es abominable para el Señor.Y, por esas abominaciones, los va a desposeer el Señor, tu Dios, delante de ti. 13Sé íntegro con el Señor, tu Dios. 14Esas naciones que tú vas a desposeer escuchan a astrólogos y vaticinadores; pero a ti no te lo permite el Señor, tu Dios. 15El Señor, tu Dios, te suscitará de entre los tuyos, de entre tus hermanos, un profeta como yo. A él lo escucharéis. 16Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb el día de la asamblea: “No quiero volver a escuchar la voz del Señor mi Dios, ni quiero ver más ese gran fuego, para no morir”. 17El Señor me respondió: “Está bien lo que han dicho. 18Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá todo lo que yo le mande. 19Yo mismo pediré cuentas a quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre. 20Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá”. 21Y si dices en tu corazón: “¿Cómo reconoceré una palabra que no ha dicho el Señor?”. 22Cuando un profeta hable en nombre del Señor y no suceda ni se cumpla su palabra, es una palabra que no ha dicho el Señor: ese profeta habla por arrogancia, no le tengas miedo.

Capítulo 19

1Cuando el Señor, tu Dios, haya exterminado a las naciones, cuya tierra te da el Señor, tu Dios, y tú las hayas desposeído y te hayas asentado en sus ciudades y en sus casas, 2separarás tres ciudades en medio de la tierra que te va a dar el Señor, tu Dios, para que la poseas. 3Prepararás el camino y dividirás en tres partes el área de la tierra que te va a dar el Señor, tu Dios, en heredad, para que pueda huir allí todo homicida. 4Este será el caso del homicida que huye allí para salvar su vida: quien mate a su prójimo inadvertidamente, sin que le odiase en el pasado 5—por ejemplo: quien va con su prójimo al bosque a cortar leña y, al blandir su mano el hacha para cortar la leña, el hierro se escapa del mango y alcanza a su prójimo y lo hiere mortalmente—, ese podrá huir a una de esas ciudades y salvará su vida; 6no sea que el vengador de la sangre persiga enfurecido al homicida y le dé alcance, porque el camino es largo, y lo mate, siendo así que no era reo de muerte, porque no odiaba al otro en el pasado. 7Por eso yo te mando: separa tres ciudades. 8Y si el Señor, tu Dios, aumenta tu territorio, como juró a tus padres, y te da toda la tierra que prometió dar a tus padres 9—si observas todo este precepto, cumpliendo lo que yo te mando hoy, amando al Señor, tu Dios, y siguiendo siempre sus caminos—, entonces añadirás tres ciudades más a aquellas tres. 10Así no se derramará sangre inocente en medio de tu tierra, que te da el Señor, tu Dios, en heredad, ni recaerá sangre alguna sobre ti. 11Pero si uno que odia a su prójimo se pone al acecho, se lanza contra él, lo hiere mortalmente y muere, y después huye a una de aquellas ciudades, 12los ancianos de su ciudad lo mandarán prender allí y lo entregarán al vengador de la sangre para que muera. 13No tengas piedad de él. Así extirparás de Israel el derramamiento de sangre inocente y te irá bien. 14No removerás el mojón de tu prójimo que colocaron los antepasados en la propiedad que heredes en la tierra que el Señor, tu Dios, te da en posesión. 15Un solo testigo no es válido contra alguien en cualquier falta o delito, sea cual fuere el delito que ha cometido. Solo por la declaración de dos o tres testigos será firme una causa. 16Si se presenta contra alguien un testigo injusto, acusándolo de rebelión, 17las dos partes en litigio comparecerán ante el Señor, ante los sacerdotes y jueces que estén en funciones por aquellos días. 18Los jueces investigarán a fondo; si resulta que el testigo es falso, que ha acusado falsamente a su hermano, 19haréis con él lo que él pretendía hacer con su hermano. Así extirparás el mal de en medio de ti, 20y los demás lo oirán, temerán y no volverán a cometer semejante maldad en medio de ti. 21No tengas piedad de él: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie.

Capítulo 20

1Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos y veas caballos y carros y un pueblo más numeroso que tú, no los temas, porque está contigo el Señor, tu Dios, que te hizo subir de la tierra de Egipto. 2Cuando vayáis a entablar combate, se adelantará el sacerdote para hablar al pueblo. 3Les dirá: “Escucha, Israel: vosotros vais a entablar hoy combate contra vuestros enemigos. No perdáis el valor, no temáis ni os turbéis, ni tembléis ante ellos, 4porque el Señor, vuestro Dios, marcha con vosotros, combatiendo en favor vuestro contra vuestros enemigos, para salvaros”. 5Luego los magistrados hablarán así al pueblo: “¿Quién ha edificado una casa nueva y no la ha estrenado? Que se retire y vuelva a su casa, no sea que muera en el combate y la estrene otro. 6Y ¿quién ha plantado una viña y no la ha vendimiado? Que se retire y vuelva a su casa, no sea que muera en el combate y la vendimie otro. 7Y ¿quién está prometido con una mujer y aún no se ha casado con ella? Que se retire y vuelva a su casa, no sea que muera en el combate, y otro se case con ella”. 8Después los magistrados volverán a hablar al pueblo y dirán: “¿Quién tiene miedo y no tiene valor? Que se retire y vuelva a su casa, para que su hermano no pierda el valor como él”. 9Cuando los magistrados hayan terminado de hablar al pueblo, pondrán jefes de tropa al frente de él. 10Cuando te acerques a una ciudad para combatir contra ella, primero proponle la paz. 11Si acepta la paz y te abre sus puertas, toda la población que se encuentre en ella se someterá a prestación personal y te servirá. 12Pero si no acepta tu paz y te declara la guerra, la sitiarás. 13El Señor, tu Dios, la entregará en tus manos y pasarás a filo de espada a todos sus varones. 14Pero las mujeres, los niños, el ganado y todo lo que haya en la ciudad —todo su botín— lo tomarás para ti y comerás del botín de los enemigos que te entregue el Señor, tu Dios. 15Lo mismo harás con todas las ciudades muy alejadas de ti que no están entre las ciudades de esas naciones. 16Mas de las ciudades de estos pueblos que te entregue en herencia el Señor, tu Dios, no dejarás ni un ser vivo. 17Consagrarás al exterminio a hititas, amorreos, cananeos, perizitas, heveos y jebuseos, como te mandó el Señor, tu Dios, 18para que no os enseñen a cometer todas las abominaciones que ellos cometen con sus dioses, y no pequéis contra el Señor, vuestro Dios. 19Cuando sities una ciudad durante mucho tiempo, combatiendo contra ella para tomarla, no destruyas sus árboles blandiendo el hacha sobre ellos, porque de ellos podrás comer; no los tales, porque ¿acaso son seres humanos los árboles del campo para que hayan de ser sitiados por ti? 20Pero si sabes que un árbol no es frutal, lo puedes destruir y talar, para construir obras de asedio contra la ciudad que te hace la guerra, hasta que caiga.

Capítulo 21

1Si en la tierra que te va a dar el Señor, tu Dios, en posesión se encuentra un muerto tendido en el campo y no se sabe quién lo mató, 2saldrán tus ancianos y tus jueces y medirán la distancia entre la víctima y las ciudades de alrededor. 3Cuando se determine la ciudad más próxima al muerto, los ancianos de esa ciudad tomarán una novilla que todavía no haya trabajado, que aún no haya sido uncida al yugo; 4y los ancianos de esa ciudad bajarán la novilla a un torrente de agua perenne, en el que no se haya arado ni sembrado, y allí, en el torrente, desnucarán la novilla. 5Luego se acercarán los sacerdotes hijos de Leví; porque el Señor, tu Dios, los ha elegido para que le sirvan y para que bendigan en nombre del Señor; y según su decisión ha de resolverse todo litigio y todo crimen. 6Y todos los ancianos de la ciudad más próxima a la víctima se lavarán las manos en el torrente, sobre la novilla desnucada, 7y dirán solemnemente: “Nuestras manos no han derramado esta sangre y nuestros ojos nada han visto. 8Purifica, Señor, a tu pueblo Israel, que tú rescataste, y no permitas que sangre inocente permanezca en medio de tu pueblo Israel”. Así quedarán purificados por la sangre. 9Y tú, haciendo lo que es recto a los ojos del Señor, extirparás de en medio de ti la culpa por la sangre inocente. 10Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, y el Señor, tu Dios, los entregue en tus manos, y hagas cautivos, 11si ves entre los cautivos una mujer hermosa, te enamoras de ella y quieres tomarla por mujer, 12la llevarás a tu casa, y ella se rapará la cabeza, se arreglará las uñas, 13y se quitará el vestido de cautiva; permanecerá en tu casa y durante un mes llorará a su padre y a su madre. Después de esto, podrás cohabitar con ella, serás su marido y ella será tu mujer. 14Pero si más tarde ya no te gusta, la dejarás irse adonde quiera, pero no la venderás por dinero ni la esclavizarás, después de haberla humillado. 15Si un hombre tiene dos mujeres, una amada y otra aborrecida, y ambas, la amada y la aborrecida, le dan hijos, y el primogénito es hijo de la aborrecida, 16el día de dejar en herencia a sus hijos lo que posee, no podrá tratar como primogénito al hijo de la amada en perjuicio del hijo de la aborrecida, que es el primogénito, 17sino que reconocerá al primogénito, hijo de la aborrecida, dándole dos tercios de todo lo que posee, porque es la primicia de su virilidad y tiene derecho de primogenitura. 18Si uno tiene un hijo terco y rebelde, que no escucha la voz de su padre ni la voz de su madre, y aun corrigiéndolo no les obedece, 19su padre y su madre lo agarrarán y lo llevarán a los ancianos de su ciudad y a las puertas de su lugar. 20Y dirán a los ancianos de su ciudad: “Este hijo nuestro es terco y rebelde; no nos obedece, es un derrochador y un borracho”. 21Entonces, todos los hombres de la ciudad lo lapidarán hasta que muera. Así extirparás el mal de en medio de ti, y todo Israel lo oirá y temerá. 22Si uno, reo de la pena de muerte, es ejecutado y lo cuelgas de un árbol, 23su cadáver no quedará en el árbol de noche, sino que lo enterrarás ese mismo día, pues un colgado es maldición de Dios, y no debes contaminar la tierra que el Señor, tu Dios, te da en heredad.

Capítulo 22

1Si ves el buey o la oveja de tu hermano extraviados, no te desentiendas de ellos; se los devolverás a tu hermano. 2Pero si tu hermano no vive cerca de ti o no lo conoces, recogerás el animal en tu casa y estará a tu disposición hasta que tu hermano venga a buscarlo y puedas devolvérselo. 3Lo mismo harás con su asno, con su manto, con cualquier objeto perdido de tu hermano, que encuentres; no podrás desentenderte de ellos. 4Si ves el asno de tu hermano o su buey caídos en el camino, no te desentenderás de ellos; ayúdale a levantarlo. 5La mujer no llevará prendas de hombre ni el hombre se vestirá con prendas de mujer, porque el que hace eso es una abominación para el Señor, tu Dios. 6Si en tu camino encuentras un nido de pájaro en un árbol cualquiera o en el suelo, con pollos o huevos, y la madre echada sobre los pollos o sobre los huevos, no cogerás a la madre con las crías; 7dejarás marchar a la madre y podrás quedarte con las crías, para que te vaya bien y vivas mucho tiempo. 8Cuando construyas una casa nueva, pondrás un pretil a la azotea, y así no harás a tu casa culpable de sangre, si alguien se cayese de ella. 9No sembrarás tu viña con una segunda clase de semilla, no sea que quede todo consagrado: la semilla que siembres y el producto de la viña. 10No ararás con buey y asno juntos. 11No te vestirás con telas mezcladas de lana y lino. 12Hazte borlas en las cuatro puntas del manto con que te cubras. 13Si uno se casa con una mujer y después de cohabitar la aborrece, 14y le echa en cara actos vergonzosos y la difama diciendo: “Me he casado con esta mujer, pero al acercarme a ella descubrí que no era virgen”, 15entonces el padre y la madre de la joven tomarán las pruebas de su virginidad y las llevarán ante los ancianos de la ciudad, a la puerta, 16y el padre de la joven dirá a los ancianos: “He dado a este hombre mi hija por esposa; él la aborrece 17y le echa en cara acciones vergonzosas diciendo: ‘He descubierto que tu hija no es virgen’, pero aquí están las pruebas de la virginidad de mi hija”. Y extenderán la ropa ante los ancianos de la ciudad. 18Entonces, los ancianos de aquella ciudad tomarán al marido y lo castigarán; 19lo multarán con cien monedas de plata —que entregarán al padre de la joven—, por haber difamado a una doncella de Israel. Además, esta seguirá siendo su mujer y él no podrá repudiarla en toda su vida. 20Pero si tal acusación era cierta y se descubre que la joven no era virgen, 21sacarán a la joven a la puerta de la casa paterna y los hombres de la ciudad la lapidarán hasta que muera, porque cometió una infamia en Israel deshonrando la casa de su padre. Así extirparás el mal de en medio de ti. 22Si sorprenden a uno acostado con una mujer casada, los dos deben morir: el que se acostó con ella y la mujer. 23Si una joven virgen está prometida a un hombre y otro la encuentra en la ciudad y se acuesta con ella, 24sacaréis a los dos a la puerta de esa ciudad y los lapidaréis hasta que mueran: a la joven, por no haber pedido socorro en la ciudad, y al hombre, por haber violado a la mujer de su prójimo. Así extirparás el mal de en medio de ti. 25Pero si fue en el campo donde el hombre encontró a la joven prometida, y la forzó y se acostó con ella, morirá solo el hombre que se acostó con ella. 26A la joven no le harás nada, no es rea de muerte; porque es como si uno ataca a su prójimo y le quita la vida. Así es este caso, 27pues él la encontró en el campo; y, aunque la joven prometida hubiese gritado, nadie pudo oírla. 28Si uno encuentra a una joven virgen que no está prometida, la agarra y se cuesta con ella, y son sorprendidos, 29el hombre que se acostó con ella entregará al padre de la joven cincuenta monedas de plata y tendrá que aceptarla por esposa, por haberla violado; no podrá repudiarla en toda su vida.

Capítulo 23

1Nadie tomará a la mujer de su padre, ni abrirá el lecho de su padre. 2No se admitirá a la asamblea del Señor a quien tenga los testículos aplastados o el pene mutilado. 3No se admitirá a la asamblea del Señor ningún bastardo; ni siquiera su décima generación será admitida en la asamblea del Señor. 4No se admite a la asamblea del Señor ningún amonita ni moabita; ni siquiera en su décima generación serán admitidos a la asamblea del Señor. 5Porque no vinieron con pan y agua a vuestro encuentro en el camino, cuando salisteis de Egipto y porque alquilaron a Balaán, hijo de Beor, de Petor en Mesopotamia, para maldecirte. 6Pero el Señor, tu Dios, no quiso escuchar a Balaán; el Señor, tu Dios, cambió la maldición en bendición, porque te ama el Señor, tu Dios. 7No buscarás jamás su paz ni su bienestar mientras vivas. 8No considerarás abominable al edomita, porque es hermano tuyo. No considerarás abominable al egipcio, porque fuiste emigrante en su país. 9Sus descendientes en la tercera generación serán admitidos a la asamblea del Señor. 10Cuando salgas a campaña contra tus enemigos, cuídate de cualquier acto malo. 11Si hay alguien entre los tuyos que, por polución nocturna, no está puro, saldrá fuera del campamento y no volverá a entrar en el campamento 12hasta que, al caer la tarde, se lave con agua; y así, al ponerse el sol, volverá al campamento. 13Tendrás fuera del campamento un rincón donde puedas retirarte. 14Llevarás en tu equipaje una estaca, y cuando salgas a hacer tus necesidades, harás con ella un hoyo y luego taparás los excrementos. 15Porque el Señor, tu Dios, se pasea en medio de tu campamento para protegerte y entregarte el enemigo, tu campamento debe ser santo; que él no vea en ti nada indecoroso y no se aparte de ti. 16No entregarás a su amo un esclavo que escapa de su amo junto a ti. 17Se quedará contigo, entre los tuyos, en el lugar que elija en una de tus ciudades, donde mejor le parezca. No lo maltrates. 18No habrá prostitutas sagradas entre las hijas de Israel, ni prostitutos sagrados entre los hijos de Israel. 19No llevarás a la casa del Señor, en cumplimiento de un voto, paga de prostituta ni dinero de prostituto, porque ambos son una abominación para el Señor, tu Dios. 20No cobrarás intereses a tu hermano: ni sobre el dinero prestado, ni sobre los alimentos prestados, ni sobre cualquier préstamo que produzca intereses. 21Podrás cobrar intereses a los extranjeros, pero a tu hermano no le cobrarás intereses, para que te bendiga el Señor, tu Dios, en todas tus empresas en la tierra adonde vas para tomarla en posesión. 22Si haces un voto al Señor tu Dios, no tardarás en cumplirlo, porque el Señor, tu Dios, te lo reclamará e incurrirás en pecado, 23pero si te abstienes de hacer un voto, no incurrirás en pecado. 24Lo que salga de tus labios, mantenlo y cumple el voto que has hecho espontáneamente al Señor, tu Dios, que con tu boca has prometido. 25Si entras en la viña de tu prójimo, come las uvas que quieras, hasta saciarte, pero no metas nada en tu cesta. 26Si entras en la mies de tu prójimo, arranca espigas con tu mano, pero no metas la hoz en la mies de tu prójimo.

Capítulo 24

1Si uno se casa con una mujer y luego no le gusta, porque descubre en ella algo vergonzoso, y le escribe el acta de divorcio, se la entrega y la echa de casa, 2y ella sale de la casa, va y se casa con otro, 3y el segundo también la aborrece, le escribe el acta de divorcio, se la entrega y la echa de casa, o bien muere el segundo marido 4el primer marido, que la despidió, no podrá casarse otra vez con ella, porque ha quedado impura; sería una abominación ante el Señor; no eches un pecado sobre la tierra que el Señor, tu Dios, va a darte en heredad. 5Si uno es recién casado, no está obligado al servicio militar ni a otros trabajos públicos; quedará libre en su casa durante un año, para disfrutar de la mujer con quien se ha casado. 6No tomarás en prenda las dos piedras de un molino, ni siquiera la muela, porque sería tomar en prenda una vida. 7Si descubren que uno ha secuestrado a un hermano suyo de los hijos de Israel, para explotarlo o venderlo, el secuestrador morirá. Así extirparás el mal de en medio de ti. 8Tened cuidado con las afecciones de la piel, observando y cumpliendo todo lo que os enseñen los sacerdotes levitas. Observad y cumplid lo que yo les he mandado. 9Recuerda lo que hizo el Señor, tu Dios, a María cuando salisteis de Egipto. 10Si haces un préstamo cualquiera a tu hermano, no entres en su casa a recobrar la prenda; 11espera afuera, y el prestatario saldrá a devolverte la prenda. 12Y, si es pobre, no te acostarás sobre la prenda; 13se la devolverás a la caída del sol y así él se acostará sobre su manto y te bendecirá, y tuyo será el mérito ante el Señor, tu Dios. 14No explotarás al jornalero, pobre y necesitado, sea hermano tuyo o emigrante que vive en tu tierra, en tu ciudad; 15cada jornada le darás su jornal, antes que el sol se ponga, porque pasa necesidad y está pendiente del salario. Así no gritará contra ti al Señor y no incurrirás en pecado. 16No serán ejecutados los padres por culpas de los hijos, ni los hijos por culpas de los padres; cada uno será ejecutado por su propio pecado. 17No defraudarás el derecho del emigrante y del huérfano ni tomarás en prenda las ropas de la viuda; 18recuerda que fuiste esclavo en Egipto y que de allí te rescató el Señor, tu Dios; por eso yo te mando hoy cumplir esto. 19Cuando siegues la mies de tu campo y olvides en el suelo una gavilla, no vuelvas a recogerla; déjasela al emigrante, al huérfano y a la viuda, y así bendecirá el Señor todas tus tareas. 20Cuando varees tu olivar, no repases las ramas; déjaselas al emigrante, al huérfano y a la viuda. 21Cuando vendimies tu viña, no rebusques los racimos; déjaselos al emigrante, al huérfano y a la viuda. 22Acuérdate de que fuiste esclavo en Egipto; por eso yo te mando hoy cumplir esto.

Capítulo 25

1Cuando dos hombres tengan un pleito, vayan a juicio y los juzguen, absolviendo al inocente y condenando al culpable, 2si el culpable merece una paliza, el juez lo hará tenderse en tierra, y en su presencia le darán los azotes que merece su delito. 3Pero solo le podrán dar hasta cuarenta y no más, no sea que, si se exceden en el número y la paliza resulte excesiva, tu hermano quede infamado a tus ojos. 4No le pondrás bozal al buey que trilla. 5Si dos hermanos viven juntos y uno de ellos muere sin tener hijos, la mujer del difunto no se casará con un extraño; su cuñado se casará con ella y cumplirá con ella su deber legal de cuñado: 6el primogénito que ella dé a luz, llevará el nombre del hermano difunto y así no se borrará su nombre de Israel. 7Pero si el cuñado no quiere casarse con ella, la cuñada acudirá a la puerta, a los ancianos, y dirá: “Mi cuñado se niega a perpetuar el nombre de su hermano en Israel; no quiere cumplir su deber de cuñado”. 8Entonces los ancianos de aquella ciudad lo citarán y le hablarán. Pero si insiste diciendo: “No quiero desposarla”, 9su cuñada se acercará a él en presencia de los ancianos, le quitará la sandalia de su pie, le escupirá a la cara y le dirá: “Así se trata al hombre que no quiere edificar la casa de su hermano”. 10Y en Israel se le llamará “La casa del descalzado”. 11Si un hombre está riñendo con su hermano y se acerca la mujer de uno de ellos para librar a su marido de la mano del que lo golpea, y mete ella la mano y agarra al otro por sus partes, 12le cortarás la mano sin compasión. 13No tendrás en tu bolsa pesas diferentes: más pesada y más ligera. 14No tendrás en tu casa medidas diferentes: más grande y más pequeña. 15Tendrás pesas cabales y justas, tendrás medidas cabales y justas, para que vivas mucho tiempo en la tierra que el Señor, tu Dios, te da. 16Porque quien hace esto, quien comete injusticia, es una abominación para el Señor, tu Dios. 17Recuerda lo que te hizo Amalec en el camino, a tu salida de Egipto; 18cómo te salió al paso en el camino cuando ibas agotado y extenuado y atacó por la espalda a todos los rezagados, sin temor de Dios. 19 Por eso, cuando el Señor, tu Dios, te conceda descanso de tus enemigos de alrededor, en la tierra que el Señor, tu Dios, te da en herencia para que la poseas, borrarás la memoria de Amalec bajo el cielo. No lo olvides.

Capítulo 26

1Cuando entres en la tierra que el Señor, tu Dios, va a darte en heredad, cuando la tomes en posesión y habites en ella, 2tomarás una parte de las primicias de todos los frutos que coseches de la tierra que va a darte el Señor, tu Dios, las meterás en una cesta, irás al lugar que el Señor, tu Dios, haya elegido para morada de su nombre, 3te presentarás al sacerdote que esté en funciones por aquellos días y le dirás: “Declaro hoy al Señor, mi Dios, que he entrado en la tierra que el Señor juró a nuestros padres que nos daría”. 4El sacerdote tomará de tu mano la cesta y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios. 5Entonces tomarás la palabra y dirás ante el Señor, tu Dios: “Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí como emigrante, con pocas personas, pero allí se convirtió en un pueblo grande, fuerte y numeroso. 6Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura esclavitud. 7Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestros gritos, miró nuestra indefensión, nuestra angustia y nuestra opresión. 8El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y prodigios, 9y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. 10Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado”. Los pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios. 11Y te regocijarás con el levita y el emigrante que vivan en tu vecindad, por todos los bienes que el Señor, tu Dios, te haya dado, a ti y a tu casa. 12Cada tres años, el año del diezmo, cuando termines de separar el diezmo de todas tus cosechas y se lo hayas dado al levita, al emigrante, al huérfano y a la viuda, para que coman hasta saciarse en tus ciudades, 13dirás ante el Señor, tu Dios: “He apartado de mi casa lo consagrado; se lo he dado al levita, al emigrante, al huérfano y a la viuda, conforme al precepto que me mandaste. No he quebrantado ni olvidado ningún precepto. 14No he comido de ello estando de luto, ni lo he apartado estando impuro, ni se lo he ofrecido a un muerto. He escuchado la voz del Señor, mi Dios, he cumplido lo que me mandaste. 15Mira desde tu santa morada, desde el cielo, y bendice a tu pueblo, Israel, y a esta tierra que nos diste, como habías jurado a nuestros padres, una tierra que mana leche y miel”. 16Hoy el Señor, tu Dios, te manda que cumplas estos mandatos y decretos. Acátalos y cúmplelos con todo tu corazón y con toda tu alma. 17Hoy has elegido al Señor para que él sea tu Dios y tú vayas por sus caminos, observes sus mandatos, preceptos y decretos, y escuches su voz. 18Y el Señor te ha elegido para que seas su propio pueblo, como te prometió, y observes todos sus preceptos. 19Él te elevará en gloria, nombre y esplendor, por encima de todas las naciones que ha hecho, y serás el pueblo santo del Señor, tu Dios, como prometió».

Capítulo 27

1Moisés y los ancianos de Israel mandaron al pueblo: «Observad todo precepto que yo os mando hoy. 2El día en que paséis el Jordán hacia la tierra que el Señor, tu Dios, te da, levantarás unas piedras grandes, las revocarás de cal, 3y escribirás en ellas todas las palabras de esta ley, cuando pases para entrar en la tierra que el Señor, tu Dios, te da, una tierra que mana leche y miel, como te dijo el Señor, Dios de tus padres. 4Cuando paséis el Jordán, levantaréis estas piedras que yo os mando hoy en el monte Ebal y las revocaréis con cal. 5Allí construirás un altar al Señor, tu Dios, un altar de piedras. No las labrarás con utensilios de hierro, 6sino que construirás un altar al Señor, tu Dios, de piedras intactas y ofrecerás sobre él holocaustos al Señor tu Dios. 7Allí inmolarás sacrificios de comunión, comerás y te regocijarás ante el Señor, tu Dios. 8Y escribirás sobre las piedras las palabras de esta ley; grábalas bien». 9Moisés y los sacerdotes levitas dijeron a todo Israel: «Calla y escucha, Israel: hoy te has convertido en el pueblo del Señor, tu Dios. 10Escucharás la voz del Señor, tu Dios, y cumplirás los preceptos y mandatos que yo te mando hoy». 11Aquel día Moisés ordenó al pueblo: 12«Cuando paséis el Jordán, para bendecir al pueblo se colocarán en el monte Garizín los siguientes: Simeón, Leví, Judá, Isacar, José y Benjamín. 13Y en el monte Ebal, para la maldición, se colocarán estos: Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí. 14Los levitas tomarán la palabra y dirán en voz alta a todos los hombres de Israel: 15Maldito el hombre que haga un ídolo tallado o fundido —abominación del Señor, obra de las manos de artífice— y lo coloque en lugar secreto. Y todo el pueblo dirá: Amén. 16Maldito quien desprecie a su padre o a su madre. Y todo el pueblo dirá: Amén. 17Maldito quien remueva los mojones de su vecino. Y todo el pueblo dirá: Amén. 18Maldito quien desvíe a un ciego en el camino. Y todo el pueblo dirá: Amén. 19Maldito quien viole el derecho del emigrante, del huérfano y de la viuda. Y todo el pueblo dirá: Amén. 20Maldito quien se acueste con la mujer de su padre, porque abre el lecho de su padre. Y todo el pueblo dirá: Amén. 21Maldito quien se acueste con cualquier bestia. Y todo el pueblo dirá: Amén. 22Maldito quien se acueste con su hermana, hija de su padre o hija de su madre. Y todo el pueblo dirá: Amén. 23Maldito quien se acueste con su suegra. Y todo el pueblo dirá: Amén. 24Maldito quien mate a escondidas a su prójimo. Y todo el pueblo dirá: Amén. 25Maldito quien se deje sobornar para quitar la vida a un inocente. Y todo el pueblo dirá: Amén. 26Maldito quien no mantenga las palabras de esta ley para cumplirlas. Y todo el pueblo dirá: Amén.

Capítulo 28

1Si escuchas de verdad la voz del Señor, tu Dios, observando y cumpliendo todos los preceptos que yo te mando hoy, el Señor, tu Dios, te elevará por encima de todas las naciones de la tierra, 2y vendrán sobre ti y te alcanzarán, por haber escuchado la voz del Señor, tu Dios, todas estas bendiciones: 3Bendito serás en la ciudad y bendito serás en el campo. 4Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu suelo y el fruto de tu ganado, el parto de tus vacas y las crías de tu rebaño. 5Bendita tu cesta y tu artesa. 6Bendito serás cuando entres y bendito serás cuando salgas. 7El Señor te entregará derrotados a los enemigos que se alcen contra ti: vendrán contra ti por un camino y por siete caminos huirán ante ti. 8El Señor mandará la bendición sobre ti, en tus graneros y en tus empresas, y te bendecirá en la tierra que el Señor, tu Dios, te da. 9El Señor te constituirá su pueblo santo, como te ha jurado, si observas los preceptos del Señor, tu Dios, y sigues sus caminos. 10Y todos los pueblos de la tierra verán que el nombre del Señor es invocado sobre ti y te temerán. 11El Señor te colmará de bienes con el fruto de tu vientre, con el fruto de tu ganado y con el fruto de tu suelo, en la tierra que el Señor juró a tus padres que te daría. 12El Señor te abrirá su rico tesoro, el cielo, dando a su tiempo la lluvia de la tierra y bendiciendo todas tus tareas. Prestarás a muchas naciones y tú no pedirás prestado. 13El Señor te pondrá a la cabeza y no a la cola, estarás siempre encima y nunca estarás debajo, si escuchas los preceptos del Señor, tu Dios, que yo te mando hoy observar y cumplir, 14y no te apartas a derecha ni a izquierda de todas las palabras que yo os mando hoy, yendo en pos de otros dioses para servirlos. 15Pero si no escuchas la voz del Señor, tu Dios, observando y cumpliendo todos los preceptos y mandatos que yo te mando hoy, vendrán sobre ti y te alcanzarán todas estas maldiciones: 16Maldito serás en la ciudad y maldito serás en el campo. 17Maldita tu cesta y tu artesa. 18Maldito el fruto de tu vientre y el fruto de tu suelo, el parto de tus vacas y las crías de tu rebaño. 19Maldito serás cuando entres y maldito serás cuando salgas. 20El Señor enviará contra ti la maldición, la angustia y la amenaza en todas las tareas que emprendas hasta que seas destruido y perezcas pronto, debido a tus malas acciones por las que me abandonaste. 21El Señor hará que se te pegue la peste hasta que te consuma sobre la tierra adonde vas a entrar para tomarla en posesión. 22El Señor te herirá de tisis, fiebre, inflamación, gangrena, sequía, añublo y tizón que te perseguirán hasta destruirte. 23El cielo sobre tu cabeza será de bronce y la tierra bajo tus pies, de hierro. 24El Señor transformará la lluvia de tu tierra en polvo y arena, que caerán del cielo sobre ti hasta destruirte. 25El Señor te entregará derrotado ante tus enemigos: saldrás contra ellos por un camino y por siete caminos huirás ante ellos, y serás el espanto de todos los reinos de la tierra. 26Tu cadáver será pasto de las aves del cielo y de las bestias de la tierra, sin que nadie las espante. 27El Señor te herirá con la úlcera egipcia, con tumores, sarna y tiña, que no podrás curar. 28El Señor te herirá de locura, ceguera y turbación de la mente: 29andarás a tientas a mediodía como a tientas anda el ciego en su tiniebla y no triunfarás en tus caminos. Estarás siempre oprimido y explotado, sin que nadie te socorra. 30Te casarás con una mujer, pero otro hombre cohabitará con ella; edificarás una casa, pero no la habitarás; plantarás una viña, pero no la vendimiarás. 31Tu buey será degollado ante tus ojos, pero no comerás de él; tu asno será arrebatado en tu presencia, y no se te devolverá; tu rebaño será entregado a tus enemigos, y nadie te socorrerá. 32Tus hijos y tus hijas serán entregados a otro pueblo, y tus ojos lo verán y se consumirán por ellos todo el día, sin que puedas echarles una mano. 33El fruto de tu suelo y de todo tu trabajo se lo tragará un pueblo que no conoces, y serás solo un oprimido y un explotado toda la vida. 34Te volverás loco ante el espectáculo que contemplarán tus ojos. 35El Señor te herirá de úlcera maligna, que no podrás curar, en las rodillas y en los muslos, desde la planta de tu pie hasta tu coronilla. 36El Señor te llevará, a ti y al rey que hayas establecido sobre ti, a una nación que no conocíais ni tú ni tus padres, y servirás allí a otros dioses de madera y de piedra. 37Serás el espanto, la irrisión y la burla de todos los pueblos adonde te conduzca el Señor. 38Echarás mucha semilla en el campo y cosecharás poco, porque la devorará la langosta. 39Plantarás y cultivarás viñas, pero no beberás ni almacenarás vino, porque se lo tragará el gusano. 40Tendrás olivos en todo tu territorio, pero no te ungirás con aceite, porque se caerán tus olivas. 41Engendrarás hijos e hijas, pero no serán para ti, porque marcharán al cautiverio. 42Los bichos se apoderarán de todos tus árboles y de los frutos de tu suelo. 43El emigrante que viva entre los tuyos se alzará sobre ti, cada vez más arriba, y tú caerás, cada vez más abajo. 44Él te prestará y tú no le podrás prestar; él estará a la cabeza y tú estarás a la cola. 45Todas estas maldiciones vendrán sobre ti, te perseguirán y te alcanzarán, hasta destruirte, por no haber escuchado la voz del Señor, tu Dios, observando los preceptos y mandatos que él te mandó 46y serán como signo y prodigio contra ti y tu descendencia, por siempre. 47Por no haber servido al Señor, tu Dios, con alegría y gratitud, en total abundancia, 48servirás a los enemigos que el Señor mandará contra ti, en hambre y sed, desnudez y escasez total y pondrá en tu cuello un yugo de hierro, hasta destruirte. 49El Señor alzará contra ti una nación venida de lejos, desde el cabo de la tierra, que se lanzará como un águila, una nación cuya lengua no comprendes, 50una nación de semblante feroz, que no respetará al anciano ni se compadecerá del muchacho, 51que devorará el fruto de tu ganado y el fruto de tu suelo, hasta destruirte; que no te dejará grano, ni mosto, ni aceite, ni el parto de tus vacas, ni las crías de tu rebaño, hasta destruirte. 52Te sitiará en todas tus ciudades, hasta que se derrumben en toda tu tierra las murallas altas y fortificadas en las que tú confiabas; te sitiará en todas tus ciudades, en toda la tierra que el Señor, tu Dios, te dará. 53En el aprieto del asedio con que te estrechará tu enemigo, comerás el fruto de tu vientre, la carne de tus hijos e hijas que el Señor, tu Dios, te haya dado. 54El hombre más delicado y refinado mirará con malos ojos a su hermano, a la mujer que reposaba en su seno y al resto de los hijos que le queden, 55por tener que compartir con ellos la carne de los hijos que se coma, al no haberle quedado ya nada, en el aprieto del asedio con que te estreche tu enemigo en todas tus ciudades. 56La mujer más delicada y refinada, que apenas si posaba la planta del pie en la tierra, de tanta delicadeza y finura, mirará con malos ojos al esposo que reposaba en su seno, a su hijo y a su hija, 57a la placenta que le sale de entre las piernas y al hijo que acaba de parir, porque desearía comérselos a escondidas, al faltarle todo, en el aprieto del asedio con que te estreche tu enemigo en tus ciudades. 58Si no observáis y cumplís todas las palabras de esta ley escritas en este libro, temiendo este nombre terrible y glorioso: “El Señor, tu Dios”, 59el Señor os afligirá a ti y a tus descendientes con plagas extraordinarias, plagas enormes y persistentes, enfermedades malignas y permanentes. 60Él hará que se vuelvan contra ti todas las epidemias de Egipto, ante las que te horrorizaste, y te las pegará. 61Más aún, el Señor acarreará contra ti todas las enfermedades y plagas que no se mencionan en este libro de la ley, hasta destruirte. 62Quedaréis solo unos pocos, después de haber sido numerosos como las estrellas del cielo, por no haber escuchado la voz del Señor, tu Dios. 63Como el Señor gozó haciéndoos el bien y multiplicándoos, así gozará arruinándoos y destruyéndoos; seréis arrancados de la tierra adonde vas a entrar para tomarla en posesión. 64El Señor te dispersará entre todos los pueblos, de un extremo a otro de la tierra, y allí servirás a otros dioses de madera y piedra que no conocíais ni tú ni tus padres. 65En esos pueblos, no descansarás ni habrá reposo para la planta de tu pie, y el Señor te dará allí un corazón angustiado, ojos apagados y espíritu abatido. 66Sentirás que tu vida estará pendiente de un hilo, temblarás día y noche y no te fiarás de tu vida. 67Por la mañana dirás: “Ojalá fuera tarde”. Y por la tarde dirás: “Ojalá fuera mañana”, por el terror que estremecerá tu corazón y por el espectáculo que verán tus ojos. 68El Señor te hará volver en naves a Egipto por la ruta de la que yo te había dicho: «No volverás a verla más» y allí seréis puestos en venta como esclavos y esclavas a vuestros enemigos, pero no habrá comprador» 69Estas son las palabras de la alianza que el Señor mandó a Moisés concertar con los hijos de Israel en la tierra de Moab, aparte de la alianza que concertó con ellos en el Horeb.

Capítulo 29

1Moisés convocó a todo Israel y les dijo: «Vosotros habéis visto todo lo que hizo el Señor a vuestros ojos en la tierra de Egipto con el faraón, con todos sus servidores y con todo su país: 2aquellas grandes pruebas que vieron vuestros ojos, aquellos grandes signos y prodigios; 3pero el Señor no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para escuchar, hasta hoy. 4Yo os he conducido cuarenta años por el desierto; no se os gastaron los vestidos que llevabais ni se os estropearon las sandalias de los pies; 5no comisteis pan ni bebisteis vino ni licor; para que reconozcáis que yo soy el Señor, vuestro Dios. 6Al llegar a este lugar, Sijón, rey de Jesbón, y Og, rey de Basán, salieron a nuestro encuentro en son de guerra, y los derrotamos. 7Nos adueñamos de sus territorios y se los dimos en heredad a los rubenitas, a los gaditas y a media tribu de Manasés. 8Observad, pues, las palabras de esta alianza y cumplidlas, para que prosperéis en todas vuestras obras. 9Os habéis colocado hoy en presencia del Señor, vuestro Dios, todos vosotros —vuestros jefes de tribu, vuestros ancianos, vuestros magistrados y todos los hombres de Israel; 10vuestros niños, vuestras mujeres y los emigrantes que están en el campamento, desde tu leñador hasta tu aguador—, 11para entrar en la alianza del Señor, tu Dios —y en el juramento imprecatorio—, que el Señor, tu Dios, concierta hoy contigo, 12a fin de constituirte hoy su pueblo, y ser él tu Dios, como te dijo y como había jurado a tus padres, a Abrahán, Isaac y Jacob. 13No solo con vosotros concierto yo esta alianza, con sus imprecaciones, 14sino también con el que está hoy aquí con nosotros, en presencia del Señor, y con el que hoy no está aquí con nosotros. 15Vosotros sabéis que habitamos en la tierra de Egipto y que pasamos por medio de otros pueblos 16y vimos sus monstruos y sus ídolos, de madera y piedra, de plata y oro. 17Que no haya nadie entre vosotros, hombre o mujer, familia o tribu, cuyo corazón se aparte hoy del Señor, nuestro Dios, yendo a servir a los dioses de esas naciones; que no arraiguen en vosotros plantas amargas y venenosas. 18Que nadie, al escuchar las palabras de esta imprecación, se felicite diciendo por dentro: “Tendré paz, aunque siga en la obstinación de mi corazón”, pues la riada se llevará lo secano, 19porque el Señor no está dispuesto a perdonarlo. La ira del Señor y su celo se encenderán contra ese hombre, caerá sobre él toda imprecación escrita en este libro y el Señor borrará su nombre bajo el cielo. 20El Señor lo apartará, para su perdición, de todas las tribus de Israel, conforme a las imprecaciones de la alianza, escritas en el libro de esta ley. 21La generación venidera —vuestros hijos que surjan después de vosotros y el extranjero que venga de un país lejano, al ver las plagas de esta tierra y las enfermedades con que las castigará el Señor: 22azufre y sal, tierra calcinada donde no se siembra, ni brota ni crece la hierba, catástrofe como la de Sodoma y Gomorra, Adamá y Seboín, arrasadas por la ira y la cólera del Señor— se preguntará 23junto con todas las naciones: “¿Por qué trató el Señor así a esta tierra? ¿Qué significa esta cólera terrible?”. 24Y les responderán: “Porque abandonaron la alianza que el Señor Dios de sus padres concertó con ellos al sacarlos de la tierra de Egipto 25y fueron a servir a otros dioses y se postraron ante ellos —dioses que no conocían y que él no les había asignado—; 26por eso la ira del Señor se encendió contra esta tierra, haciendo recaer sobre ella todas las imprecaciones escritas en este libro; 27por eso, el Señor los arrancó de su suelo con ira, furor y gran indignación, y los arrojó a otra tierra, como sucede hoy”. 28Lo oculto es del Señor, nuestro Dios; lo revelado es nuestro y de nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.

Capítulo 30

1Cuando se cumplan en ti todas estas palabras —la bendición y la maldición que te he propuesto— y las medites en tu corazón, en medio de los pueblos adonde te expulsará el Señor, tu Dios, 2si te vuelves hacia el Señor, tu Dios, y escuchas su voz, conforme a todo lo que yo te mando hoy, con todo tu corazón y con toda tu alma, tú y tus hijos, 3el Señor, tu Dios, cambiará tu suerte y se compadecerá de ti; volverá y te reunirá de en medio de todos los pueblos por donde el Señor, tu Dios, te dispersó. 4Aunque tus dispersos se encuentren en los confines del cielo, de allí te reunirá el Señor, tu Dios, y de allí te recogerá. 5El Señor, tu Dios, te traerá a la tierra que poseyeron tus padres y la poseerás; te hará el bien y te hará crecer más que tus padres. 6El Señor, tu Dios, circuncidará tu corazón y el de tus descendientes para que ames al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, y así vivas. 7El Señor, tu Dios, hará recaer todas estas imprecaciones sobre tus enemigos, los que te habían perseguido con saña, 8y tú volverás a escuchar la voz del Señor, tu Dios, y cumplirás todos los preceptos suyos que yo te mando hoy. 9El Señor, tu Dios, te hará prosperar en todas tus empresas, en el fruto de tu vientre, el fruto de tu ganado y el fruto de tu suelo, porque el Señor, tu Dios, volverá a complacerse en tu bienestar, como lo hizo en el bienestar de tus padres, 10si escuchas la voz del Señor, tu Dios, observando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el libro de esta ley, y si vuelves al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma. 11Porque este precepto que yo te mando hoy no excede tus fuerzas, ni es inalcanzable. 12No está en el cielo, para poder decir: “¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?”. 13Ni está más allá del mar, para poder decir: “¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?”. 14El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas. 15Mira: hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. 16Pues yo te mando hoy amar al Señor, tu Dios, seguir sus caminos, observar sus preceptos, mandatos y decretos, y así vivirás y crecerás y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para poseerla. 17Pero, si tu corazón se aparta y no escuchas, si te dejas arrastrar y te postras ante otros dioses y les sirves, 18yo os declaro hoy que moriréis sin remedio; no duraréis mucho en la tierra adonde tú vas a entrar para tomarla en posesión una vez pasado el Jordán. 19Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra. Pongo delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, para que viváis tú y tu descendencia, 20amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, adhiriéndote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que juró dar a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob».

Capítulo 31

1Moisés se dirigió a todo Israel y pronunció estas palabras. 2Les dijo: «Tengo ya ciento veinte años, y ya no puedo salir ni entrar; además el Señor me ha dicho: “No pasarás ese Jordán”. 3El Señor, tu Dios, pasará delante de ti. Él destruirá delante de ti esas naciones y tú las tomarás en posesión. Josué pasará delante de ti, como ha dicho el Señor. 4El Señor los tratará como a los reyes amorreos Sijón y Og, y como a sus tierras, que arrasó. 5El Señor os los entregará y vosotros los trataréis conforme a toda esta prescripción que yo os he mandado. 6¡Sed fuertes y valientes, no temáis, no os acobardéis ante ellos!, pues el Señor, tu Dios, va contigo, no te dejará ni te abandonará». 7Después Moisés llamó a Josué, y le dijo en presencia de todo Israel: «Sé fuerte y valiente, porque tú has de introducir a este pueblo en la tierra que el Señor, tu Dios, juró dar a tus padres y tú se la repartirás en heredad. 8El Señor irá delante de ti. Él estará contigo, no te dejará ni te abandonará. No temas ni te acobardes». 9Moisés escribió esta ley y la consignó a los sacerdotes levitas que llevan el Arca de la Alianza del Señor, y a todos los ancianos de Israel, 10y les mandó: «Cada siete años, en una fiesta del Año de la Remisión, en la fiesta de las Tiendas, 11cuando todo Israel acuda a presentarse ante el Señor, tu Dios, en el lugar que él elija, se proclamará esta ley ante todo Israel, a sus oídos. 12Congrega al pueblo, hombres, mujeres y niños, y al emigrante que esté en tus ciudades, para que escuchen y aprendan y teman al Señor, vuestro Dios, y observen todas las palabras de esta ley para cumplirla. 13Y así sus hijos, que no la conocen, la escucharán y aprenderán a temer al Señor, vuestro Dios, todos los días que viváis en la tierra que vais a poseer después de pasar el Jordán». 14El Señor dijo a Moisés: «Está cerca el día de tu muerte. Llama a Josué, presentaos en la Tienda del Encuentro, y yo le daré mis órdenes». Moisés y Josué fueron a presentarse a la Tienda del Encuentro. 15El Señor se les apareció en la Tienda, en una columna de nubes, que fue a colocarse a la entrada de la Tienda. 16El Señor dijo a Moisés: «Tú vas a reunirte con tus padres y este pueblo se levantará y se prostituirá con los dioses extranjeros de la tierra adonde va a entrar, y me abandonará y romperá la alianza que concerté con él. 17Ese día mi ira se encenderá contra él. Los abandonaré y les ocultaré mi rostro. Será presa fácil y le ocurrirán innumerables males y desgracias. Entonces se preguntará: “¿No me habrán alcanzado estos males porque mi Dios no está en medio de mí?”. 18Y yo, ese día, ocultaré aún más mi rostro por toda la maldad que cometió, pues se volvió hacia otros dioses. 19Y ahora, escribid este cántico, enseñádselo a los hijos de Israel, haced que lo reciten, para que este cántico sea mi testigo contra los hijos de Israel. 20Cuando haya llevado a este pueblo a la tierra que mana leche y miel, que prometí con juramento a sus padres, y coma hasta saciarse, engorde y se vuelva a otros dioses y los sirva, me despreciará y romperá mi alianza; 21entonces, cuando le ocurran innumerables males y desgracias, este cántico dará testimonio contra él, pues su descendencia no se olvidará de recitarlo, porque conozco los planes que ya traza hoy, antes de haberlo llevado a la tierra que prometí con juramento». 22Aquel día Moisés escribió este cántico y lo enseñó a los hijos de Israel. 23El Señor ordenó a Josué, hijo de Nun: «¡Sé fuerte y valiente, que tú has de introducir a los hijos de Israel en la tierra que les prometí con juramento. Yo estaré contigo!». 24Cuando Moisés terminó de escribir en un libro las palabras de esta ley hasta el final, 25mandó a los levitas que llevan el Arca de la Alianza del Señor: 26«Tomad el libro de esta ley y colocadlo junto al Arca de la Alianza del Señor, vuestro Dios. Allí será como un testigo contra ti. 27Porque yo conozco tu rebeldía y tu terquedad. Si hoy, que aún vivo con vosotros, sois rebeldes al Señor, ¡cuánto más lo seréis después de mi muerte! 28Congregad junto a mí a todos los ancianos de vuestras tribus y a vuestros oficiales, que quiero proclamar en su presencia estas palabras y poner contra ellos por testigos al cielo y a la tierra, 29pues sé que, después de mi muerte, os pervertiréis y os apartaréis del camino que os he mandado. En los días venideros, la desgracia saldrá a vuestro encuentro, porque hacéis lo malo a los ojos del Señor, irritándolo con vuestras obras». 30Entonces Moisés proclamó en presencia de toda la asamblea de Israel las palabras de este cántico hasta el final.

Capítulo 32

1«Escuchad, cielos, y hablaré; | oye, tierra, los dichos de mi boca; 2descienda como lluvia mi doctrina, | destile como rocío mi palabra, | como llovizna sobre la hierba, | como orvallo sobre el césped. 3Voy a proclamar el nombre del Señor: | dad gloria a nuestro Dios. 4Él es la Roca, sus obras son perfectas, | sus caminos son justos, | es un Dios fiel, sin maldad; | es justo y recto. 5Hijos degenerados se portaron mal con él, | generación malvada y pervertida. 6¿Así le pagas al Señor, | pueblo necio e insensato? | ¿No es él tu padre y tu creador, | el que te hizo y te constituyó? 7Acuérdate de los días remotos, | considera las edades pretéritas, | pregunta a tu padre y te lo contará, | a tus ancianos y te lo dirán: 8Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad | y distribuía a los hijos de Adán, | trazando las fronteras de las naciones, | según el número de los hijos de Israel, 9la porción del Señor fue su pueblo, | Jacob fue el lote de su heredad. 10Lo encontró en una tierra desierta, | en una soledad poblada de aullidos: | lo rodeó cuidando de él, | lo guardó como a las niñas de sus ojos. 11Como el águila incita a su nidada, | revoloteando sobre los polluelos, | así extendió sus alas, los tomó | y los llevó sobre sus plumas. 12El Señor solo los condujo, | no hubo dioses extraños con él. 13Los puso a caballo de sus montañas, | los alimentó con las cosechas de sus campos; | los crió con miel silvestre, | con aceite de rocas de pedernal; 14con requesón de vacas y leche de ovejas, | con grasas de corderos y carneros, | ganado de Basán y cabritos, | con la flor de la harina de trigo, | y por bebida, con la sangre fermentada de la uva. 15Comió Jacob hasta saciarse, | engordó Jesurún y respingó | —estabas gordo, cebado y orondo— | y rechazó a Dios, su creador, | despreció a su Roca salvadora. 16Le dieron celos con dioses extraños, | lo irritaron con sus abominaciones. 17Sacrificaron a demonios, que no son dios, | a dioses desconocidos, | nuevos, recién llegados, | que vuestros padres no veneraron. 18Despreciaste a la Roca que te engendró, | y olvidaste al Dios que te dio a luz. 19Lo vio el Señor, e irritado | rechazó a sus hijos e hijas. 20Y dijo: “Les ocultaré mi rostro, | y veré cuál es su suerte, | porque son una generación pervertida, | unos hijos desleales. 21Me han dado celos con un dios que no es dios, | me han irritado con sus ídolos vacíos; | pues yo les daré celos con un pueblo que no es pueblo, | con una nación fatua los irritaré. 22En mi nariz está ardiendo el fuego | y abrasará hasta el fondo del Abismo, | devorará la tierra y sus productos | y consumirá los cimientos de los montes. 23Amontonaré desastres sobre ellos, | agotaré contra ellos mis saetas. 24Andarán extenuados de hambre, | consumidos por la fiebre y la peste; | les enviaré dientes de fieras, | veneno de quienes se arrastran en el polvo. 25La espada arrebatará a los hijos en las calles, | en las casas habrá pavor, | en el joven y la doncella, | en el lactante y el encanecido”. 26Me dije: “Los aniquilaría, | y borraría su memoria entre los hombres”. 27Si no temiese las burlas del enemigo, | y la mala interpretación del adversario, | no sea que digan: “Nuestra mano ha vencido, | no es el Señor quien ha hecho todo esto”. 28Porque es gente que ha perdido el juicio, | y que carece de inteligencia. 29Si fueran sabios, comprenderían esto, | entenderían su destino. 30¿Cómo puede uno perseguir a mil, | y dos poner en fuga a diez mil, | si no fuera porque los ha vendido su Roca | y el Señor los ha entregado? 31Porque su roca no es como nuestra Roca, | y nuestros enemigos pueden comprobarlo. 32Su cepa proviene de la viña de Sodoma, | de los campos de Gomorra, | sus uvas son uvas venenosas | y sus racimos son amargos; 33su vino es veneno de serpientes, | ponzoña mortal de víboras. 34¿No tengo todo esto guardado, | sellado en mis depósitos, 35para mi venganza y recompensa, | en el día que tropiecen sus pies? | Pues el día de su ruina se acerca, | y se precipita su destino. 36El Señor hará justicia a su pueblo, | y tendrá piedad de sus siervos). | Cuando vea que se debilitan sus manos, | y que no hay ya esclavo ni libre, 37dirá: “¿Dónde están sus dioses, | la roca donde se refugiaban? 38Los que comían la grasa de sus víctimas | y bebían el vino de sus ofrendas, | que se levanten para socorreros, | que sean vuestro refugio”. 39Pero ahora mirad: soy yo, solo yo, | y no hay dios fuera de mí. | Yo doy la muerte y la vida, | yo hiero y yo curo, | y no hay quien pueda librar de mi mano. 40Levanto mi mano al cielo | y digo: “Como vivo yo eternamente, 41cuando afile el rayo de mi espada, | y empuñe en mi mano el juicio, | tomaré venganza de mis enemigos | y daré su paga a los que me aborrecen, 42embriagaré de sangre mis flechas | y mi espada devorará carne, | de la sangre de caídos y cautivos, | de la cabeza de jefes enemigos”. 43Aclamadlo, naciones, con su pueblo, | porque él vengará la sangre de sus siervos, | porque tomará venganza de sus enemigos | y purificará el suelo de su pueblo». 44Moisés fue y proclamó todas las palabras de este cántico en presencia del pueblo. Josué, hijo de Nun, iba con él. 45Cuando Moisés terminó de proclamar todas estas palabras a todo Israel, 46les dijo: «Tomad a pecho todas las palabras con que hoy doy testimonio contra vosotros y mandad a vuestros hijos observar y cumplir todas las palabras de esta ley. 47Porque no es palabra baladí para vosotros, pues es vuestra vida y por esta palabra se prolongará la vida en la tierra que vais a tomar en posesión, después de pasar el Jordán». 48Aquel mismo día el Señor dijo a Moisés: 49Sube a esa montaña de los Abarín, al monte Nebo, que está en la tierra de Moab, frente a Jericó, y contempla la tierra de Canaán que yo voy a dar en propiedad a los hijos de Israel. 50Después morirás en el monte y te reunirás con los tuyos, lo mismo que tu hermano Aarón murió en el monte Hor y se reunió con los suyos. 51Por haberme sido infieles en medio de los hijos de Israel, en la fuente de Meribá, en Cadés, en el desierto de Sin, y por no haber reconocido mi santidad en medio de los hijos de Israel, 52por eso verás de lejos la tierra, pero no entrarás en la tierra que voy a dar a los hijos de Israel».

Capítulo 33

1Esta es la bendición con la que Moisés, el hombre de Dios, bendijo a los hijos de Israel, antes de morir. 2Dijo:«El Señor vino del Sinaí, | surgió ante ellos desde Seír, | irradió desde el monte Farán, | y con él, diez mil santos; | en su diestra, una ley ígnea para ellos. 3Ciertamente él ama a los pueblos, | en su mano están todos sus santos; | y ellos están a tus pies postrados, | cada uno a tus órdenes se levanta. 4Moisés nos entregó una ley, | herencia para la asamblea de Jacob. 5Y él fue rey en Jesurún, | al reunirse los jefes del pueblo, | al unirse las tribus de Israel. 6“¡Viva Rubén y no muera, | aunque sean pocos sus hombres!” . 7Y esto dijo para Judá: | “Escucha, Señor, la voz de Judá | y tráelo a su pueblo; | sus manos peleen por él, | y sé tú una ayuda contra sus enemigos”. 8Y para Leví dijo: | “Tus urim y tus tumim para el varón leal, | a quien pusiste a prueba en Masá, | desafiaste en las aguas de Meribá; 9que dijo de su padre y de su madre: ‘No los he visto’, | y a sus hermanos no reconoció, | y de sus hijos no quiso saber. | Porque observaron tu palabra | y vigilaron sobre tu alianza. 10Enseñarán tus decretos a Jacob | y tu ley a Israel; | ofrecerán incienso en tu presencia | y un sacrificio íntegro en tu altar. 11Bendice, Señor, su posesión | y acepta la obra de sus manos. Machaca los lomos a sus rivales, | Que sus enemigos no se levanten”. 12Para Benjamín dijo: | “Predilecto del Señor, morará seguro junto a él, | el Altísimo lo protegerá continuamente | y él morará entre sus hombros”. 13Y para José dijo: | “Bendita del Señor sea su tierra, | con lo más exquisito del cielo, el rocío, | y el agua subterránea, almacenada en lo hondo, 14con lo mejor de los productos del sol | y lo más exquisito de los frutos de las lunas, | 15con lo mejor de las montañas antiguas | y lo más exquisito de las colinas eternas, 16con lo mejor de la tierra y de su plenitud; | y el favor del que mora en la zarza | descienda sobre la cabeza de José, | sobre la corona del elegido entre sus hermanos. 17Majestuoso como primogénito de buey, | sus cuernos son como cuernos de búfalo; | con ellos acorneará a los pueblos, | a todos a una hasta los confines de la tierra. | Estas son las miríadas de Efraín, | estos son los millares de Manasés”. 18Y para Zabulón dijo: | “Alégrate, Zabulón, en tus salidas, | y tú, Isacar, en tus tiendas. 19Convocarán a pueblos a la montaña, | a ofrecer sacrificios legítimos, | pues extraerán las riquezas del mar, | los tesoros ocultos en la arena”. 20Y para Gad dijo: | “Bendito el que ensancha a Gad, | se tumba al acecho como una leona | y destroza brazos y cráneos. 21Escogió para sí las primicias, | la porción reservada al capitán; | se presentó a los jefes del pueblo, | cumplió la justicia del Señor | y sus decretos con Israel”. 22Y para Dan dijo: | “Dan es un cachorro de león | que salta desde Basán”. 23Y para Neftalí dijo: | “Neftalí, saciado del favor | y lleno de la bendición del Señor, | posee el poniente y el mediodía”. 24Y para Aser dijo: | “Bendito Aser entre los hijos, | sea el favorito de sus hermanos | y bañe sus pies en aceite. 25Tus cerrojos sean de hierro y bronce, | y tu fuerza dure mientras vivas. 26Nadie como el Dios de Jesurún, | que cabalga por el cielo en tu ayuda | y sobre las nubes en su majestad. 27Es un refugio el Dios de antaño, | pone por debajo sus brazos eternos; | expulsa ante ti al enemigo | y dice: ¡Destruye!”. 28Israel habita seguro, | tranquilo mora Jacob, | en tierra de grano y de mosto, | bajo un cielo que destila rocío. 29Dichoso tú, Israel, ¿quién como tú, | pueblo salvado por el Señor, | tu escudo protector, tu espada victoriosa? | Tus enemigos se someterán ante ti | y tú pisarás sobre sus espaldas».

Capítulo 34

1Moisés subió de la estepa de Moab al monte Nebo, a la cima del Pisgá, frente a Jericó; y el Señor le mostró toda la tierra: Galaad hasta Dan, 2todo Neftalí, el territorio de Efraín y de Manasés, y todo el territorio de Judá hasta el mar occidental, 3el Negueb y la comarca del valle de Jericó (la ciudad de las palmeras) hasta Soar; 4y le dijo: «Esta es la tierra que prometí con juramento a Abrahán, a Isaac y a Jacob, diciéndoles: “Se la daré a tu descendencia”. Te la he hecho ver con tus propios ojos, pero no entrarás en ella». 5Y allí murió Moisés, siervo del Señor, en el territorio de Moab, como había dispuesto el Señor. 6Lo enterraron en el valle de Moab, frente a Bet Peor; y hasta el día de hoy nadie ha conocido el lugar de su tumba. 7Moisés murió a la edad de ciento veinte años: no había perdido vista ni había decaído su vigor. 8Los hijos de Israel lloraron a Moisés en la estepa de Moab durante treinta días, hasta que terminó el tiempo del duelo por Moisés. 9Josué hijo de Nun estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés le había impuesto las manos, los hijos de Israel lo obedecieron e hicieron como el Señor había mandado a Moisés. 10No surgió en Israel otro profeta como Moisés, con quien el Señor trataba cara a cara; 11ni semejante a él en los signos y prodigios que el Señor le envió a hacer en Egipto contra el faraón, su corte y su país; 12ni en la mano poderosa, en los terribles portentos que obró Moisés en presencia de todo Israel.